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Paz en Medio Oriente

Guerra Medio Oriente

Por Noé Jitrik

Empezar una reflexión sobre el conflicto árabe-israelí con una frase de Macedonio Fernández puede parecer un sarcasmo o, al menos, una ironía. Pero tiene sentido si se la lee con atención: "Lo más importante de todo es el saber Gobernar Poco, pues no hay que perder la esperanza de que alguna vez Nadie Gobierne".

Quiere decir, nada menos, que el gobernar mucho es cosa de "alguien" y, en consecuencia, si eso no es importante, pues lo importante es el "nadie Gobierne", es también cosa de muchos y esos muchos configuran el Estado. De modo que en esta lectura el mal es el Estado y, al mismo tiempo, siendo realistas (¿lo era Macedonio?), es imprescindible.

Pero ni tan mal ni tan bien ni tan imprescindible: sólo tiene el peso de lo real cuyo sentido, en teoría, es procurar el bien de esos muchos, o sea de los individuos. ¿Lo logra? En muchas ocasiones el Estado, hacia adentro, aplasta al o a los individuos; en otras, hacia afuera, entiende que los otros Estados son un mal absoluto cuyo objetivo es destruirlo. A veces las dos cosas se reúnen: para sostenerse y defenderse debe, por un lado, aplastar a los individuos cuyo bien deben procurar y, por el otro, aplastar a otros Estados respecto de los cuales teme las agresiones o sea que las inventa para consolidarse.

Y si éstas son razones, que Hegel no aceptaría, se podría clasificar a los Estados en más o menos mal para adentro, o sea cuán protectores sean de los sujetos, o más o menos mal para afuera, o sea cuán agresivos puedan llegar a ser. Depende, desde luego, de los fundamentos de su constitución y eso hace las diferencias, relativas por supuesto, ya que ni su imprescindibilidad ni su maldad, y a veces su bondad, alteran su índole, de la cual se puede esperar cualquier cosa; la historia lo muestra con generosidad.

Así, por ejemplo, una cosa es si el Estado resulta de una asociación de hombres libres, vinculados solamente por un común deseo de que lo que se haga pueda ser generalizado con el menor daño posible tanto para los de dentro como para los de fuera, y otra muy diferente, si su fundamento es un presupuesto de identidad, de raza o de religión, lo que se conoce como fundamentalismo, para sostener el cual, bien pueden los individuos ser sacrificados o los otros Estados destruidos. Por esa razón, es previsible que todos los Estados de origen fundamentalista actúen de manera similar, opriman a quienes adentro no compartan ese fundamento y combatan sin piedad a los que, afuera, apelan a un origen basado en otro fundamentalismo.

Es lo que está ocurriendo, creo, en Medio Oriente, aunque pareciera que un solo Estado está involucrado, el de Israel, mientras que enfrente sólo hay un cúmulo de reivindicaciones que pareciera que deben tender a constituir un Estado, no a otra cosa. A menos que lo que está ocurriendo, me resisto a creerlo, sea un elemental enfrentamiento a-ideológico, sólo religioso, o racial, o étnico de tal magnitud que todo "otro" es visto no como alguien con quien hay que llegar a un acuerdo sino como un enemigo a destruir, de acuerdo con las leyes que determinan la existencia de los Estados. O a menos que, y también me resisto a creerlo, se trate sólo de un megaconflicto de naturaleza económica según la cual uno de esos Estados defiende una causa perversa, a saber la posesión de poderosas fuentes energéticas por otro Estado, que lo protege; y el otro, o lo que llegaría a ser un Estado, está empeñado en una causa altruista, desinteresada o, en el mejor de los casos, de defensa nacionalista de bienes propios.

Por esa razón, lamentarse de que tan luego los judíos, que tanto han sufrido a lo largo de la historia, lleven a cabo operaciones militares de gran crueldad es un producto de una vulgar mala conciencia y en consecuencia una falsedad: quien ejecuta tales operaciones no son "los judíos" sino un Estado que actúa con una lógica de Estado y no una comunidad que, teóricamente, debería estar destinada al bien supremo dados los fundamentos que les dan identidad; los judíos, como los islámicos y otros especímenes, son sólo seres humanos cuyas razones para actuar son tan sublimes como miserables, todos sin excepción: lo peor y lo mejor en un solo envase humano. Invocar, por lo tanto, la excepcionalidad tanto de árabes como de israelíes es hacer racismo al revés, es fomentar un sentimiento tremendamente difundido acerca de modos de ser que los habrían hecho eliminables desde las ópticas más repugnantes que ha conocido la humanidad. En otras palabras, exigirles comportamientos especiales fuera de una lógica de Estado, de bien común y de convivencia, es demasiado, en un conflicto de excepcionalidad contra excepcionalidad nadie puede ceder y, sin embargo, ceder es lo que corresponde.

En suma, no es por árabes que los palestinos atacan a Israel sino por su voluntad de constituirse en un Estado capaz de enfrentarse al Estado de Israel; no es por otra razón que se han resistido, muchos de ellos, a admitir la existencia misma del Estado de Israel y se empeñan en atacarlo aunque no logren todavía destruirlo. No es por judíos que los israelíes atacan a Hezbolá o a Hamas sino porque no encuentran otro medio de conjurar el miedo a un Estado posible que atacarlos con todo lo que tienen. Frente a cada situación concreta podrían actuar de otro modo pero no lo hacen, la imaginación es sustituida por el furor así como les falla a los Hezbolá o Hamas si es que éstos quieren obtener la constitución de Estados racionales que puedan tener relaciones sensatas con los demás, incluido Israel.

Pero en numerosos observadores de esos cruentos enfrentamientos predomina la técnica de la toma de partido; o creen ciegamente que Israel actúa bien y que los árabes son sólo un obstáculo y no que forman parte del conflicto ni que sean víctimas de él, lamentables –niños, ancianos, mujeres, civiles, hospitales, caminos– en el mejor de los casos, o creen que Israel actúa mal porque ha renunciado a la memoria de un sufrimiento ancestral y debe, frente a un ataque, por suicida o por misil, admitir su culpa, desgarrarse las vestiduras, "comprender" y poner la otra mejilla puesto que su religión los obliga a ser piadosos. ¿Se le exige lo mismo al Islam? Así el conflicto no tiene salida, no es distribuyendo adhesiones que se la encontrará; es increíble pero sucede: ciertos fundamentalismos son vistos con benevolencia y otros no, aunque sus comportamientos y fines, por más antagónicos que se presenten, sean equivalentes y paralelos.

En conclusión, no parece que hubiera otra salida que ceder, cada parte, y soportar la idea de que se trata de Estados, en un caso de sobrevivencia, en el otro de constitución. Mientras no se llegue a ese punto y no aparezcan en el horizonte recíprocas concesiones proseguirá el terrible espectáculo de poblaciones destruidas, de incontables muertos y heridos de ambas partes. Y, lo peor, quedará deteriorado por mucho tiempo el futuro, se habrá de "perder la esperanza de que alguna vez Nadie Gobierne". O, si los respectivos dioses así lo quieren, no quedará nadie para gobernar.

 

Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv

"La guerra sólo fortalecerá a Hezbolá", dice Dov Jenin, diputado judío del Frente Democrático por la Paz y la Igualdad (Hadash), una fuerza de izquierda árabe-judía. Jenin se autodefine como "patriota israelí que cree que el futuro de mi pueblo no se consigue mediante la destrucción de los pueblos vecinos sino con el esfuerzo de llegar al diálogo, la paz y la vida en conjunto".

–Su crítica a la guerra no se dirige solamente a cómo está siendo desarrollada, o a su "desproporcionalidad", sino que se expresa a través de una oposición ideológica a los postulados que la justifican. ¿Puede explicar su postura?

–Sí, yo pienso que la segunda guerra del Líbano, exactamente con la primera, es un paso que nos conducirá a pésimos resultados. Esta guerra, en principio, no es capaz de conseguir ningún resultado positivo. No conseguirá la liberación de los soldados israelíes secuestrados, que fue la causa primera por la que Israel salió a la guerra. Está claro, como lo estuvo desde un principio, que la única vía para lograr su regreso a casa será la negociación. Hablan de la eliminación de las Katyushas, pero la verdad es que hoy todos reconocen que no es posible eliminarlas por medios militares sino que es un objetivo cuyo logro exige un acuerdo. Hablan de la eliminación de Hezbolá: esta guerra sólo lo fortalecerá. De hecho, la primera guerra del Líbano provocó la creación de la organización proiraní, que no existía antes de la guerra. Y esta segunda guerra lo convertirá en la fuerza hegemónica en el Líbano. Ya estamos viendo su gran fortalecimiento. Le recuerdo que antes de la actual guerra se hablaba en el Líbano del desarme de Hezbolá y el único motivo por el cual no se logró fue la discusión en torno de las granjas de Sheeba (a los pies del Golán). Yo sostuve que Israel no tenía ninguna necesidad de retener esa pequeña porción de territorio carente de importancia y que la renuncia a éste pudo haber colaborado al desarme de Hezbolá. Pero no tomaron ese camino sino el contrario, una opción que es parte inseparable de la concepción ideológica del gobierno de Ehud Olmert. Ella se resume en el slogan "no hay partner", desechar la negociación política con los factores moderados en el mundo árabe y en el mundo palestino, como el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Abu Mazen. Cuando no se promueve durante tanto tiempo la opción política, el resultado será finalmente la explosión militar. Esta guerra conduce a Israel a una catástrofe, y cuanto más se prolongue, la catástrofe será más profunda e irreparable. Por otro lado, esta guerra está muy vinculada con el interés norteamericano de organizar un nuevo orden en el Medio Oriente. Yo me opongo a que paguemos con sangre israelí la cuenta que los norteamericanos les quieren cobrar a los regímenes y a las fuerzas que no obedecen sus imposiciones.

–¿Cómo explica lo que sucedió en el poblado libanés de Qana?

–Fue una matanza terrible de personas inocentes, y totalmente previsible. Cuando se imparten instrucciones según las cuales no hay que considerar –y está permitido atacar también– a la población en cuyo seno se encuentran los milicianos de Hezbolá, el resultado será el tipo de tragedia que ocurrió en Qana. Tampoco es la primera vez que esto ocurre en el mismo poblado, ya pasó allí en el pasado y también fue tan terrible y previsible.

–En 1996, la muerte de 100 refugiados provocó el alto al fuego casi inmediato y el fin de la operación "Viñas de Ira" del ejército israelí. Ahora, el cese de fuego aún no se vislumbra. ¿Qué ha cambiado?

–En 1996, la administración norteamericana de Bill Clinton, ante la presión internacional, dio marcha atrás y retiró su apoyo al operativo israelí. Hoy nos debatimos con la administración de Bush, cuya estrategia política consiste en dirigir el mundo mediante la fuerza en muchos lugares, incluidos Israel y el Líbano. En nuestro caso, el gran problema es que los israelíes pagan con su sangre, junto con la sangre de los libaneses y los palestinos, por la voluntad y el interés del gobierno de Bush.

–¿Cuál sería la alternativa para enfrentar la amenaza violenta de los regímenes y los grupos islámicos fundamentalistas?

–La alternativa no es la guerra. La guerra es el camino más seguro para fortalecer el extremismo dentro del mundo árabe. Para fortalecer a los moderados en el mundo árabe hay que tomar el camino contrario. Hay que hacer un cese de fuego ahora, iniciar inmediatamente negociaciones diplomáticas en todos los frentes, en el Norte, el Oriente y el Sur, con el objetivo de alcanzar un acuerdo de paz integral en nuestra zona, pues sólo una paz integral será una paz verdadera. Ello implica iniciar el diálogo con el Líbano, Siria y, por supuesto, con los palestinos. En los últimos dos años hubo muchos indicios por parte de Siria que, primero Sharon y luego Olmert, optaron por ignorar sólo porque los norteamericanos les impartieron instrucciones para no tomarlos en cuenta. La paz integral debe basarse en la conversión de la Línea Verde, es decir los límites previos a la guerra de 1967, en la frontera de una paz verdadera. Se trata de algo posible dado que es la única vía que todavía no ha sido transitada. Se han probado todos los demás caminos: la gran anexión, ahora probaron la vía de la pequeña anexión. Con la retirada unilateral de Gaza, Ariel Sharon hizo todo lo posible para debilitar a Abu Mazen y, de este modo, permitió que Hamas realizara su campaña electoral en Gaza y Cisjordania bajo la consigna "Tres años de lucha armada derrotaron a quince años de negociaciones". Sharon hizo todo lo posible para ayudar a Hamas en su campaña. Ahora, el gobierno de Olmert hace todo lo posible para fortalecer a Hezbolá y jugar a su favor.

 

 

 

 

Por Pedro Lipcovich

¿Puede homologarse la política del Estado de Israel a la del Estado nacionalsocialista alemán?

Sólo parcialmente. Los bombardeos indiscriminados sobre ciudades y población civil fueron practicados también por los aliados en la Segunda Guerra Mundial, señaladamente sobre la ciudad de Dresde, y por Estados Unidos contra Japón y Vietnam. Si bien Israel practica sistemáticamente la tortura, la destrucción de viviendas y la limitación de movimientos a civiles en territorios ocupados, no ha recurrido hasta ahora al encierro concentracionario seguido de asesinato masivo.

- ¿Existen antecedentes en la historia y tradición judías que pudieran ser aplicables al actual conflicto?

La rebelión del ghetto de Varsovia, en 1943, podría aproximarse a las acciones de grupos palestinos contra el ejército israelí: en ambos casos, se trata de poblaciones confinadas en un espacio ocupado por el enemigo, bajo condiciones de hacinamiento, miseria y limitación de movimientos. Por otra parte, el antecedente más antiguo de atentado suicida se halla en la historia bíblica de Sansón, quien, en situación desesperada, derrumbó sobre sí y sobre sus captores los pilares del Templo.

- ¿Está en juego en el conflicto árabe-israelí una "ética judeocristiana" que se contraponga a otros valores éticos o culturales?

De ningún modo. En términos doctrinarios, el cristianismo se desarrolló en oposición a la concepción ético-religiosa judía y, en términos históricos, la persecución criminal antijudía fue constante en los países cristianos y, desde fines del siglo XIX, se exacerbó en toda Europa hasta llegar a su paroxismo en el Holocausto; por el contrario, la pacífica convivencia entre musulmanes y judíos ha sido una tradición milenaria en los países islámicos.

- ¿Cuál es entonces la perspectiva del apoyo activo de sectores fundamentalistas cristianos, poderosos en Estados Unidos, a la política del Estado de Israel?

La táctica de apoyo a un Estado judío en Medio Oriente se inscribe en una concepción milenarista que a largo plazo involucra, explícitamente, la desaparición del judaísmo. En la probable eventualidad de que el experimento fracase, previsiblemente los judíos quedarán una vez más librados a su suerte, que dependerá entonces de la posibilidad de una convivencia con el pueblo que está siendo victimizado por Israel.

- ¿La actual situación en Medio Oriente afecta la experiencia personal de los judíos en el mundo?

Sí. Toda política de Estado criminal implica un quiebre ético para los ciudadanos que la sustentan o la consienten y todo judío es, en virtud de la denominada Ley del Retorno, potencialmente un ciudadano de Israel. Dado que la ética no es un ornamento de la personalidad sino que se ubica en el núcleo constitutivo del psiquismo humano, es previsible que esta situación afecte disruptivamente, según la singularidad de cada sujeto, la experiencia personal de cada judío en el mundo.

- ¿Puede un judío en la diáspora tomar una perspectiva distinta de la del israelí ante la situación actual? ¿Debe hacerlo?

En la diáspora, el judío cuenta con más posibilidades para tomar una perspectiva distinta de la del que, en Israel, se halla sumergido en las emociones colectivas propias de un conflicto bélico. La obligación de actuar en función de una perspectiva crítica es de orden ético, es decir que el sujeto, lo admita o no, debe responder por ella.

- ¿Hubo quien de algún modo anticipara, antes de la creación del Estado de Israel, que se llegaría a una situación como la actual?

Sí. En 1942, en su libro La cuestión judía, así lo hizo el militante socialista Abraham Leon, nacido en 1920 en el ghetto de Varsovia. Leon fue asesinado por los nazis en el campo de exterminio de Auschwitz.

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