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Organismos internacionales de credito: corrupcion y rapiña

Mientras un ejército de comunicadores nos tratan de convencer que el pobre de K está poco menos que bajo fuego y que sus temibles opositores son Lilita Carrió! Bergoglio! el chofer Mansilla! y la dirección expulsada del Indek (cuando era Indec), -además de LA oligarquía, etc- en una sobreactuación que debería provocar la envidia de Osvaldo Laport, comienzan a aparecer las huellas de varias cuestiones que quedan más claras. Salir a "golpear" por el caso Skanska es una maniobra de una berretez que solo se explica precisamente por la carencia de enemigos (si tuviera uno de mediana entidad, ya debería estar pagando algún costo; y a cambio de eso se dio el gusto de ¡organizar una escuálida y vergonzosa marcha de apoyo a ¡¡De Vido y a Moreno!!! 200 Jóvenes K diciendo que lo quieren a Moreno, que salió a agradecer ¡sin su arma!). Falta de enemigos y hasta falta de oposición, notoria por la afluencia de oficialistas de todo pelaje (en Avellaneda -como en muchos lados- todos los candidatos -menos un radical perdido- son oficialistas, aunque se cagaron a tiros entre ellos) al punto de ahora Filmus ha reclutado a Chacho Álvarez (el viejo fanático de la convertibilidad que trajo de la mano a Cavallo "para que nos saque de ésta", y alentador de leyes esclavistas pero que curiosamente quedó como ético porque pretendía esclavos pero no pedía comisiones por propiciarlos). Pero esto no es un fenómeno argentino (argentina igual extrema sus modos de hacer las cosas, como es sabido). Tanto K como Tabaré Vázquez como Lula habían pagado lo que se debía al FMI para dejar claro su desagrado con las deudas (algo así como "te pensás que me llamo US$ 10 mil millones") con lo que el  organismo que estaba quebrado duró hasta ahora. Saldar sus deudas con el FMI no le dio ni la más mínima ventaja a ninguno de estos países, pero Argentina hizo gala de su mala cara en el pago y tiempos posteriores. La salida de Venezuela -una actitud algo más digna y coherente- está demostrando la crisis terminal que uno decía hace ya más de un año y establece que la estrategia de K, Lula y el bueno de Tabaré no era más que un salvataje de un muerto que ya apesta. El BM parece estar siguiendo el mismo camino, exhibiendo ahora la desvergüenza de su titular, pero que -como cuenta Naomi Klein- no es ni cerca el principal problema. Bajo el artículo que envío -del BM- está el que cuenta las desventuras del FMI que salió hoy en Página.
Un saludo
Gonzalo

Banco Mundial: historias de hipocresía, corrupción y desprestigio
Naomi Klein · · · · ·
 
06/05/07
 
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=1187

 

No es el acto en sí mismo; es la hipocresía. Tal es la línea que sobre Paul Wolfowitz viene marcándose desde las páginas editoriales del mundo entero. No es ninguna de las dos cosas: ni el acto (saltarse las reglas para aumentar la paga de su novia), ni la hipocresía (el hecho de que la misión de Wolfowitz en el Banco Mundial fuera la de luchar por la “Buena Gobernanza”).

 

 

 

Empecemos con el problema de la pretendida hipocresía. “¿Quién quiere recibir lecciones de alguien que dice: ‘haz como te digo y no como yo hago’”?, preguntó un periodista. Nadie, claro está. Mas eso es precisamente una descripción harto ajustada del póquer de despojo unilateral que es nuestro sistema de comercio global, juego en el que EEUU y Europa –a través del Banco Mundial, el FMI y la OMC— dicen al mundo en desarrollo: “Bajad vuestras barreras comerciales, que nosotros mantendremos las nuestras levantadas”. Desde subsidios agrícolas hasta el escándalo del Dubai Ports World, la hipocresía es el principio y la directriz de nuestro orden económico.

 

 

El sólo crimen de Wolfowitz ha sido hacer suya la postura de la institución internacional que dirigía. El hecho de que haya respondido al escándalo contratando a un abogado célebre y saliendo a comprarse un “entrenador” de liderazgo, no deja de ser una prueba de que le ha calado en lo más hondo el estilo del Banco Mundial: en caso de duda, gástate el presupuesto en consultores carísimos, y llámalo ayuda.

 

 

La mentira más grave que subyace a toda esta disputa es el sobrentendido de que el Banco Mundial era una institución con credenciales éticas impecables, hasta que, según 42 antiguos ejecutivos del Banco, su crédito se vio “fatalmente comprometido” por Wolfowitz. (Muchos liberales de izquierda norteamericanos se han apuntado a ese cuento, presos de una prisa fugaz por obligar a los neocons a dimitir.) Porque lo cierto es que la credibilidad del Banco estaba ya fatalmente comprometida cuando, a cambio de un préstamo, obligó a cancelar las becas para  estudiantes en Ghana; cuando exigió a Tanzania privatizar su sistema hídrico; cuando para prestar ayuda en las devastaciones del Huracán Mitch, puso como condición la privatización del sistema de telecomunicaciones; cuando exigió “flexibilidad” laboral tras la catástrofe del tsunami asiático en Sri Lanka; cuando impulsó le eliminación de subsidios alimentarios tras la invasión de Irak. A los ecuatorianos les importa un higo la novia de Wolfovitz; más agobiante les resultó que en 2005 el Banco Mundial dejara de transferirles los 100 millones de dólares que les tenía prometidos sólo porque el país osó gastar una porción de sus rentas petroleras en salud y educación. ¡Menuda organización antipobreza!

 

 

Pero el área en que el Banco Mundial tiene menos derecho a la autoridad moral es el de la lucha contra la corrupción. Dondequiera que haya habido pillaje estatal masivo en las pasadas cuatro décadas, allí han estado el Banco Mundial y el FMI, y en primera línea de la escena del crimen. Y no; no, no. No es que se quedaran mirando para otro lado cuando las autoridades locales se llenaban los bolsillos; lo que hicieron fue poner negro sobre blanco y por escrito las reglas conforme a las cuales tenía que proceder el robo al grito de: “¡Más de prisa, hagan el favor!” (un proceso conocido como terapia de choque y de saldo rápido).

 

 

La Rusia bajo liderazgo del recientemente fallecido Boris Yeltsin es un caso harto instructivo. Ya en 1990, el Banco Mundial colocó a la antigua Unión Soviética ante la tarea de imponer inmediatamente lo que llamó una “reforma radical”. Cuando Mijail Gorbachov se negó a seguir ese curso, Yeltsin tomó el relevo. Este buldózer de hombre no dejó estorbo ni títere con cabeza  a la hora de allanar el camino trazado desde Washington, ni siquiera se contuvo ante los políticos rusos electos. Tras ordenar en 1993 a los tanques abrir fuego sobre los manifestantes, matando a cientos y dejando al Parlamento en llamas, quedaba todo listo para las privatizaciones a precio de saldo de los bienes estatales más preciados en beneficio de los llamados oligarcas. Ni que decir tiene: el Banco estaba allí. A propósito del frenesí legislador, completamente ajeno a cualquier control democrático, que siguió al golpe de Yeltsin, comentó en el Wall Street Journal Charles Blitzer, el economista en jefe del Banco en Rusia: “Jamás me había divertido tanto en toda mi vida”.

 

 

Cuando Yeltsin dejó el cargo, su familia se hizo inexplicablemente rica, mientras muchos de sus diputados se revolcaban por el lodazal de los escándalos de corrupción. De todo eso se informó, como siempre, en occidente como si se tratara de excesos locales desafortunados de un proyecto de modernización económica globalmente ético. De hecho, la corrupción resultaba inherente a la idea misma de una terapia de choque. La turbulenta aceleración del cambio era crucial para aplastar el amplio rechazo que despertaban las reformas, pero significaba al propio tiempo, y por definición, que era imposible su control. Además, los beneficios para los funcionarios locales resultaban incentivos imprescindibles para que los apparatchiks rusos generaran el amplio mercado abierto exigido desde Washington. Ello es que hay buenas razones para que la corrupción nunca haya sido una prioridad para el Banco y para el FMI: sus funcionarios comprendieron cabalmente que para reclutar políticos a favor de unos programas económicos que necesariamente habrían de reportarles furiosos enemigos en sus propios países, hay que estar dispuesto a llenar un poco las cuentas bancarias que esos políticos tienen en el extranjero.

 

 

Rusia está lejos de ser un caso único: desde el Chile del dictador Augusto Pinochet, que acumuló más de 125 cuentas bancarias mientras construía el primer estado neoliberal, hasta la Argentina del Presidente Carlos Menem, que conducía un deslumbrante Ferrari Testarossa rojo mientras liquidaba su país, pasando por los “millones extraviados” en el Irak de hoy: en todos los países hay una clase de políticos ambiciosos y sanguinarios dispuestos a actuar como subcontratistas de Occidente. Cobran honorarios, y a esos honorarios se les llama corrupción: esa socia callada pero omnipresente en la cruzada privatizadora del mundo en vías de desarrollo.

 

 

Las tres instituciones capitales de esa cruzada han entrado en crisis. Y no por sus hipocresías pequeñas, sino por las superlativas. La OMC no puede volver a encarrilarse, el FMI está en bancarrota, desplazado por Venezuela y China. Y ahora el Banco Mundial rueda por despeñaderos.

 

 

Informa el Financial Times de que cuando los ejecutivos del Banco Mundial dan consejos, “ahora se les ríen en la cara”. Tal vez todos deberíamos reírnos del Banco. Pero lo que en ningún caso habría que hacer es colaborar en el blanqueo de su ruinosa historia repitiendo el necio cuento de que la reputación de una respetable organización antipobreza ha resultado humillada por un hombre. Se comprende que el Banco quiera tirar a Wolfovitz por la borda. Yo digo que el barco deber irse a pique con su capitán.

 

 

Naomi Klein es la autora de No Logo: Taking Aim at the Brand Bullies (Picador) y, más recientemente, Fences and Windows: Dispatches From the Front Lines of the Globalization Debate (Picador).


Economía(3)|Domingo, 06 de Mayo de 2007

El FMI se queda sin plata y se le van los clientes

El Departamento de Finanzas del organismo acaba de emitir un documento que advierte por la crisis de recursos. El anuncio de Venezuela de retirarse del Fondo sólo agrava la situación.

   
Por Marcelo Zlotogwiazda

La crisis del Fondo Monetario Internacional está llegando a tal nivel que su departamento de Finanzas acaba de emitir un informe señalando que “es necesario con alguna urgencia llegar a un consenso respecto de un nuevo modelo de financiamiento de la institución”. El motivo inmediato de la alarma es que debido a la masiva fuga de clientes y a la consecuente abrupta caída de préstamos, el organismo está incurriendo en déficit abultados y con tendencia creciente, que según estiman acumularán algo más de 1000 millones de dólares en lo que resta de la década. Para peor, además de quedarse con muy pocos prestatarios, el anuncio del gobierno de Venezuela de retirarse del organismo abre un interrogante sobre su existencia.

El citado documento, que fue presentado al Directorio que encabeza el español Rodrigo Rato hace un par de semanas, es la revisión del presupuesto para el año fiscal 2007 que finalizó el 30 de abril pasado, de donde surge que el déficit que había sido previsto al comienzo del ejercicio 2007 resultó un 60 por ciento mayor, alcanzando los 165 millones de dólares. También figuran las proyecciones para los próximos tres ejercicios, con rojos que van subiendo de tono: 220 millones de dólares para el 2008, 270 millones para el 2009 y 400 para el 2010. Un acumulado en el cuatrienio de 1055 millones de dólares.

El informe señala como primera causa de las mayores pérdidas en el último balance la reducción en el saldo de créditos como consecuencia de la cancelación anticipada que han efectuado varios de los principales deudores, entre los que menciona a Indonesia, Uruguay, Serbia y Filipinas. Antes que ellos ya habían cancelado Brasil, Argentina y Rusia, por mencionar a los tres mayores. El desbande de miembros que pagaron por adelantado ha achicado el monto pendiente de reembolso de un pico superior a los 100.000 millones de dólares en 2003 a apenas poco más de 12.000 millones actualmente. Con el agregado de que más de la mitad de esta última cifra es la deuda de Turquía, que muy probablemente siga el mismo camino. Tras el retiro masivo de países que recurren al supuesto auxilio del Fondo, de los 185 miembros sólo quedan 26 con saldo deudor. Casi todos son países pequeños, y todos ellos, salvo Turquía, tienen pendientes de pago montos chicos: el segundo es Ucrania con aproximadamente 700 millones de dólares.

El déficit actual y las perspectivas de que se mantengan si algo no cambia también son consecuencias de una estructura que ha quedado muy sobredimensionada frente a la disminución de las operaciones. El informe del departamento de Finanzas proyecta a partir del ejercicio 2008 una reducción de gastos más que insuficiente para compensar la caída de ingresos prevista.

Se espera que el nuevo modelo de financiamiento reclamado con “alguna urgencia” se aplique a partir del año próximo. Tal como informó este diario el 22 de febrero pasado, el Directorio del Fondo le encomendó al “Comité de Eminencias” encabezado por el presidente del banco JP Morgan-Chase, Andrew Crockett, e integrado entre otros por el último titular de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, que elabore un menú de recomendaciones para fortalecer los ingresos. El informe fue entregado a fines de enero y entre las propuestas se destacan el cobro de servicios de asistencia técnica, la venta de 400 toneladas de oro de las reservas (equivalen a cerca de 7000 millones de dólares) para invertirlos y generar renta por unos 200 millones anuales, y una mayor actividad de inversión especulativa en general con los recursos que quedaron ociosos. Al respecto, el documento del departamento de Finanzas de hace un par de semanas da cuenta de que esas recomendaciones están bajo análisis y que las decisiones van a llevar un tiempo. “Por desgracia, los esfuerzos de reequilibrio del FMI avanzan a paso de tortuga”, escribió días atrás en una columna de opinión Kenneth Rogoff, actual catedrático de Harvard que hasta el año pasado fue el economista jefe del FMI. Hasta una astilla que fue parte hace leña del árbol caído.

Si de por sí el hecho de que pocos quieran pedirle prestado es lapidario para una institución financiera, las perspectivas son aún peores si encima hay socios que directamente se retiran. En ese sentido, el anuncio de Venezuela (que también extendería su salida del Banco Mundial) es un primer antecedente de imprevisibles alcances, aunque por ahora ningún país ha amagado hacer lo mismo.

Más allá de las razones políticas que alientan al gobierno de Hugo Chávez, conviene recordar que el polémico presidente bolivariano tiene una cuenta personal con el FMI desde que el 12 de abril de 2002, en pleno golpe de Estado en su contra, el vocero del organismo dijo en conferencia de prensa en Washington que “estamos listos para asistir a la nueva administración de todas las maneras que ellos consideren adecuadas”.

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