Las abejas y el desastre ecologico por la agroindustria
Hoy encontramos que más del 75% de los cultivos que nutren la humanidad y el 35% de la producción de alimento dependen todavía de los polinizadores, es decir, en mayor parte abejas. Pero las abejas estan desapareciendo. El único enemigo verdadero de la abeja, su solo predador a la escala planetaria, es el hombre moderno. Albert Einstein previno a la humanidad: “si la abeja desapareciera de la superficie del globo, el hombre no tendría más que cuatro años a vivir, no más polinización, no más hierba, no más animales, no más hombres”.
Motín en las colmenas
Las abejas trashuman hacia la nada. Las abejas desertan por decenas de millones. Las colmenas se vacían en menos de una semana. Es una nueva catástrofe para el mundo apícola (y sin duda para el mundo entero) puesto que ésta se anuncia de amplitud planetaria. Se llama “síndrome del colapso de las colonias”.
En los E.U.A., los expertos apícolas están totalmente desorientados. Hasta invocan un “misterio”. En efecto, las abejas desaparecen “limpiamente” sin dejar cadáveres. Las colmenas llenas de miel y de polen no son saqueadas por otras abejas u otros insectos. Es una maldición que se cierne sobre las colmenas.
. El reto es inmenso: no hay abejas, no hay polinización, no hay cosechas, no hay dólares.
¿No tendrían ningún reconocimiento las abejas para esta “industria apícola”? que las mimó durante decenas de años prodigándoles:
- un hogar: con bellas colmenas todas cuadradas.
- las mejores medicinas: los antibióticos más potentes (como la teramicina) y los acaricidas más performantes (Apistan y el muy novedoso Hivastan)
- alimento a saciedad: sabroso azúcar blanco de remolacha, jarabe de maíz procesado a partir de los mejores caldos transgénicos y, claro está, complementos nutricionales (elaborados, por ejemplo en los E.U.A., a partir de aceite de algodón transgénico, de aceite de soya transgénica, de aceite de colza transgénica…).
- viajes todo pagado sobre miles de kilómetros para descubrir los desiertos agrícolas occidentales.
- Un botín asegurado gracias a los monocultivos tan extensos que se pierden de vista al salir de la colmena.
- polen y néctar enriquecidos con un cóctel de moléculas aperitivas: fungicidas, insecticidas, herbicidas.
- procreación asistida con una selección de las mejores reinas inseminadas artificialmente.
Una catástrofe dentro de poco planetaria
En diciembre 2006, la universidad de Pennsylvania hizo una encuesta involucrando a varios apicultores de la región este de los E.U.A. Estos apicultores (dueños de 200 a 3000 colmenas) habían sufrido pérdidas de 30 hasta 90% de su colmenar. Para uno de los apicultores, solamente 9 colonias habían sobrevivido sobre 1200.
En el conjunto de los E.U.A, desde el final del otoño 2006 las pérdidas registradas son del orden del 60 % en la costa oeste hasta el 90 % en algunos estados del este y del sur del país. Según las últimas estimaciones, son cerca de 1,5 millones de colonias que habrían muerta en los E.U.A. y 27 estados están afectados.
Recordamos que el número de colmenas era de 6 millones en 1947 y es de sólo 2,4 millones en 2005.
En Francia, la pérdida de colonias se estima entre 300.000 y 400.000 cada año, y esto desde 1995.
En el Québec (2), un promedio de 40% de las colmenas se reportaron vacías en el pasado invierno.
En Ontario, Canadá, el invierno pasado algunos apicultores reportaron desertadas hasta 60% de sus colmenas y cerca del 40% para el colmenar a nivel nacional (50).
Las cifras avanzadas son de 400.000 colmenas vacías para Polonia, 600.000 colmenas vacías para España.
En Alemani, 25% de las colonias habrían sido diezmadas pero algunos apicultores reportan hasta 80% de pérdidas de sus colmenas.
Había 45.000 apicultores en Suiza en 1900. Sólo quedan ahora 19.000 pero esta cifra está a la baja. Entre las dos guerras mundiales había 350.000 colmenas. Hoy, sólo quedan 190.000.
El síndrome del colapso de las colmenas hace estragos en Portugal, en Grecia, en Austria, en Inglaterra.
¿Es el síndrome del colapso de las colmenas un ultimátum? ¿Sería una llamada desesperada de las abejas con el fin de despertar a la humanidad?
¿Cuáles son los síntomas de este síndrome?
En las colmenas ya colapsadas:
- Ausencia total de insectos adultos en la colmena con pocas o ninguna abejas muertas, dentro o delante de la colmena.
- Infección considerable de las pocas abejas que se encuentran todavía en la colmena. Todos lo virus conocidos como nefastos para las abejas están presentes, así como hongos. Algunas abejas están afectadas por media docena de virus.
- Presencia de cresa operculada.
- Presencia de reserva de alimento dentro de la colmena, miel y polen que primero, no son saqueados inmediatamente por otras abejas y segundo, cuando están atacados por parásitos tales como la Falsa Polilla (Galleria mellonella) o el Pequeño Coleóptero de las colmenas (Aethina tumida,) sólo lo son tardíamente.
En las colmenas que se están colapsando:
- El número demasiado restringido de las trabajadoras no les permite ocuparse de la cresa.
- Las trabajadoras son principalmente jóvenes adultas.
- La reina está presente.
- El enjambre se niega a consumir alimento traída, tal como jarabe de maíz o suplementos proteínicos.
Otoños sin frutas
En los E.U.A., son 90 plantas alimenticias que son polinizadas por las abejas. En Florida la cosecha de manzanas esta comprometida. Solamente para las manzanas (polinizadas al 90% por las abejas), el valor es de 2,1 mil millones de dólares.
En todo el planeta, las abejas son las portadoras de polen, ellas son las polinizadoras por excelencia. Según Bernard Vaissière, especialista de los polinizadores del INRA, “Hoy encontramos que más del 75% de los cultivos que nutren la humanidad y el 35% de la producción de alimento dependen todavía de los polinizadores, es decir, en mayor parte abejas.
Destaquemos el papel esencial que juegan los polinizadores a nivel de nuestra alimentación, esta actividad polinizadora nos permite tener numerosos productos alimenticios esenciales pero también agradables como el café y el chocolate y los frutos de cáscara, y la mayor parte de las frutas y vegetales” (81).
Pesticidas y campos de la muerte
Según el profesor Joe Cummins (17), de la Universidad de Ontario, el denominador común es: “El uso generalizado de semillas envueltas con pesticidas sistémicos tanto para los cultivos convencionales como para los cultivos genéticamente modificados; en particular, la aplicación muy común de una clase, relativamente novedosa, de insecticidas sistémicos, los Neonicotinoides, que son altamente tóxicos hasta en bajas concentraciones, para los insectos incluyendo las abejas.
Las envolturas con insecticidas sistémicas protegen las jóvenes plantitas durante la primera fase, más vulnerable, de su desarrollo. Estas envolturas las constituyen insecticidas y fungicidas sistémicos, que actúan muchas veces en sinergia.
Desde 2000, los apicultores de Francia e Italia han descubierto que la imidacloprida era fatal para las abejas y sospechan que este insecticida puede provocar el ocaso de las colonias afectando el sentido de orientación de la abeja y su capacidad de regresar a su colmena”.
En los E.U.A., todas las semillas transgénicas de algodón, soya, maíz y colza están envueltas con neonicotinoides. Monsanto pide a los agricultores transgénicos de sembrar 20% de su área cultivada con variedades convencionales con el fin de crear unos “refugios” para desalentar la evolución de los insectos resistentes a los transgénicos.
De hecho, la primera flaqueza de la abeja es de ser un insecto y por lo tanto de ser altamente susceptible a los insecticidas (26). Su segunda flaqueza es su poca capacidad para resistir o para mutar. Por lo menos, los demás insectos “salvajes” han guardado esa capacidad de mutar muy rápidamente. Y no se privan de hacerlo.
Pasa lo mismo con las “malas hierbas”. En los E.U.A., las adventicias se han vuelto estrictamente resistentes al RoundUp (el glifosate de Monsanto).
La traducción francesa de la obra de Rachel Carson fue prologada por el presidente de la Academia Nacional de las Ciencias, Roger IEM, quien declaró en 1963: “Se arresta a los «gángsteres», se dispara sobre los autores de «hold-up», se guillotina a los asesinos, se fusila a los déspotas –o pretendidos tales- pero, ¿quién pondrá en la cárcel a los envenenadores públicos que instilan cada día los productos que la química de síntesis entrega a sus provechos y a sus imprudencias”?
¿Quién pondrá en la cárcel a los envenenadores públicos?
La miel: néctar de los Dioses…o cóctel de antibióticos, acaricidas y Polen transgénico
En Europa, la miel se importa de Argentina. A veces se importa de China pero dado el desastre ecológico de este país, hay que temer lo peor. Puesto que la denominación “miel” esconde a veces muchas sorpresas.
Hace poco, Argentina estaba en el corazón de una gran crisis apícola porque los importadores de otros países se negaban a importar miel argentina repleta de antibióticos y acaricidas. Después de China, Argentina es el segundo productor de miel del mundo con alrededor de 100.000 toneladas en 2006, procedente de 2,5 millones de colmenas, manejadas por 33.000 apicultores. Argentina es el primer exportador mundial (63): 90% de su producción se exporta.
La crisis apícola posiblemente se intensificará a medida que se descubra o, más bien, que se analice la cantidad de polen transgénico presente en la miel.
Los apicultores argentinos tienen pavor que los importadores empiecen a analizar el contenido en polen transgénico de sus mieles.
Pues Argentina está cubierta de soja, claro está, de soja transgénica, 100% marca registrada Monsanto.
Los apicultores argentinos no han terminado de sufrir. En efecto, ¡50% de la miel producida en Argentina lo está en regiones cubiertas de cultivos transgénicos! Y Julio César Díaz, apicultor y presidente de la Asociación Argentina de Apiterapia, se queja con justa razón que son los apicultores argentinos que pagarán los platos rotos. Julio César Díaz ataca violentamente a los “piratas hipócritas” que se aprovecharon de la crisis de las mieles argentinas contaminadas de antibióticos y acaricidas para romper los precios y aumentar otro tanto su plus-valía. Y precisa que son los mismos que formaron los apicultores al uso de la química más violenta para controlar los parásitos de la colmena sin preocuparse para desarrollar técnicas suaves y duraderas que, claro está, no generaban divisas a los vendedores de productos tóxicos.
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