tiempos modernos
Los actuales Estados- Nación imposibilitados de desempeñar sus papeles tradicionales los ceden a las fuerzas del mercado o las dejan abiertas a la iniciativa y a la responsabilidad individual. El resultado final es el sentimiento generalizado de que cada uno de nosotros está por las suyas, de que nada se gana uniendo las fuerzas y preocuparse por una buena sociedad es una pérdida de tiempo: es el debilitamiento de la solidaridad social con la consecuente fragilidad de los lazos humanos.
La nuestra es una sociedad crecientemente individualizada, en la cual el ser competitivo, más que solidario y responsable, es considerado clave para el éxito. Y dado que la felicidad de larga duración, la felicidad que crece en el tiempo gracias a su cultivo cuidadoso y paciente, es concebible sólo en un entorno predecible y en el que se respeten las normas, la búsqueda de momentos felices o de éxtasis episódicos está tendiendo a reemplazarla. La felicidad es vista como momentos, como encuentros breves, más que como un derivado de la consistencia, la cohesión, la lealtad y el esfuerzo a largo plazo que sostenían la mayor parte de los filósofos modernos.
En un ambiente como el actual necesitamos amigos más que en ningún otro momento del pasado. La amistad es un tango para dos y requiere de un compromiso firme y permanente, que nos puede atar las manos en caso de que la situación cambie.
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Antes de que fuéramos modernos, no sobraba nada: la basura era abono. Tampoco sobraba nadie: todos tenían algo que ofrecer.
Pero llegó la modernidad, la industria que ya no reciclan ni integran, sino que generan basura material y basura humana. Si no les sirves para producir, eres un vago y, junto con los enfermos y ancianos, devienes estorbo. Todos estamos o produciendo basura o en trance de convertirnos, tarde o temprano, en basura humana.
Hoy se fabrican automóviles para que seis meses después de salidos de fábrica sean viejos. Porque la lógica de la modernidad es generar desperdicios, una lógica que culmina en la histeria de la moda y que te obliga a tirar ropa o muebles en perfecto estado. La modernización siempre es compulsiva, no es racional, aunque la disfracen de razonable cuando nos la venden o nos la imponen. El capital siempre está creando un nuevo orden moderno que sustituirá al anterior siempre anticuado. La modernización compulsiva afianza el dominio de una minoría que decide la modernidad. Al imponer el cambio del sistema, esta minoría deja fuera a los que no encajan por demasiado viejos o demasiado jóvenes, o demasiado tontos o demasiado listos...
Pero llegó la modernidad, la industria que ya no reciclan ni integran, sino que generan basura material y basura humana. Si no les sirves para producir, eres un vago y, junto con los enfermos y ancianos, devienes estorbo. Todos estamos o produciendo basura o en trance de convertirnos, tarde o temprano, en basura humana.
Hoy se fabrican automóviles para que seis meses después de salidos de fábrica sean viejos. Porque la lógica de la modernidad es generar desperdicios, una lógica que culmina en la histeria de la moda y que te obliga a tirar ropa o muebles en perfecto estado. La modernización siempre es compulsiva, no es racional, aunque la disfracen de razonable cuando nos la venden o nos la imponen. El capital siempre está creando un nuevo orden moderno que sustituirá al anterior siempre anticuado. La modernización compulsiva afianza el dominio de una minoría que decide la modernidad. Al imponer el cambio del sistema, esta minoría deja fuera a los que no encajan por demasiado viejos o demasiado jóvenes, o demasiado tontos o demasiado listos...
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