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Niños perdidos por el Dr.Wajner

Niños perdidos

Cumplió años hace poco, dulces diecisiete y lo festejó con amigos
adolescentes. También con la mamá, orgullosa de tenerla. Tan parecida a
ella, tan diferente a su padre. De similar aspecto exterior, físico, pero
con la subjetividad cosechada por la encargada de la tenencia.
Que durante años la llenó de quejas, de palabras desprestigiantes hacia el
ausente, el otro.
Con escasas obligaciones, sin la rigidez de horarios y responsabilidades
paternas, con más libertad en un ambiente de buenas intenciones, muchas
palabras, declamados amores. Abandonada a su propia crianza en un mundo
ideal.
El otro que carga con todos los males: mal carácter, ansioso, apurado, casi
un loco, tuvo que rehacer su vida, aprender a vivir solo, a salir con su
hija: los fines de semanas, las vacaciones. Hasta que conoció otra mujer. Y
armó una nueva familia, con niños.
Y tuvieron juicios por alimentos.
Psicólogos para su hija y para los padres.
Muchas actividades comenzadas y nunca finalizadas por la protagonista: desde
teatro, danza árabe hasta natación.
Su madre rehizo su vida con otra pareja. Nuevo casamiento. Y otra separación
y mudanza.
Vive, ahora con su hija y un gato. Ella intenta terminar la secundaria de un
común colegio nacional. Sin proyectos importantes.
Tal vez hacer teatro.
Tener pareja.
Trabajar de empleada.
Se tatuó varias veces y colocó un pedazo de metal en la nariz.
Vive una común adolescencia de clase media baja y separada.
Carga con una familia dividida y sin comunicación entre sí.
Utiliza la mentira como instrumento. A cada uno de sus padres les saca algo:
complicidad, a su madre.
Algún dinero, a su padre.
Cuerpo de mujer. Cabeza de niña.
Duerme de noche con aquel peluche y con el velador prendido.

Su corazón tiene cicatrices.
Entre dos padres fracasados, es una niña perdida.

© Alejandro Wajner- 2003

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