El Cartel de la soja contra el GRR
ACLARACIÓN NECESARIA A LA CARTA QUE ME ENVÍA G. GROBOCOPATEL Debo confesar que, cuando escribí el Editorial de marras, ignoraba el grado de distanciamiento interior de esta familia empresarial originaria de Carlos Casares, y por lo tanto digo que, si bien pude haber sido mal informado respecto a la propiedad del silo ubicado en la zona central de la localidad o acaso interpreté por los dichos de nuestros informantes que el liderazgo supuesto de Gustavo sobre el clan familiar lo hacia propietario del silo en cuestión, debo ahora reconocer que ese silo sería de su hermano, aunque es verdad que ha sufrido demandas varias y que habría sido objeto por parte de los vecinos de diversas manifestaciones opuestas a su ubicación, y que se le adjudicarían impactos graves, tal como ocurre por otra parte, con todos o con la mayoría de los silos ubicados en las zonas céntricas de los pueblos de la Provincia de Buenos Aires. En relación con el error anterior, era el juicio consiguiente, de ser el mayor contaminador de esa población, rango que seguramente no tenga en la medida que no se le pueden adjudicar como propias todas las acciones familiares habidas en la zona, y por lo tanto, también podría retractarme de ello. No obstante, digo que, si bien Gustavo Grobocopatel no es el dueño del silo en cuestión y por ello probablemente, tampoco sería el contaminador máximo de Carlos Casares, sí es uno de los que han diseñado este modelo productivo, que considero genocida de las poblaciones y devastador de los ecosistemas, y que es el modelo biotecnológico de la que hemos denominado como Republiqueta sojera. Digo también que rechazo en forma terminante toda oferta y todo intento de dirimir de persona a persona la razón o la ética de un modelo que ha involucrado en sufrimiento, desarraigo y muerte a millones de argentinos, a los cuales jamás se los consultó para conocer si estaban de acuerdo con transformar la agricultura en agrobusiness, o permitir que el país de los argentinos quedara en las manos de los Agronegocios y de los pooles de siembra, que las semillas transgénicas fuesen liberadas para su producción masiva, y que las sojas y los maíces genéticamente modificados, a través de la creciente industrialización de los productos de consumo, de la carne criada a corral y balanceados, de las cadenas agroalimentarias y de la integración vertical de las empresas, ocupasen gradualmente una buena parte de su ingesta habitual. A ese modelo que él llama: Poder del conocimiento, y que implica la naturalización de la ciencia empresarial como pensamiento científico hegemónico, difícilmente hallaríamos alguien que lo sepa exponer con mayor lucidez que Gustavo Grobocopatel. Ese modelo perverso se generó en ámbitos académicos y el discurso de Gustavo Grobocopatel, es testimonio vivo de esas memorias que remontan a los años noventa y que en su momento denunciamos desde el GRR en tremenda soledad. En ese sentido, estaríamos dispuestos a concederle el espacio a réplica que pareciera reclamar como reparación, tanto en el programa de Radio Nacional cuanto en la página del GRR. Sabemos que dispone generosamente de los medios masivos de opinión para difundir su pensamiento a favor de globalizar nuestra economía y nuestras producciones, sin embargo parecieran interesarle nuestros humildes espacios de cuestionamiento, y aceptaríamos que se exprese en ellos, tal como hiciera largamente cuando en cierta oportunidad fuimos a exponer y a proyectar la película “Hambre de Soja” a Carlos Casares y aprovechó el debate posterior para desplegar su discurso y para desatender con soberbia lo que el resto de los concurrentes manifestaron. No tenemos ninguna intención de agraviar o injuriar la persona de Gustavo Grobocopatel, al que vemos como un instrumento inteligente y lúcido aunque menor, del modelo de neocolonización que cuestionamos. Pretendemos por lo contrario, que sepa aprovechar el espacio que le concedemos para manifestar con altura sus razones, recordándole que conquistar la Democracia fue muy caro para todos nosotros y que, tenemos absolutamente presente que algunos permanecíamos en la cárcel o en el exilio mientras otros construían el poder económico que ahora detentan y que suelen utilizar para banalizar o escamotear los mecanismos de participación ciudadana. Jorge Eduardo Rulli |
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