Opiniones de Guidos
El caballero mofle entona en la mañana el Himno de la algarabía y supone que la tecnología antirruido de los fabricantes de motores es un error que se corrige con un minucioso trasplante de escapes que convierte su ruidito en un sabroso RUIDOTE. Arreglado el desperfecto, el caballero mofle se convierte en un desbocado mamut de hojalata dispuesto a rebanar tímpanos. El rugido cumple varias funciones: intimida a sus víctimas (los ciudadanos en general), marca su territorio con orina sonora cuando disputa el derecho a pasarse el alto, disfruta que su ruidote emule la gárgara que hace el Gotzila cuando devora a los ciudadanos muertos en combate. Por último, está convencido de que el rugido de su microbús posee virtudes afrodisiacas: en el cerebelo, las damas asocian su barritar con los encantos viriles del mamut macho dominante y la promesa de un fructífero encuentro amoroso.
Acá hablamos de la santa muerte , pero al canonizar a la muerte se rebasa el margen, tan elástico, de la risa. ¿Cómo puede ser "santo" un fenómeno? Es como creer en la santa embolia , santo infarto o el santo tsunami. Su signo, claro, es una calavera tridimensional, vestida de monja lujosa y armada de una guadaña, olla podrida de sincretismos de barriada. Un gesto lamentable del el ingenio popular salvadoreño, veo no sólo una trabada psique propensa a la necrofilia, sino el resultado de haber repetido esa tontería de que el salvadoreño juega con la muerte. La calavera , en todas partes sirve para identificar substancias venenosas o cables de alta tensión, pero aquí es la encargada de proteger a los niños.
Un buen motivo para desconfiar de las enseñanzas espirituales que X o Y quieren transmitirnos, es justamente esa intención pedagógica que los mueve. ¿Por qué motivo, una sabiduría tendría que ser objeto de una enseñanza? Se supone, claro se supone , que de saber a enseñar el pasaje es natural, gravitatorio, pero resulta que es todo lo contrario. Si lo que pretenden esos gurús es acrecentar su clientela, o no sentirse tan solos, o brillar, entonces son.......... falsos gurús, perfectos fraudes. Y eso es hacerle el juego a los charlatanes. La explicación más bien está en la doctrina misma: sea cual sea, la doctrina que se enseña es la que se realiza sólo cuando todos la han comprendido, cuando se hace mundo y se establece el Reino del Saber y el Amor, y sólo entonces puede haber un mínimo de amor y de saber. Claro que eso no va a pasar nunca; ni el utopista más descabellado puede pretenderlo en serio...
Acá hablamos de la santa muerte , pero al canonizar a la muerte se rebasa el margen, tan elástico, de la risa. ¿Cómo puede ser "santo" un fenómeno? Es como creer en la santa embolia , santo infarto o el santo tsunami. Su signo, claro, es una calavera tridimensional, vestida de monja lujosa y armada de una guadaña, olla podrida de sincretismos de barriada. Un gesto lamentable del el ingenio popular salvadoreño, veo no sólo una trabada psique propensa a la necrofilia, sino el resultado de haber repetido esa tontería de que el salvadoreño juega con la muerte. La calavera , en todas partes sirve para identificar substancias venenosas o cables de alta tensión, pero aquí es la encargada de proteger a los niños.
Un buen motivo para desconfiar de las enseñanzas espirituales que X o Y quieren transmitirnos, es justamente esa intención pedagógica que los mueve. ¿Por qué motivo, una sabiduría tendría que ser objeto de una enseñanza? Se supone, claro se supone , que de saber a enseñar el pasaje es natural, gravitatorio, pero resulta que es todo lo contrario. Si lo que pretenden esos gurús es acrecentar su clientela, o no sentirse tan solos, o brillar, entonces son.......... falsos gurús, perfectos fraudes. Y eso es hacerle el juego a los charlatanes. La explicación más bien está en la doctrina misma: sea cual sea, la doctrina que se enseña es la que se realiza sólo cuando todos la han comprendido, cuando se hace mundo y se establece el Reino del Saber y el Amor, y sólo entonces puede haber un mínimo de amor y de saber. Claro que eso no va a pasar nunca; ni el utopista más descabellado puede pretenderlo en serio...
0 comentarios