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criticamedicina

Ernesto Guidos

Las compañías farmacéuticas están preferentemente interesadas en vender sus nuevos productos, protegidos por patente y de precio más elevado. España es el primer país de la UE y el segundo en el mundo en utilizar medicamentos con menos de 5 años de experiencia, lo que implica una repercusión negativa tanto económica como sanitaria, puesto que, en términos de yatrogenia, se han puesto de manifiesto graves problemas de seguridad de diversos medicamentos nuevos que han producido patologías como el infarto de miocardio, el accidente vascular cerebral, la muerte súbita por rofecoxib (Viox), el cáncer de mama, el tromboembolismo pulmonar por tratamiento hormonal sustitutivo, la morbimortalidad cardiovascular por epoetinas y las tendencias suicidas en niños y adolescentes por antidepresivos ISRS.

Llama la atención el hecho de que en España sólo Farmaindustria ha tomado la iniciativa de crear un código de buenas practicas para la promoción de los medicamentos que, según ésta, "garantiza que la promoción de medicamentos se lleva a cabo respetando los principios éticos de profesionalidad", mientras que las autoridades reguladoras y gestores del Sistema Nacional de Salud "prácticamente no han tomado iniciativas para afrontar de manera adecuada estas cuestiones, ni han exigido declaraciones de conflictos de intereses a los profesionales que forman parte de comités, subcomités y grupos de expertos que hacen recomendaciones sobre cuestiones relativas al uso de medicamentos en el propio sistema de salud".

Los médicos no pueden presentar a la industria (especialmente a la farmacéutica) como la "causa de la causa" de los abusos, pues ellos mismos forman parte del problema, especialmente los profesionales que se definen como "expertos" pero que están "llenos de conflictos de intereses" y que, en muchas ocasiones, "llevan los mensajes insanos industriales con mucha mayor eficacia que otros representantes menos ilustrados". "Es por esto que necesitamos un nuevo compromiso, un nuevo contrato social, que permita entre otras cosas elaborar una nueva conducta de relación de las industrias (farmacéutica, alimentaría, tecnológica, y de servicios, entre otras) a través de los pilares de la transparencia, la autonomía-independencia, y la proporcionalidad".

Uno de nuestros objetivos como médicos debería de situar un marco ético que permita poner en valor el ejercicio profesional, el uso racional de los medicamentos y el buen gobierno de las instituciones publicas, en el marco de la integración con organizaciones de diferentes países del mundo para defender la practica de la medicina basada en la evidencia científica y no en la promoción farmacéutica.

La penetración de la Industria farmacéutica en la salud ha conformado un complejo entramado de intereses y connivencias que interactúa con todo el sector. La Industria financia la formación profesional, un espacio "abandonado" frívolamente por la administración pública, con cursos,

congresos, viajes, comidas, ponentes... y evidentemente no a coste cero. Los centros sanitarios abren sus puertas a los visitadores que con obsequios, de mayor o menor cuantía (presentados como "oportunidades educativas") generan una cultura de patrocinio que afecta a la autonomía

profesional y a la racionalidad de la prescripción.

El Informe 2006 de "Transparencia Internacional" denuncia la "vulnerabilidad de los sistemas sanitarios" por su "complejidad" y en especial la Farmacia (con un gasto global de 500.000$ millones al año) por el "gran número de actores involucrados en la cadena del medicamento". El

"marketing agresivo" de las farmacéuticas es identificado como el primer responsable. Una realidad inaceptable cuando la población del tercer mundo tiene difícil el acceso a los medicamentos esenciales.

La inversión de la Industria en Marketing es enorme (31% del total) comparada con el 14% que dedica a investigación... La industria paga más del 90% de la formación continuada: establece la agenda, paga a los ponentes... y esto es, sin duda, marketing. Los pacientes también son parte del entramado con subvenciones a sus asociaciones y a la edición de revistas y libros.

Además, buena parte del marketing es información "sobrevalorada" de nuevos medicamentos que son más caros al estar protegidos por patentes (sin versiones genéricas) aunque el 80% de estos medicamentos no aporten nada nuevo, son los llamados "me too", por similitud con los ya existentes. Mientras, el gasto farmacéutico crece por encima de otros capítulos, superando el 30%, sumada atención primaria y hospitalaria, del total del gasto sanitario público. Si se

mantiene esta tendencia en pocos años se equipara a los costes de personal de todo el SNS.

Como médicos debemos de estar concientes que las prácticas irregulares y su persistencia en el tiempo, tienen para la mayoría de los profesionales una consideración de

"normalidad", de poco valor ético. Pero hay suficientes pruebas de que la intervención de la Industria interfiere en la adhesión a las guías de práctica clínica y en la calidad de la atención farmacéutica.

No hay duda que la situación ha tocado fondo y queremos objetar estas "ayudas" que lo son a corto plazo, pero que a la larga representan un elevado coste intelectual y económico, para una sociedad que quiere mantener y mejorar su estado del bienestar.

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