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Un texto de narcisa news: Medicos de TV.

or Luis Buero para mujeres inquietas
¿Médicos de tevé?: ¡mejor no enfermarse!

Si te agarra un patatús y te desmayás en la calle, Dios no lo permita, la gente llama al SAME sin saber que seguramente estás anotada/o en la obra social Gold High Eternun y te llevan en ambulancia al primer hospital público… ¿qué tipo de médico te gustaría que te reciba en el hospital?: ¿el rengo y sarcástico pero sabio House o el cómico, tierno y contenedor Hunter “Patch” Adams?

Sí, ya sé que son médicos de la ficción (aunque Adams es real, solo conocimos de él la versión de Robin Williams); de hecho la pantalla chica norteamericana nos ha mandado docenas de héroes del delantal blanco (y de otros colores), desde los legendarios “Kildare” y “Ben Casey”, hasta el personal de “Centro Médico”, “Marcus Welby” y “Quincy”, pasando por las burlonas “M.A.S.H.” o “Scrubs” y las melodramáticas “E.R.” y “Grey’s Anatomy”. Y sigue la lista…

Ahora, si bien el rol adjudicado es el necesitado por la sociedad, el rol asumido tiene las características propias del sujeto al que le toca ponerse el sayo, el que debe ejercer el puesto.

Dr. Kildare, recuerdo, era uno de los estereotipos más opuestos a la imagen que podemos apreciar en la serie “Dr. House”. Su temática no estaba basada en la búsqueda del diagnóstico, sino que hacía hincapié en todo el aspecto humano y social, siendo la imagen del antiguo médico de cabecera de familia. La confianza y el trato que daba a sus pacientes eran irremplazables. La medicina no estaba tan especializada como en nuestros días, por lo que se recurría al médico clínico. El trato era personalizado y profundo, en el hogar, lo que sería la versión opuesta de House, quien es insensible respecto de sus pacientes, siente rechazo y desconfianza hacia ellos, y se maneja de manera indiferente, con soberbia e ironía.

¿Es “mala onda” solo porque le duele la rodilla?

El Dr. House es un personaje que busca romper con el modelo de la bioética, que es el instaurado en la medicina actual. El personaje procura llegar al diagnóstico de las formas más extremas y utilizando todas las herramientas que estén a su alcance. Su personalidad y su carácter lo colocan en un rol de autoridad suprema, de poder de decisión extremo y de manipulación del cuerpo del paciente. Como su personalidad se vale del sarcasmo y la brutal honestidad, debe recurrir, como única alternativa para disfrazar y conseguir las autorizaciones para sus poco convencionales prácticas, a los integrantes de su equipo. Pero los espectadores vemos cómo “practica soluciones” diferentes, hasta que en el quinto bloque de la serie, cuando al pobre enfermo le hicieron de todo, descubre el problema y salva… lo que queda vivo del fulano, para que la historia termine bien.

Principalmente, en la medicina bioética el paciente participa activamente en los procesos de diagnóstico y tratamiento. En cambio, uno de los rasgos fundamentales de la medicina hegemónica es el uso del cuerpo como objeto de experimentación. Particularmente en la serie puede observarse cómo el Dr. House utiliza al paciente, apropiándose del cuerpo de este, en algunas ocasiones sin su previa aprobación. Otras veces sospecha y medica antes de llegar al diagnóstico para aplacar o provocar síntomas, o incluso para extender su tiempo de deducción. Pero todo esto culmina en importantes repercusiones legales, de las que tiene que hacerse cargo el hospital, y en la exposición de su profesión, todo a causa de su modalidad de diagnóstico.

Con seguridad, diría el autor, su accionar se justifica porque vive cada caso como un juego, del que, cueste lo que costare, y utilizando todas las herramientas que tenga a su alcance, intentará ser el ganador, por lo que su único límite es la muerte, representada por el game over de un videojuego cuyo oponente no es Dios, aunque lo pareciera, sino la muerte.

Dime qué dices y te diré quién eres…

A “Patch” Adams se le ocurre crear un hospital para gente pobre en un rancho en medio del campo que es propiedad del científico loco que había conocido en un hospicio donde se había tratado por sus adicciones un tiempo antes, y utiliza el humor y el afecto como instrumentos de curación, además de los medicamentos.

Cuando el director del hospital lo juzga negativamente, Adams exige que se le defina el significado de la frase “dar tratamiento” a los enfermos. Con sus palabras él expresa que la ciencia es un intento de hallar la verdad, pero ocurre que la verdad, para él, tiene estructura de ficción.

En cambio, Dr. House derrama sobre sus pacientes frases como:

- “¿Preferiría usted un médico que le tome la mano mientras se muere o uno que lo ignore mientras mejora? Aunque yo creo que lo peor sería uno que te ignore mientras te mueres...”.

- “La vida es un asco y la suya es peor que otras. Aunque las hay peores, lo cual también es deprimente…”.

- Un médico dice que, si la enfermedad que sufre un niño sigue evolucionando, este quedará paralítico, y él responde: “¡Qué horror! Menos mal que sólo vivirá una semana”.

El discurso que despliega Patch Adams es distinto; cuando quieren impedirle ejercer la medicina, acusándolo de realizar prácticas no tradicionales, exclama:

“¿Cuándo fue que un doctor dejó de ser un amigo de confianza instruido que trata a los enfermos? Practicar la medicina es atender, acompañar, escucharlos hasta que baje la fiebre. La muerte no es el enemigo, el enemigo es la indiferencia. He escuchado clases insistiendo en evitar la transferencia, en provocar la distancia óptima, pero la transferencia es inevitable, todo ser humano afecta a los demás. Lo que ustedes enseñan es equivocado. La misión del médico no solo consiste en impedir la muerte, sino en mejorar la vida, ya que, tratando el mal, se gana o se pierde, pero tratando al individuo se gana más allá del desenlace”.

Patch Adams plantea la clínica de la escucha, dispositivo que incluye un tipo de relación paciente/médico bajo (según sus palabras) el efecto de la transferencia, la cual es aprovechada para la cura o el bienestar del paciente. Solo ocupando un lugar fundamental en la transferencia (por ejemplo, el del gran otro), podrán escuchar los profesionales y entender el dialecto oculto, el mensaje que el síntoma quiere transmitirnos.

¿Y tu respuesta cuál es?

Las series modernas sobre medicina nos presentan una realidad terrible: ya no podemos colocar al médico en el lugar del sujeto-supuesto-saber. No. Es un tipo que falla, y cuando la pifia, alpiste, perdiste.

Y la pifia seguido.

La medicina (según nos revela la ficción televisiva) apenas conoce un porcentaje muy pequeño de los motivos de las enfermedades y, a pesar de las máquinas que radiografían hasta los granos del alma, muchas veces no tienen respuesta a la afección del paciente. O la tienen, pero ya es tarde, o surge de la autopsia.

El gran drama de los televidentes radica en que los médicos de televisión actual nos muestran lo que no poseen, la falta, el agujero, el abismo, la ausencia de significantes. Y nos refriegan en la cara que la muerte, ese concepto que el inconsciente trabaja toda una vida por negar, está presente, como una sombra, acompañándonos a cada paso, sin que ellos puedan hacer, muchas veces, nada para evitarlo.

La respuesta es: ni House ni Adams, mejor no enfermarse nunca y, si sucede, roguemos que no le diagnostiquen un embarazo a un gaucho o una fractura de muñeca a la Venus de Milo.

Y bueno… de ilusiones también se vive.

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