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escribir y el consumo por Guidos

Cuando escribimos escuchamos al nervio palpitar en el corazón, sentimos el sudor resbalando por nuestras manos y por la garganta, la cabeza a gritos pide silencio. Comenzamos escribiendo una cosa y terminamos en otra. A la voz tranquila llamamos lectura, a la interior: poema, al silencio: poesía. Al terminar todo parece que no tiene importancia. Nos levantamos de la silla y nos marchamos sin saludar a nadie. Al final sentimos que lo escrito no tendrá eco. Recordamos un cuarto solo, una luz tenue, un suspiro perdido en el viento. A menudo sucede que las palabras no convencen y ese escrito desaparece. Quien no escucha a su voz se ahoga. Quien escucha a su voz descubre la realidad, quien no sabe por dónde anda piensa que nadie reconoce su voz. Cuando escribimos no estamos solos, pero tardaremos tiempo en encontrarnos.

El consumo no es el paraiso

Este amargo presente al que nos enfrentamos exige que nuestras palabras, nuestras obras, se consagren a expresar la angustia, el peligro, la incertidumbre, pero también la esperanza. En este grosero mundo en el que vivimos ya no se distingue si alguien es conocido por héroe o por criminal. Por eso debemos quitarle a este modelo neoliberal la pretensión de ser la única manera posible para la vida de la humanidad.

El mundo se encamina a un virtual Apocalipsis, impulsado por dos fuerzas dinámicas y amorales, el dinero y el poder. Y aun cuando este es el lugar del peligro, es también la oportunidad que nos ofrece la historia. Entonces nuestro deber como medicos es impedir que el mundo se deshaga y que los poderes mediocres puedan destruirlo todo. Debemos decirle al mundo que el consumo no es el sustituto del Paraíso

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