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Pobreza en la Argentina: el caso de San Juan y sus mineras

Hace poco un lector de alguna de las listas en las que aburro con cosas que no le interesan a nadie, se enojó por algunas palabras duras. La contaminación y la expoliación puede no ser algo lindo pero parecen ser cosas naturales: no hay responsabilidades políticas, no hay compra de voluntades, nadie es responsable. Se me conminó extrañamente a mirar la viga en el propio ojo debido a que reclamaba que este gobierno -y sus socios locales- dejaran de hacer gala de ambientalismo SOLO con lo que pasa afuera (pero no puede uno tampoco justificar lo que pasa afuera en general ni lo que pasa afuera pero reperctute directamente aquí). Pero el centro de la nota era lo que pasa con las mineras (en realidad, peor, era la censura del canal oficial sobre las mineras en le provincia de San Juan, gobernada por Gioja, ex menemista, ex (?) coimero, ahora oficialista, de familia -repartida en diversas funciones en este gobierno- de negocios con la minería). Y la denuncia me la había enviado una amiga uruguaya (ex presa política) que suele denunciar lo que sus ex compañeros de militancia (en el MLN de Uruguay) hacen en el actual gobierno. Las palabras fuertes pueden incomodar -dios no permita- y uno deberá tener algo más de cuidado. No sea cosa que por atender a ciertas formas de decir dejemos de indignarnos con lo que pasa. Y esto es lo que pasa. Pero lo que nunca habría que dejar de atender es a las responsabilidades de quienes permiten (o aun alientan) que estas cosas pasen. Este mismo lector le puso al énfasis que uno pone en esto el mote (esa fue la intención) de "certezas". Bueno, uno tiene la certeza que hay cosas que no pueden ocurrir. La mortalidad infantil en Argentina es una afrenta a la dignidad. La destrucción del ambiente es otra. Y hay personas de carne y hueso que son responsables por estas políticas. Uno puede consentir que estas cosas sigan ocurriendo gratis (acá y en otros países). O puede, por lo menos, denunciarlo. Cuesta mucho no indignarse al hacerlo. Pido disculpas a quienes la forma de la denuncia hiera en sus pupilas. No sé (otra de mis incertezas) si esta manera es muy útil (y tal vez más sutil?). Claro que es posible que decir estas cosas sea inútil (y para colmo desagradable). Si tiene otra forma más efectiva de hacerlo, se aceptan sugerencias. Pero temo (tal vez un temor banal) que no decirlo colabore con la invisibilización del tema. Al modo del cuento que Roberto Gargarella difundió hace unos días, tal vez nos estemos fijando más en lo que molestan los gritos.
Un saludo
Gonzalo

Opinión
Argentina: San Juan
La desubicación de la pobreza
Por: Carlos del Frade (APE)
Fecha publicación: 25/01/2008
 
http://www.argenpress.info/nota.asp?num=051406&Parte=0
El gobierno de la provincia de San Juan se ufana de las inversiones extranjeras que vienen a su territorio.

José Luis Gioja, gobernador de la provincia, supo ser uno de los principales voceros de la administración presidencial menemista, aquella pródiga en privatizaciones, desocupación, multiplicación de la pobreza y democratización del narcotráfico. Hoy, Gioja, vendedor de montañas y paisajes de bellezas inenarrables, es uno de los más acérrimos defensores de la gestión kirchnerista.

Ubicuidad y pragmatismo. Lo cierto es que Gioja repite, una y otra vez, dentro y fuera del territorio sanjuanino, que las empresas mineras llevan la riqueza del subsuelo pero dejan grandes fortunas que, según el gobernador, son para todos los sanjuaninos.

Sin embargo, como bien dice el refrán popular, no todo lo que reluce es oro, aunque se trate de semejante mineral.

El oro sanjuanino y los otros productos del corazón de las tierras sanjuaninas no traen presentes mejores para todos los sanjuaninos.

Apenas asoma en la pechera de la camiseta San Martín de San Juan que a duras penas se mantiene en primera, pero es allí, en las casacas de los jugadores de fútbol que puede leerse la leyenda que exalta las virtudes de la provincia minera.

Pero tal como sucede con los resultados futboleros, las mayorías sanjuaninas parecen más cerca del descenso que de la victoria cotidiana.

En la ciudad de Calingasta, una beba de dos meses murió por desnutrición.

La llevaban en una ambulancia hasta un centro de salud, pero no llegó. No soportó el último esfuerzo. La condena había sido dictaminada hacía tiempo, aún antes de que naciera.

Ya había pasado lo mismo con una hermanita de ella, casi cinco años antes.

La beba pesaba dos kilogramos setecientos gramos y era una de los seis hijos del matrimonio compuesto por una mamá de veintiocho años y el papá de treintaiún años.

Los padres de los chicos no forman parte del círculo áulico de Gioja y sus amigos extranjeros, ni tampoco están incluidos en los favores de los que habla la publicidad oficial.

Son integrantes de las mayorías empobrecidas que viven sobre un territorio rico y pletórico de posibilidades pero, para pocos. Rico y pletórico de posibilidades para pocos.

Ellos, los papás de la beba que viajó injustamente muy pronto a la pampa de arriba, apenas intentan empatarle a las necesidades a través de changas rurales. Fue en 2003 cuando, como se dijo antes, sufrieron la muerte de otra niña de solamente seis meses también por desnutrición agravada por una afección pulmonar.

No se trata de una desgracia, sino de una consecuencia directa de la manera material en la que viven desde hace mucho tiempo en la provincia del buen vino y los inagotables recursos mineros de los que habla el señor gobernador.

La justicia de menores, mientras tanto, investiga a los padres de la beba por supuesta negligencia o abandono. Dos palabras que bien podrían caberle al mismísimo responsable político del territorio sanjuanino.

Se ve que la justicia sanjuanina entiende el curso de la historia y niega la posibilidad que haya pobreza en la provincia y por eso descarga su poder inquisidor sobre las víctimas.

Es que en semejante valle de riquezas no es posible que existan casos mortales de desnutrición infantil.

Porque si así fuera, el gobernador Gioja estaría mintiendo, sería cómplice de un descomunal saqueo que deja casi sin nada a los habitantes de su territorio y llena de riquezas a muy pocos.

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