La tecnomedicina
Mi gran amigo Horacio suele contar una muy interesante historia sobre su madre. Suele quiere decir que se la escuché al menos tres veces -en más de 10 años- y cada vez distingo cuestiones nuevas, sea porque las cuenta de otro modo o porque yo lo escucho de una manera distinta. El asunto es que Horacio narra como su madre -que estaba bárbara- comenzó a tener problemas debido a que comenzó a tomar un par de medicamentos, y luego comenzó a agregar otros para mitigar los efectos de estos. Al cabo de 5 o 6 medicamentos que tomaba, no dormía, tenía temblores, perdía la memoria, tenía acidez y retenía líquidos, todos problemas que no tenía antes de comenzar a tomar algo para "la circulación cerebral", que no servía para nada útil. Nada útil para ella; sí lo era para el farmacéutico que le vendía los medicamentos, los laboratorios que los producen y los propagandizan, las agencias y los medios que le cobran a esos laboratorios y los funcionarios que cobran comisiones por hacer la vista gorda. La madre de Horacio mejoró sensiblemente todos los síntomas al suspender la medicación. Estos días circula una propaganda -todos los días aparece algo, como aquella que recomendaba un opiáceo como antidiarreico para no tener que faltar al trabajo por una descompostura intestinal- que dice que una mujer no iba a fiestas de disfraces, pero ahora sí! porque toma...... omeprazol! Indicado, como se sabe, para..... disfrazarse! Usté toma omeprazol y en seguida se disfraza. Sería interesante ver de qué se disfraza el ministro si alguien tuviera la osadía de preguntarle sobre la frecuencia aumentada de fractura de caderas en personas que toman esa medicación, los problemas de interacción con psicofármacos (entre ellos anticonvulsivantes) o con anticoagulantes. O la disminución del efecto protector sobre bacterias que ingresen por el tubo digestivo -hace años alguien demostró que la mala alimentación trae disminución de la secreción del ácido gástrico, por lo cual disminuye la barrera gástrica al ingreso de gérmenes, por lo cual los pobres (que se alimentan mal) podrían tener más propensión a pescarse enfermedades infecciosas también por este mecanismo- pero como en este país ya no quedan pobres..... O si su mecanismo de acción -inhibición de la bomba de protones de la pared gástrica, donde se produce (con esos protones) el ácido gástrico- es o no reversible luego de su uso prolongado, lo cual podría predisponer a enfermedades crónicas, inclusive cáncer. Pero -en este caso- quién te quita lo bailado (en la fiesta de disfraces!). La irresponsabilidad de este ministerio no merece otro nombre que el de criminal. Y el caso de la madre de Horacio, merecería el nombre de "síndrome de la madre de Horacio", que se trata combatiendo al fetichismo de los medicamentos (mi vieja pagaba las culpas que no tenía desesperándose por conseguir vasodilatadores inservibles para la hemiplejia de mi viejo, que la obtuvo de una arteriografía innecesaria y murió de una neumonía aspirativa, vinculada con otros medicamentos inútiles que la predispusieron)
Circula en otra lista un relato (humorístico?) de Santiago Varela, con el caso del Tío Poroto que se relaciona bastante con lo que le pasó a la madre de Horacio (que sería el "Síndrome de la madre de Horacio" descompensado) con un final muy poco feliz, inclusive para el farmacéutico que perdió un cliente maravilloso. Los laboratorios suplantan rápidamente a las madres de Horacio y a los tíos Poroto, por lo cual no parecen ser, aquí, los infelices. Tampoco PAMI ni los medicos que recetan ni el ministro, pero hay que tener en cuenta que la venta se produce por acción de los médicos y por acción y omisión del Estado (responsabilidad del ministro) en el uso de medicamentos. Sí, sí; mientras tanto este ministerio dicta cursos impresentables sobre uso racional, del cual todo el mundo huye y son presentados como exitosos.....dado que se gasta un dinero que luego pagamos todos (préstamo del BID para hacer una berretada y cobrarla).
Es mi opinión que el mundo (un mundo ideal?) estaría mejor si hubiera más Horacios (hoy Horacio está en una función importante en el sistema de salud de una ciudad importante, y está generando mejoras en la atención de la salud de la población, pero además debate -él dice que su objetivo en las clases que también da, es generar dudas en las certidumbres del sistema). Pero seguro que va a costar mucho más si tenemos ministros como GGG. Y esté Ocaña en PAMI.
Un saludo
Gonzalo
PD: por qué HV (que no es el Horacio del relato) dice que la gestión de Ocaña es impecable?
----- Original Message -----
Mi tío Poroto (de Santiago Varela)
Mi tío Poroto andaba fenómeno hasta que su mujer, mi tía Porota, a instancias de su hija, mi prima Tota, le dijo:
Mirá Poroto, vas a cumplir 70 años, es hora de que vayas a un médico.
Y para qué si estoy bárbaro?
Porque la prevención debe hacerse ahora que todavía sos joven -contestó mi tía.
Por este motivo mi tío Poroto fue a consultar al médico.
El médico con buen criterio le mando a hacer exámenes y análisis de todo lo que pudiera hacerse y que la obra social pudiera pagar.
A los quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores en los estudios que había que mejorar. Y ahí no mas le recetó Simgras Grageas, para tener el colesterol lo más bajo posible; Bobex
10 mg. para el corazón; Diabetol Plus, para prevenir la diabetes, Total Vitaminol, complejo vitamínico; Abajopres para la presión, y como en Buenos Aires hay de todos menos buenos aires, Alergicatel, para la alergia. Como
los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó Omeopancex 20 cápsulas.
Mi tío Poroto fue a la farmacia y cambió allí una parte importante de su jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados.
Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia las debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.
Este, luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco alterado y algo contracturado, por lo que le agregó Nervocalm 25 y Aflojex Max.
Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara por el medio mientras ellos lo aplaudían.
Sin embargo, mi tío, en lugar de estar mejor, estaba cada día peor. Tenía el fixture de todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.
A la semana el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba lo nombró "cliente protector" y le regaló un termómetro, un frasco estéril para análisis de orina y una birome con el logo de la empresa.
Mi primo el Toto dedujo que la dirección la tuvieron que sacar de la receta que la farmacia entregó a la Obra Social. Posta.
Tan mala suerte tuvo mi tío Poroto, que a los pocos días se resfrió y mi tía Porota lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del té con miel, llamó al médico. Este le dijo que no era nada, pero le recetó Gripedin Dúo y
un antibiótico, Sanaxidal 500.
Para colmo mi tío Poroto se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se entero de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones medicamentosas. Lo que decía eran cosas terribles. No sólo se podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones del estado mental y otro montón de cosas espantosas.
Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque los laboratorios las ponian por poner.
Doctor, las empresas que ganan mucha plata no ponen cosas por poner.
Bueno, las ponen para cubrirse.
Para cubrirse de qué? -preguntó mi tío.
Para cubrirse por si alguno le hace un juicio.
Si, claro, pero para hacerle un juicio, primero le tuvo que pasar algo.
Nadie hace un juicio si no le pasa nada. Digo... dijo mi tío.
Bueno... mirado así...
Que es la única forma de mirarlo. Juicio le pueden hacer si al paciente por bajar el colesterol se le revienta el higado, se le caen los dientes, se queda ciego, impotente, pelado... y después, ya con un poco de suerte, se
muere.
Usted exagera, esas cosas que ponen en las prospectos no pasan casi nunca.
Casi...
A mí no me interesa que le pasen a muchos, con que me pasen a mí alcanza y sobra... dijo mi tio Poroto muy nervioso, pese a tomar religiosamente el Nervocalm.
Tranquilo, Don Poroto, no se excite -le dijo el médico mentras le hacía una nueva receta con Antideprezol Forte Supositorios.
En ese tiempo, cada vez que mi tío cobraba la jubilación iba a la farmacia -donde ya lo habían nombrado cliente VIP y le ponían alfombra roja- y la cambiaba íntegra por remedios. Esto lo hacía poner muy mal, razón por la cual el médico le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos.
Pobre mi tío Poroto, llegó un momento en que las horas del dia no le alcanzaban para tomar todas las pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado.
Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios, se murió.
Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico.
Aun hoy mi tia Porota afirma que menos mal que lo mandó al medico a tiempo, porque sino, seguro que se moría antes.
From: "Alejandra y Guillermo"
Mi tío Poroto (de Santiago Varela)
Mi tío Poroto andaba fenómeno hasta que su mujer, mi tía Porota, a instancias de su hija, mi prima Tota, le dijo:
Mirá Poroto, vas a cumplir 70 años, es hora de que vayas a un médico.
Y para qué si estoy bárbaro?
Porque la prevención debe hacerse ahora que todavía sos joven -contestó mi tía.
Por este motivo mi tío Poroto fue a consultar al médico.
El médico con buen criterio le mando a hacer exámenes y análisis de todo lo que pudiera hacerse y que la obra social pudiera pagar.
A los quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores en los estudios que había que mejorar. Y ahí no mas le recetó Simgras Grageas, para tener el colesterol lo más bajo posible; Bobex
10 mg. para el corazón; Diabetol Plus, para prevenir la diabetes, Total Vitaminol, complejo vitamínico; Abajopres para la presión, y como en Buenos Aires hay de todos menos buenos aires, Alergicatel, para la alergia. Como
los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó Omeopancex 20 cápsulas.
Mi tío Poroto fue a la farmacia y cambió allí una parte importante de su jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados.
Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia las debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.
Este, luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco alterado y algo contracturado, por lo que le agregó Nervocalm 25 y Aflojex Max.
Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara por el medio mientras ellos lo aplaudían.
Sin embargo, mi tío, en lugar de estar mejor, estaba cada día peor. Tenía el fixture de todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.
A la semana el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba lo nombró "cliente protector" y le regaló un termómetro, un frasco estéril para análisis de orina y una birome con el logo de la empresa.
Mi primo el Toto dedujo que la dirección la tuvieron que sacar de la receta que la farmacia entregó a la Obra Social. Posta.
Tan mala suerte tuvo mi tío Poroto, que a los pocos días se resfrió y mi tía Porota lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del té con miel, llamó al médico. Este le dijo que no era nada, pero le recetó Gripedin Dúo y
un antibiótico, Sanaxidal 500.
Para colmo mi tío Poroto se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se entero de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones medicamentosas. Lo que decía eran cosas terribles. No sólo se podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones del estado mental y otro montón de cosas espantosas.
Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque los laboratorios las ponian por poner.
Doctor, las empresas que ganan mucha plata no ponen cosas por poner.
Bueno, las ponen para cubrirse.
Para cubrirse de qué? -preguntó mi tío.
Para cubrirse por si alguno le hace un juicio.
Si, claro, pero para hacerle un juicio, primero le tuvo que pasar algo.
Nadie hace un juicio si no le pasa nada. Digo... dijo mi tío.
Bueno... mirado así...
Que es la única forma de mirarlo. Juicio le pueden hacer si al paciente por bajar el colesterol se le revienta el higado, se le caen los dientes, se queda ciego, impotente, pelado... y después, ya con un poco de suerte, se
muere.
Usted exagera, esas cosas que ponen en las prospectos no pasan casi nunca.
Casi...
A mí no me interesa que le pasen a muchos, con que me pasen a mí alcanza y sobra... dijo mi tio Poroto muy nervioso, pese a tomar religiosamente el Nervocalm.
Tranquilo, Don Poroto, no se excite -le dijo el médico mentras le hacía una nueva receta con Antideprezol Forte Supositorios.
En ese tiempo, cada vez que mi tío cobraba la jubilación iba a la farmacia -donde ya lo habían nombrado cliente VIP y le ponían alfombra roja- y la cambiaba íntegra por remedios. Esto lo hacía poner muy mal, razón por la cual el médico le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos.
Pobre mi tío Poroto, llegó un momento en que las horas del dia no le alcanzaban para tomar todas las pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado.
Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios, se murió.
Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico.
Aun hoy mi tia Porota afirma que menos mal que lo mandó al medico a tiempo, porque sino, seguro que se moría antes.
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