Clarin informa la mitad del vaso
El olor nauseabundo ya espanta al entrar en el hall central del Hospital Posadas, en la localidad bonaerense de Haedo. Después, sobrevienen las corridas de malabaristas de médicos y enfermeros. Las camas de internación están ocupadas. Y las camillas de las guardias ya no alcanzan: durante las semanas pasadas, hubo hasta tres bebés con bronquiolitis en una sola camilla o sobre las faldas de los padres sentados en bancos. En la sala de adultos, cuatro pacientes comparten espacios de tres por tres metros.
Es la situación de desborde de un hospital público (con un edificio de más de 50 años en evidente deterioro). Pero no es la única institución de salud que sufre. Gran parte de los hospitales públicos y privados están también saturados de pacientes y sin camas disponibles, desde que se desataron en mayo los brotes de bronquiolitis (que afecta a los menores de 2 años) y de otras infecciones, como la neumonía.
Los centros hospitalarios de la Argentina pasaron a ser de "cama caliente": sale un paciente y arriba otro. Pasa tanto en los centros de internación más elegantes, como el Sanatorio de la Trinidad del barrio porteño de Palermo, como en el Hospital Angel Padilla de San Miguel de Tucumán. Aunque con ciertas diferencias: en el hospital público tucumano, muchos de los pacientes quieren permanecer porque, al menos, allí encuentran comida.
El miércoles, el ministro de Salud de la Nación, Ginéz González García, y su par de la ciudad de Buenos Aires, Alberto De Micheli, salieron a reconocer que el sistema de salud atravesaba un momento de "tensión". Los ministros, incluyendo también al de la provincia de Buenos Aires, Claudio Mate, insisten en que, aun con las demoras, no dejan a nadie sin atender y que es mejor que la gente vaya a los hospitales, en lugar de quedarse en la casa y que el cuadro se agrave.
La demanda incesante de los pacientes puso en evidencia las deficiencias crónicas del sistema de salud. Los llamados a los servicios de emergencias aumentaron, pero los médicos pueden tardar 10 horas o más en acudir. Cuando los pacientes no encuentran cama, se los mantiene en la guardia o se los deriva a otros hospitales. Porque no hay camas o porque no hay médicos. Como ocurrió en el hospital materno-infantil Alende, en Lomas de Zamora, donde no hay pediatras en la guardia tres días por semana.
En la provincia de Mendoza, se declaró días atrás la emergencia sanitaria pediátrica (los casos de bronquiolitis aumentaron el 73% respecto del 2006). El fin de semana pasado, en Capital Federal se derivó a un paciente desde el Hospital Santojanni hacia el Sanatorio de la Trinidad, y otro desde el Penna hacia el Garrahan.
En tanto, el ministro Mate contó a Clarín que derivaron a chicos del Conurbano hacia un hospital de Azul, a 300 kilómetros. O también que tuvo que recibir pacientes desde el sector privado en un hospital público de Mar del Plata. "A veces, el traslado se torna inconveniente para las familias", reconoció.
A las idas y venidas por los hospitales, se le sumó la postergación de las cirugías programadas. En el Hospital Argerich, en el barrio porteño de La Boca, ya dan turnos de cirugías para 2008 y en el hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, para 2009. "Con suerte, si hay insumos, las cirugías se harán", comentó Abel Kohan Miller, jefe del departamento de urgencias en el Hospital Argerich.
El brote de bronquiolitis y los otros males del invierno (que vino con una ola polar fuerte) saturaron el sistema que viene en crisis. "Hay menos camas porque con la crisis del país en 2001 se cerraron clínicas y sanatorios y más gente va a los hospitales públicos porque perdió la posibilidad de tener una obra social o una prepaga", afirmó Jorge Coronel, de la Confederación Médica Argentina.
En cuanto a la cantidad de médicos, la tensión revela cierta "contradicció n". "Se forman más de 4.500 médicos por año, pero 3.000 no pueden hacer la residencia. Por lo tanto -afirmó Jorge Eduardo Califano, autor del libro El financiamiento del sistema de salud argentino-, faltan buenos médicos que estén dedicados a cubrir vacantes". Y los salarios bajos tampoco atraen.
Según Jorge Gilardi, de la Asociación de Médicos Municipales de Buenos Aires, el horario de cierre temprano de los quirófanos; la falta de obras o la escasa actualización y reparación del equipamiento también conspiran contra la buena atención. Los pacientes están tan desesperados que muchas veces -dice- terminan atacando a los médicos.
Es la situación de desborde de un hospital público (con un edificio de más de 50 años en evidente deterioro). Pero no es la única institución de salud que sufre. Gran parte de los hospitales públicos y privados están también saturados de pacientes y sin camas disponibles, desde que se desataron en mayo los brotes de bronquiolitis (que afecta a los menores de 2 años) y de otras infecciones, como la neumonía.
Los centros hospitalarios de la Argentina pasaron a ser de "cama caliente": sale un paciente y arriba otro. Pasa tanto en los centros de internación más elegantes, como el Sanatorio de la Trinidad del barrio porteño de Palermo, como en el Hospital Angel Padilla de San Miguel de Tucumán. Aunque con ciertas diferencias: en el hospital público tucumano, muchos de los pacientes quieren permanecer porque, al menos, allí encuentran comida.
El miércoles, el ministro de Salud de la Nación, Ginéz González García, y su par de la ciudad de Buenos Aires, Alberto De Micheli, salieron a reconocer que el sistema de salud atravesaba un momento de "tensión". Los ministros, incluyendo también al de la provincia de Buenos Aires, Claudio Mate, insisten en que, aun con las demoras, no dejan a nadie sin atender y que es mejor que la gente vaya a los hospitales, en lugar de quedarse en la casa y que el cuadro se agrave.
La demanda incesante de los pacientes puso en evidencia las deficiencias crónicas del sistema de salud. Los llamados a los servicios de emergencias aumentaron, pero los médicos pueden tardar 10 horas o más en acudir. Cuando los pacientes no encuentran cama, se los mantiene en la guardia o se los deriva a otros hospitales. Porque no hay camas o porque no hay médicos. Como ocurrió en el hospital materno-infantil Alende, en Lomas de Zamora, donde no hay pediatras en la guardia tres días por semana.
En la provincia de Mendoza, se declaró días atrás la emergencia sanitaria pediátrica (los casos de bronquiolitis aumentaron el 73% respecto del 2006). El fin de semana pasado, en Capital Federal se derivó a un paciente desde el Hospital Santojanni hacia el Sanatorio de la Trinidad, y otro desde el Penna hacia el Garrahan.
En tanto, el ministro Mate contó a Clarín que derivaron a chicos del Conurbano hacia un hospital de Azul, a 300 kilómetros. O también que tuvo que recibir pacientes desde el sector privado en un hospital público de Mar del Plata. "A veces, el traslado se torna inconveniente para las familias", reconoció.
A las idas y venidas por los hospitales, se le sumó la postergación de las cirugías programadas. En el Hospital Argerich, en el barrio porteño de La Boca, ya dan turnos de cirugías para 2008 y en el hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, para 2009. "Con suerte, si hay insumos, las cirugías se harán", comentó Abel Kohan Miller, jefe del departamento de urgencias en el Hospital Argerich.
El brote de bronquiolitis y los otros males del invierno (que vino con una ola polar fuerte) saturaron el sistema que viene en crisis. "Hay menos camas porque con la crisis del país en 2001 se cerraron clínicas y sanatorios y más gente va a los hospitales públicos porque perdió la posibilidad de tener una obra social o una prepaga", afirmó Jorge Coronel, de la Confederación Médica Argentina.
En cuanto a la cantidad de médicos, la tensión revela cierta "contradicció n". "Se forman más de 4.500 médicos por año, pero 3.000 no pueden hacer la residencia. Por lo tanto -afirmó Jorge Eduardo Califano, autor del libro El financiamiento del sistema de salud argentino-, faltan buenos médicos que estén dedicados a cubrir vacantes". Y los salarios bajos tampoco atraen.
Según Jorge Gilardi, de la Asociación de Médicos Municipales de Buenos Aires, el horario de cierre temprano de los quirófanos; la falta de obras o la escasa actualización y reparación del equipamiento también conspiran contra la buena atención. Los pacientes están tan desesperados que muchas veces -dice- terminan atacando a los médicos.
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