El dinero
El aspecto más crucial de la presente coyuntura económica mundial es el enorme excedente de recursos monetarios en manos de los países, en desarrollo. Esta situación es una consecuencia inmediata de tres fenómenos relativamente interrelacionados.
En primer lugar, es fruto de los enormes excedentes de comercio exterior que disponen estos países, debido al espectacular aumento de sus exportaciones y un modesto crecimiento de sus importaciones. El crecimiento de las exportaciones tiene que ver con la política irresponsable de valorización del dólar que sigue el actual gobierno de Estados Unidos, intentando mantener un poder de compra de su población, en un esfuerzo que seguramente no puede ser por tiempo indefinido.
También tiene que ver con la fuerte inserción de China en el mercado mundial como compradora en expansión colosal. Cabe anotar de paso que el gobierno chino no ha atendido las presiones estadounidenses para una valorización de su moneda. Si pusiera en práctica estas orientaciones tendría un impacto aún más fuerte en el mercado mundial, a pesar de que disminuiría su superávit comercial y su disponibilidad de recursos monetarios.
En segundo lugar, estos excedentes vienen del aumento espectacular de la emigración de las poblaciones de los países periféricos hacia los centrales, lo que genera una remesa de moneda muy grande hacia los países de origen. En varios de ellos, incluyendo a países de la importancia de México, estas remesas se encuentran entre las principales fuentes de recursos provenientes del exterior.
En tercer lugar, los movimientos de capital dentro de la tríada de los desarrollados ( EE.UU., Europa y Japón) han disminuido a favor de los principales polos de crecimiento mundial, sobre todo China. Las altas tasas de interés mantenidas por las economías dependientes y las “privatizaciones” a bajo precio también han atraído capitales a estas regiones, pero sus fuentes casi se han agotado. Las pocas empresas que restan están más defendidas internamente, principalmente por el fracaso de las llamadas privatizadas, que son abandonadas cada vez más por las empresas privadas, que sólo quieren más ganancias sin mayores inversiones. Estas razones tienen que ver con aspectos estructurales que son difíciles de cambiar y por lo tanto no experimentarán cambios inmediatos. En la década de los ochenta del siglo pasado tuvimos también fuertes superávit comerciales en los países del sur, pero fueron usados para pagar los intereses de las deudas externas. Con la suspensión del pago de las deudas externas al final de la década y sus renegociaciones políticas, comandadas por el Plan Brady, se formaron reservas importantes al comenzar la década del 90. En vez de utilizarlas para fortalecer su capacidad de negociación, las elites colonizadas de nuestros países utilizaron estas reservas para fortalecer sus monedas nacionales, disminuir sus exportaciones y aumentar sus importaciones, generando verdaderas euforias consumistas de sus clases medias. Estas se enojaron enormemente cuando descubrieron que no se puede vivir indefinidamente de rentas.
El auge monetario que se vive actualmente tiene estos precedentes claros. También conocemos muy bien lo que pasó con los petrodólares de los productores de petróleo en la década de los setenta. Por otro lado, la dimensión de las reservas del Tercer Mundo en la coyuntura actual es demasiado elevada como para hacerla desaparecer con tanta facilidad como en las situaciones anteriores.
Por fin, los gobiernos progresistas que se han constituido en las regiones emergentes vuelven a encontrarse con el pensamiento económico progresista de América latina y gran parte del Tercer Mundo. La teoría de la dependencia ya los había alertado sobre este tipo de problemas hace muchas décadas. Ahora, cuando hay gobiernos que están alertando y tomando posiciones a partir de la utilización ofensiva de estos excedentes, queda por demás evidente el crimen que representa entregar estos recursos a bancos internacionales que pagan intereses muy inferiores a los que obtienen en nuestros países dependientes y semicoloniales.
También hay que señalar la creciente oposición entre los intereses del capital bancario y financiero y los del sector productivo, que se encuentra ahogado por los altos intereses. La hora es de devaluación de activos, sobre todo financieros, a favor del consumo productivo. Estamos en vísperas de un movimiento mundial que pugna por bajar las tasas de interés y retomar el crecimiento económico. Digamos de paso que esta nueva ola de crecimiento económico y del empleo no generará inflación. Por el contrario, la baja de los intereses ayudará a bajar los precios, pero también la baja de los activos mundiales estimulará nuevas inversiones en tecnologías de productividad cada vez más altas, favoreciendo una deflación de precios de todo tipo de mercancías.
Por último veamos los datos sobre el aumento de los recursos en manos de los países del Tercer Mundo en este momento, cantidades que tienden a crecer cada mes en dimensiones extraordinarias. Hagan la suma: las reservas internacionales más importantes las tiene en este momento China, con 1.066 mil millones de dólares (más de un billón en español o 1 trillón en inglés o portugués). En seguida tenemos a Rusia, con 311 mil millones de dólares; en tercer lugar, India, con 193 mil millones de dólares; en cuarto lugar, Brasil, con 106 mil millones de dólares, hasta aquí están los BRIC; en quinto lugar, México, con 68 mil millones de dólares; en sexto lugar, Turquía, con 59 mil millones de dólares; en séptimo lugar, Argentina, con 35 mil millones de dólares; en octavo lugar, Venezuela, con 34 mil millones de dólares; en noveno lugar, Chile, con 19 mil millones de dólares; en décimo lugar, Colombia, con 16 mil millones de dólares.
Si estos países dejan de juntar su plata en dólares y de pagar intereses a Estados Unidos tendremos un decisivo vuelco en la economía mundial. De un lado, el debilitamiento definitivo del dólar, de otro, la creación de un poder financiero colosal del Tercer Mundo volcado hacia la investigación y el desarrollo, la compra de maquinarias de alta tecnología y hacia proyectos de disminución de la pobreza y de pleno empleo y sobre todo hacia la creación de una infraestructura moderna en el Tercer Mundo. La verdad es que el Banco del Sur es el camino para este cambio estructural en la economía mundial. La principal limitación es la estrechez mental y moral de nuestra clase dominante. Es mucho más fácil recibir un buen sueldo de las multinacionales y/o de los bancos internacionales que luchar por un cambio fundamental de nuestra realidad. No nos olvidemos también de nuestra formación intelectual: es mucho más fácil seguir los modelos elaborados en los centros de poder cultural mundial que producir nuestra propia cultura. Son barreras de difícil superación.
* Director-presidente de la Cátedra y Red de la Unesco y de la Universidad de las Naciones Unidas sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible. www.reggen.org.br
Del servicio informativo de Alai-amlatina.
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