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el trabajo en el capitalismo

El trabajo era el vehículo que debía darnos las satisfacciones. Esa idea de progreso y de confianza en la historia es lo que se ha derretido. Lo importante hoy en día ya no es acumular en función del trabajo realizado, porque ya no representa el fundamento ético de la sociedad ni el eje ético de la vida individual.
Hoy en día la principal fuente de ganancia son cada vez más las ideas. Las ideas se producen una vez y luego siguen generando riquezas en función del número de compradores/clientes/consumidores y no en función del número de personas contratadas e involucradas en la reproducción del prototipo.
El inglés Robert Reich clasifica las principales actividades económicas en cuatro categorías:
1.     Los manipuladores de símbolos, gente que inventa ideas y los modos de hacerlas deseables y atractivas para el mercado.
2.    Los encargados de la reproducción del trabajo (educadores y diversos funcionarios del Estado)
3.    Las personas que se ocupan de brindar servicios personales, que requieren un encuentro cara a cara con los destinatarios del servicio prestado.
4.    Por último, los vendedores de productos.
El mundo actual es el mundo del desempleo estructural, donde nadie puede sentirse ni seguro ni a salvo. No existen habilidades ni experiencias que, una vez adquiridas, garanticen la obtención de un empleo y, en el caso de obtenerlo, éste no resulta duradero.
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   «HOVSTAD.- ¡La mayoría siempre tiene la razón!
     DOCTOR STOCKMAN.- ¡No! No la tiene nunca. Eso no es más que un engaño. ¿Quiénes constituyen mayor número en la sociedad, los estúpidos o los informados? Espero que me concedan que los primeros, lo cual no me parece suficiente razón para que manden».
Henrik Ibsen
El enemigo del pueblo
Según parece en tiempos no muy lejanos lo normal será que cualquiera se case cuatro veces: el primero será un matrimonio de prueba con sus consecuentes desilusiones; el segundo, que ocupa más tiempo que los demás, el que hará padres a la pareja; el tercero el centrado en uno mismo y donde se cumplen metas personales y el cuarto, cuando se tiene suerte, el que se establece sobre un “vínculo espiritual” basado en afinidades.
 
   El Capitalismo ha penetrado en todos los intersticios de la individualidad, la subjetividad y la cotidianeidad, convirtiendo la pulsión de ganancia en el valor más alto del hombre, en razón de ser en el mundo. Esta época esta signada por el número , lo económico, vuelta cosa, el homo Oeconomicus .
 La sociedad rica que vive en una pequeña parte del globo, revela con angustia que la escasez fundante de la teoría y práctica económica, se ha convertido en escasez global, escasez inducida por el crecimiento económico: una escasez antinatura .
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Habiendo sido colocados en posición de testigos que ven cómo se hace el mal, pero que no hacen nada para evitarlo, ni siquiera para prevenirlo, se nos ha privado de la excusa más común para la conciencia culpable: el "yo no lo sabía". La única excusa que queda es la que se apoya en la impotencia: "haga lo que haga no servirá de nada". Es una débil excusa, pero convincente incluso para nosotros mismos. Sospechamos de que lo que hagamos o dejemos de hacer importa.
En este intercomunicado planeta dependemos unos de los otros, y lo que se hace en una parte del globo tiene un alcance muy superior a la visión e imaginación de sus actores. Somos, responsables de la situación de los demás. Lo que ocurre es que no sabemos qué significa asumir esa responsabilidad. Debemos luchar por lograr que nuestras preocupaciones e intuiciones morales reviertan en unas condiciones más decentes para la humanidad, haciendo al mundo más acogedor para la atención mutua y la solidaridad.
Estamos en una era de experimentaciones, de ensayos y error. La mayoría de las consecuencias de la globalización acelerada no han sido previstas y todavía debemos aprender las habilidades sociales necesarias para hacerles frente y dominarlas.
Una comunidad, para merecer tal nombre, debe apoyarse en la idea de que sus miembros asumen una responsabilidad compartida por cada cual. No puede haber una comunidad sin un sentido y una práctica de la responsabilidad. La capacidad de carga de los puentes se mide por la fuerza de sus pilares más débiles, la solidaridad de una comunidad se mide por el bienestar y la dignidad de sus miembros más débiles.
 
 En los años setenta, se hablaba de las burguesías de los llamados "países imperialistas", a diferencias de las burguesías de los países "periféricos" estas sí eran nacionales. Pero hoy, en la era de la globalización, supuesta "fase superior del imperialismo", no hay burguesías nacionales en ninguna parte del mundo. La burguesía se ha transformado, en virtud de su propia globalización, en una clase extranacional, extraterritorial,  espacial, intergaláctica : global. El capital ha alcanzado su condición más abstracta posible: su globalización. Ya no obedece dictámenes nacionales ni estatales; es un capital deslugarizado. En consecuencia, la "clase" del capital, la burguesía, también ha entrado en un proceso de transformación y, las que ayer fueron impetuosas clases nacionales, también se han globalizado.
Ahora los Estados son simples ficciones, en el marco de una globalización económica que no pueden controlar y que por la cual serán controlados. Libre de todo espacio, el Capital se liberará también del tiempo y transformará a los habitantes de este planeta en multitudes de vagabundos y que no saben de donde vienen ni a donde van. El tiempo,  será, de ahora en adelante, una simple noción virtual, regulada por la TV y otros medios de comunicación. Globalización lleva a la fragmentación de la realidad y sus espacios y a la consiguiente difusión del tiempo.
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En la era de la masificación, el mundo se ha convertido en una gran pesadilla. Se levantan muros en las fronteras, se acude a la separación territorial, se blindan los conjuntos residenciales. En la era de la información se entra a la Internet, se accede al mundo por televisión, se habla por celular, pero las puertas de las casas están cerradas, las puertas de los cuartos están cerradas y la desconfianza levanta muros frente al que nos es ajeno. En este mundo acorazado crece una y otra vez el amor, con su amenaza de dependencia y su petición de libertad. La razón  comienza su batalla por poseer y no ser poseída. Por eliminar todo lo que es intuición, pulsión o instinto. El tedio que anuncia la palabra “siempre” se opone al temor a la soledad que engendra la expresión “volver a intentar”.
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