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Las Corporaciones y sus politicos contra la naturaleza: GRR

EDITORIAL DEL DOMINGO 22 DE ABRIL DE 2007



Todos experimentamos estos días la certidumbre de vivir un tiempo acelerado.
Alguien nos dice: “los cambios son tantos que resulta difícil adaptar a
ellos la conciencia”, y otros nos lo repiten, y lo creemos.  Sí, resulta
arduo tratar de sostener el galope de los acontecimientos con la natural
comprensión de las cosas que pretendíamos tener antes, y del modo habitual
en que desearíamos continuar haciéndolo, cuando el fárrago de información y
de sucesos desbarata todo intento de metabolizarlo, de hallar coherencia y
consecuencia con los fundamentos de nuestro pensamiento, es decir: de hallar
la correspondencia lógica con lo que somos o nos definimos, en planos que
consideramos más fundamentales. Así, no nos sorprenden ya las incoherencias,
no nos detenemos a resgistrar una situación caótica, nos resignamos a que en
los discursos o en las opiniones políticas haya contradicciones gruesas
entre el universo de lo social y el de la ética, o acaso entre la ética que
se predica y las producciones que se nos proponen, y aún peor todavía, entre
lo que se hace habitualmente y lo que se dice, cuando se pretende dar a las
acciones, un envase presentable de palabras.



Quizá en estas horas de particular cambalache discepoliano, época de
zozobras interiores y de evidencias catastróficas y anticipaciones
apocalípticas, el esfuerzo de los que pretenden tener otra mirada, sea tan
solo el de ser leales a mandatos profundos que provienen del pasado más
remoto, tal como el de que alguno en la manada o en la horda, debe preservar
un rol, el de alertar al conjunto sobre los nuevos riesgos. Así, nuestro
amigo Roberto Bardini desde Méjico; y a propósito de la matanza habida en la
Universidad tecnológica de Virginia por un desequilibrado estudiante
coreano,  nos recuerda que Virginia fue una tragedia, mientras las
innumerables muertes cotidianas en Bagdad son solo una estadística. Sí,
Bardini nos hace saber que en Bagdad y sólo dos días después de la matanza
de 33 personas en Virginia, cinco coches bombas destrozaron a más de 200
personas. Según los expertos norteamericanos en contabilizar las víctimas de
las guerras que su propio país lleva adelante, más de 650.000 iraquíes han
muerto desde la invasión norteamericana. Pero eso evidentemente, importa
poco a la hora de decidir los titulares de los medios, en que la masacre en
la Universidad de Virginia los ocupará inexorablemente con preferencia y
ocupará además con ventaja, todas las primeras páginas de los grandes medios
impresos, radiales y de televisión.



La crisis energética es asimismo, un tema que ocupa espacios preferenciales
tanto en los discursos como en los medios. Que dos mil científicos
importantes reunidos por las Naciones Unidas hayan anticipado modificaciones
climáticas crecientes, acompañadas de todo tipo de catástrofes ecológicas y
de cambios en los niveles del mar y en el clima de vastas zonas del planeta;
que muchas de esas zonas dejarán de ser habitables para transformarse en
desiertos ardientes o en zonas inundables por la elevación de los niveles de
las aguas, y que por ello cientos de millones de seres humanos pasarán a ser
a poco tiempo refugiados ambientales, no despertó en los medios y en la
clase política, la preocupación que pareciera suscitarles la llamada crisis
energética. Paradojas que solamente Discepolín habría sabido cantarlas en
toda su riqueza; ninguno de esos medios ni de esos funcionarios o dirigentes
políticos ha insinuado la más remota posibilidad de disminuir el parque
automotor o dejar de construir rutas para fomentar, en cambio, los
ferrocarriles u otros medios de transporte no dependientes de combustibles
fósiles o menos contaminantes. No, todo lo contrario, los discursos en torno
de la crisis ecológica, tienen resonancias y proyecciones que  refieren a
incentivar negocios, a que al fin la Argentina encontró una gran oportunidad
en los nuevos negocios planetarios. Han hablado incluso del Klondike
argentino, y mientras el valor de la tierra se dispara y las vacas mueren en
las banquinas, siguen afirmando algunos periodistas orgánicos de las
empresas, que los campos agrícolas se transformarán en campos petroleros.
¿Que importa lo que digan los científicos en París, que importa que no deje
de llover, que los mosquitos nos vuelvan locos y que hasta el común se
convenza cada día, que los cambios se hacen evidentes? Esta parece ser  la
hora de nuevos y de grandes negocios, parece ser  la hora del consumo.



Y rápidos para los mandados, los muchachos del Senado ya sacaron una Ley de
promoción y de beneficio para las empresas que produzcan Biocombustibles, y
las más altas autoridades han declarado que la producción de Biocombustibles
es política de Estado. O sea que volvemos a tener políticas de estado y eso
es bueno, y a todos nos reconforta un poco que el Estado vuelva a ocuparse
de cosas importantes, o al menos de algo…  y que ahora podamos alimentar la
promesa que se nos hace de que la Argentina vuelva a ser un país reconocido
en el mundo; porque nos dicen: los europeos nos necesitarán para cargar sus
motores y no podrán pasarse sin nosotros. Qué bueno, ¿verdad? Qué bueno
volver a ser importantes! Pero luego, viaja Bush al Uruguay y a Brasil y
cierra tratos con Lula, y Lula le anuncia al mundo con aires triunfales que
Brasil será inevitablemente la gran potencia mundial en alconaftas y en
biodieseles. Y entonces viaja el comandante Chávez también, y en su
contragira llega hasta Buenos Aires. Chávez, el mismo que desde hace algunos
años tiene firmado un acuerdo con PETROBRAS para hacer Etanol, cosa que se
le olvida, y se le olvida también, el convenio y la planta de fabricar
Etanol que tiene PDVESA  en Venezuela, y ahora hace sobre nosotros furibunda
campaña contra los Biocombustibles y contra Bush, mientras firma convenios
con Techint y con Grobocopatel, y en sus discursos nos recuerda los cientos
de millones de hambrientos que morirán en el mundo irremisiblemente por
alimentar motores europeos. Y nosotros que somos absolutamente,
disciplinadamente transversales, nos olvidamos de las políticas de estado
para promocionar los Biocombustibles y el destino de la Argentina del que
hablábamos ayer, y lo ovacionamos en Ferro como locos, mientras nos habla de
Perón, rodeado de gente que más bien, como que nada tiene ni tuvieron que
ver con Perón…



La prensa internacional analiza que a lo largo de  América Latina se
comienzan a establecer dos conjuntos de países y de estrategias, una que
lidera Brasil que se apoya en los EE.UU. y en la producción de
Biocombustibles, y otro conjunto de países que, con Venezuela y Bolivia a la
cabeza y con el respaldo de la Argentina, enfrentan aquellas políticas
energéticas con la promoción de sus propias reservas de gas y de petróleo, y
con el tendido de ductos para abastecer sus respectivos países. Y en el
colmo de la pantomima y del enredo, nosotros salimos en la foto de los
petroleros como si realmente el petróleo argentino fuera nuestro, como si
tuviésemos alguna política de Estado respecto al petróleo nacional, y como
si no se estuviesen construyendo decenas y decenas de plantas para hacer
agrocombustibles por todas partes del territorio argentino, inclusive en
General Roca, en plena Patagonia.



Nos dicen los entusiastas que con los agrocombustibles podríamos ser una
potencia energética. Pero eso es lo que somos ahora, somos una potencia
energética ¿Cómo, si no lo fuésemos, podríamos exportar nuestro gas a los
chilenos para comprar a mayor precio a los bolivianos el que nosotros
necesitamos? ¿Y acaso REPSOL YPF no exporta nuestro petróleo crudo y luego
nosotros le compramos el fuel oil a Venezuela? Y cómo podríamos saber se
interroga nuestro amigo Mario Cafiero, que ese fuel oil que nos vende
Venezuela no proviene en verdad, de nuestro propio petróleo elaborado en el
circuito de las corporaciones y luego de complicados pasajes de manos, como
resulta cada vez más habitual en los mercados globales que operan el
petróleo internacional y por supuesto también, el venezolano? Es decir, que
si no somos una potencia energética, somos al menos el sainete de una
potencia energética, somos de hecho un país que exporta generosamente su
propia energía proveniente de los combustibles fósiles…. Mientras se
dispone, con una tercera parte de su población en la pobreza e
insuficientemente alimentada, a producir masivamente nuevos combustibles
provenientes de la agricultura.



¿Se comprenderá ahora de lo que hablamos cuando hablamos de la Soja? ¿Se
comprenderá de lo qué hablamos cuando nos referimos a los modelos de la
dependencia? En medio de una  población desorientada por la información
sobreabundante y por la manipulación mediática, donde la izquierda continúa
con el sonsonete de la reforma agraria, del socialismo  y del enfrentar a
Bush y al imperialismo yanqui, sin querer comprender que de lo que se trata
es de retomar el proceso de la liberación nacional, romper con las políticas
de la Organización Mundial de Comercio, nacionalizar el comercio exterior e
instalar en la Constitución nacional los principios de la Soberanía
Alimentaria.



Hace sólo una semana Carlos Negri nos explicaba la diferencia entre
exportaciones y saqueo. Es simple. En un modelo exportador uno fija las
reglas de la ganancia del que  exporta y establece el modo en que las
divisas, o sea la moneda extranjera o los valores con que se paga la
exportación que el país produce, reingresa al país con alguna finalidad que
se disponga, aunque ese regreso sea en manos privadas. Es parte del convenio
si es que lo hay, el de fijar las normas de inversión o de reinversión en el
propio territorio. En un modelo de saqueo en cambio, no hay normas, o acaso
no hay normas suficientes, el país se queda cuando mucho con los impuestos
locales y con las retenciones cuando las hay, como en el caso de la soja o
del petróleo, no es el caso de la minería, y en general las reinversiones,
en especial en carreteras, puertos y demás infraestructura, lo pone el
Estado, no los que ganan fortunas con las exportaciones. Las divisas o sea
las ganancias que obtienen esas empresas exportadoras, por otra parte, en
gran medida desaparecen en los mercados financieros internacionales. Pero
cómo, nos interrogamos ¿no era que necesitábamos esas divisas para pagar la
deuda externa? ¿No fue para eso que nos iniciamos en el mercado exportador
del forraje, del petróleo y de la minería, o sea en la extracción despiadada
de nuestros recursos naturales? ¿No era para pagar la deuda? ¿O acaso en el
camino se nos olvidó y simplemente se impusieron los modelos de la
dependencia? Sí, lamentablemente parece que fue así, se nos impusieron los
hombres de las corporaciones, los acuerdos espurios entre funcionarios y
ejecutivos, se impusieron, una vez más, los modelos de la dependencia….



A través de antiguos compañeros el Gobernador de San Juan trata de
justificarse haciéndonos saber que debemos tener en cuenta que le tocó en
suerte una provincia desértica, que no tiene cómo dar de comer a su pueblo
sino con la minería… Que no sea mentiroso, ese viejo setentista arrepentido,
que, como dice Negri, todo lo que dejan en las provincias esas
multinacionales cuando se llevan la riqueza del subsuelo, es el sanguche de
milanesa y la gaseosa que consumen sus empleados… Y la Soja transgénica, ¿no
es acaso un modelo similar? ¿No es la misma cosa? Cómo es que los
intendentes de la provincia de Buenos Aires necesitaron diez años para darse
cuenta que el modelo de los monocultivos se practica con mano de obra que
llega con los pooles de siembra y que en los pueblos no se compra nada, a
veces ni siquiera el combustible de las máquinas o la comida de los equipos
técnicos? Diez años necesitaron para tomar conciencia del despoblamiento, de
la pobreza y la indigencia creciente, de los cinturones de marginalidad en
todas las localidades? Diez años para comprender que este modelo no les deja
nada sino la esperanza de retener los mendrugos del poder en medio de la
desolación y las partidas de dinero para el clientelismo que llegan
provenientes de las retenciones, así de sencillo…



Y mientras traicionamos a nuestros hermanos bolivianos vendiendo nuestro gas
a los chilenos para luego comprarle a ellos y a mayor precio el gas para
nosotros, nuestras delegaciones discuten sobre cifras y sobre migraciones, y
siempre las prendas son ese millón de bolivianos, ese millón de hermanos
pobres que, en buena medida, aseguran hoy el mercado de los alimentos
frescos de los argentinos urbanos y el mantenimiento del boom de la
construcción. Y prefiero olvidarme de la producción de ropa con trabajo
esclavo, porque es demasiado doloroso y bastante con lo que podemos ver de
triste, en las quintas que rodean Buenos Aires y el Gran La Plata. Por
favor, tengamos alguna vez un gesto de grandeza con ese pueblo hermano que
nos ha dado tanto y que podría brindarnos todavía más, porque de él
podríamos obtener ese sentimiento de arraigo a la tierra que tenían nuestros
abuelos pero que ya no tenemos, y podríamos en ellos hallar un
fortalecimiento de la identidad latinoamericana en una hora de indudables
acuerdos continentales que dejan atrás las fronteras convencionales y donde
la Cultura y no las ideologías gravitan en las decisiones. Reconozcamos como
ciudadanos con todos sus derechos a ese millón de hermanos, que eligieron
vivir en estas tierras cuando tantos de nosotros se marcharon a vivir en
otros países lejanos. Abrámonos a un proceso de unidad real con Bolivia y
con su pueblo. Que seamos nosotros la salida al mar que le niega Chile, que
seamos nosotros como antaño, un espacio común con ellos, un solo territorio
y una sola Cultura. En este día de la Tierra, no podríamos tener acaso una
mejor invocación para preservar la continuidad de nuestra vida en el Planeta
amenazado hoy por los cambios climáticos, que tener un gesto reverencial
hacia la madre tierra, la ancestral Pacha mama que nos nutre y de la que
provenimos y a la que retornaremos. El sueño milenario de los excluidos ha
sido siempre el de poder disfrutar del jardín, del jardín que no es la mesa
del festín, sino un espacio de vida donde se construye la felicidad del
Pueblo y la grandeza de la Nación. Hagámoslo. Pongamos manos a la obra.



Jorge Eduardo Rulli

www.grr.org.ar

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