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Como mueren los otros

Como mueren los otros
22/11/10

Por Silvana Melo

(APe).- Hay un límite preciso. Una frontera marcada con fuego. Del otro lado, viven y mueren los otros. Viven como se puede. Y mueren mucho, demasiado, los otros. Detrás de esa frontera, marcada con fuego, está el país otro. El que no disputa poder en los medios porque apenas araña los tobillos de la cartografía oficial. El que no discute porque no lo escuchan. El que muere todos los días bajo una suela más firme. Como hormigas bajo el zapato habitual. El que es invisible para los discursos de los que gobiernan y de los que pretenden gobernar. El que asoma apenas de vez en cuando y cuando asoma una piedra lo baja. Como al pájaro confiado e inocente, blanco fácil en la punta de la rama. Los otros siempre son blanco fácil. Siempre les aciertan: la piedra en la sien, la bala en el pecho, el veneno en la sangre, la lanza en el costado, el cáncer en la cabeza. En la cabeza. Allí donde se piensa, se analiza, se crea, se conspira, se sueñan las revoluciones.
Ezequiel era Ferreyra, como Mariano. Los dos vivieron y murieron del otro lado de la frontera marcada a fuego. Mariano tenía 23 y fue la bala en el pecho, el corazón puesto en rebeldía ahí, en los durmientes que despiertan al paso del más largo, el más cargado, el más injusto de los trenes. Ezequiel fue el veneno en la sangre, el monstruo que creció en su cabeza, la muerte más perversa. Más absurdamente muerte. Porque tenía seis años.
De noche el hospital es silencio, alguna queja perdida, respiraciones de motor. Ezequiel tenía la piel morena y una ternura en los rasgos que pudo con su esclavitud, con su martirio. A la una y treinta y cinco no dio más. Y se fue caminando a los tumbos, tranqueándole a la suerte, a sumarse a la legión de los ángeles olvidados, de los ángeles negritos y desclasados. Que son tantos que un día cualquiera van a tomar el cielo por asalto y la vida será otra. La muerte será otra. Confinada a los oscuros tramos del pasado.
Llegó desde Misiones. Sus papás lo traían de la mano, con el resto de los pibes. Había trabajo prometido en la avícola Nuestra Huella y hasta sonaba lindo el nombre, que los incluía en esa primera persona colectiva.
Pero la vida siempre trae trampas en los bolsillos cuando la viven los otros. La familia entera tuvo que hacerse cargo de un galpón con miles de gallinas. A él, con cinco años, le tocó recoger los huevos.  Luchar con las moscas, el guano de las aves, manipular los agroquímicos, respirarlos, incorporarlos desde la piel, desde sus mucosas, desde su inocencia chiquita.
Cuando iba a la escuela se dormía. La maestra lo despertaba peinándolo con los dedos. Un día se desmayó y lo internaron de urgencia en una clínica de Pilar. Le descubrieron un tumor en el cerebro. Un monstruo que crecía en su cabecita alimentado de veneno, excremento y mosquerío. “La empresa prohibió terminantemente a los padres hablar del tema con sus compañeros de trabajo. Y lo logró de modo muy simple: convenciendo a los padres que si algo le pasaba a Ezequiel ellos serían penalmente responsables y que incluso les quitarían la tenencia de sus otros hijos. Además, les ofrecieron a cambio de su silencio, la atención médica del niño y eventualmente una suma de dinero en caso que hubiera un desenlace fatal”, denuncia la asociación La Alameda.
Ezequiel murió de esclavitud, de sometimiento, de explotación de un pedacito de infancia frágil, desprevenida. Ezequiel tenía seis años. Para correr una pelota deshilachada en el baldío, para esconderse antes que contaran cien, para hacerse una casa con maderas y cartón en la cintura de un árbol, para pensarse superhéroe e inventarse una capa con un trapo de piso, para ser el hombre araña y escalar un álamo. No para morirse. Jamás para morirse.
La Asociación Civil La Alameda y el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) denunciaron a la avícola por “explotación infantil, reducción a servidumbre y trata de personas”.
Hace dos años una investigación filmó casos de explotación de niños en varias granjas de la zona de Zárate, Campana y Pilar. Donde decenas de familias son arrastradas con promesas fatuas, como a los padres de Ezequiel. Él mismo aparecía con un pulovercito verde, relatando cómo removía el guano de las gallinas y manejaba el veneno que entregaba la empresa. Todavía no estaba enfermo.
Testimonios y documentos presentados a la justicia. Que en su momento estallaron como un tibio escándalo que se apagó de inmediato como siempre se apagan las tragedias de los otros.
La muerte de Ezequiel podía evitarse. Tuvo de pronto la tenue visibilidad necesaria como para salvarlo. Nadie se arremangó el traje. Nadie puso una firma. Nadie lo rescató. A Ezequiel lo dejaron morir. La fatalidad lo había marcado con un hierro caliente e indeleble. Pero nadie movió un dedo para torcerla. Aunque todos saben de la ineficiencia frecuente de la fatalidad.
Ezequiel se murió y en su exequia humilde hubo dos coronas. Una de sus padres. Y otra de la empresa. Una hora después de que el último terrón se devoró su cuerpecito la justicia fue a exhumarlo.
La justicia.
La justa in-justicia que hay para los otros.
La que no lo salvó aunque podía.
La que tal vez abra los ojos y castigue, de una buena vez. Que sea el último, Ezequiel. Que no se vaya solito, caminando descalzo por las piedras filosas, muriéndose siempre, una, mil veces más en los niños invisibles y condenados que se caen del país. Olvidados. Otros.


La guerra contra bacterias y virus: una lucha autodestructiva

La guerra contra bacterias y virus: una lucha autodestructiva La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro Planeta es el síntoma más grave de una civilización alienada de la realidad que camina hacia su autodestrucción. Máximo Sandín Departamento de Biología. Universidad Autónoma de Madrid Las dos obras fundacionales que constituyen la base teórico-filosófica del pensamiento occidental contemporáneo, de la concepción de la realidad, de la sociedad, de la vida, y que han sido determinantes en las relaciones de los seres humanos entre sí y con la Naturaleza son "La riqueza de las naciones" de Adam Smith y "Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o el mantenimiento de las razas favorecidas en la lucha por la existencia" de Charles Darwin. La concepción de la naturaleza y la sociedad como un campo de batalla en el que dos fuerzas abstractas, la selección natural y la mano invisible del mercado rigen los destinos de los competidores, ha conducido a una degradación de las relaciones humanas y de los hombres con la naturaleza sin precedentes en nuestra historia que está poniendo a la humanidad al borde del precipicio. El creciente abismo entre los países victimas de la colonización europea y los países colonizadores, las decenas de guerras permanentes, siempre originadas por oscuros intereses económicos, la destrucción imparable de ecosistemas marinos y terrestres... sólo pueden conducir a la Humanidad a un callejón sin salida. La gran industria farmacéutica se puede considerar, dentro de este proceso destructivo, un claro exponente de la aplicación de estos principios y de sus funestas consecuencias. La concepción del organismo humano y de la salud como un campo para el mercado, como un objeto de negocio, unida a la visión reduccionista y competitiva de los fenómenos naturales ha conducido a una distorsión de la función que, supuestamente, le corresponde, que puede llegar a constituir un factor más a añadir a los desencadenantes de la catástrofe. Un ejemplo dramáticamente ilustrativo de los peligros de esta concepción es el alarmante aumento de la resistencia bacteriana a los antibióticos, que puede llegar a convertirse en una grave amenaza para la población mundial, al dejarla inerme ante las infecciones (Alekshun M. N. y Levy S. B., 2007). El origen de este problema se encuentra en los dos conceptos mencionados anteriormente, que se traducen en el uso abusivo de antibióticos ante el menor síntoma de infección, su utilización masiva para actividades comerciales como el engorde de ganado, y su comercialización con evidente ánimo de lucro, pero, sobre todo, de la consideración de las bacterias como patógenos, "competidores" que hay que eliminar. Esta concepción pudo estar justificada por la forma como se descubrieron las bacterias, antes "inexistentes". El hecho de que su entrada en escena fuera debido a su aspecto patógeno, unido a la concepción darwinista de la naturaleza según la cual, la competencia es el nexo de unión entre todos sus componentes, las estigmatizó con el sambenito de microorganismos productores de enfermedades que, por tanto, había que eliminar. Sin embargo, los descubrimientos recientes sobre su verdadero carácter y sus funciones fundamentales para la vida en nuestro planeta han transformado radicalmente las antiguas ideas. Las bacterias fueron fundamentales para la aparición de la vida en la Tierra, al hacer la atmósfera adecuada para la vida tal como la conocemos mediante el proceso de fotosíntesis (Margulis y Sagan, 1995). También fueron responsables de la misma vida: las células que componen todos los organismos fueron formadas por fusiones de distintos tipos de bacterias de las que sus secuencias génicas se pueden identificar en los organismos actuales (Gupta, 2000). En la actualidad, son los elementos básicos de la cadena trófica en el mar y en la tierra y en el aire (Howard et al., 2006; Lambais et al., 2006) y siguen siendo fundamentales en el mantenimiento de la vida: "Purifican el agua, degradan las sustancias tóxicas, y reciclan los productos de desecho, reponen el dióxido de carbono a la atmósfera y hacen disponible a las plantas el nitrógeno de la atmósfera. Sin ellas, los continentes serían desiertos que albergarían poco más que líquenes". (Gewin, 2006), incluso en el interior y el exterior de los organismos (en el humano su número es diez veces superior al de sus células componentes). La mayor parte de ellas son todavía desconocidas y se calcula que su biomasa total es mayor que la biomasa vegetal terrestre. Con estos datos resulta evidente que su carácter patógeno es absolutamente minoritario y que en realidad es debido a alteraciones de su funcionamiento natural producidas por algún tipo de agresión ambiental ante la que reaccionan intercambiando lo que se conoce como "islotes de patogenicidad" ( Brzuszkiewicz et al., 2006) una reacción que, en realidad, es una reproducción intensiva para hacer frente a la agresión ambiental. De hecho, se ha comprobado que los antibióticos no son realmente "armas" antibacterianas, sino señales de comunicación que, en condiciones naturales, utilizan, entre otras cosas, para controlar su población: "Lo que los investigadores conocen sobre los microbios productores de antibióticos viene fundamentalmente de estudiarlos en altos números como cultivos puros en el laboratorio, unas condiciones artificiales comparadas con su número y diversidad encontrados en el suelo" (Mlot, 2009). A pesar de todos estos datos reales, se puede comprobar cómo la industria farmacéutica sigue buscando "nuevas armas" para combatir a las bacterias (Pearson, 2006). Las bacterias fueron fundamentales para la aparición de la vida en la Tierra, al hacer la atmósfera adecuada para la vida tal como la conocemos mediante el proceso de fotosíntesis (Margulis y Sagan, 1995) Los virus han seguido, con unos años de retraso, el mismo camino que las bacterias, debido a que su descubrimiento fue más tardío a causa de su menor tamaño. Descubiertos por Stanley en la enfermedad del "mosaico del tabaco" fueron, lógicamente, dentro de la óptica competitiva de la naturaleza, incluidos en la lista de "rivales a eliminar". Es evidente que algunos de ellos provocan enfermedades, algunas terribles, pero, ¿no estará en el origen de éstas algún proceso semejante al que ya parece evidente en las bacterias? Veamos los datos más recientes al respecto: El número estimado de virus en la Tierra es de cinco a veinticinco veces más que el de bacterias. Su aparición en la Tierra fue simultánea con la de las bacterias (Woese, 2002) y la parte de las características de la célula eucariota no existentes en bacterias (ARN mensajero, cromosomas lineales y separación de la transcripción de la traslación) se han identificado como de procedencia viral (Bell, 2001). Las actividades de los virus en los ecosistemas marinos y terrestres (Williamson, K. E., Wommack, K. E. y Radosevich, M., 2003; Suttle, C. A., 2005) son, al igual que las de las bacterias, fundamentales. En los suelos, actúan como elementos de comunicación entre las bacterias mediante la transferencia genética horizontal (Ben Jacob, E. et al., 2005) en el mar tienen actividades tan significativas como estas: En las aguas superficiales del mar hay un valor medio de 10.000 millones de diferentes tipos de virus por litro. Su densidad depende de la riqueza en nutrientes del agua y de la profundidad, pero siguen siendo muy abundantes en aguas abisales. Su papel ecológico consiste en el mantenimiento del equilibrio entre las diferentes especies que componen el plancton marino (y como consecuencia del resto de la cadena trófica) y entre los diferentes tipos de bacterias, destruyéndolas cuando las hay en exceso. Como los virus son inertes, y se difunden pasivamente, cuando sus "huéspedes" específicos son demasiado abundantes son más susceptibles de ser infectados. Así evitan los excesos de bacterias y algas, cuya enorme capacidad de reproducción podría provocar graves desequilibrios ecológicos, llegando a cubrir grandes superficies marinas. Al mismo tiempo, la materia orgánica liberada tras la destrucción de sus huéspedes, enriquece en nutrientes el agua. Su papel biogeoquímico es que los derivados sulfurosos producidos por sus actividades, contribuye... ¡a la nucleación de las nubes! A su vez, los virus son controlados por la luz del sol (principalmente por los rayos ultravioleta) que los deteriora, y cuya intensidad depende de la profundidad del agua y de la densidad de materia orgánica en la superficie, con lo que todo el sistema se regula a sí mismo. (Fuhrman, 1999). Hasta el 80% de las secuencias genéticas de los virus marinos y terrestres no son conocidas en ningún organismo animal ni vegetal. (Villareal, 2004). En cuanto a sus actividades en los organismos, los datos que se están obteniendo los convierten en los elementos fundamentales en la construcción de la vida. Además de las características de la célula eucariota no existentes en las bacterias que se han identificado como procedentes de virus, más significativo aún es el hecho de que la inmensa mayor parte de los genomas animales y vegetales está formada por virus endógenos que se expresan como parte constituyente de éstos (Britten, R.J., 2004) y elementos móviles y secuencias repetidas, ambos derivadas de virus, que se han considerado erróneamente durante años "ADN basura" gracias a la "aportación científica" de Richard Dawkins con su pernicioso libro "El gen egoísta" (Sandín, 2001; Von Sternberg, R., 2002). Entre éstas, los genes homeóticos fundamentales, responsables del desarrollo embrionario, cuya disposición en los cromosomas de secuencias repetidas en tandem revela un evidente origen en retrotransposones (capaces de hacer, con la ayuda del genoma, duplicaciones de sí mismos), a su vez derivados de retrovirus (Wagner, G. P. et al., 2003; García-Fernández, J., 2005). Es evidente que algunos de los virus provocan enfermedades, algunas terribles, pero, ¿no estará en el origen de éstas algún proceso semejante al que ya parece evidente en las bacterias? Una de las funciones más llamativas es la realizada por los virus endógenos W, cuya misión en los mamíferos consiste en la formación de la placenta, la fusión del sincitio-trofoblasto y la inmunosupresión materna durante el embarazo (Venables et al., 1995; Harris, 1998; Mi et al., 2000; Muir et al., 2004). Pero la cantidad, no sólo de "genes" sino de proteínas fundamentales en los organismos eucariotas (especialmente multicelulares) no existentes en bacterias y adquiridas de virus sería inacabable (Adams y Cory, 1998; Barry y McFadden, 1999; Markine-Goriaynoff et al., 2004; Gabus et al., 2001; Medstrand y Mag, 1998; Jamain et al., 2001 ), aunque, en ocasiones, los propios descubridores, llevados por la interpretación darwinista las consideran aparecidas misteriosamente ("al azar") en los eucariotas y adquiridas por los virus (Hughes & Friedman, 2003) a los que acusan de "secuestradores", "saboteadores" o "imitadores" (Markine-Goriaynoff et al., 2004) sin tener en cuenta que los virus en estado libre son absolutamente inertes, y que es la célula la que utiliza y activa los componentes de los virus (Cohen, 2008)). Por eso, resultan absurdas las acusaciones, que estamos cansados de oír, de que los virus "mutan para evadir las defensas del hospedador". Las "mutaciones" se producen durante los procesos de integración en el ADN celular debido a que laretrotranscriptasa viral no corrige los "errores de copia". En definitiva, e independientemente de la incapacidad para la comprensión de la importante función de los virus en la evolución y los procesos de la vida motivada por la asfixiante concepción reduccionista y competitiva de las ideas dominantes en Biología, los datos están disponibles en los genomas secuenciados hasta ahora. En el genoma humano se han identificado entre 90.0000 y 300.0000 secuencias derivadas de virus. La variabilidad de las cifras es debida a que depende de que se tengan en consideración virus completos o secuencias parciales derivadas de virus. Es decir, también están en nuestro interior. Cumpliendo funciones imprescindibles para la vida. Pero también sabemos que los virus endógenos se pueden activar y "malignizar" como consecuencia de agresiones ambientales (Ter-Grigorov, et al., 1997; Gaunt, Ch. y Tracy, S., 1995). Es decir, por más que la concepción dominante de la naturaleza, la que nos parecen querer imponer los interesados en la lucha contra ella, sea la de un sórdido campo de batalla plagado de "competidores" a los que hay que eliminar, lo que nos muestra la realidad es una naturaleza de una enorme complejidad en la que todos sus componentes están interconectados y son imprescindibles para el mantenimiento de la vida. Y que son las rupturas de las condiciones naturales, muchas de ellas causadas por esta visión reduccionista y competitiva de los fenómenos de la vida, las que están conduciendo a convertir a la naturaleza desequilibrada en un verdadero campo de batalla en el que tenemos todas las de perder. El peligroso avance de la resistencia bacteriana a los antibióticos se puede considerar como el más claro exponente de las consecuencias de la irrupción de la competencia y el mercado en la naturaleza, pero hay otra consecuencia de esta actitud que nos puede dar una pista de hasta donde pueden llegar si se continúa por este camino: Desde 1992 hasta 1999, el periodista Edward Hooper siguió el rastro de la aparición del SIDA hasta un laboratorio en Stanleyville en el interior del Congo, por entonces belga, en el que un equipo dirigido por el Dr. Hilary Koprowski, elaboró una vacuna contra la polio utilizando como sustrato riñones de chimpancé y macaco. El "ensayo" de esta vacuna activa tuvo lugar entre 1957 y 1960, mediante un método muy habitual "en aquellos tiempos", la vacunación de más de un millón de niños en diversas "colonias" de la zona. Niños cuyas condiciones de vida (y, por tanto, de salud) no eran precisamente las más adecuadas. En un debate en el que el periodista expuso sus datos, Hooper fue vapuleado públicamente por una comisión de científicos que negaron rotundamente esa relación, aunque no se consiguió encontrar ninguna muestra de las vacunas. Parece comprensible que los científicos no quieran ni siquiera pensar en esa posibilidad. Desde entonces, se han publicado varios "rigurosos" estudios que asociaban el origen del sida con mercados africanos en los que era práctica habitual la venta de carne de mono o, más recientemente, "retrasando" la fecha de aparición hasta el siglo XIX mediante un supuesto "reloj molecular" basado en la comparación de cambios en las secuencias genéticas de virus. Lo que ni Hooper ni Koprowsky podían saber era que los mamíferos tenemos virus endógenos que se expresan en los linfocitos y que son responsables de la inmunodepresión materna durante el embarazo. En la actualidad, Koprowsky es uno de los científicos con más patentes a su nombre. Las barreras de especie son un obstáculo natural para evitar el salto de virus de una especie a otra. Son necesarias unas condiciones extremas de estrés ambiental o unas manipulaciones totalmente antinaturales para que esto ocurra. Y todo esto nos lleva al cuestionamiento de de muchos conceptos ampliamente asumidos que, como ajeno profesionalmente al campo de la medicina, sólo me atrevo a plantear a los expertos en forma de preguntas para que sean ellos los que consideren su pertinencia: Si tenemos en cuenta que las secuencias genéticas de los virus endógenos y sus derivados están implicadas en procesos de desarrollo embrionario (Prabhakar et al., 2008), se expresan en todos los tejidos y en muchos procesos metabólicos (Sen y Steiner, 2004), inmunológicos (Medstrand y Mag, 1998), ¿cuál es la verdadera relación de los virus con el cáncer o con las enfermedades autoinmunes? ¿son causa o consecuencia? Es decir, ¿existen epidemias de cáncer o artritis o son los tejidos afectados los que emiten partículas virales (Seifarth et al., 1995)? Si tenemos en cuenta que la inmunidad es un fenómeno natural que cuenta con sus propios procesos para garantizar el equilibrio con los microorganismos del entorno (del exterior y del interior de los organismos), la introducción artificial de microorganismos "atenuados" o partes de ellos en el sistema circulatorio saltando la primera barrera inmunitaria ¿no producirá una distorsión de los mecanismos naturales incluyendo un posible debilitamiento del sistema inmune que favorecería la posterior susceptibilidad a distintas enfermedades? Y, finalmente, si tenemos en cuenta que la existencia en la naturaleza de "virus recombinantes" procedentes de dos especies diferentes es tan extraña que posiblemente sea inexistente debido a la extremada especificidad de los virus. ¿De dónde vienen esos extraños virus con secuencias procedentes de cerdos, aves y humanos? En el caso "hipotético" de que los verdaderos intereses de la industria farmacéutica fueran los beneficios económicos, la enfermedad se convertiría en un negocio, pero las vacunas serían, sin la menor duda, el mejor negocio. Ya hemos visto repetidamente hasta donde pueden llegar las dos industrias que, junto con la farmacéutica, constituyen los mercados que más dinero "generan" en el mundo: la petrolera y la armamentística. Sería un duro golpe para los ciudadanos convencidos de que están en buenas manos comprobar que una industria aparentemente dedicada a cuidar la salud de los ciudadanos fuera en realidad otra siniestra máquina acumuladora de dinero capaz de participar en las turbias maquinaciones de sus compañeras de ranking como, por ejemplo, controlar prestigiosas organizaciones internacionales para favorecer sus propios intereses. La concepción de la naturaleza basada en el modelo económico y social del azar como fuente de variación (oportunidades) y la competencia como motor de cambio (progreso) impone la necesidad de "competidores" ya sean imaginarios o creados previamente por nosotros y está dañando gravemente el equilibrio natural que conecta todos los seres vivos. Pero la Naturaleza tiene sus propias reglas en las que todo, hasta el menor microorganismo y la última molécula, están involucrados en el mantenimiento y regulación de la vida sobre la Tierra y tiene una gran capacidad de recuperación ante las peores catástrofes ambientales. El ataque permanente a los elementos fundamentales en esta regulación, la agresión a la "red de la vida", puede tener unas consecuencias que, para nuestra desgracia, sólo podremos comprobar cuando la Naturaleza recobre el equilibrio. * ADAMS, J.M. & CORY, S. 1998. The Bcl-2 protein family: arbiters of cell survival. Science, 28: 1322-1326. * ALEKSHUN M. N. and LEVY S. 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El ejemplo de Irlanda: la crisis y la especulación inmobiliaria

El boom inmobiliario que sedujo a Irlanda y acabó hundiéndola

Por todo el país hay casas sin dueños. Son un símbolo de la crisis financiera que estalló en la isla.

 

María Laura Avignolo
DUBLIN

Clarín, 21/11/10 

 

Las grúas coloradas están rígidas en el cielo gris, como enormes cuellos de jirafas. Nada se mueve, todo está abandonado. Las gaviotas sobrevuelan el fantasmal descampado y descienden agresivamente en zoom en busca de comida. Spencer Dock iba a ser uno de los más lujosos complejos inmobiliarios de Dublín. Hoy representa la explosión de la burbuja inmobiliaria y la especulación , los excesos de los “developers” y el crédito fácil de los bancos irlandeses, que han sumergido al país en la crisis y la pérdida de su soberanía fiscal.

Un esqueleto de 10 pisos es otra muestra de la fácil ambición en el “Tigre Celta”. Un país que se desmoronó cuando sus bancos explotaron ante la recesión y su irresponsabilidad a la hora de prestar. Después de dos años de negación, de amparar a los banqueros y feroces recortes en el bienestar del resto de los irlandeses, el gobierno de la coalición conservadora ahora enfrenta la primera misión del FMI para implementar un rescate que no sólo los salve a ellos sino al euro y a la credibilidad de la Unión Europea.
Los Docklands son hoy la imagen de la desolación y de un pasado de avaricia y consumismo , que transformó en inesperados “nuevos ricos” a una población que había conocido la pobreza y el hambre. Es la zona portuaria atravesada por el río Liffey, que divide a Dublín entre el norte trabajador y el “southside” más “chic” e intelectual, si hay que estereotipar. Edificios de vidrio y acero abandonados, con carteles estériles de alquiler o venta sin interesados y algunos con las luces encendidas en pleno día. El tranvía pasa sin pasajeros. Nadie sube o baja en su parada en Spencer Dock porque casi no vive nadie en toda el área.
Los “ghost states” “o “residencias fantasmas” se reproducen a lo largo del país . La razón es simple. Los bancos otorgaban créditos sin referencias, sin saber si sus clientes los podían pagar. Así consiguieron que aun la familia más ordinaria pidiera un crédito para su casa y luego, incluso con todo su ingreso comprometido, recibiese otra oferta para renovar su auto o comprar una villa en el Mediterráneo. Hoy cada familia irlandesa debe en promedio 132.000 euros a los bancos y el precio de las casas que compraron valen el 36% menos que en el 2006, cuando pagaron por ellas cifras exorbitantes. El desempleo llegó al 14% desde los años de oro, cuando estaba en el 4%.
Así se construyó el fenómeno del “Tigre Celta”. Desde mediados de los ‘90 hasta el comienzo de la crisis, Irlanda pasó de ser uno de los países más desheredados de Europa a una república modelo y de economía floreciente , con una combinación de subsidios de la Unión Europea a sus granjeros y concesiones a las multinacionales, que llegaron aprovechando la capacidad multilingüe y hospitalaria de los irlandeses. El “corporate tax” o impuesto a las corporaciones fue solo del 12,5% y se convirtió en imán para las inversiones. Es el que hoy los irlandeses no quieren negociar con el FMI para garantizarse nuevas inversiones.
El boom económico se basó en una inversión de altas tecnologías, diseños de software y nuevos edificios, que transformaron a Dublín en un sueño americano, con una economía que crecía a tasas casi chinas del 6%.
Un boom inmobiliario alimentó la ilusión y los bancos prestaron con absoluta irresponsabilidad , sin el menor control de los reguladores y con el guiño irresponsable de sus gobiernos. Los irlandeses se sentían ricos, en el primer mundo y felices. Hasta que se bajó el telón. La economía entró en recesion, como el mundo después de la crisis de las hipotecas. El déficit público se convirtió en un Frankenstein que alcanza el 32% del PBI y los bancos colapsaron. Para mantener a los mercados en calma, el gobierno rescató a los bancos y aplicó recortes draconianos para los irlandeses que no eran banqueros. Cuatro meses después, las agencias de ratings, que habían calificado a los bancos con Triple A hasta hace poco tiempo, le quitaron la confianza. El mercado fue por más: rescate triple del FMI, la UE y el Banco Central Europeo o bancarrota era la opción.
A Irlanda no le quedó más remedio que aceptar al FMI . Eran ellos o el contagio a Europa.
Churchtown House, una distinguida casa estilo georgiano en Dublín y construida en 1870, simboliza el “boom to bust”, como llaman los anglosajones a este proceso de éxito y caída. Esta enorme residencia, que alguna vez supo ser la embajada holandesa en Irlanda, se vendió cuatro veces en 13 años. En 1997 se transfirió por 700.000 euros, 200.000 más de lo esperado. En 2006 fue vendida por 10,5 millones de euros. Ahora, un administrador de una compañía en bancarrota que era su dueña se contenta con conseguir 3 millones. Nada mejor que Irlanda para hacer negocios inmobiliarios con la desgracia general.
Por su larga batalla contra los británicos por la tierra, la justicia se resiste a la reposesión de casas por pedido de los bancos. Tampoco los bancos se atreven a exigirlas pero es un estigma no pagar en Irlanda , un pecado moralmente inaceptable.
“Esto va a cambiar”, escribió el economista Morgan Kelly en The Irish Times , el diario más respetado del país. “Si una familia defaultea su crédito hipotecario, ellos son parias. Si 200.000 personas defaultean, son una poderosa circunscripción política. La creciente crisis hipotecaria pone a Irlanda en la cúspide del conflicto social en la misma escala de la guerra por la tierra”.
Los irlandeses apuntan a la complicidad de los bancos con los “developers”, esos barones de la propiedad que comenzaron de abajo como constructores cuando Irlanda era pobre y se convirtieron en millonarios. Al menos 29 “developers” se han suicidado y otros se han ido del país por temor a la ley de quiebra, particularmente dura en Irlanda.
La buena noticia es que los “developers” no tienen futuro en la nueva Irlanda. La mala es que muchos han partido a Brasil, a Chile, a Australia y a Qatar a hacer los mismos negocios que practicaban en Dublín.

El gobierno se reúne hoy por el ajuste

El gobierno irlandés celebrará hoy una reunión extraordinaria de su gabinete para concluir su plan presupuestario para los próximos cuatro años, informó la televisión británica BBC. Se espera que los resultados del debate, que se harán públicos el martes, muestren la manera en que Irlanda planea salir de la crisis financiera cumpliendo los parámetros prescritos para los miembros de la Eurozona, como un déficit menor al 3% del Producto Bruto Interno (PBI). Este año Irlanda cerrará sus cuentas con un rojo de 32%. El paquete de medidas prevé un nuevo y drástico recorte de 15.000 millones de euros (US$ 20.500 millones).En tanto, Dublín sigue en conversaciones con la Unión Europea y su Banco Central, más el FMI, para concretar los términos de un rescate internacional. Los detalles se difundirán después de que Irlanda anuncie su plan presupuestario. Irlanda aún se resiste a temas como elevar los bajos impuestos que le cobra a la renta empresaria.

DUBLIN Y LONDRES. DPA
  
Claves

Irlanda es el país de la zona euro con mayor déficit fiscal respecto de su PBI, 32%, diez veces más de lo que permite el “club” europeo.

Igual que otros socios como Grecia o Portugal, o entre los grandes España o Reino Unido, desfinanció su presupuesto.

En su caso, por bajas impositivas record a las empresas (para atraer capitales) y porque el Estado gastó un dineral cuando salvó a la banca, nacionalizándola, tras las pérdidas por el estallido de una burbuja inmobiliaria. Los bancos irlandeses habían entrado al juego especulativo, como en muchos otros países.



 

 

El capitalismo globalizado: el ejemplo de Irlanda

Irlanda como ejemplo

 

Juan Torres López

www.rebelion.org

19/11/10 


Durante muchos años el "ejemplo" irlandés estuvo de moda y se ponía constantemente a los demás países: la política de bajos impuestos sobre el capital (casi la mitad de la media europea), la amplia liberalización de la actividad económica y las privatizaciones, la moderación salarial y las grandes facilidades a los capitales para que pudieran actuar a su antojo se consideraban la clave de su éxito y lo que debería hacer cualquier otra economía que quisiera ser tan próspera y dinámica como el "Tigre Celta" de entonces. Claro que se estaba hablando de un éxito que solo se medía por el incremento vertiginoso del PIB pero no en la disminución de las desigualdades o de la brecha de los estándares de bienestar del país respecto a la media europea.

Los gobiernos conservadores facilitaban la actividad de los bancos que se dispusieron a crear deuda y a financiar la actividad especulativa sin freno sin que a ni uno ni otro preocupara la generación de burbujas inmobiliarias o la escasa base real del crecimiento que se generaba.
En realidad, lo que estaba haciendo Irlanda no era otra cosa que aplicar como un alumno aventajado las políticas de ajuste estructural que el Fondo Monetario Internacional venía proponiendo desde hacía años para favorecer el incremento de las rentas del capital. Y por eso el Fondo aplaudía lo que se estaba haciendo allí afirmando que sus políticas económicas ofrecían lecciones útiles a otros países (FMI. IMF Concludes 2004 Article IV Consultation with Ireland. En http://bit.ly/aiaxUw).
Como venimos diciendo muchos economistas críticos estas políticas neoliberales fueron la causa real de la última crisis y por eso no fue ni mucho menos una casualidad que el alumno europeo que las aplicó más fielmente fuese precisamente el primero que entró en recesión en 2008 cuando se desencadenó la crisis de las hipotecas basura.
Como tampoco es casual que la economía que primero aplicó los planes de austeridad como respuesta frente a la crisis sufra ahora un nuevo latigazo.
En realidad, Irlanda es en estos días una especie de laboratorio que permite comprobar el efecto de las políticas neoliberales de austeridad que impone el fundamentalismo dominante desde hace años en Europa.
Aunque ahora muy pocos lo recuerdan, Irlanda aprobó antes que nadie un gran programa de austeridad y recortes: hasta el 20% redujo los sueldos de los funcionarios y un 10% las prestaciones sociales, además de hacer lo mismo en un buen número de programas de gasto público y social. Aunque, eso sí, poniendo al mismo tiempo a disposición de bancos quebrados docenas de miles de millones de euros que pusieron por las nubes el déficit y la deuda del Estado.
Cuando tomó estas medidas, de nuevo el caso irlandés se puso como un ejemplo a seguir por los demás. Los medios de comunicación neoliberales, la Comisión Europea y por supuesto una vez más el Fondo Monetario Internacional alabaron su política de austeridad y recortes frente a la crisis.
Este último organismo, haciendo otra vez gala de su desvergonzada forma de hacer pronósticos económicos, afirmó, para poder aplaudirlas así con aparente fundamento, que gracias a la aplicación de estas medidas la economía irlandesa crecería un 1% en 2009.
Sin embargo, su efecto real fue otro, como los economistas críticos habían pronosticado que iba a ocurrir allí o en otros países en donde se aplicaran: en 2009 el PIB de la economía irlandesa, lejos de aumentar, bajó un 11%.
Con esa caída estrepitosa, con una reducción de la inversión del 30% y de más del 7% del consumo, la economía no pudo generar recursos suficientes, fue más difícil recaudar ingresos para hacer frente a la deuda y ésta siguió subiendo, lo que hacía, para colmo, que los mercados la castigaran subiendo los tipos a los que puede colocarse.
A eso se añade que al haber dejado sin llevar a cabo una verdadera reforma financiera la situación patrimonial de los bancos siguió agravándose y ahora les hace falta una nueva dosis de generosa inyección de liquidez para sacarlos a flote: unos 50.000 millones de euros más sólo para ellos.
Cuando todo esto ha ocurrido, de la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional no ha salido ni la más mínima expresión de autocrítica: después de haber afirmado que lo que hacía Irlanda era ejemplar, no tienen nada que decir cuando su "modelo" salta por los aires, como era inevitable que ocurriera como evidente consecuencia de esas políticas. Al revés, se limitan a dar prisa para que se ponga a su pies y a advertir de antemano quién va a hacerse cargo de la factura: "La UE exigirá a Irlanda subidas de impuestos para devolver el rescate", titulan hoy los medios de comunicación europeos.
Irlanda, efectivamente, es un buen ejemplo. Pero de adónde han llevado las políticas neoliberales antes de la crisis y adónde llevan ahora, cuando vuelven a imponerse en forma de austeridad presupuestaria, por un lado, y, por otro, de plena libertad y apoyo a los bancos para que sigan actuando a su antojo.


El autor es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. www.juantorreslopez.com

La muerte de un niño

No estoy segura de qué tipo de información busca respecto del niño fallecido, víctima del trabajo infantil, o mejor dicho, tiene tantas aristas esta situación que puede ser inabarcable la información posible...
En principio, le acerco la que a mi me evoca la lectura del artículo...
Sobre trabajo esclavo, como decía Gonzalo, le conviene rumbear por La Alameda (http://laalameda.wordpress.com/).
Sobre efectos de los agrotóxicos sobre la salud de las personas, en la Red Universitaria de Ambiente y Salud (http://www.reduas.com.ar/), contiene aportes de los organizadores del Primer encuentro de Médicos de Pueblos Fumigados así como también profusa información de calidad, elaborada según el paradigma científico aun dominante, que estimo le será de gran utilidad.
También le aportarán información científica, pero desde  otra mirada en RAPAL (Red de Acción en Plaguicidas para América Latina: http://www.rap-al.org)
Y si quiere introducirse en la cara más humana, en la dimensión más real de la problemática, le recomiendo conectarse con movimientos sociales en lucha contra la apropiación de tierras para siembra de monocultivos transgénicos, como MoCaSE-VC, o cualquier otro integrante del Movimineto Nacional Campesino Indígena. O directamente, tomar mochila y mapa, y meterse en el casi-ya-no-mas-monte santiagueño o el ex-impenetrable-chaqueño, u otros lugares que puedan sugerir desde otros puntos del país, y hablar y compartir con campesinas y campesinos, con hermanas y hermanos de pueblos originarios devastados en su historia, su cultura, sus prácticas y sus modos de producción y uso de los bienes naturales, por los modelos económicos, políticos y científicos dominantes.


Por otra parte, le sugiero como espacio posible para conocer, reflexionar, debatir, articular enfoques diversos y hasta pensar acciones conjuntas respecto de complejas problemáticas de salud actuales, a los Congresos Anuales de Medicina General, organizados por la Federación Argentina de Medicina General (www.famg.org.ar). En la pagina web podrá ir viendo algunas de las actividades realizadas en el último, que fue la semana pasada, en el Bauen (casualmente, una empresa recuperada de la quiebra por sus trabajadores organizados en cooperativa).


Creo que una cuestión ineludible hoy por hoy es articular miradas, saberes y acciones respecto de las problemáticas d la salud. Quienes estamos atentos al sentir y vivir cotidiano, nos sorprendemos diariamente con cuánto saben, cuánto aportan, cuánto se juegan para construir salud muchas personas y organizaciones con saberes y herramientas diferentes... generando "diálogos de saberes, entre seres iguales: otredades que saben", según las palabras del Prof Carlos Galano...


Saludos,


Patricia Vigna
Médica Especialista en Med Gral y/o Fliar
Pcia Bs As

Murió el niño Ezequiel Ferreyra, victima del trabajo esclavo

Murió el niño Ezequiel Ferreyra, victima del trabajo esclavo
 
A la 1.35 hs de esta madrugada murió Ezequiel, el niño de seis años que desde los cuatro era esclavizado por la empresa Avícola, Nuestra Huella. El lunes de la semana pasada lo habían vuelto a operar, pero el tumor ya le había ocupado todo el cerebro. La corta vida de Ezequiel transcurrió la mayor parte de su tiempo entre la sangre y el guano de las gallinas y manipulando venenos con elementos cancerígenos de la empresa para cumplir a rajatabla con los topes de producción que la patronal le imponía a su familia.
Las maestras de la escuela de Ezequiel, ya habían advertido que el niño se dormía cuando iba a clase, hasta que a finales de setiembre se desmayó y fue llevado de urgencia a una clínica de Pilar. Durante semanas nadie tuvo noticias de él. La empresa prohibió terminantemente a los padres hablar del tema con sus compañeros de trabajo. Y logró la manera de modo muy simple: convenciendo a los padres que si algo le pasaba a Ezequiel ellos serían penalmente responsables e incluso les quitarían la tenencia de sus otros hijos y ofreciéndoles a cambio de su silencio, la atención médica del niño y eventualmente una suma de dinero en caso que hubiera un descenlace fatal. Paralizados por el miedo y la desesperación, los padres aceptaron el chantaje y se llamaron a silencio.
 Ahora sabemos que de la Clinica de Pilar fue derivado a la Clínica del Centro de La Plata, donde se le detectó un tumor cancerígeno en el cerebro y de allí fue trasladado a otra Clínica en Laferrere, donde fue intervenido quirurjicamente y se pudo reducir parcialmente el avance del tumor. No obstante, cómo su situación seguía siendo muy grave, la empresa dispuso su traslado al Centro Gallego donde fue internado en terapia intensiva. A los pocos días el tumor volvió a reproducirse y se lo internivo quirurjicamente el lunes de la semana pasada, pero su situación siguió agravándose hora trás hora hasta que este martes a la madrugada falleció.  Recién tomamos conocimiento hace un rato, porque su estado de salud desde hace días era un secreto guardado entre siete llaves por la empresa que quería evitar a toda costa que se indagara acerca de las causas que lo llevaron a esa situación terminal.
 Ezequiel fue traído desde Misiones con su familia a fines de 2007 por uno de los reclutadores que opera al servicio de la presidenta de la empresa Nuestra Huella, Alejandra Lopez Camelo y que cobraba $ 2500 por cada familia que lograba engatusar. La promesa era dejar la pobreza extrema de Misiones, por un trabajo estable y una casa segura, donde los chicos crecerían en el campo y junto a la naturaleza. Los costos del traslado correrían por cuenta de la empresa. Y la familia sólo tenía que limitarse a aceptar el paraiso que les regalaban. Entre la pobreza extrema y crónica y un futuro de vivienda y trabajo estable, ni lo dudaron.
 Al llegar a la granja «La Fernandez», la situación distaba mucho de lo prometido. Al padre lo pusieron a cargo de uno de los galpones, donde debía juntar miles de huevos por día, remover guano, juntar la sangre y distribuir el veneno. El tope de producción que le imponía la empresa era imposible de cumplir sin involucrar al resto del grupo familiar, lo cual era estimulado por los capataces de la empresa. Y si ese tope no se cumplía, se corría el riesgo de quedar sin trabajo y en la calle, esta vez a miles de kilometros del lugar de origen y los conocidos. Además, la familia debía pagar la «deuda» que habían contraído por el traslado a Buenos Aires. Fue asi que primero la esposa y luego los niños comenzaron a involucrarse en esas jornadas infernales de producción en el galpón. Lo mismo pasaba en los galpones vecinos, donde ya estaba naturalizado que todos los grupos familiares trabajen a destajo, pero sólo para conformar el salario del padre, un salario más bajo que el de un peón rural.
Cientos de familias más, son esclavizadas del mismo modo que la familia de Ezequiel en unas 70 granjas dispersas por Pilar, Zarate, Campana, Exaltación de la Cruz y Córdoba donde muchímos chicos están expuestos a correr la misma suerte que Ezequiel. Esas granjas son propiedad de «Nuestra Huella», una empresa que gozaba de prestigio y liderazgo en el mercado avícola y que tenía clientes poderosos como Wall Mart y Carrefour, hasta que comenzó a conocerse su costado más oscuro: trabajo esclavo e infantil, alambrados electrificados, trata y tráfico de personas.
Las horas y horas de filmación de trabajo infantil durante el 2008, 2009 y 2010, la granja allanada con la gente esclavizada y la alambrada electrificada, las 30 granjas de la empresa donde el Ministerio de Trabajo constató fehacientemente trabajo infantill en Nuestra Huella, los más de cuarenta testimonios de víctimas de la empresa, las filmaciones de las persecuciones y los intentos de sobornos a los denunciantes, los datos precisos de los reclutadores, nada, absolutamente nada fue suficiente para que la Jueza Graciela Cione (Garantias en lo Penal de Campana) y Adrián Charbay (Federal II de Zárate y Campana) se dispusieran a impartir un mínimo de justicia en las causas que tramitan por reducción a la servidumbre y trabajo infantil y trata laboral y trafico de personas respectivamente. Quizás el hecho de que la presidente de la empresa, Alejandra Lopez Camelo, sea prima hermana del intendente de Pilar , Humberto Zúccaro, cuñada del Secretario General de UATRE local Jorge Herrrera y que el ex intendente de Pilar, Sergio Bivort sea el abogado de la firma expliquen un poco acerca del manto de impunidad que rodea la empresa.
Desde el 2008 los costureros y cartoneros de la Alameda y el MTE vienen denunciando, juntando pruebas y movilizándose contra la esclavitud y el trabajo infantil en Nuestra Huella. Esta mañana, cuando no sabíamos que horas antes Ezequiel había muerto, más de doscientos compañeros marcharon a los dos juzgados penales de Campana exigiendo justicia por Ezequiel y por la salud y la vida de los más de 200 niños que viven y trabajan en las granjas de esa empresa y nos juramentamos volver en los próximos días.
La empresa no conforme con haber asesinado a Ezequiel, con haber envenenado a decenas de chicos y adultos, ahora se dispone a hacer desaparecer las evidencias y pretende trasladar rápidamente el cuerpo de Ezequiel y quizás cremarlo, fuera del alcance de cualquier pericia judicial que los comprometa y ponga en evidencia su responsabilidad por Ezequiel y por todos los niños y adulltos que manipullan venenos agrotóxicos en sus granjas. La Alameda y el MTE ahora más que nunca redoblará su esfuerzo reclamando justicia y convoca a todos los ciudadanos y periodistas honestos que repudian la esclavitud y el trabajo infantil a que se sumen a nuestro grito para romper el cerco de impunidad que rodea a Nuestra Huella.
Gustavo Vera (La Alameda) 1561584835
Juan Grabois (MTE) 1563843877
http://www.youtube.com/watch?v=5zmFTMe8cVs

Noam Chomsky y las 10 Estrategias de Manipulación Mediática

Noam Chomsky y las 10 Estrategias de Manipulación Mediática

15 Septiembre 2010  s
  
El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios

1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

 

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

 

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

 

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

 

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

 

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

 

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

 

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

 

 

Renta básica, acceso al trabajo y emancipación social

Renta básica, acceso al trabajo y emancipación social: reflexiones para un programa de izquierdas*

David Casassas

* Este texto ha sido escrito en el marco del Proyecto de Investigación CSO2009-09890, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.

Pensar la renta básica en tiempos de crisis, y hacerlo en clave emancipatoria, tratando de ubicar dicha propuesta en el seno de un proyecto político que aspire a universalizar el acceso a las condiciones materiales de la libertad, exige, ante todo, tomar conciencia del hecho de que, en abstracto, la renta básica no es necesariamente una propuesta de izquierdas.

Sin ir más lejos, autores y propagandistas de corte ultra-liberal o de impronta libertariana más o menos avispados como el estadounidense Charles Murray han presentado la renta básica, precisamente, como el gran pretexto para eliminar el Estado de Bienestar o, incluso, para evitar que éste se despliegue en aquellos espacios y sociedades actualmente carentes de regímenes de bienestar mínimamente consolidados[i]. Para tales autores, la renta básica podría actuar como red mínima  –y única– de salvación para el funcionamiento de un mundo carente de instancias (supuestamente) sobre-protectoras –como los actuales regímenes de bienestar, precisamente– y basado exclusivamente en el (supuesto) esfuerzo individual y en la (supuesta) lucha por la (supuesta  mente posible) supervivencia de los individuos, unos individuos que, en este contexto, se hallarían (supongámoslo) convenientemente responsabilizados con respecto a sus vidas y (supongámoslo también) convenientemente liberados del (supuesto) desincentivo que supone la carga impositiva necesaria para sostener tales regímenes de bienestar.

Pero no es necesaria la intervención de esquemas ético-políticos de esta índole para que la renta básica pueda llegar a formar parte de proyectos políticos de cuestionable sentido emancipatorio. No son pocas las ocasiones en las que la precipitación, unida quizás al ingenuo optimismo que aparece allá donde opera cualquier forma de falacia moralista –a saber: “aquello que es bueno tenderá a ocurrir, y lo hará por la sencilla razón de que es bueno”–; tal optimismo –digo– puede llegar a ensombrecer los conocimientos de que disponemos acerca del funcionamiento de los mercados reales que conforman el mundo en el que vivimos y animarnos a creer que la renta básica puede jugar un papel liberador de los deseos y las energías de los individuos bajo cualquier circunstancia.

Pensemos, en primer lugar, en quienes plantean la posibilidad de introducir una renta básica sin acompañarla de un salario mínimo. En tales casos, habida cuenta de que los ingresos necesarios para garantizar mínimamente la subsistencia de los individuos ya estarían satisfechos–tal sería la función de la renta básica–, los salarios pagados por los llamados “empleadores” podrían reducirse tanto como éstos desearan–faltos de garantías legales para que ello no fuera así, los trabajadores sólo podrían recurrir a la confrontación socio-laboral para evitar tales reducciones de sus remuneraciones[ii]–. Huelga decir que un escenario de este tipo podría conducir a una situación en la que los trabajadores contaran con unos ingresos prácticamente iguales a los que percibían antes de introducirse la renta básica –los ingresos resultantes de la suma de tal renta básica y de las menguadas rentas salariales–, con la diferencia de que, en este escenario, tales ingresos no procederían del bolsillo de los empleadores –en forma de salarios–, sino que lo harían, en forma de renta básica, de las arcas del Estado –esto es, del bolsillo del conjunto de los contribuyentes–. Así, si bien es cierto que en un mundo de este tipo los trabajadores –también los desempleados– ganarían la seguridad de poder contar con un colchón mínimo garantizado de forma universal e incondicional –y el poder de negociación a él asociado–, dicho escenario se habría logrado a través

de una masiva –y, muy probablemente, masivamente regresiva– distribución de la renta del conjunto de los ciudadanos –del conjunto de los contribuyentes– a los propietarios de las unidades productivas –pues los primeros pagarían, en forma de renta básica, las remuneraciones que los segundos pagan actualmente en forma de salarios–. En suma, una defensa de la renta básica en clave emancipatoria no puede desatender el hecho de que, desvinculada de la fijación o mantenimiento de un salario mínimo interprofesional de cuantía digna, la introducción de una renta básica puede acarrear efectos perversos que, a buen seguro, nos alejan del estado de cosas que con dicha medida pretendíamos alumbrar.

Un segundo ejemplo de precipitación en la defensa de la renta básica y en el análisis de su trabazón con respecto a los posibles dispositivos de bienestar lo encontramos en los planteamientos de quienes postulan que una renta básica de cuantía reducida –por ejemplo, equivalente al umbral de la pobreza o al salario mínimo interprofesional–, unida a la prestación pública y de calidad de servicios sociales como la sanidad o la educación, constituye un escenario social y éticamente equivalente al que resultaría de la introducción de una renta básica de cuantía muy superior –por ejemplo, igual a tres veces el umbral de la pobreza o el salario mínimo interprofesional–, pero en un mundo en el que tales servicios sociales hubieran de ser obtenidos en el mercado y a través de contratos privados. Ni que decir tiene que quienes plantean un trade-off de este tipo entre el monto de la renta básica y la necesidad de que el Estado garantice servicios sociales gratuitos y de calidad descuidan el hecho de que, en el seno de los mercados, los contratos para la obtención de servicios como la sanidad pueden llegar a estipular precios prohibitivos que consuman la totalidad –y más– de la renta básica: ¿hace falta recordar que, en el sector privado, y con arreglo a la lógica exclusivamente mercantil –y actuarial–, la probabilidad de que el tomador llegue a hacerse merecedor del cobro de un seguro –por ejemplo, por razones de edad– multiplica el precio del mismo?

Me apresuro, pues, a decirlo: la renta básica puede constituir un proyecto político radicalmente emancipatorio –es más: por razones que se explorarán en el epígrafe siguiente, puede llegar a constituir la espina dorsal de un proyecto radicalmente emancipatorio para la izquierda de nuestro tiempo–, siempre y cuando forme parte de (e incluso vertebre) un paquete de medidas que incluya un salario mínimo interprofesional y servicios sociales como la sanidad, la educación y el cuidado a las personas y que esté orientado a la garantía, para el conjunto de la ciudadanía, de una posición de seguridad e invulnerabilidad social que incremente significativamente las posibilidades al alcance de los individuos para la puesta en práctica de sus planes de vida en condiciones de ausencia de coacción por parte de instancias ajenas.

La renta básica como eje del programa de una izquierda transformadora para el siglo XXI Encuadrada política e institucionalmente en el marco de tales garantías, la renta básica se halla en condiciones de convertirse en la punta de lanza de una nueva ofensiva de las izquierdas, a la altura de las circunstancias propias de los tiempos actuales, para lograr el control colectivo de los recursos productivos, esto es, del espacio social y económico en el que estamos llamados a poner en práctica nuestros planes de vida.

En efecto, una renta básica de cuantía igual o superior al umbral de la pobreza o al salario mínimo interprofesional –huelga decir que una renta básica cuyo monto sea inferior a tales cuantías perdería buena parte de sus potencialidades–, precisamente por su carácter universal e incondicional, entronca con el grueso de las preocupaciones ético-políticas del conjunto de las izquierdas –del conjunto de los socialismos–, pues restaura el binomio entre libertad e independencia material, entre libertad y el tipo de independencia material que emana del goce de un conjunto estable de recursos materiales que garantice nuestra existencia material y que, de este modo, nos dote del poder de negociación necesario para co-determinar de forma efectiva los términos, físicos y legales, en los que van a tener lugar los procesos de producción y distribución que vertebran nuestra vida en sociedad. De ahí la radicalidad de la renta básica: garantizando independencia material, la renta básica apunta a la  raíz, al núcleo de la cuestión de la génesis social de la libertad, a saber: la posibilidad material de que los individuos rompan lazos de dependencia material que coartan planes de vida ansiados pero actualmente heterónomamente impedidos y ensayen nuevas formas de socialidad que alumbren toda una interdependencia verdaderamente autónoma, realmente deseada.

De este modo, la renta básica, confiriendo poder de negociación a todos los actores que deben sentarse a definir las condiciones legales y materiales que han de regir la actividad productiva, permite la apertura de nuevos canales para la emergencia de formas de organización de la producción y del trabajo –entendido éste en el sentido más amplio del término[iii]– basadas en los deseos que, individual y colectivamente, genuinamente albergamos con respecto a la conformación de nuestra vida en sociedad –el siguiente epígrafe está íntegramente dedicado al análisis de esta cuestión–. En otras palabras, la renta básica aspira a hacer realidad, en el mundo de hoy, la pretensión marxiana de lograr aquel “benéfico sistema republicano de la asociación de productores libres e iguales” para el que se articularon el conjunto de los socialismos, los cuales, bien republicanamente, como lo han hecho todas las formas de republicanismo democrático que la historia ha conocido, pretendían y pretenden hallar formas apropiadas para universalizar el acceso a (y el control de) los recursos productivos[iv]. Así, la renta básica retorna a la agenda política la importante cuestión de la base material de la libertad. A diferencia del liberalismo histórico, que hace suya la ficción jurídica según la cual los individuos son libres desde el momento en que se proclama la igualdad de todos ante la ley, con independencia del sustrato material con el que tales individuos puedan contar en un mundo gobernado por dicha ley; a diferencia del liberalismo histórico –digo–, el republicanismo –y, dentro de él, el socialismo– vincula estrechamente la libertad individual al goce de un conjunto de recursos que garanticen nuestra existencia y que nos habiliten para lograr, de la forma que en cada sociedad tenga sentido, un control adecuado de los procesos productivos y distributivos que conforman nuestra vida en sociedad. Pues bien, el debate acerca de la renta básica supone –repito– la re-introducción en la agenda política de la cuestión, crucial para la izquierda, relativa a cómo lograr un reparto de los recursos materiales que, otorgando poder de negociación a todos los individuos en sus esfuerzos por co-determinar la naturaleza de los procesos productivos y distributivos, favorezca un proceso efectivo de democratización de la vida social y económica. Es por todo ello por lo que cabe afirmar que la renta básica constituye una propuesta que entronca con el grueso de los proyectos emancipatorios que la contemporaneidad ha conocido, pues aspira a garantizar, a día de hoy, la seguridad socioeconómica y la independencia material –y, por ende, civil– que históricamente han sido presentadas como condición de posibilidad de la libertad efectiva. Ahora bien, conviene repetir lo que se planteaba en el epígrafe primero: nada de ello puede ser posible si la renta básica no forma parte de todo un paquete de medidas que incluya, primero, un salario mínimo cuya cuantía quede legalmente instituida, por lo menos, alrededor del umbral de la pobreza; y, segundo –y esto ha de ser entendido, al igual que la renta básica, desde la lógica de los derechos, esto es, como un mecanismo cuya orientación no es en ningún caso curativa, sino que entra en funcionamiento ex-ante, “al inicio” de la interacción social, como un conjunto de dispositivos que acompañan en todo momento a los individuos en su andadura en el seno de la vida social–; y, segundo –digo–, la garantía, por parte de los poderes públicos, del acceso, por parte de todos, a servicios sociales no menos importantes que la renta básica en punto a consolidar las posiciones sociales de los individuos en tanto que actores invulnerables al arbitrio ajeno, como lo son la sanidad de calidad, la educación de calidad y los servicios, también de calidad, de cuidado a las personas. Pero veamos con más detalle qué puede significar lo que en este epígrafe se está pla nteando.

Renta básica, acceso al trabajo y economía productiva[v]

Conviene señalar en este punto que ha habido y hay gente que, desde planteamientos a menudo perfectamente compatibles con valores y programas de izquierdas, se opone a la renta básica por considerar que ésta niega la centralidad del trabajo en el despliegue de nuestras identidades, en el logro de una socialización plena, así como en el fomento  de la cohesión social a través del estímulo de la economía productiva y, con ella, de las capacidades creadoras de los individuos. Asimismo, algunos de quienes así argumentan señalan también que, en tiempos de crisis, se hace especialmente necesario reconstruir –o fundar– pactos sociales que pasen por la afirmación del derecho al trabajo y del papel del trabajo como eje vertebrador de nuestra vida en sociedad. Así las cosas, argumentan ciertos analistas que, precisamente por la posible contradicción entre el derecho a una renta básica y el derecho al trabajo –pues la renta básica se percibe incondicionalmente, esto es, con independencia del tipo de participación que tengamos en el mercado de trabajo–, convendría dejar de lado la lucha por el primero de tales derechos para centrar nuestros esfuerzos en la consecución del segundo[vi].

Lejos de asumir esta supuesta contradicción entre ambos tipos de derechos, muchos han sido quienes han sugerido que la renta básica, de hallarse adecuadamente incardinada en un paquete de medidas que garantice de forma efectiva grados relevantes de independencia material por parte del conjunto de la ciudadanía, debe ser entendida, precisamente, como una palanca para un acceso efectivo al trabajo. En efecto, el acceso al trabajo –el derecho al trabajo– sólo será posible cuando logramos romper esos vínculos de dependencia que, anclados en nuestra dependencia material respecto a los llamados “empleadores”, nos obligan a aceptar formas y relaciones de trabajo que para nada deseamos; o, lo que es lo mismo, el acceso al trabajo –el derecho al trabajo– sólo será posible cuando, gracias a nuestra acrecentada independencia material, podamos ensayar nuevas formas de trabajo nuevas formas legales para nuestras unidades productivas, nuevas condiciones laborales, etc.– que, en primer lugar, se adecúen en mayor medida a nuestros deseos y planes de vida, y que, en segundo lugar, permitan la emergencia de todas aquellas actividades y capacidades creativas que quisiéramos cultivar pero que, hoy, quedan amputadas como consecuencia de nuestra necesidad de aceptar –por carecer de una base de recursos que garantice nuestra existencia– cualquier tipo de trabajo que se nos ofrezca –que se nos imponga–.

Nótese que, en este sentido, así como el mundo capitalista no es capaz ni de garantizar un dudoso “derecho al trabajo impuesto –el paro estructural propio de nuestras economías, unido al provocado por la actual desaceleración de las mismas, pone de manifiesto la incapacidad del capitalismo para satisfacer tal “derecho”–; así como el capitalismo no es capaz ni de garantizar universalmente el acceso al trabajo no deseado –el trabajo aceptado por una cuestión de necesidad material–, la introducción de una renta básica capaz de conferir niveles relevantes de independencia material al conjunto de los individuos abriría las puertas a un escenario social en el que éstos contaran con las herramientas negociadoras necesarias –en esencia: la capacidad de espera y la propensión al riesgo que confiere el goce de un colchón de recursos, esto es, de ciertos niveles de seguridad socioeconómica[vii]–; los individuos -digo- contarían con las herramientas negociadoras necesarias para desechar el trabajo no deseado y para articular relaciones sociales –relaciones de trabajo– que permitieran niveles mayores de libertad, autonomía y autorrealización. ¿En qué sentido o sentidos, pues, puede una renta básica ampliar las perspectivas de la libertad efectiva, y hacerlo fomentando el despliegue de la economía productiva, de las capacidades creadoras de los individuos, del trabajo realmente deseado? Veámoslo con cierto detenimiento. Mercados de trabajo como instituciones con puerta de salida Para empezar, la independencia material que confiere la renta básica –cabe insistir en ello– dota a la clase trabajadora de un mayor poder de negociación a la hora de definir la manera, física y legal, en que quiere participar en el proceso productivo. Sin ir más lejos –y como se ha visto ya–, con una renta básica, los trabajadores asalariados pueden optar por no aceptar un contrato de trabajo que los obliga a realizar, a cambio de un salario, determinadas tareas en determinadas circunstancias que no les compensan para nada, que nada tienen que ver con lo que quieren para sus vidas.

Visto desde otro ángulo, tales trabajadores pueden amenazar de forma creíble con romper la relación laboral o, sencillamente, con no establecerla, pues cuentan con unos recursos básicos pero suficientes para cubrir las necesidades básicas de subsistencia, lo que los dota de capacidad de espera, de margen de maniobra, de un colchón sobre el que caer sin romperse la crisma. Por ello es preciso hablar de la posibilidad, abierta por la renta básica, de articular políticamente unos mercados de trabajo que constituyan instituciones con una puerta de salida.

La posibilidad del trabajo no asalariado

Todo ello nos conduce a la afirmación de la necesidad de ampliar el espacio del trabajo no asalariado. Dichos trabajadores, en caso de decidir no trabajar asalariadamente, pueden tratar de asociarse con otras personas para llevar a cabo un proyecto productivo propio, más próximo a lo que siempre quisieron hacer. De ahí que se hable, en relación con la renta básica, de una posible transición de la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario -en tal caso, estamos hablando de trabajo asalariado- a la venta de bienes o servicios a cambio de un precio –en este caso, estamos hablando de trabajo realizado por productores libres, libremente asociados, que acuden a los mercados de bienes o servicios a vender un producto–. Con una renta básica, deja de ser una quimera la posibilidad de que, libremente, desechemos lo que se nos “ofrece” y nos asociemos con otras personas para constituir una unidad productiva común con unos objetivos y procedimientos diseñados por nosotros y para nosotros. Esto es, quizás, especialmente importante para los jóvenes, en la medida en que la gente joven es gente que empieza, y todos sabemos que, en lo que respecta a la participación en la producción, los primeros pasos suelen ser determinantes para el conjunto del ciclo vital.

En definitiva, cuando en ciertas ocasiones se plantea la necesidad de que la izquierda encuentre fórmulas para desmercantilizar la fuerza de tra  bajo, se está haciendo referencia a realidades como ésta.

Para la activación del “trabajo oculto”

En esta misma dirección, esta mayor capacidad de decidir qué forma de vida se quiere poner en práctica también se traduce en mayores posibilidades de acceder a actividades, remuneradas o no, que hoy, carente la gente del “derecho a la existencia” del que hablan quienes proponen una defensa republicana de la renta básica[viii], quedan eliminadas, que hoy se evaporan debido a la urgencia de aceptar el primer empleo que tenemos a nuestro alcance, satisfaga o no nuestros deseos. Existen enormes yacimientos de trabajo escondido, de trabajo dormido, de trabajo sepultado, de trabajo, remunerado o no, que se querría realizar pero que no se realiza porque queda bloqueado por la dependencia, por la necesidad de cazar al vuelo, para poder subsistir, lo primero que se nos “ofrece”. En lugar de trabajar 40 horas semanales –o 45, o 50, o 60, o las que sean– en sus actuales ocupaciones, los trabajadores podrían plantearse, proponer, exigir y, quizás, hasta imponer –sabemos que la vida social es conflictiva– la opción de trabajar media jornada en los actuales centros de trabajo y, a partir de ahí, trasladarse a otro centro de trabajo, al centro de trabajo que podrían haber constituido junto con un grupo de compañeros y compañeras de profesión o sector y en el que, además de complementar el salario y de hacerlo de forma más gratificante, podrían producir unos artículos que, de otra forma, nunca hubieran llegado al mercado de bienes. De ahí que algunos analistas hablen de los posibles beneficios, también en términos de eficiencia económica y de fomento de la economía productiva, que una renta básica podría proporcionar.

Renta básica, desarrollo y articulación de mercados interiores

En países o en regiones que han atravesado períodos de grandes turbulencias económicas, que cuentan con economías todavía dependientes de las antiguas o de las nuevas metrópolis, con mercados interiores desestructurados, inestables o incluso inexistentes, la renta básica puede jugar un papel –me permito la hipérbole–, hasta  fundacional del país en tanto que espacio con un desarrollo económico autocentrado, tanto a escala estatal como a escala local.

A veces se habla de la renta básica como palanca para el desarrollo de economías comunitarias, rurales y urbanas. Pensemos en todos aquellos trabajadores asalariados que quizás preferirían dejar de trabajar asalariadamente y unirse a cierto grupo de personas, dotadas éstas también de una base material que minimice riesgos y ensanche oportunidades, para constituir un centro de trabajo alternativo a los macrocauces, normalmente gestionados desde fuera del país, a través de los cuales discurre el grueso de la actividad económica. No obstante, para que ello sea posible es necesario que la gente se halle dotada, precisamente, de esa base material incondicional que minimice riesgos y ensanche oportunidades.

De este modo, tales trabajadores, en su empeño en llevar adelante el otro centro de trabajo, podrían encontrarse participando en un proyecto, colectivo pero descentralizado, de articulación de una red independiente y autocentrada para la producción, la distribución y el intercambio de una actividad económica real y, además, desarrollada en y para su comunidad, algo hoy casi impensable.

Esto puede resultar altamente beneficioso para la preservación o para la introducción y el desarrollo de formas de vida autóctonas –tradicionales, pero también de nueva planta; campesinas, pero también vinculadas a redes urbanas e interurbanas de ferias y mercados de muchos tipos–. Ésta es la razón por la que cabe afirmar que la renta básica puede favorecer el desarrollo local, la estructuración de un tejido productivo que permita la emergencia de un mercado interior estable que, sin ser autárquico, pueda ser independiente con respecto a los canales a través de los cuales se dan hoy los flujos internacionales de bienes y servicios.

En cambio, nada de esto es posible si las gentes –los productores– carentes del colchón que ofrece la renta básica y, por lo tanto, empujados por la urgencia de aceptar lo que sea con tal de sobrevivir físicamente, tienen que agachar la cerviz y renunciar a sus proyectos de vida, a sus proyectos productivos, para pasar a formar parte de la plantilla de una corporación que, muy probablemente, no se preocupe demasiado ni de su bienestar psíquico, ni del desarrollo real de las comunidades y de los países en los que opera.

Renta básica, trabajo y “flexiguridad”

Situados en este punto, conviene preguntarse en qué sentido –si es que hay alguno– los procesos de flexibilización de las condiciones de trabajo pueden tener efectos positivos. Hay un término que, en la literatura relativa a los efectos de la introducción de la renta básica sobre los mercados de trabajo, ha hecho cierta fortuna: el término “flexiguridad”, que resulta de la combinación de los términos “flexibilidad” y “seguridad”[ix]. No es necesariamente un problema –dicen los estudiosos y también el sentido común– que las condiciones de trabajo puedan definirse de forma flexible. No es un problema –y podría llegar a ser algo manifiestamente positivo, habida cuenta del caudal de actividad y de creatividad que la organización flexible del trabajo podría desencadenar–, siempre y cuando la parte más desfavorecida de la relación laboral cuente con auténticas posibilidades de intervenir en este proceso de decisión relativo a cómo organizar el trabajo. Pues bien, con una renta básica, los oferentes de mano de obra, la gente trabajadora, gozarían de una seguridad material que les permitiría, en primer lugar, sentarse a negociar con la capacidad de realizar amenazas creíbles: “si siguen por ese camino, nos levantamos y rompemos las negociaciones” –po  drían decir convincentemente–; y, a partir de ahí, podrían compaginar con flexibilidad diferentes tipos de actividades: trabajo remunerado, trabajo doméstico y trabajo voluntario. En otras palabras, podrían poner en marcha esas famosas “vidas pluriactivas” o “multiactivas”, esto es, vidas en las que se combina el trabajo remunerado con el trabajo doméstico y voluntario –por ejemplo, con actividades de formación y/o con algún tipo de actividad artística, político-asociativa, etc.– desde la seguridad que confiere el hecho de saber que se cuenta, como mínimo, con un ingreso incondicional que se mantiene a lo largo del tiempo, de la cuna a la tumba[x]. De ahí el interés que adquiere el tipo de flexiguridad que podría proporcionar la renta básica.

Conclusiones: renta básica y emancipación social

En definitiva, si de lo que se trata es de universalizar la condición de independencia material como condición de posibilidad de la libertad y de la ciudadanía efectivas; y si de lo que se trata es de hacerlo en un mundo –el nuestro– atravesado por todo tipo de asimetrías de poder, se precisa la garantía política de la renta básica, es decir, la garantía política de ese suelo material básico capaz de conferir a los individuos una más que necesaria seguridad económica y un más que necesario poder de negociación –ahí está la clave– que los habilite en tanto que agentes capaces de tomar decisiones realmente libres. En otras palabras, si de lo que se trata es de construir ciudadanía con verdadera capacidad de obrar, es preciso que se arbitren mecanismos institucionales para una intervención –no arbitraria– en la vida social orientada a garantizar universalmente un nivel básico pero relevante de poder de negociación.

Muy especialmente, es preciso que los mercados sean políticamente diseñados de manera tal, que todos sus usuarios se hallen dotados de la independencia material necesaria para que puedan en ellos firmar contratos de forma efectivamente libre y voluntaria.

Conviene subrayar en este punto que los mercados no son necesariamente nocivos si quienes en ellos participan cuentan con el poder de negociación, el poder de mirar a los demás a los ojos sin tener que bajar la cabeza, el poder de resistencia que viene asociado a la independencia material que proporcionaría una renta básica que actuase como parte de un paquete de medidas como el perfilado en el primer epígrafe de este texto –recordémoslo: se trata de un paquete de medidas que incluye, además de la renta básica, un salario mínimo interprofesional y servicios sociales como la sanidad, la educación y el cuidado a las personas–. No obstante, tal afirmación acerca del espacio que cabe otorgar a la libertad efectiva en el seno de las sociedades de mercado deber ir inexcusablemente unida a la reivindicación de la constitución política de unos mercados que ofrezcan auténticas posibilidades de hacer[xi]. Exhortar a la gente a que “haga” –recordemos el tan cacareado laissez-faire– tiene todo el sentido del mundo; ahora bien, sólo cabe exhortar a “hacer” cuando se cuenta con caminos y espacios realmente practicables, no cuando sólo queda lugar para el lodazal de la dependencia en el que se ahogan hoy los proyectos de vida de tantos y tantos millones de personas. De ahí el potencial emancipatorio de la renta básica –en su paquete de medidas– como espina dorsal del proyecto civilizatorio, socialista en sentido amplio, de las izquierdas, orientado como está a fundar la libertad en el acceso a (y en el control de) las bases materiales de nuestra existencia.

 

 



[i] Véase Murray, C. (2006): In Our Hands. A Plan to Replace the Welfare State, Washington, D.C.: The American Enterprise Institute Press.

[ii] Sin embargo, conviene no olvidar que una renta básica, al garantizar la existencia material de los trabajadores, contribuiría a fortalecer la fuerza negociadora de éstos en la esfera laboral y, de ahí, actuaría como un mecanismo capaz de contrarrestar, siquiera parcialmente, la posible reducción de los salarios derivada de la ausencia de un salario mínimo interprofesional. Para un análisis del impacto de la renta básica en el poder de negociación de los trabajadores, véanse Casassas, D. y  Loewe, G. (2001): “Renta Básica y fuerza negociadora de los trabajadores”, en D. Raventós (coord.),  La Renta Básica. Por una ciudadanía más libre, más igualitaria y más fraterna, Barcelona: Ariel; y Raventós, D. y Casassas, D. (2004): “La Renta Básica y el poder de negociación de ʻlos que viven con permiso de otrosʼ”,  Revista Internacional de Sociología, 34.

[iii] Hablo aquí de “trabajo” en el sentido, bien amplio, de actividad humana, lo que incluye el trabajo remunerado -trabajo asalariado, trabajo realizado en el seno de empresas cooperativas, etc.-, pero también otras formas de trabajo no remunerado como el trabajo doméstico o todas las variantes de trabajo voluntario que podamos querer realizar.

[iv] Para una investigación acerca del vínculo entre la tradición socialista y la republicana, véase Domènech, A. (2004): El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, Barcelona: Crítica. Para un estudio del proyecto marxiano de constituir tal “sistema republicano de la asociación de productores libres e iguales”, véase El eclipse, op. cit., p. 125 y ss.

[v] Parte del texto que se ofrece en este epígrafe constituye una adaptación de algunos elementos de Casassas, D. (2010): “Ingreso ciudadano y autonomía personal: poder de negociación para la creación de ciudadanía”, en VVAA, Renta básica universal: ¿derecho de ciudadanía? Perspectivas europeas y latinoamericanas, Montevideo: Ministerio de Desarrollo Social.

[vi] Hallamos uno de los intentos intelectualmente más interesantes de reconstruir tal punto de vista en los trabajos de Philip Harvey. Véase, por ejemplo, Harvey, P. (2005): “The Right to work and Basic Income Guarantees: Competing or Complementary Goals”, Rutgers Journal of Law & Urban Policy, 8; y Harvey, P. (1989):  Securing the Right to Employment: Social Welfare Policy and the Unemployed in the United States, Princeton: Princeton University Press.

[vii] Véanse, de nuevo, Casassas, D. y Loewe, G., Íbid.; y Raventós,D. y Casassas, D.,  Íbid.; textos que, a su vez, se basan en el análisis elsteriano de los factores determinantes del poder de negociación en un contexto de escasez de recursos: Elster, J. (1991):  El cemento de la sociedad: las paradojas del orden social, Barcelona: Gedisa.

[viii] Véanse, muy señaladamente, Raventós, D. (1999): El derecho a la existencia. La propuesta del Subsidio Universal Garantizado, Barcelona: Ariel; y Raventós, D. (2007): Las condiciones materiales de la libertad, Barcelona: El Viejo Topo.

[ix] Véanse Standing, G. (1999 Global Labour Flexibility. Seekin Distributive Justice, London: Macmillan Press; Tangian, A. (2006 “European flexicurity: concept (operational definitions), methodology (monitoring instruments), anpolicies (consistent implementations)”, WSI-Diskussionspapier 148; y Klosse, S. (2003): “Flexibility and Security: A Feasible Combination?”,  European Journal for Social Security, 5 (3).

[x] Véanse Gorz, A. (1998): Mi  seria del presente, riqueza de lo posible, Buenos Aires: Paidós; Ferry, J.M. (1995): Lʼallocation universelle, París: Éditions du Cerf; y Cal  vez, J.Y. (1999): Necesidad del trabajo: ¿desaparición o redefinición de un valor?, Buenos Aires: Losada.

[xi] Para un análisis del sentido ético-político de una acción institucional orientada a ampliar el espacio de la libertad republicana en las modernas sociedades de mercado, véase Casassas  , D. (2010): La ciudad en llamas. La vigencia del republicanismo comercial de Adam Smith, Barcelona: Montesinos.

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Es un mito que la derecha no regula la economía, lo hace constantemente. Entrevista

David Casassas · · · · ·

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3714


La publicación gallega La opinión A Coruña entrevistó a David Casassas, miembro del comité de redacción de Sin Permiso, con motivo de la presentación de su libro La ciudad en llamas. La vigencia del republicanismo comercial de Adam Smith (Montesinos, 2010). La entrevista, que reproducimos a continuación, la realizó la periodista Isabel Bugallal.

 

Está empeñado en explicar que el liberalismo que tantas veces invocan los partidos conservadores, incluido el PP, nada tiene que ver con el ideario del autor de La riqueza de las naciones, el economista y filósofo ilustrado Adam Smith. Así lo expone en La ciudad en llamas. La vigencia del republicanismo comercial de Adam Smith(Montesinos, 2010) el profesor de Teoría Social de la Universidad Autónoma de Barcelona David Casassas, que ayer presentó el libro en A Coruña invitado por la agrupación de los Nuevos Republicanos.

-¿Liberalismo de derechas?

–La doctrina liberal dice: somos libres cuando somos iguales ante la ley. La libertad, pues, no tiene fundamentos materiales, por lo cual no hay que intervenir en la sociedad y en la economía: ello favorece a la derecha.

–¿Eso decía también Adam Smith?

–En absoluto. El término liberal, en el sentido moderno, aparece en 1812, con las Cortes de Cádiz. Antes del siglo XIX, el término 'liberal' significaba, simplemente, 'generoso' y en este único sentido lo utilizaron Adam Smith o Locke —de los que ahora se reclaman herederos ciertos adalides del liberalismo—. La idea de libertad de Smith tiene una base material: sólo hay libertad cuando se goza de autonomía material, uno es libre cuando es independiente, y eso requiere intervención pública, también para Adam Smith. Pero el liberalismo rompe con esta idea.

–O sea que la derecha lo interpreta mal.

–Hace una interpretación muy sesgada. Políticamente, es un engaño y, académicamente, una patraña. Adam Smith no creía que los mercados fuesen independientes de la política, sino que los presentó como el resultado de cierta acción política, y esa acción política tiene que ver con la defensa de los intereses de una clase privilegiada o del conjunto de la población. Para que ´la mano invisible´ [la autorregulación del mercado] funcione, necesitamos la intervención del Estado en la economía; a partir de ahí, podremos promover intercambios en condiciones de libertad y hacer que los individuos sean realmente libres.

–Quizá tendría que decírselo a Esperanza Aguirre o al ideólogo de Rajoy, José María Lasalle.

–Cuando se hace propaganda a corto plazo y se sesgan discursos, se atiende poco a razones académicas o de rigor histórico. El mercado puede ser un instrumento de la derecha, pero también de la izquierda, y eso hay que decírselo. La izquierda ha hecho muchos regalos a la derecha: “no nos interesa el individuo o la democracia porque es algo burgués”, ha dicho a veces, y eso es una tontería; “no nos interesa la libertad, sino la igualdad”; “no queremos el mercado”... ¡Cuidado! Eso es un desatino. La izquierda tiene que entender también que siempre hubo y habrá mercado y que lo que hay que hacer es tomarlo muy en serio y regularlo para que el intercambio entre los individuos sea justo, pero no acabar con el mercado. La izquierda debe repensar el mercado. En ese sentido, me interesa mucho más hablar con la izquierda que con Aguirre.

–Poco Estado, pero luego hay que socorrer a los bancos.

–Eso de que la intervención estatal sólo tiene que ver con la izquierda es una patochada; la derecha interviene en la economía, y de qué manera: por ejemplo, salvando a los bancos. Pero hay muchas otras formas de intervenir en la economía: con política social, con políticas públicas, reforzando la posición de independencia de la gente para que pueda entrar en los mercados como agentes autónomos realmente capaces de obrar. Ello haría que hubiera mucha más actividad económica, lo que, entre otras cosas, ayudaría a salir de la crisis. Eso de la iniciativa privada no está mal, el problema es que está reservada sólo a unos cuantos. Otro mito con el que hay que acabar: es mentira que la izquierda quiera regular el mercado y la derecha no; la derecha lo regula constantemente, pero en favor de las oligarquías.

–¿Una receta para Zapatero?

–Alguien que se pretenda de izquierda tendría que recuperar el ideal del productor libre, en el sentido más amplio, propio de la economía clásica de la Ilustración, y promover políticas que garanticen la seguridad material del conjunto de la población, políticas sociales y de bienestar. Una redistribución más justa de la riqueza, políticas de sostenimiento de rentas, una educación potente, una sanidad de calidad, servicios de cuidados a las personas... todo esto es condición necesaria no sólo de la igualdad, sino, fundamentalmente, de la libertad. La libertad sólo es posible cuando estamos en unas condiciones de seguridad no que nos adormecen, como dicen los liberales, sino que nos estimulan para operar en el mercado de forma efectiva.

–¿Hay una confusión perversa entre liberalismo político y liberalismo económico?

–Quizá haya confusión en el hecho de atribuir una génesis liberal a ideas de origen claramente republicano: las ideas de Locke, de Smith, de quienes hicieron la revolución inglesa en el XVII y la francesa y la americana en el XVIII. Ellos no optaron por un mundo liberal en el que la igualdad ante la ley es criterio de libertad. Lo que pasa es que, en los dos últimos siglos, se hizo una utilización interesada de estos supuestos padres del liberalismo político y económico y los presentaron como adalides de un capitalismo que en ningún modo se asemeja a lo que dejaron en sus escritos. Ellos pensaron el republicanismo comercial, una sociedad libre en el mundo de la manufactura y del comercio, antes de la aparición, en el XIX, del capitalismo industrial, que se fue extendiendo y que rompió por completo con la ética y la preceptiva política de estos autores. No sé si a los señores del PP les interesa, pero los académicos serios lo saben.

David Casassas es miembro del Comité de Redacción deSINPERMISO y autor de La ciudad en llamas. Vigencia del republicanismo comercial de Adam Smith (Montesinos, 2010).

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