exilio Suecia -Bruno Kampel
"Bruno Kampel"
Ida y vuelta
Aproveché la mañana hueca de proyectos y huérfana de obligaciones, y salí a
pasear por la porteñísima Calle Florida, donde el sol me recibió con una caricia
tibia que hacía mucho tiempo no sentía sobre mi piel escandinava.
El viaje fue cortito. Me bastó un cerrar de ojos y allí estaba, otra vez
caminando desde Diagonal hacia Plaza San Martín, y a medida que avanzaba me iba
desintoxicando de la angustia que sin derechos adquiridos o permiso de
funcionamiento insistía en abrir sus puertas en esa mañana hecha para no pensar
en nada más que no fuera no pensar en nada más.
Creo que fue cuando llegaba a la esquina de la calle Paraguay y pisaba la sombra
de mí mismo que me miraba triste desde las baldosas flojas de esa calle que ya
fue tan mía, que finalmente pude desembarazarme de ese malestar vitalicio que me
pisa los talones. De allí en adelante la caminata fue agradable, amable,
aliviada, llenándome los pulmones de bemoles y alfajores,haciendo que olvidara
los motivos que alumbraron a esa angustia mal parida.
Desacostumbrado y por eso mareado y empalagado de tanto sol, ni bien pisé la
Plaza decidí que era tiempo de regresar, y fue lo que hice sin pensar dos veces.
Cerré con siete llaves los portones de la fantasía, y abriendo los ojos volví al
invierno sueco del cual soy inquilino honoris causa, y sin pérdida de tiempo me
senté frente a la computadora para registrar en mi memoria electrónica, que he
llegado a la conclusión de que la lección tantas veces aprendida no ofrece
ninguna garantía, puesto que aún conociendo las actitudes y los argumentos que
debemos esgrimir para protegernos, no siempre
los emplearemos cuando sean necesarios, ya que nuestra malsana necesidad de
sufrir iguala en fundamento y urgencia a nuestro imperativo deseo de derrotar a
ese mismo sufrimiento.
Satisfecho con el tono bronceado que mi aventura metafísica dejó sobre la
epidermis de mis recuerdos, apagué el aparato cibernético con una sensación de
déjà vu y al mismo tiempo de deber cumplido, y me fui a visitar el jardín de mi
casa, donde la nieve hacía muchas horas que me esperaba sentada sobre un pasto
congelado y desteñido que pacientemente se dedicaba a contar los días que
faltaban hasta la llegada de la primavera.
Empecé a silbar el tango preferido de la nieve, y ésta, con una mirada
insinuante y pedigüeña, me invitó a bailar al compás de un par de lágrimas
virtuales, y yo, heredero universal de mi pasado, dije que sí, y ciñéndole la
cintura al desarraigo y apoyando mi mejilla en el rostro de otros tiempos, bailé
una soledad interminable.
Bruno Kampel, Suecia
http://bruno.kampel.com/
"Isabel Miralles"
Asunto: LA IRA
LA IRA
La ira del mar
-mujer al fin-
atormentada por sus pasiones
arrastrando con sus olas
amazonas en busca de estrellas,
burlando burladores sedientos de placer
haciéndoles creer
en amores inexistentes.
Dejando tras sus pasos
deshechos humanos
náufragos
en su propia isla.
El mar, la mar,
hombre-mujer,
dualidad al amar.
Ella, como Nefer-Nefer,
les incita, les atrae
les seduce y enloquece
hasta alcanzar la cima
en la plenitud de la tormenta.
Luego, indolente, les mira,
les sonríe
y despacio, muy despacio,
se despide
Ya cumplió sus deseos
ya colmó sus pasiones
ya dejó muñecos rotos
ya abandonó amazonas
destrozadas, sin estrellas.
La ira del mar se calma,
se relame
como gata en el tejado,
y con pasividad
cura sus heridas
prendidas a fuego
en sus entrañas.
Isabel Miralles
10-7-2005
http://www.poemasdeisabel.com/lairadelmar.htm
Ida y vuelta
Aproveché la mañana hueca de proyectos y huérfana de obligaciones, y salí a
pasear por la porteñísima Calle Florida, donde el sol me recibió con una caricia
tibia que hacía mucho tiempo no sentía sobre mi piel escandinava.
El viaje fue cortito. Me bastó un cerrar de ojos y allí estaba, otra vez
caminando desde Diagonal hacia Plaza San Martín, y a medida que avanzaba me iba
desintoxicando de la angustia que sin derechos adquiridos o permiso de
funcionamiento insistía en abrir sus puertas en esa mañana hecha para no pensar
en nada más que no fuera no pensar en nada más.
Creo que fue cuando llegaba a la esquina de la calle Paraguay y pisaba la sombra
de mí mismo que me miraba triste desde las baldosas flojas de esa calle que ya
fue tan mía, que finalmente pude desembarazarme de ese malestar vitalicio que me
pisa los talones. De allí en adelante la caminata fue agradable, amable,
aliviada, llenándome los pulmones de bemoles y alfajores,haciendo que olvidara
los motivos que alumbraron a esa angustia mal parida.
Desacostumbrado y por eso mareado y empalagado de tanto sol, ni bien pisé la
Plaza decidí que era tiempo de regresar, y fue lo que hice sin pensar dos veces.
Cerré con siete llaves los portones de la fantasía, y abriendo los ojos volví al
invierno sueco del cual soy inquilino honoris causa, y sin pérdida de tiempo me
senté frente a la computadora para registrar en mi memoria electrónica, que he
llegado a la conclusión de que la lección tantas veces aprendida no ofrece
ninguna garantía, puesto que aún conociendo las actitudes y los argumentos que
debemos esgrimir para protegernos, no siempre
los emplearemos cuando sean necesarios, ya que nuestra malsana necesidad de
sufrir iguala en fundamento y urgencia a nuestro imperativo deseo de derrotar a
ese mismo sufrimiento.
Satisfecho con el tono bronceado que mi aventura metafísica dejó sobre la
epidermis de mis recuerdos, apagué el aparato cibernético con una sensación de
déjà vu y al mismo tiempo de deber cumplido, y me fui a visitar el jardín de mi
casa, donde la nieve hacía muchas horas que me esperaba sentada sobre un pasto
congelado y desteñido que pacientemente se dedicaba a contar los días que
faltaban hasta la llegada de la primavera.
Empecé a silbar el tango preferido de la nieve, y ésta, con una mirada
insinuante y pedigüeña, me invitó a bailar al compás de un par de lágrimas
virtuales, y yo, heredero universal de mi pasado, dije que sí, y ciñéndole la
cintura al desarraigo y apoyando mi mejilla en el rostro de otros tiempos, bailé
una soledad interminable.
Bruno Kampel, Suecia
http://bruno.kampel.com/
"Isabel Miralles"
Asunto: LA IRA
LA IRA
La ira del mar
-mujer al fin-
atormentada por sus pasiones
arrastrando con sus olas
amazonas en busca de estrellas,
burlando burladores sedientos de placer
haciéndoles creer
en amores inexistentes.
Dejando tras sus pasos
deshechos humanos
náufragos
en su propia isla.
El mar, la mar,
hombre-mujer,
dualidad al amar.
Ella, como Nefer-Nefer,
les incita, les atrae
les seduce y enloquece
hasta alcanzar la cima
en la plenitud de la tormenta.
Luego, indolente, les mira,
les sonríe
y despacio, muy despacio,
se despide
Ya cumplió sus deseos
ya colmó sus pasiones
ya dejó muñecos rotos
ya abandonó amazonas
destrozadas, sin estrellas.
La ira del mar se calma,
se relame
como gata en el tejado,
y con pasividad
cura sus heridas
prendidas a fuego
en sus entrañas.
Isabel Miralles
10-7-2005
http://www.poemasdeisabel.com/lairadelmar.htm
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