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Los agronegocios

EDITORIAL DEL DOMINGO 13 DE ENERO DE 2008

 

Mientras continuamos entreteniéndonos con los rehenes colombianos o especulando sobre las lamparitas de bajo consumo y la importancia de tener un verdadero y consensuado plan de ahorro energético, y mientras los conflictos originados por la suspensión de contratos por el nuevo gobierno de la ciudad ocupan gran parte de nuestra atención ciudadana, los modelos de la dependencia que hemos venido denunciando sin descanso a lo largo de los últimos años, no cesan de instalarse, de ampliarse, de profundizarse… Uno se pregunta cada día qué hacer, cómo encarar con eficacia una acción concientizadora que esclarezca sobre las cuestiones trascendentes, cuando todo parece absolutamente comprometido para atrapar nuestra atención en las meras circunstancias coyunturales… Algunos nos aconsejan que no vale la pena el intento de pronunciar esas palabras grandes que conmuevan las conciencias, nos dicen que un inicio de gestión, no es momento propicio para suscitar preocupaciones y hacer análisis sutiles que develen los simulacros de la política, primero, porque no seremos escuchados y segundo, porque siempre es mejor esperar la hora del fracaso de los otros, para ofrecerse como alternativa… Es muy argentino el consejo. Pero no responde a nuestro espíritu de sinceramiento y de honradez hacia la política. Hemos dicho mil veces que se le debía ordenar a Repsol que en razón de la crisis energética suspendiera sus exportaciones de crudo, y ahora que por parte del Gobierno se le recuerda que debe priorizar el mercado interno, saludamos la medida, aunque tímida para nuestros sentimientos, en especial luego del ridículo de pretender la argentinización de la empresa con otra que a la postre terminó siendo asimismo española y por lo demás, sin ninguna experiencia en la industria petrolera.

 

Recordemos una vez más, de qué estamos hablando: en 1996 se habilitaron para su comercialización las primeras semillas de Soja transgénica de Monsanto y comenzó entonces el proceso por el cual la Argentina llegaría a convertirse en uno de los principales países exportadores de forrajes. Estamos hablando de porotos de Soja y de sus subproductos industriales: harina, aceite, lecitina y las tortas de la prensada. Qué es una Soja transgénica? Es una soja manipulada genéticamente, en este caso por la empresa Monsanto, que le añadió ADN extraños, es decir de otras plantas y también de bacterias,  para convertirla en una soja resistente a un herbicida que en ese momento era propiedad exclusiva de Monsanto, nos referimos al Glifosato, cuyo nombre comercial es Roundup. Es por ello que la soja transgénica se denomina SojaRR, o sea soja resistente a Roundup… Agrego que el diccionario de la Web dice al respecto de estos organismos genéticamente modificados: Transgénico: Producto vegetal que ha sido manipulado genéticamente con el objeto de mejorar su rendimiento productivo y, por lo tanto, la rentabilidad de su explotación. Aún se desconocen los efectos que estas alteraciones genéticas podrían provocar en otras especies, entre ellas la humana (1). 

 

¿Qué pasó con los derechos precautorios, que nos asegura tanto la Constitución Nacional, cuanto los acuerdos internacionales firmados por nuestro país?.  Sencillamente, no pasó nada… Fueron olvidados… y a todo riesgo para la población y para nuestra descendencia, y a contrapelo de lo que opinaban en ese momento nuestros mercados compradores de Europa y  muchos científicos que tenían prevenciones con estos experimentos biotecnológicos, algunos funcionarios de la Secretaría de Agricultura de la Nación y de la Cancillería, decidieron que una semilla transgénica era similar a su contraparte natural y que no se la debía discriminar en el mercado de los granos. ¿Cómo hicieron entonces para que primero Europa y luego otros mercados se vieran obligados a comprarnos los granos genéticamente modificados que en principio les suscitaban aprehensión y resistencias? Pues, muy sencillo, se apoyaron en las reglas de la OMC, esa superestructura sinárquica que rige los destinos del mundo desde los intereses de los países ricos y las grandes corporaciones, y que exige de los compradores la contraprestación de la prueba, es decir que, y aunque esto parezca absurdo: el país comprador tiene la obligación de demostrar que tiene razones valederas para no comprar lo que no quiere comprar… y en caso contrario lo compra aunque no le guste, o paga una multa, tal como todavía la UE está pagando cada año a los EE.UU. cerca de cincuenta millones de dólares, para no comprarle su leche proveniente de vacas a las que les aplicaron la hormona recombinante bovina, una hormona transgénica que hace que el animal produzca más leche.

 

¿Para que estaba destinada esa Soja y sus derivados? En principio para piensos, es decir: para forrajes, alimentos balanceados para animales. No obstante, esos subproductos industriales de la Soja RR, fuertemente rechazados por el consumidor europeo,  fueron ocupando un espacio cada vez mayor en nuestros alimentos, engordándolos y rebajando la calidad de los mismos hasta límites insospechados. En un momento determinado el SENASA debió recordar  públicamente que los ligantes de soja permitidos en los chacinados no debían pasar del 12% de la masa con que se hacen, porque a los salamines les quedaba de la carne, tan solo el gusto. Hamburguesas, pan, facturas, fideos, todo lleva su cuota de soja transgénica habilitada por la Secretaría de Agricultura como grano para forraje. ¿Cómo pudo ocurrir esto? Lo hemos dicho muchas veces: con la Soja llegó el Agronegocio. El Agronegocio es un modelo que parte de considerar que la agricultura no es una cuestión de arraigo o de patrimonios culturales, sino que es un negocio liso y llano, donde solo cuenta el capital invertido y la ganancia. Aún más todavía, han manifestado públicamente que el éxito de esta nueva etapa es que cualquiera puede hacer agricultura, siempre que tenga el dinero y ni siquiera debe vivir en el campo. Esto es el inicio y el concepto básico del Agronegocio. Luego vienen las cadenas agroalimentarias y el supermercadismo. Ya no podemos comprar la carne en la carnicería, el pan en la panadería y la verdura en las verdulerías. Ahora todo se toma de la góndola y todos los alimentos pasan por un fuerte proceso de industrialización, son rehechos, saborizados, enriquecidos, fortalecidos, homogenizados, edulcorados, y sobre todo empaquetados…

 

Ese período que alguna vez denominamos como de la Republiqueta Sojera duró unos diez años. Los cambios fueron evidentes y terribles, y expresaron la acomodación de la Argentina a las nuevas circunstancias del Capitalismo Global: por una parte, despoblamiento del campo, monocultivos, desempleo rural, gravísima pérdida de Biodiversidad, deterioro de los ecosistemas agrícolas, contaminación de las cuencas hídricas, y por otra parte, en las ciudades: nuevos cinturones de pobreza, inseguridad, hambre, indigencia y ruptura de las redes sociales. Con las retenciones a las exportaciones el Estado se hizo dependiente de la Soja: ya que cuanto más exportamos más dinero entraba a las arcas oficiales, en buena medida esos recursos cuantiosos se usaron para alimentar la pobreza que la misma Soja había producido. La clase política de esa manera, no demoró en advertir las ventajas de esa situación de extrema dependencia que les permitía generar mecanismos que aseguraran su perpetuación en el Poder, y así nació el clientelismo de los comedores y de los bolsones de comida, y también la indignidad de que buena parte de la protesta y de la militancia de izquierda se subsidiara con el diezmo de los desempleados…

 

La ingesta de los argentinos comenzó entonces, a extraviar sus herencias alimentarias, se modificaron nuestras comidas y nuestro modo de comer,  y asociados a la ingesta surgieron nuevos problemas de salud, en especial la obesidad vinculada a la pobreza, los problemas cardiacos y sobre todo el cáncer como consecuencia de la contaminación por fumigaciones, que se hizo tan común como antes lo era la gripe. Muchos de los programas alimentarios que llegaron a los sectores carenciados incorporaron la soja transgénica masivamente gracias a la “generosidad” de las asociaciones de productores y los problemas en los niños no demoraron en aparecer: formas femeninas en varones y madurez anticipada en las niñas, descalcificación y osteoporosis en adolescentes, desnutrición y debilidad dentaria, etc. La gravedad de la situación fue tal, que el Poder Ejecutivo a lo largo del año 2002 debió reiterar el llamado a que no se diera más soja en los comedores a menores de cinco años. No obstante, tanto el Rotary Club como Caritas insistieron en alimentar a la niñez argentina con soja transgénica y con la mal llamada leche de soja, en algunas localidades, inclusive hasta el presente.

 

Dijimos que esa etapa duró unos diez años. Qué es lo que ocurrió después? Es decir, qué está ocurriendo ahora, a partir del 2005, cuando el anterior modelo aparece instalado y consolidado, al menos en la zona núcleo, es decir en la parte más importante de las tierras agrícolas argentinas. La nueva etapa implicaría la producción masiva de Agrocombustibles además de forrajes, y comprende la extensión de la frontera agropecuaria, es decir, la extensión de la línea de agriculturización al interior y a suelos cada vez más frágiles. Ello conlleva la disputa violenta por la tierra con los pequeños productores, con los campesinos y pastores, así como la desaparición de los bosques y el reemplazo masivo de otras producciones. La apicultura desapareció o se exilió en los confines, en las islas o en la precordillera. La ganadería se vio forzada a desarrollarse cada vez más en corrales de engorde, ahora desde la recría misma del ternero. La carne alimentada en encierro, con balanceados de maíz y de soja, con hormonas y antibióticos, no solo tiene otro gusto sino que acrecienta los problemas de salud del argentino medio. Los alimentos, además de perder calidad se encarecen debido a la suba del precio de la tierra, y la provisión de hortalizas y verduras a las concentraciones urbanas, queda prácticamente sujeta a la mano de obra semiesclava de los países limítrofes, en las periferias hortícolas.

 

Actualmente, enormes plantas de producción de biocombustibles se levantan en los puertos del litoral, y las asociaciones empresarias y también, lamentablemente, muchos de los funcionarios y técnicos del Estado, nos adelantan con expectativas, que la Argentina reúne todas las condiciones para convertirse en un referente de la producción de Biodieseles a nivel mundial y que cuadriplicará su actual producción en los próximos meses. Por lo demás, las corporaciones cuentan desde hace más de un año con la legislación necesaria para hacerlo, me refiero a la Ley de Promoción de la Producción de Biocombustibles, que en su momento denominamos Ley Monsanto, y que los senadores votaron a mano alzada y por unanimidad, y esto implica la rebaja sustancial de las retenciones a los aceites reelaborados. También cuentan con el respaldo total de un sistema educativo y académico que ha convertido las Universidades en instituciones prestadoras de servicios de las Corporaciones, y la explosión en Río Cuarto y la muerte de profesores y estudiantes en el laboratorio de esa casa de estudios, es clara muestra de ello: estaban tratando de descontaminar de solventes los residuos del Biodiesel para poder hacerlos útiles a la producción de balanceados para la alimentación animal. El modelo sufre de una extrema racionalidad y no puede malgastar recursos. La agricultura industrial de producción de commodities, con una mínima mano de obra produce en los grandes molinos: harinas, lecitina, tortas prensadas y en especial aceites que, ahora se trata de convertir en biodieseles. En el caso del maíz y de la caña,  en cambio, se puede producir etanol con las biomasas respectivas. En ambas situaciones quedan residuos, que serán cuantiosos según se calcula y que las empresas se proponen recuperar y hacer útiles en las nuevas producciones industriales de carnes que se planifican y extienden por el territorio, tales como los grandes “hoteles” para engorde tanto de vacunos como de pollos, o como la empresa AVEX que, justamente goza en la zona de Río Cuarto de una legislación hecha a su medida (2), y es capaz de faenar ciento veinte mil pollos por día. Las plantas para alimentar motores con nuestra agricultura, los nuevos mega tambos de la agroindustria con cuatro mil vacas en ordeñe(3), los nuevos inmensos criaderos de carne tercerizada(4), son pensados y planificados en ámbitos académicos, en el INTA y en el CONICET, donde fluyen como ríos de dinero, los subsidios y las financiaciones para estos estudios e investigaciones, que hacen a las necesidades del nuevo modelo Corporativo del Agrocombustible, modelo que no es sino la fase avanzada del antiguo modelo de los Agronegocios que se instalara en los años noventa, y que ahora, en esta nueva etapa, se propone la producción de combustibles y de carnes en forma industrial, y su expansión política y tecnológica al resto de  América Latina.

 

Estamos, entonces, en un momento de transición, en un momento de equilibrios inestables en la medida en que se están implantando políticas, procesos e inversiones para un muy largo período y en los marcos de reordenamientos globales en que la Argentina tiende a cumplir roles anticipatorios, y de  país mediador para llegar con estos modelos a otros pueblos hermanos. Sin embargo, esos equilibrios inestables que dibujan un tiempo de cambios, tienen el enorme respaldo de los sostenidos y crecientes precios de las commodities en los mercados internacionales, y eso ayuda a proporcionar una imagen de estabilidad y de firmeza que, en verdad, no existe. Como casi todo lo que tiene que ver con la globalización, este modelo argentino tiene mucho de frágil, de volátil, de efímero, de aleatorio y de simulacro. Demasiadas cosas fundamentales que sostienen al modelo dependen de contingencias que nos son absolutamente ajenas y que escapan a la voluntad de los gerentes y de los funcionarios. Sin embargo, la permanencia y la profundización del modelo biotecnológico y de producción de Agrocombustibles, no tiene a mi criterio su mayor base de firmeza en los precios. Lamentablemente, esa sostenibilidad social se la proporciona al modelo un paradigma ideológico que se ha impuesto en gran parte del común y del que son prisioneras  la mayoría  de los dirigentes, y no me refiero tan solo a las dirigencias políticas, que en esto son las últimas que deciden. Me refiero a la dirigencia científica, universitaria, docente,  empresarial, periodística, barrial y hasta religiosa.

 

Si como tantas veces hemos escuchado, vale tan sólo conversar y debatir sobre aquello que podemos cambiar, y se descuenta que quedan “zonas oscuras” en la agenda que no se sabe quién es el que les apagó la luz o que les bajó el pulgar, y en esa zona está nada menos que la discusión sobre la soja, sobre la minería, sobre el petróleo y sobre el rol del Estado… Entonces, ¿sobre qué podemos debatir? Nos responden que existen muchas otras áreas donde es posible avanzar con pensamientos renovadores, en especial se refieren al campo científico, al campo de la educación, a las relaciones exteriores, al MERCOSUR, al campo laboral y de la juventud, etc., etc.…No se dan cuenta que todo está cerrando armoniosamente y que el Ministro de Ciencia y Tecnología no es sino la frutilla del postre.

 

Tenemos tan solo que cambiar la mirada y el entarimado podría caerse. Todo es muy frágil, pero lamentablemente no está sostenido por los pretores que alguna vez conocimos ni por un ejercito extranjero, está sostenido por nuestra propia debilidad, en especial por la debilidad de aceptar que la discusión política tiene zonas acotadas que refieren a lo que “no es posible cambiar”. Está sostenido por nuestra confianza en el crecimiento, una confianza tan grande y tan estúpida que no es capaz de revisarse cuando se nos informa que el producto bruto por habitante en el año 74 era mucho menor al de estos años del siglo veintiuno y que, sin embargo, ahora somos muchísimo más pobres y más infelices. Está sostenido por nuestra confianza en el Progreso ilimitado, una confianza que se mantiene, pese a que resulta evidente que el cambio climático anticipa catástrofes ambientales cada vez mayores. Esta sostenido por nuestra elección de ir a la góndola cada vez que vamos a consumir, y también, porque vamos a la Universidad con el mismo espíritu de consumo, y nos decimos de izquierda pero compramos el discurso de la ciencia empresarial e ignoramos otros discursos científicos y alternativos, y en especial ignoramos la ecología, y como no sabemos qué hacer con nuestros ideales, nos vamos como estudiantes universitarios, a trabajar con los campesinos o a los barrios pobres y les dejamos libre el espacio académico a los profesores y decanos orgánicos de las Corporaciones internacionales, para que continúen llevando adelante investigaciones como las que llevaban en la Universidad de Río Cuarto.

 

Recordemos siempre que existe un solo individuo al que el modelo no soporta, y ese individuo es el que no consume, el que no va al supermercado, el que no opta entre la Pepsi y la Coca ni acepta las gaseosas light con el Aspartamo de Monsanto, el que resguarda su derecho a cultivar parte de sus propios alimentos y en especial el que habla con palabras grandes y pese al vacío que le hacen los tímidos y los cobardes, continúa diciendo lo que piensa. Seamos unos pocos muchos más cada semana y con seguridad pronto comprobaremos lo frágil que es este modelo…

 

(¡) http://urbe.arq.ucv.ve/ambiente/glosario.php

(2) http://www.avex.com.ar/

(3) http://www.biodiesel.com.ar/?p=482  

(4) http://www.feedlot.com.ar/hoteleria.html

 

Jorge Eduardo Rulli

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