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La dignidad del artista popular

Carta del guitarrista tucumano, Juan Falú

Enviado: noviembre 08, 2005

Acerca del premio que le fuera otorgado por la Fundación Konex. Reproducimos el texto por considerarlo casi un manifiesto cerca de algunos aspectos de la llamada cultura popular.

Dr. Luis Ovsejevich
Presidente Fundación Konex
Hace aproximadamente un par de meses le envié un correo manifestándole satisfacción y honra por haber sido distinguido con el Premio Konex junto a Liliana Herrero en la categoría Grupo Folklórico.
Transcurrido este tiempo he reflexionado sobre esta distinción, en lo que a mi se refiere, y deseo compartir con usted algunas ideas, conciente de que el espíritu crítico alimenta al pensamiento y a la creatividad.
Quisiera entender los criterios del Gran Jurado para premiarme en la categoria Grupo Folklórico de « la década » 1995-2005, cuando en realidad durante esa década y tres décadas anteriores más, vengo siendo un solista empedernido.
Haciendo la salvedad de que mantengo en altísima estima el trabajo realizado junto a Liliana Herrero, y de que me anima mucho más la reflexión que una reivindicación personal, sigo.
Recuerdo muy bien que en los años 60’ y 70, antes de una suerte de descaracterización de la cultura nacional –tema que bien merece reflexiones aparte y profundas-, en los populares y queridos festivales de folklore que se alimentaban más de delegaciones provinciales que de artistas famosos, la categoría de « solista » era tan respetada y protegida que aquellos que teníamos la honra de cualquier distinción en la misma, éramos respetados y protegidos.
No era para menos. El solista –sobre todo de folklore- constituyó una contundente entidad en la historia del arte nacional.
Los emblemas: Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú.
Sobran las palabras, aunque vale la pena recordar algunos de sus significados. Representaron, en su soledad, una síntesis del arte colectivo, de la memoria del pueblo, de sus canciones, sus sonidos, su palabra.
La soledad del solista era tan grande y llenadora del espacio escénico y del alma popular, que concentraba en ese estar sobriamente solo, una de las experiencias mas dignas que se recuerden de la estética nacional.
Portadores de una cosmovisión argentina y universal del arte, los solistas nos demostraban que el todo es más que la suma de las partes: al mismo tiempo compositores, intérpretes, decidores, arregladores, forjaron una estilística típicamente argentina, que logró aplausos unánimes por el mundo y que pareciera correr peligro de extinción bajo los criterios de hoy.
Un gran ejemplo de este peligro es Cosquín, pues su escenario tiene el nombre del arquetipo del solista, pero hace años que por allí el solista ha perdido presencia.
Desde la misa que significaba un recital de Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Carlos Di Fulvio, Jorge Cafrune o Suma Paz, a la histeria fervorosa que suscitan los actuales protagonistas de Cosquín en comunicación con un público al que no debiéramos coartarle la posibilidad de « volver a misa » y en sintonía con promotores del espectáculo que lucran con tal histeria, se nota patéticamente el estrago de la cultura nacional en las últimas décadas.
¿Qué categoría de solista reivindica el Gran Jurado Konex cuando elige los solistas de la década?
Por supuesto, jamás caeré en la necedad de cuestionar jurado y premio por no haber resultado premiado, pero debo señalarle que aparecen nominados como solistas grandes artistas que suelen presentarse en o como grupos y, vaya paradoja, a un solista como el suscripto se lo distingue en la categoría « grupo folklórico ».
No puedo dejar de experimentar una sensación de que amontonaron músicos y categorías, ni de ver a éstas relativizadas como si de lo que se tratase fuese premiar a 100 artistas de la década, « caigan donde caigan ». Así, podría señalarle que nominan como compositores a artistas más inspirados en la interpretación que en la composición. Sin ser cazador, pienso que no siempre que se dispara al bulto se cobran las mejores presas.
Debo decirle que, atento a mis reflexiones, ser premiado como « grupo » tiene una carga tal de ironía y –porqué no, de injusticia- que sería mas cómodo sobrellevar la situación de no figurar en premio alguno.
Ya me imagino yo mismo como jurado –que lo fui y de innúmeros concursos- seleccionar una juntada esporádica del tipo de la de Eduardo Lagos con Jaime Torres como grupo de una década, despreciando, por esa misma elección, la inmensa figura de cada uno de ellos como solistas.
En tales condiciones el premio se asemeja al castigo. Y no tome usted esta apreciación en el sentido personal, como si yo mismo fuese el « castigado ». Se asemeja al castigo de la propia categoría, la bien amada del solista.
Hay muchos, muchísimos colegas que merecen reconocimiento en esta categoría y, como podrá imaginarse, la mayoría de ellos pertenecen a las siempre marginadas provincias argentinas.
Son los solistas que ahora pasaron a estar solos pero sin escenario y sin premios, olvidados como sus propias tierras.
Sinceramente lamento que el Gran Jurado de un premio revestido de seriedad y del que siempre esperamos una función de contrapeso a las frecuentes idioteces del espectáculo nacional, se olvide de algunos solistas como Oscar Alem, Miguel Martínez (y si fueron distinguidos anteriormente, pido disculpas por la apreciación), de grupos como Rudi y Nini Flores o trayectorias como las de Ramón Navarro. Y qué podríamos decir de los olvidos del Pato Gentilini, Rolando Valladares, Pepe Núñez, Hermanos Núñez y tantos más que no son portadores de fama local pero andan dando clase por el mundo como Jorge Cardoso, Ricardo Moyano, Tata Cedrón o Mosalini. Y qué de lois que se fueron siendo auténticos protagonistas de la década en cuestión, como Oscar Cardozo Ocampo, Chacho Muller o Mamadera Aragón.
La lista del olvido es larga, incluyendo a compositores como Jorge Marziali, Carlos Marrodán, Ramón Ayala, Coqui Ortiz ; guitarristas como Carlos Moscardini, Quique Sinesi o Ernesto Méndez (que, vaya casualidad, tocan más bien « lento »), pianistas como Lilian Saba y Nora Sarmoria, percusionistas forjadores de escuelas, arregladores como Roberto Calvo y tantos que uno no conoce porque adquirir el conocimiento o recuperar la memoria no fueron nunca tareas de uno solo, sino más bien una construcción colectiva como, por ejemplo, la que podrían garantizar una institución o un jurado.
Verá fácilmente que usted mismo ha de desconocer muchos de estos nombres. No es su culpa, pero es desconocimiento. La lógica indicaría que usted, por ejemplo, no podría ser jurado Konex y que un jurado Konex no debería ser un « desconocedor ».-
Hay en estos tiempos una pésima moda de la sensibilidad que la lleva al terreno del mal gusto: determinar como « mejor » a aquel que ocupa más espacio mediático o complementa su arte con recursos paralelos como la construcción de un personaje (lo que, por otra parte, abre espacios mediaticos). No digo con esto que mis colegas nominados o que el Gran Jurado de los Konex incurran en este terreno, pero lo señalo porque esa es la única explicación de que, en estos tiempos, muchos de los mas talentosos artistas nacionales sean marginados de la mayoría de los premios en boga, por el solo hecho de portar sobriedad.
Tambien lo señalo porque debería ser condición de todo jurado el conocimiento más pleno posible de lo que se hace en esta tierra, independientemente de la propaganda que merezca ese quehacer. Si hasta pareciera que en la conformación de los jurados de casi todos los premios vigentes, obrara la compulsión de integrarlo con artistas también mediáticos ; y todos sabemos que se puede ser mediático y apto, pero el solo carácter mediático no es garantía de solvencia, menos en estos tiempos.
Finalmente, ya que reparé en premios a ciclos o eventos como el dignísimo Jazzología, le recuerdo a usted, a Konex y al Gran Jurado que, justamente durante la década considerada, cumplió once años el mayor encuentro de guitarras del mundo.
Me refiero a Guitarras del Mundo, por respeto a los casi 200.000 amantes de la guitarra y los miles de guitarristas que la honraron en la década, escuchándola o tocándola. Soy optimista y creo que en el 2015 Guitarras del Mundo estará de pié, como para ser tenido en cuenta por el Gran Jurado del futuro si, con diez años de plazo, aprendemos tal vez a valorar lo que se hace desde las entrañas de un país que muchas veces no miramos.
En fin, lo que quiero decirle es que no me honra estar incluído en el « disparo al bulto de los 100 », que solamente acepto la mención Konex como « grupo folklórico » por respeto al trabajo realizado junto a Liliana Herrero, y que me va a resultar sumamente contradictorio asistir a los actos a que fuí invitado.
Voy a ejercer una militante ausencia en solidaridad con los solistas que, pese a todo, no estamos solos.
Atentamente
Juan Falú, 2 de septiembre de 2005

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