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Lo que pasa en Neuquen

Los últimos sucesos en la provincia de Neuquén obligan a algunas clarificaciones sobre la situación de la peculiar provincia nor-patagónica. Así que acá van algunas claves para comprender cómo se armó semejante represión por un reclamo salarial en una provincia que es, paradójicamente, rica:

 

Bandera de Neuquén1. Neuquén ha vivido desde siempre una política articulada alrededor de dos polos de intereses contrapuestos: los empleados estatales y los empresarios-cuentapropistas del sector privado. Es cierto que aquí, como en todas las provincias patagónicas, el empleo estatal es muy importante cuanti y cualitativamente, pero Neuquén cuenta con un importante sector empleador empresario que se arma alrededor del petróleo, el turismo, la construcción, la actividad chacarera. Muchos son pequeños empresarios, y también arrastran, simbólicamente e ideológicamente, a los pintores, albañiles, plomeros, mozos, empleados petroleros y demás. Este sector ve a los empleados estatales (maestros, médicos, enfermeras) como hijos del privilegio que cobran su sueldo todos los primeros, sin correr riesgos, con obra social, jubilación, etc., y además están permanentemente armando quilombo. Los empleados estatales entienden que los privados son todos burgueses capitalistas despreocupados por el bien común y que son, además, fachos. La amenaza de ATEN de cortar la ruta 22 significaba, además, impedir el traslado de turistas hacia la zona cordillerana: durante la semana anterior a la represión, las cámaras empresarias turísticas, gastronómicas, de transporte bombardearon los diarios regionales con solicitadas pidiendo represión. Pero acá hay una diferencia:

2. El cambio en rol del Movimiento Popular Neuquino. A diferencia de otros partidos provinciales (por caso, el bloquismo sanjuanino o el autonomista salteño) el MPN no se armó como un desprendimiento de un viejo partido conservador sino como una alternativa electoral del proscrito PJ. (Para el MPN, leer “La Creación de una Sociedad” de Cavarozzi y Palermo). En esta tradición, el MPN logró desde los sesenta hasta fines de los ochenta presentarse como una alternativa superadora que lograría representar los intereses de ambos polos opuestos, velando tanto por la salud del sector privado como la de los estatales. Además, con su onda neo-desarrollista, el MPN trataba (aunque más no fuera simbólicamente) a los estatales como la columna vertebral del aparato de desarrollo de la provincia. Sobisch alteró dramáticamente este balance, al presentarse abiertamente como el mejor representante de los intereses empresarios y al asumir un discurso antagonizante con los intereses estatales. El estado dejó se presentarse como un árbitro superior para pasar a ser el brazo armado al servicio de la “seguridad jurídica” en la provincia.

3. El armado represivo del sobichismo. Mario Wainfeld le pega en el poste al decir que “la policía de Neuquén tiene fama de ser violenta y despótica. No hay un modo fiable de compararla con la de otras provincias pero, seguramente, no se diferenciará demasiado de la media, en todo caso no ha de ser una excepción a la tendencia dominante. Será de las peores, sin desentonar mucho.” De hecho, ES de las peores. Y no sólo por la policía, sino porque Sobisch viene desde hace mucho reformando las leyes y las instituciones judiciales para reforzar el carácter represivo del régimen. Echó escandalosamente a los miembros del Superior Tribunal de Justicia y los reemplazó por socios y amigos, poniendo de presidente a su abogado personal. Sancionó una nueva ley de seguridad que le da al Ejecutivo la potestad de ordenar represiones sin orden judicial cuando esté “amenazado el orden público”. Intentó dar de baja a la ley de Minoridad y Familia, que era bastante de avanzada, y reemplazarla por una ley que criminalizaba la minoridad en riesgo. Y transformó a la policía provincial en una fuerza de choque que ya tiene varios heridos y por lo menos un muerto en su haber y que se especializa en reprimir manifestaciones sindicales. La gran diferencia es que los muertos anteriores fueron jóvenes, pobres y desocupados de los barrios periféricos neuquinos, mientras que ahora asesinaron a un profesor de secundario, es decir, del núcleo de la clase media provincial, y con toda alevosía frente a las cámaras.

4. La apuesta presidencial de Sobisch. Sobisch hizo en el 2003 el siguiente cálculo: Kirchner no duraba un año y salta por los aires. Menem estaba demasiado gagá para volver, y Reutemann veía cosas por video. Ergo, él estaba destinado a ser llamado por los sectores económicos al poder como la alternativa del partido del orden para sacar el país del caos. Tal proyecto, ya endeble para cualquiera que no partiera de adentro del PJ, se fue al demonio cuando el tiempo avanzó y Kirchner no se cayó. Ahora este proyecto está muerto. Pero hay que agradecer que se haya ilusionado, sino, es probable que Sobisch hubiera reformado la constitución en el 2005 con la reelección infinita.

 

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