la seduccion corporativa
El negocio de la Medicina II: la seducción corporativa
Los laboratorios medicinales seleccionan bellos cuerpos para vender sus
productos. Damas y caballeros bonitos nos invitan a recetar y prescribir
pastillas y píldoras a los padecientes para calmar sus demandas y quejas.
La belleza abre puertas donde ingresan los mensajes y órdenes consumidoras.
El habla de los agentes de propaganda médica es parte de su vestimenta:
panfletos medicinales colonizan nuestras mentes para recetar, pues
convencidos, facilitamos las ventas a sus clientes.
Médicos asalariados, directa o indirectamente, por los laboratorios elaboran
el discurso que alardean quienes intentan demostrarnos las aptitudes mágicas
y curativas de sus productos. Cada agente de propaganda tiene varios médicos
o instituciones para llenar de mensajes de eficacia diagnóstica y
terapéutica. Un verdadero ejército de convencimiento de bondades medicinales
persigue a los médicos para ayudarlos a recetar cosas y objetos eficientes.
Hay premios: regalos baratos, viajes a congresos costeados por las
corporaciones, estadías en hoteles, comidas, artículos educativos, diversas
pleitesías, forman parte del mundo del pertenecer al discurso ganador.
Muestras gratuitas para forzar el inicio y la continuidad del tratamiento
con esos remedios. Los objetos deben ser necesarios para los consumidores
investidos por los mensajes: "Para tal dolencia, tal pastilla, para tal mal,
tal gragea."
"Para todo cuerpo, los laboratorios tienen productos."
El primer producto es la mente médica, luego la razón de los pacientes.
Imágenes, números y palabras convencen nuestros cuerpos preparándolos para
remediarse. La sociedad debe consumir medicinas para ser humanas. Poseer
cosas y objetos para completar cuerpos, llenarlos con remedios curativos,
ordenadores de los males sociales.
El negocio cierra con la necesidad de medicinas para los cuerpos para
permitirles vivir en sociedades, transformar el complejo malestar en
sencillos remedios. Cuando la enfermedad es sinónimo de infelicidad, de
desorden, de la desarmonía orgánico- biológica, precisamos pastillas
reparadoras. El discurso organiza los deseos. Los remedios adueñan cuerpos
que les pertenecen para vivir en sociedad.
Dr.Alejandro Wajner
Los laboratorios medicinales seleccionan bellos cuerpos para vender sus
productos. Damas y caballeros bonitos nos invitan a recetar y prescribir
pastillas y píldoras a los padecientes para calmar sus demandas y quejas.
La belleza abre puertas donde ingresan los mensajes y órdenes consumidoras.
El habla de los agentes de propaganda médica es parte de su vestimenta:
panfletos medicinales colonizan nuestras mentes para recetar, pues
convencidos, facilitamos las ventas a sus clientes.
Médicos asalariados, directa o indirectamente, por los laboratorios elaboran
el discurso que alardean quienes intentan demostrarnos las aptitudes mágicas
y curativas de sus productos. Cada agente de propaganda tiene varios médicos
o instituciones para llenar de mensajes de eficacia diagnóstica y
terapéutica. Un verdadero ejército de convencimiento de bondades medicinales
persigue a los médicos para ayudarlos a recetar cosas y objetos eficientes.
Hay premios: regalos baratos, viajes a congresos costeados por las
corporaciones, estadías en hoteles, comidas, artículos educativos, diversas
pleitesías, forman parte del mundo del pertenecer al discurso ganador.
Muestras gratuitas para forzar el inicio y la continuidad del tratamiento
con esos remedios. Los objetos deben ser necesarios para los consumidores
investidos por los mensajes: "Para tal dolencia, tal pastilla, para tal mal,
tal gragea."
"Para todo cuerpo, los laboratorios tienen productos."
El primer producto es la mente médica, luego la razón de los pacientes.
Imágenes, números y palabras convencen nuestros cuerpos preparándolos para
remediarse. La sociedad debe consumir medicinas para ser humanas. Poseer
cosas y objetos para completar cuerpos, llenarlos con remedios curativos,
ordenadores de los males sociales.
El negocio cierra con la necesidad de medicinas para los cuerpos para
permitirles vivir en sociedades, transformar el complejo malestar en
sencillos remedios. Cuando la enfermedad es sinónimo de infelicidad, de
desorden, de la desarmonía orgánico- biológica, precisamos pastillas
reparadoras. El discurso organiza los deseos. Los remedios adueñan cuerpos
que les pertenecen para vivir en sociedad.
Dr.Alejandro Wajner
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