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Diego Capusotto de Narcisa News

por Luis Buero
Entrevista a Diego Capusotto

Irrumpió en la televisión con la troupe del teatro “under” en “De la cabeza”, “Cha cha cha”, “Delicatessen”. Fue co-protagonista de “Todo por dos pesos” y hoy es el único intérprete de “Peter Capusotto y sus videos”, reconocido ciclo de humor y música de Canal 7, en el que Diego, junto con el autor Pedro Saborido, ha creado personajes como Pomelo, Micky Vainilla, Bombita Rodríguez, Luis A. Brown, Juan Carlos Pelotudo, y muchos más, que deleitan a un público multifacético. Ha obtenido los premios Martín Fierro y Clarín Espectáculos por su programa y por su labor humorística.

Charla en un lugar con historia

En Montes de 0ca 1702, esquina California, se encuentra el legendario bar El Progreso, que funciona desde 1942, aunque la edificación data de 1911. Visitarlo es hacer un viaje paradójicamente hacia el pasado. Digo paradójicamente porque en estas mesas llenas de historia voy a encontrarme con un actor que es emblema de la comicidad actual y un icono del humor, que parece abrirse paso seguro hacia el futuro. Afuera, el sol del verano convierte a Barracas en una parrilla de cemento. Aquí, detrás del amplio ventanal, pareciera que estamos instalados en otro tiempo. Este diálogo se puntualiza en el humor absurdo y el lugar que ocupa en la televisión argentina desde hace quince años. Si el tema te aburre, consejo sano: ¡no la leas!

—Yo nací en Morón, en la Clínica Modelo, el 21 de septiembre de 1961, hasta los 6 años viví en Castelar, y después me mudé y pasé muchos años, hasta los treinta y pico, en Villa Luro, que es algo así como el barrio que adopté, porque ahí transcurrieron mi niñez, mi adolescencia y mi adultez. De chico era muy cinéfilo, para mí era un ritual ir al cine, incluso solo, todos los sábados a la tarde. O se me daba por representar escenas teatrales en mi casa, como juego. Representaba escenas cinematográficas que me habían impactado mucho, como por ejemplo de Juan Moreira, una película que vi cuando tenía 13 años y que me encantó, y que aún hoy me impacta cuando la veo. Pero no tenía la proyección de ser actor ni mucho menos. Yo quería jugar al fútbol o tocar en una banda de rock... Digamos, eran cosas que para mí eran puntales para ser, como profesión de vida. Y, a pesar de estar ligado emocionalmente con ambas cosas, de ser futbolero y de tener una ligazón muy fuerte con la música, no fui ninguna de las dos. No toqué profesionalmente en una banda ni jugué profesionalmente al fútbol. Y la actuación vino de un encuentro casual que tuve con un amigo que me impulsó a que fuera a un curso de teatro. Él me veía pasta para ser actor, era una opinión totalmente subjetiva de él, y de alguna manera eso acompañó a que yo no estaba feliz con lo que hacía. Yo trabajaba con mi viejo, hacíamos fotoduplicaciones, pero mi proyección de vida no era terminar haciendo lo mismo de grande. Deseaba hacer otra cosa, y no me animaba, y necesité el incentivo de alguien para motorizarme. Y eso fue algo que me ocurrió toda la vida. Porque en todos los programas en los que participé, como “Cha cha cha” y “Todo por dos pesos”, o la obra de teatro que hicimos con Fabio Alberti, siempre el impulso vino de afuera. Alguien dijo: “¿Quieren hacer esto? Hagan esto... ”. Este tipo de circunstancias se repitieron en mi vida, casi como una puesta en escena...

Pero está bueno que te abran puertas y no tener que estar uno siempre golpeándolas con la cabeza para abrirlas... En un momento dado, con vos, hay un arribo de un grupo de humoristas a la televisión, que eran distintos de los cómicos populares de la época de “La Tuerca”, “Telecómicos”, “Operación Ja Ja”...

—Yo creo que hay una relación entre lo que nosotros hemos hechos y esos cómicos. Hay una relación estrecha, porque yo no me inicié en los balnearios, como ellos, pero mi vinculación con la actuación tuvo que ver con trabajar en fiestas de cualquier tipo, tanto para cincuenta personas como para quinientas, para gente que no te conoce, donde no hay ninguna convención en cuanto al espectador que te elige y se sienta a ver tu espectáculo, sino que uno tiene que irrumpir en un lugar y a fuerza de presencia llamar la atención. Eso es un poco trabajar en esos circuitos...

Un público que no te estaba esperando...

—No. Y trabajar a las tres de la mañana para treinta personas. Lo que pasa es que nosotros somos de otra generación, una generación influenciada no solo por lo local, sino también por el humor de Benny Hill o de los Monty Python. Por eso en los primeros programas, “De la cabeza” y “Cha cha cha”, había mucho de eso.

Hoy, a principios de 2009, parece difícil volver a juntar un grupo de actores cómicos para hacer un programa... Armar un equipo de actores dramáticos parece más fácil.

—Lo que pasa es que la fórmula hoy es otra. Tinelli deja de hacer humor para armar “Bailando por un sueño”, porque eso pega mucho afuera. Y el vínculo del humor con la gente pasa más por el archivo, por poder reírse de Karina Jelinek y no tanto de lo que pueda hacer un grupo en un programa de humor, a pesar de que un programa de humor es un programa de ideas. Después, encima, tiene que funcionar, lo cual es un doble trabajo; es decir, hoy probablemente la televisión, por esta cosa cocainómana que tiene todo, y la televisión no escapa a eso, da como una sensación de que siempre debe haber una figura que pueda captar la atención para que la gente lo vea. Pensá que Francella hace sit-coms de ideas ya probadas, cosas que se hicieron en Estados Unidos y que hoy las adaptan aquí. Hay como tendencias, y las tendencias están vinculadas a una actitud: si ya esta idea tuyo éxito afuera y le va bien aquí, les da la posibilidad de no sentarse a trabajar. Porque sentarse a trabajar implica una pérdida de tiempo que la televisión hoy no está en condiciones de padecer.

Hablemos de “De la cabeza”... de aquella época...

—“De la cabeza”, fue un programa ideado por Roberto Cenderelli, el autor de la idea y del nombre, en un momento en el que América 2 no tenía mucha programación. Yo en ese entonces trabajaba en el Centro Parakultural de la calle Chacabuco. Ahí hacía un dúo con otro pibe, Carlos Diurk, que se llamaba Los Que Te Recontra. En ese lugar conocí a Alfredo Casero, que hacía un dúo con Marcelo Mazzarello. Ahí nos hicimos amigotes Alfredo y yo, y un día que yo andaba por el centro, comprando un libro sobre Olmedo, me lo encuentro a Alfredo y me dice que va a hacer un piloto para un programa nuevo para América 2, con Fabio Alberti, y que le gustaría que labure con ellos. Entonces fuimos e hicimos un piloto en América donde estábamos nosotros tres y Augusto de Souza, que también era del Parakultural. Y hacíamos un sketch que era una parodia de “El show del Clío”, donde Augusto de Souza hacía de conductor y Fabio, Alfredo y yo hacíamos de tres publicistas. Fue pintoresca esa grabación, porque era la primera vez que pisábamos un estudio de televisión, y todos los técnicos y los cámaras nos miraban como diciendo “¿estos quiénes son?”, lo cual generaba una situación de mayor tensión para nosotros, que, además de presentar y de causar gracia, también debíamos soportar un clima que no nos era afín...

¿Y ustedes desarrollaban una mirada ácida hacia la televisión?

—No, tampoco, en realidad, yo creo que tenía que ver con esto: si a alguien que trabaja en un canal, que es como trabajar en una fábrica, donde uno marca tarjeta todos los días, hoy le dicen “Mirá, vamos a grabar un programa para humoristas nuevos”, lo primero que va a decir es “¿Estos quiénes son?”. O sea que vos tenés que hacer reír a gente que está desde las ocho de la mañana, y que no está esperando que la hagas reír. Tenés que ir y sorprenderla, en ese caso. Para ellos este era un trabajo más: “Filmar a estos pibes a los que no los conoce nadie”. Lo pintoresco de aquella grabación fue que logramos que ese clima que había al principio, de cierta frialdad lógica, después se convirtió en una cosa festiva. Porque, en realidad, todos los técnicos se terminaron cagando de risa, se tuvo que grabar veinte veces porque nos tentábamos todos. Y finalmente quedamos. Después estuve en “De la cabeza” como actor invitado. El programa medía 0,01 puntos de rating. Un día vino el hijo del gordo Mesa, Gabriel, que escribía algunos guiones para el programa, y me dijo: “Mirá, no hay más plata para los actores invitados”, y me fui. En “De la cabeza” había distintos grupos que trabajaban haciendo sus propios números, y en algún momento cada uno se juntaba con el otro... Entonces estaban Daniel Aráoz y Pettinato, las Locas Como Tu Madre, La Cuadrilla, Alfredo, Fabio Alberti y yo; luego yo me fui y entró Mex Urtizberea, después apareció Vivian El Jaber, al final se sumó Favio Posca. Todo eso conformó un grupo que después fue tentado por Canal 9, y parte de ese grupo se fue al 9 con Gabriel Mesa a hacer el programa “Del tomate”. Nosotros continuamos en América, y en el segundo año, en 1993, hicimos “De la cabeza” segundo año.

Y el elenco fue el que después pasó a “Cha cha cha”...

—Claro, porque “De la cabeza” en el segundo año duró un mes. Grabábamos en La Plata, y nosotros nos fuimos porque hubo un llamado de la productora de Repetto-Naya, que se había interesado en el programa y en el elenco para, supuestamente, hacer un trabajo en el Canal 13. Ese programa finalmente no se hizo en el Canal 13, pero sí, como productora independiente, Repetto-Naya produjo “Cha cha cha”. Se le cambió el nombre porque “De la cabeza” estaba registrado por Cenderelli. Y “Cha cha cha” surgió de un viaje que hizo Fabio Alberti con una novia a Francia y encontró un disco simple que era la “Marcha turca”, de Mozart, cantada por Boris Vian, que decía “cha cha cha...”. Y Fabio tiró “Cha cha cha” como nombre para el programa, y ahí quedó.

“Cha cha cha” ha pasado a la historia como un programa de culto; sin embargo, no midió mucho rating, tal vez por el tipo de humor que hacían, el cual, yo no sé cómo lo llaman ustedes, pero podría clasificarse como “humor absurdo”... Absurdo como género porque, en la farsa y el grotesco, el sketch tiene un comienzo, un nudo y un desenlace, y es entendido por el público adulto... digamos, de veinticinco años de edad para arriba...

—Yo encuentro muchos puntos de contacto entre “Cha cha cha” y “Telecataplum” en eso de trabajar un poco ese lenguaje del absurdo, de algo que supuestamente no cierra y no tiene una lógica... que capaz es lo que la gran mayoría de los espectadores está esperando...

Claro, justamente porque la realidad no conserva la lógica, la gente la busca en las ficciones...

—Exacto. Y también no te olvides que con “Cha cha cha” aparece un programa con gente que la gran mayoría del público no conocía. La gente estaba habituada a ver programas de humor donde había un capo cómico, un elenco, y todo giraba alrededor de ese capo cómico y de las situaciones por las que él atravesaba. Entonces, hay un lenguaje que la gente ya conoce, que no le cuesta decodificar. Y de golpe aparece un programa con seis tipos y tres minas desconocidos... Los tipos eran Alfredo Casero, Fabio Alberti, Mex Urtizberea, Pablo Cedrón, Rodolfo Samso y yo, y las tres minas eran Mariana Briski, Sandra Monteagudo y Vivian El Jaber. La gente se encontraba con un lenguaje mucho más caótico, y lo que sucedió luego, a favor del programa, que se terminó instalando como programa importante dentro de la televisión, fue la recomendación boca a boca. Esta actitud de una cierta generación que encuentra algo que le parece raro y que hay que mirar y ver... Y “Cha cha cha” empieza a redescubrirse a través del lenguaje comunicacional del espectador. Cosa que no sucede en un programa que ya está instalado con un capo cómico que todo el mundo conoce.

Y, así como se decía que Piazzolla componía con diez años de anticipación, hay cierto público adulto que terminó de entender “Cha cha cha” cuando lo repitieron en la televisión por cable, en los canales I-Sat y Volver...

—Sí. A mí siempre me pareció un mito, una exageración, aquello de que era un programa muy encriptado y muy hermético. Y entonces estaba la idea de que mucha gente quedaba afuera y de algunos que decodificaban el lenguaje lo podían mirar y hacerse adictos al programa. Yo nunca lo vi así. El maestro yogui tenía un humor muy claro, muy físico, y era claro adónde apuntaba, y al efecto gracioso de la sorpresa, lo que la gente no espera. Y además es fundamental ver si el tipo que es cómico hace reír o no. Empecemos por ahí. Fijate que Olmedo veinte años después te sigue haciendo reír, porque su esencia te hace reír. Y lo dicho por Olmedo me hace reír y dicho por otro, no. Eso está muy claro. Eso tiene que ver con la naturaleza de un actor. Es cómico o no. Te hace reír o no te hace reír. Después, obvio, hay un lenguaje, una historia, y hay una manera de contarla, y hay algo donde uno puede trabajar la sinrazón en un ámbito de cierta coherencia. Un poco lo que hacía Buster Keaton: contar desde la coherencia y resolver de una manera fantástica, ¿no?

¿Cómo se te ocurrió lo de ese maestro yogui tan particular?

—Yo te contaba que el humor es la modificación de algo real y que uno conoce como cotidiano. No era ni siquiera un chanta. La idea del personaje era que, a través del yoga, que te vincula a una cosa espiritual y de cierta tranquilidad para ver lo que te rodea, se ejercía una violencia contra el otro. Es jugar un poco con lo antagónico; por ejemplo, lo ridículo de un yogui-barrabrava. Un yogui-barrabrava es gracioso porque es antagónico. Luego está la otra parte, que es cómo contás la historia para que eso sea finalmente gracioso o no. Son los dos pasos fundamentales del humor. Yo tengo más la característica del humor físico, así como Fabio Alberti tiene una cosa muy graciosa desde la palabra, sin necesitad de trabajar lo gestual.

¿Y cuál es tu termómetro del humor cuando vas a sacar un nuevo personaje?

—Ves lo que sucede en el estudio con la gente que está compartiendo la grabación con vos. Pero antes ya constatamos lo que nos pasa a Pedro Saborido y a mí cuando nos juntamos a comer y hablamos de un nuevo personaje. Por ahí lo descartamos o notamos que le hace falta más ropa para que esté preparado. Y también pasa que hay personajes que los tirás y tienen un rebote con la gente que te sorprende. Finalmente uno nunca sabe totalmente lo que va a pasar con eso que uno creó.

Pero hay un camino de ironía crítica, interesante en tu trabajo, yo lo veo ahora, cuando hacés en Peter Capusotto al rockero que se casa con la chica joven y se droga con azúcar impalpable, y los hermanos de la chica le quieren pegar... una parodia de la película sobre la vida de Jerry Lee Lewis... Es una ironía que va dando vueltas de tuerca constantemente... Y hoy “Peter Capusotto y sus videos” se instaló en el gusto de adolescentes y entre gente de cuarenta para arriba...

—Es un programa netamente generacional, porque de hecho yo tengo la edad que tengo, y laburo siempre desde ahí. Pero también hay algo que tiene que ver con la transmisión y la comunicación, que es que uno hace, y en la medida en que uno no esté bajando línea o dando un discurso inmaculado con respecto a lo que está bien y lo que está mal (algo que nosotros nunca hacemos), hay ideas que son disparadores, y cada espectador ve lo que nosotros hacemos con Pedro Saborido de una manera muy particular... A mi me excede imaginar qué le puede pasar a un pibe de diez años con el programa, que evidentemente en su mundito, se va a identificar con algunas cosas que también tiene el programa... Será que uno es un poco niño cuando hace lo que hace. Y también hay una mirada generacional que hace que haya con algunos personajes una identificación generacional, más que con otros... Pero, evidentemente, el programa es un disparador de cosas que en definitiva es lo que a mí me da placer, que es esto de la circulación de las ideas, que pueda tener un lenguaje propio para todo aquel que mira el programa y es un espectador, ¿no?

En “Cha cha cha” todavía no participaba Pedro Saborido, ¿ustedes escribían sus propios libretos?

—De alguna manera sí, las ideas circulaban entre los integrantes del grupo; es decir, había una idea madre y después, a partir de ahí, se trabajaba. Y se trabajaba de una manera que a mí hoy me costaría. No se armaba un libreto formal, había siempre un ejercicio teatral de improvisación sobre una idea que estaba clara. Había un día que nos juntábamos y seleccionábamos los personajes a hacer, generalmente los clásicos, que ya estaban instalados en la gente y en nosotros, y le sumábamos ideas nuevas que se iban charlando...

Después viene “Todo por dos pesos” ...

—“Todo por dos pesos” fue ya con Pedro Saborido y Néstor Montalbano, y empezó en 1999. Salió en Canal 9, entonces Azul Televisión. El grupo estaba armado por Néstor Montalbano, que era el director, Pedro Saborido, el autor, y Fabio Alberti y yo. Era una producción de Ideas del Sur. El programa duró tres meses, lo levantaron y después hubo una reacción, una efervescencia en los medios, que se preguntaban por qué nos habían levantado… Y comenzamos a tener propuestas de todos lados para volver. Finalmente aparecimos en Canal 7, cuando asume la Alianza y toma el canal gente nueva, que nos convoca. Estaban en las gerencias los productores Emilio Cartoy Díaz, Luciano Olivera, Rodolfo Hermida. Y en la reunión que tenemos con ellos quedamos en que lo seguía produciendo Tinelli. Y ahí es donde el programa explota. Ahí estuvimos hasta fines de 2002, incluido. Tres años. Claro que ahora los programas nunca terminan, los repiten más de una vez y encima siguen circulando en internet.

Eso también habla de la falta de programas que puedan reemplazarlo...

—Probablemente. “Todo por dos pesos” surge por un llamado del gallego Sergio Ramírez, que nos convoca a Fabio y a mí para hacer algo en un canal de cable, de humor, que iba a armar Tinelli. Nosotros lo llamamos a Néstor Montalbano, que ya había trabajado con nosotros en “Cha cha cha”, y lo buscamos a Pedro Saborido, con el que habíamos trabajado en “Delicatessen”. “Delicatessen” fue un proyecto de Pedro con Horacio Fontova, en el que estábamos Fabio y yo, Damián Dreizik, Luis Ziembrosky y José Luis Oliver. Un programa que también duró tres meses y lo levantaron, en América 2. Eso fue en el ’98, y en el ’99 aparece “Todo por dos pesos” en Azul Televisión. Y el que trabajó mucho con nosotros como productor, un tipo bárbaro, fue el ruso Alejandro Dombroski, que ahora está en Space.

¿Los sketchs de “Todo por dos pesos” los escribía Pedro Saborido?

—Lo que hacía Pedro era ordenar cada sección, las presentaciones, pero las ideas circulaban entre los cuatro; si bien teníamos roles específicos, cada uno también aportaba ideas. Los personajes conductores que hacíamos con Fabio eran Mario y Marcelo, y de ahí salieron varios sketchs conocidos, como Boluda Total, Beto Tony y su Muñeco, Irma Jusid, El Hombre Bobo… personajes que fueron bastante emblemáticos o que la gente recuerda más. En “Todo por dos pesos” han pasado músicos importantes como invitados. Cuando yo hacía un personaje que se llamaba Vinazi, y hacía una parodia titulada “Ese amigo de Vinazi”, en lugar de “Ese amigo del alma”. Y ellos venían gentilmente, porque de alguna manera todos eran fans del programa. Y hubo muchos actores y actrices que venían a hacer cosas con nosotros, y muchos extras. Los extras hicieron personajes como Flavio Pedemonti, Tito Cossa… eran personajes que los hacían extras de televisión. Mucha gente del sindicato de extras trabajó con nosotros, y hasta Julio César, un luchador de Karadagian.

Y de nuevo estaba vigente el humor absurdo...

—Te repito que la clave del humor siempre está en la transformación de lo cotidiano, en convertir lo cotidiano en otra cosa. “Todo por dos pesos” siempre fue una parodia a los medios de comunicación, y después terminó siendo casi un circo donde desfilaban distintos personajes. Es decir, luego uno le empieza a encontrar la poética a ese mundo ficcional que uno inventa, porque es un mundo que prefiere al que vive todos los días uno. ¿No?

Yo te lo pregunto, o insisto, para una ubicación teórica del género. Hace cuarenta años, cuando Juan Carlos Mesa vino de Córdoba a Buenos Aires, quiso hacer el cambio de radicación de su auto y lo volvieron tan loco en la municipalidad, con tanta burocracia, que él creó el famoso sketch del arbolito, que era netamente una farsa... La farsa exagera algo defectuoso, pero la metáfora es reconocible. En cambio ustedes transitan el camino inverso...

—En “Peter Capusotto” y sus videos, por ejemplo, intentamos transformar algo reconocible para la gente, darlo vuelta, y que eso termine siendo un disparate. Porque uno trabaja mucho con eso. Con modificar la realidad permanentemente, convertirla en otra cosa. Yo lo grafico pensando en un tipo que está acariciando una mujer, diciéndole que la ama, en un lenguaje racional que todos conocen, y en un momento, sin querer, le mete un dedo en el ojo a la mina, mientras la acaricia, y la mina empieza a sufrir, y él le sigue diciendo que la ama, y el ojo empieza a sangrar... Eso es un poco lo que nos divierte, y no está en un ámbito de normalidad, porque la mujer debería interrumpirlo y decirle “Mirá, me estás lastimando”, y él darse cuenta de lo que está haciendo. Esto grafica un poco lo que es el humor absurdo en este caso.

Y por alguna razón el humor absurdo es visto como subversivo, como “de protesta”, cuando en realidad no es tan reconocible la protesta, pero es visto como peligroso... Especialmente durante las dictaduras, donde los militares no terminaban de entender lo que los “under” decían, pero, por las dudas...

—Sí, lo que pasa es que en esas épocas cualquier cosa era conspirativa, y había un plan sistemático e ideológico que excedía el tema del humor, se estaba atento a todo para ver qué era lo enemigo o lo aliado del ser nacional. Pero también han pasado cosas que no han decodificado, como la canción de los dinosaurios de Charly García. Está bien que, de pronto, el enemigo no era el rock, el rock era algo más a perseguir, pero el enemigo era el militante que iba a la villa, no el que iba a un recital de Charly García; esa era la segunda línea. Nosotros solo tuvimos problemas en el año ’95 con Peperino Pomoro, el personaje que hacía Fabio Alberti, de una fundación que era la Fundación Argentina del Mañana, asociada a grupos de la ultraderecha católica, que estaban ligados a empresarios que ponían publicidad en el programa y que amenazaron con quitar la publicidad si el personaje seguía. Nunca sabés del todo quién lo dijo, pero sí que son grupos cercanos al poder económico. Eso fue lo único cercano a la censura que vivimos.

¿Cómo nació el título del programa “Peter Capusotto y sus videos”?¿Surge de la unión del nombre de Pedro Saborido y tu apellido?

—No. Peter Capusotto se me ocurre estando en mi casa, porque me resulta gracioso; no sé por qué, la palabra Peter sumada a algo. Yo hacía un personaje en “Todo por dos pesos” que era Peter Conchas. Son nombres que aparecen y te causan gracia, y como el rock tiene su base idiomática anglosajona, esto de Peter que no pega con Capusotto, mezcla de inglés con italiano, se suma a esta mirada de nuestra argentinidad mezclada con algo que tiene raíces anglosajonas. A Pedro Saborido le dicen Peter, pero no lo había pensado por eso, aunque luego termina siendo el título de un programa cuyo concepto está hecho entre Pedro y yo. El cerebro del programa, el que termina ordenando todo y le da un marco, es Pedro. Pero salió “Peter Capusotto” porque para mí es ridículo Peter con Capusotto, y de golpe tiene una feliz coincidencia en que a Pedro le dicen Peter y yo soy Capusotto... Y, sin buscarlo, el título termina cerrando la idea.

¿Y la idea era buscar videoclips viejos y hacer humor en las presentaciones?

—La primera oferta viene de Daniel Morano, que maneja la Rock & Pop Televisión (donde nosotros grabamos el programa), y que le propone a Pedro hacer algo conmigo, para pasar videos en ese canal musical. Y cuando me lo contaron yo dije que me gustaría pasar la música con la que yo crecí, pero que hoy no difunden porque no está en el circuito comercial. Claramente yo deseaba pasar la música de esa época, sin descartar los ochenta, los noventa y lo que puede sonar ahora.

Pero había que conseguir los videos...

—Bueno, yo tengo un amigo con el que vamos a la cancha juntos desde hace quince años, que es Marcelo Iconomidis, alias El Griego, que tiene un archivo personal de videoclips, es muy melómano, y es el que pasa el material que se ve. También le consiguen videos, o los baja de internet. Y yo le comenté entonces a Morano que conocía a este muchacho que tenía esas grabaciones que a mí me gustaría pasar. Con Marcelo siempre hablábamos de esto, por ejemplo, qué cagada que hoy no se puede ver a Humble Pie, que yo los conocí en televisión a través de un video en plena dictadura, en el ’78, y hoy no lo pasan. Y esa fantasía de ver a esos grupos se terminó convirtiendo en real. Finalmente hicimos un programa de música y pasamos los videos que queríamos pasar.

Y los sketchs...

—Después se le agregó el lenguaje humorístico, y los folclorismos, y los personajes que están alrededor del rock y sus afectaciones, y lo paródico. Pero al principio iba a ser un programa de música, con la particularidad de que se iba a pasar música de grupos no conocidos hoy, y hasta grupos que inclusive no son conocidos por mí tampoco.

¿Pero vos te veías como conductor serio?

—No, no, al contrario, yo me veía con un presentador con ciertos giros propios de mi forma de hacer comicidad, y con una mirada paródica o irónica con respecto a lo que circula alrededor del rock. Después empezaron a aparecer los personajes. El programa empezó siendo conducido por mi alter ego, Peter Capusotto el Presentador de sus Videos, con cierta cosa del folclore del rock, como pasar canciones al revés, o la copita y comunicarse con espíritus de rockeros muertos, y después eso se fue haciendo una bola donde empezaron a aparecer personajes con vida propia que exceden a Peter Capusotto.

Y el programa se transforma en un ciclo humorístico... la gente lo ve para reírse... Me refiero a distintas generaciones...

—Yo creo que sí, porque, por un lado, redescubre bandas que no se pasan en televisión porque no están dentro del circuito comercial, y se revela una época de la música; y, por otro lado, mezcla lo ficcional con lo documental.

El programa recala luego en Canal 7 y se emite una sola vez por semana, los lunes a la noche. ¿Es muy complicado hacerlo diario?

—Si lo hiciéramos de media hora podría ser, pero hacerlo de una hora es muy difícil. Es muy difícil llenar una hora con ficción todos los días. Es un imposible. Comenzás a trabajar con fórmulas, te empezás a repetir de una manera alarmante. Uno siempre trabaja con una fórmula que ya conoce y que sabe que llega a la gente, pero si no tenés un cierto descanso para sentarte y poder mirar un poco más de la fórmula... A mí no me interesa que salga todos los días, todo lo contrario, me parece que si el programa genera una cosa de cierta ritualidad, en que uno está esperando toda la semana para verlo, es mejor. Hoy el programa lo produce Rock & Pop TV con Canal 7. Cuando salió al aire, en el canal estaban Martín Bonavetti de gerente de programación y Rosario Lufrano de directora general. Ellos querían que volviéramos con “Todo por dos pesos” , pero no estábamos en condiciones de volver a hacerlo. Y, mientras se emitía en la señal de cable, Pedro me comenta que en Canal 7 querían tener el programa. Finalmente “Peter Capusotto y sus videos” recaló ahí. El 7 es un canal que, si bien se mantiene al margen con relación a los otros canales, en la mirada general, sin embargo, este programa se ve. El canal luego cambió de frecuencia, del 6 pasó al 15, porque también en algunos lugares de la Capital no se veía, o veías la imagen y escuchabas al Pastor Giménez, era muy gracioso, en lugares como Flores, Caballito. Ahora eso le pasa al canal Encuentro. Ponés el canal Encuentro y ves la cara de Cortázar y escuchás al Pastor Giménez diciendo que está por llegar Dios...

Hoy, si “Todo por dos pesos” quisiera burlarse de la televisión, tendría mucho material para parodiar...

—La tele de hoy está frenética. Siento que, cuando nosotros empezamos, hace quince años, la televisión era distinta. Por otro lado, es diferente cómo cada uno se va vinculando con la televisión. Quiero decir que, probablemente, el tipo que labura en una fábrica doce horas diarias se vincula con la televisión de otra manera, porque el televisor pasa a ser un electrodoméstico más que te saca de un estadio cotidiano que es triste. Me imagino que trabajar mucho y encima no ser bien remunerado no te da ninguna satisfacción y a veces la televisión suple eso... Es como un antidepresivo. Y es frenética en el sentido de que hay una necesidad todo el tiempo de repetir fórmulas y de que todo venda, obviamente, y que haya que prestar compulsivamente atención a todo.

En Canal 7 tal vez no te persiga la medición de rating minuto a minuto...

—Como espectador, encuentro cosas más interesantes en Canal 7; sin embargo, para la gran voz social, el Canal 7 no existe, y está asociado a los canales culturales que a su vez están asociados a lo aburrido. La intención de la televisión es ser como un dulce de leche que vos no puedas parar de comer, digamos. Pero el Canal 7 no tiene esa exigencia con el afuera, por eso podemos estar haciendo esto en Canal 7. Y pensá que nos han llamado del 13 y de América para hacer el programa... Y nos llaman porque hemos sido teloneros de Soda Stereo, y eso nos pone en una categorización de importancia, donde empiezan a decir: “Ah, ojo...”. O sea, ellos ven que hay una circulación de pendejos que ven este programa. Pero es una elección nuestra estar o no estar ahí. Ganar en autonomía o perderla un poco, porque la televisión siempre es una negociación constante... Y yo soy actor, y la televisión es el lugar menos genuino para actuar, hoy. La televisión también es un medio que no quiere arriesgar nada. Nosotros pudimos hacer los programas que hicimos en distintos canales en momentos de cambio históricos, cuando ese canal que nos aceptaba estaba a la deriva, se hizo una prueba, y eso terminó funcionando. Nosotros hemos sido siempre exitosos con solo cuatro puntos de rating en los programas, porque yo con Fabio voy a Rosario diez veces a hacer teatro y llenamos siempre la sala. Y eso nos pasa en todos lados.




Diccionario Básico de Diego Capusotto

AMIGA: Dícese de la mujer que tiene ese “no sé qué” que elimina toda intención de acostarse con ella.

AMOR A PRIMERA VISTA: Lo que ocurre cuando se encuentran dos personas poco exigentes y excepcionalmente calientes.

ATRACCIÓN: Asociación entre calentura y una persona en particular.

BANQUERO: Un tipo que te presta su paraguas cuando hay sol radiante y te lo reclama cuando empieza a llover.

BOY SCOUT: Un niño vestido de estúpido, comandado por un estúpido vestido de niño.

CANDIDATO: Persona que obtiene dinero de los ricos y votos de los pobres para protegerlos a unos de los otros.

CONFIANZA: Vía libre que se da a una persona para que cometa una serie de barbaridades.

CONSULTOR: Alguien que te saca el reloj de tu muñeca, te dice la hora y te cobra por ello.

CURA: Persona al que todos llaman padre menos sus hijos, que lo llaman tío.

DESILUSIÓN: Cuando el bonito trasero no coincide con la espantosa cara.

DIPLOMÁTICO: Es quien te dice que te vayas al carajo de un modo tal que te sientes ansioso por empezar el viaje.

ETERNIDAD: Tiempo que pasa desde que acabaste hasta que la dejaste en su casa.

FÁCIL: Dícese de la mujer que tiene la moral sexual de un hombre.

HOMBRE: Aquel individuo humano que durante sus primeros nueve meses de vida quiere salirse del útero y el resto de su vida intenta entrar en él.

INDIFERENCIA: Actitud que adopta una mujer hacia un hombre que no le interesa, que es interpretada por el hombre como “se está haciendo la difícil”.

INFLACIÓN: Es tener que vivir pagando los precios del año próximo con los sueldos del año pasado.

INTELECTUAL: Individuo capaz de pensar por más de dos horas en algo que no sea sexo.

LAMENTABLE: Hombre con una erección que camina hacia una pared y con lo primero que la toca es con la nariz.

LENGUA: Órgano sexual que algunos degenerados usan para hablar.

MODESTIA: Reconocer que uno es perfecto sin decírselo a nadie.

MOLESTA: Persona que habla cuando uno desearía que escuchase.

MONÓGAMO: Polígamo reprimido.

NINFÓMANA: Término con el cual un hombre define a una mujer que desea tener sexo más a menudo que él.

PESIMISTA: Optimista con experiencia.

SWETTER: Prenda que usan los niños cuando la madre tiene frío.

SUPERMODELOS: Evidencia de que todos los demás estamos mal hechos.

TRABAJO EN EQUIPO: Posibilidad de echarles la culpa a otros.

URÓLOGO: Especialista que te mira el pene con desprecio, te lo agarra con asco y te cobra como si te lo hubiera chupado.



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