opinion politica sobre el modelo y el gobierno
Está claro que si en uno de los extremos de la pulseada está la Sociedad Rural, Carbap, Cra, el lugar para ubicarse es enfrente, del lado del que produce ese alineamiento. Y desde allí señalar que un lockout no es una huelga, que un corte de rutas con el levantamiento de aduanas interiores es mucho más que un piquete y que el intento de cercar por desabastecimiento a los centros urbanos se parece mucho más a una operación de esmerilamiento que la mera repulsa de una medida impositiva. Hay demasiada historia acumulada y padecida para ser ingenuo, aunque la presencia de numerosos pequeños y medianos productores le de un barniz popular a “la rebelión de los propietarios”
Esa es la divisoria de aguas gruesa del conflicto. A partir de ahí, se puede y se debe señalar los múltiples errores cometidos por un gobierno, más rápido en adecuar su lenguaje a las circunstancias que en implementar políticas que cubran un horizonte que esté más allá de la administración de la coyuntura. Y al mismo tiempo señalar que algunos de los requerimientos de los representados por la Federación Agraria son razonables.
La tormenta es un problema “comprado” por el gobierno. Si las medidas anunciadas después de 21 días de lockout hubieran sido enunciadas junto con el incremento de las retenciones, se hubiera separado los sectores sociales rurales que confluyeron en el lockout. El gobierno al tomar la decisión de incrementar las retenciones no contempló, como invoca ahora, que el objetivo era redistributivo sino que su fin último era incrementar la solvencia de la caja ante la incertidumbre que provoca la crisis financiera internacional. En segundo lugar, y por primera vez en casi cinco años, se realiza un intento de desalentar muy tímidamente el monocultivo de soja. Al tomar la medida, sustituyó por un concepto geográfico una caracterización política: el campo. Confusión fomentada por los sublevados y el periodismo fuertemente sesgado, que diluyó con esa denominación geográfica los intereses antagónicos y contradictorios que conviven en la estructura agraria.
Cuando el conflicto se descarna en los motivos enarbolados originalmente se observa la desmesura entre las diferencias y la reacción. Si bien el incremento para los sojeros en un principio eran nueve puntos, el descenso del precio internacional la redujo a una brecha entre dos y tres puntos. A su vez, la compensación a los pequeños y medianos productores que representan el 80% con apenas el 20% de la producción, propuesta formulada lejos del momento oportuno, le significa al Estado apenas ochocientos millones de pesos (20% sobre la recaudación original esperada de cuatro mil millones de pesos)
Veintiún días de corte de rutas, el desperdicio de enorme cantidad de alimentos, una acentuación intensa del proceso inflacionario que condensó en medio mes el incremento superior a por lo menos un semestre, todo por una diferencia en los derechos de exportación entre 2 y 3 puntos que se hubieran paliados a lo sumo, con ochocientos millones de pesos, revelan que la irracionalidad de ambas partes ha tenido un espacio preferencial en el conflicto.
Los pequeños y medianos productores sojeros están obviamente insertos en el modelo de agricultura sin agricultores, de fumigaciones indiscriminadas, de poblaciones con enfermedades padecidas como tributo al incremento del área sembrada. En Gualeguaychú, donde se asentó uno de los piquetes más mediáticos de verba flamígera, estaban los productores que habían reemplazado las producciones históricas de Entre Ríos, entre ellas el arroz y los cítricos, por la soja.
A su vez el gobierno permaneció inmutable y cómplice, más aún alentó el modelo sojero hasta que asumió parte del discurso que ha sostenido desde hace muchos años el Grupo de Reflexión Rural cuyo referente es Jorge Rulli. Es decir, fomentó la concentración y el progresivo avance del monocultivo seducido por el papel fundamental de las retenciones en el superávit fiscal. Pooles de siembra, fideicomisos financieros, concentración en el campo y en las exportaciones, despoblamiento, desertización del suelo, eran testimonios amordazados por los notables precios internacionales y las retenciones consiguientes.
Soja transgénica, glifosato, roundup, sonaban desde los márgenes de los espacios sobre los que avanzaba la soja. Mucho menos importaba el concepto de soberanía alimentaria, donde se acepta pasivamente la enorme disminución en las áreas sembradas de arroz o cítricos, el desabastecimiento de algodón para la industrial textil, o la irracionalidad que lleva a importar perejil y arvejas. En ese contexto, el incremento de las retenciones produjo un cambio de escenario: los pequeños y medianos productores se unieron a los grandes y convirtieron al lockout en popular. Pequeños y medianos productores abrazados con los grandes propietarios contra los que protagonizaron el Grito de Alcorta, fueron presentados como al borde de la quiebra, casi indigentes, por los medios afines y por los progres dispuestos a subirse a cualquier colectivo opositor aunque sea del brazo de la Sociedad Rural. Y el gobierno cambiando sobre la marcha su discurso, demonizando repentinamente lo que había sostenido hasta el 10 de marzo.
Lo cierto es que se carece de una política agropecuaria que no deje la planificación casi exclusivamente a la rentabilidad, a la mano invisible del mercado, precisamente de una de las principales riquezas del país.
El gobierno tiene razón cuando sostiene que el Estado debe quedarse con una parte de la renta diferencial de una de las tierras más fértiles del planeta. Toda la sociedad hace un esfuerzo para mantener una política monetaria de paridad cambiaria competitiva para la exportación y desalentadora de la importación, lo que permitió una baja significativa de la desocupación. Se subsidia el gasoil y las tarifas ferroviarias para el transporte en general y de cargas. También es cierto que el gasoil tiene un precio superior fuera de la capital. Los campos han incrementado su valor entre tres y cinco veces sin correlación ninguna con la valuación fiscal, base imponible para calcular un impuesto inmobiliario generalmente ridículo, a lo que se suma una alta evasión y una proporción superior a la media de trabajo informal. También hay subsidios al sector lácteo y vacuno. La Federación Agraria ha denunciado que cerca de la mitad de los subsidios nacionales termina en manos de grandes industrias como Aceitera General Deheza, Molinos Río de la Plata, Cargill, la Serenísima.
Los pequeños y medianos productores tienen razón cuando sostienen que el trámite de los subsidios es burocrático y la mayor parte de las veces no llegan a los que deben beneficiar. Que es irritativo y contraproducente aumentar las retenciones cuando se va a cosechar y no cuando se va a sembrar. Que las retenciones móviles fija un precio máximo a partir de ciertos precios topes. Superado los 600 dólares la tn para la soja, 300 para el maíz, 600 para el trigo y el girasol, el Estado se queda con el 95% sobre el excedente de esos precios en los próximos cuatro años. La disposición fija un techo para los ingresos pero no hace ninguna consideración sobre el aumento de los insumos. Resulta una medida económica inaplicable con la inflación real proyectada y las actualizaciones que necesariamente habrá que hacer del tipo de cambio si no se aspira a repetir en otro contexto las taras de la convertibilidad del 1 a 1.
Más allá de estas consideraciones, es imprescindible aclarar que el campo está viviendo un momento de esplendor. Que hay sectores menos beneficiados en términos relativos como los tamberos y los dedicados a la ganadería. Que eso se observa en la renovación del parque automotor y de bienes de uso. Consideración que no debe incluir la chicana de demonizar las 4x4, muy funcionales para las actividades del campo y no un snobismo como quienes lo utilizan como símbolo de status, para andar en la ciudad. Justamente una de las irracionalidades regresivas de las tarifas baratas es que el gobierno subsidia el gas oil indiscriminadamente incluyendo el consumo de las 4x4 urbanas, como lo hace con el gas y la electricidad de los sectores de mayor poder adquisitivo de la población, mientras continúa la desregulación del gas natural utilizado por los sectores de más bajos ingresos, con precios superlativos en relación al gas natural.
Los pequeños y medianos productores, poseen en tierra, capitales que parten como mínimo de los 500.000 dólares. Así que la prensa adicta los ubique como piquetes civilizados a diferencia de los que cortaban rutas desde la indigencia y la sobrevivencia es una comparación inadmisible. Y más allá que suene desafinado para los políticamente correctos, no todos los piquetes son iguales, por la misma razón que el derecho contempla que no es lo mismo robar un pan para no morir de hambre que asaltar un banco.
Y tal vez la mejoría sustancial de su situación los lleve a olvidar los campos hipotecados y rematados cuando estalló la convertibilidad. Eso que bien recuerda la dirigente de las mujeres que se agruparon para luchar e impedir la pérdida de sus pequeñas unidades.
Afirmó la pampeana Lucy de Cornelis: “ El paro tuvo un trasfondo que excedió el tema de las retenciones” y respaldó las medidas anunciadas para los pequeños y medianos productores. Agregó: “ Los que entonces resistimos y defendimos el campo apoyamos las medidas que claramente diferencian a los sectores económicamente concentrados de los pequeños y medianos productores, porque reconocemos el esfuerzo del gobierno nacional que permitió recuperar los 14 millones de hectáreas que en el 2003 estaban hipotecados” Y luego recordó algo que el máximo dirigente de la Federación Agraria y sus representados han olvidado: “ La Sociedad Rural nos vallaba para impedir que nos manifestáramos contra Menem”
TREGUA
El primer round de este conflicto arrojó un triunfo formal del gobierno y una victoria real de los representantes de las distintas agrupaciones del campo.
Cristina Fernández ganó con amplitud las elecciones del 28 de octubre del año pasado con el apoyo de los sectores populares, los excluidos, las clases medias rurales y franjas muy minoritarias de las clases medias urbanas. A 120 días del triunfo ha perdido el apoyo de las clases medias rurales, el encono de las clases medias urbanas continúa y se intensifica. La inflación ataca la mejoría de la capacidad adquisitiva de los sectores populares. El método de acumulación política de Néstor Kirchner y Cristina Fernández es de imponer el poder que significa el desnivel para las provincias e intendentes que solo tienen el 30% de la recaudación directa, mientras que en un 70% de los fondos de la coparticipación arriban con rapidez o retardo, en función de la mayor o menor docilidad. En general los hacen arrodillar y luego “los cachetean” para hacer sentir quién detenta el poder. No persuaden sino que imponen, tal vez porque suelen olvidar aquella frase de Perón que la política es fundamentalmente persuasión. Eso consigue alineamientos forzosos pero no simpatías en quienes se manifiestan por el momento como alineados. A los que no tienen puestos ejecutivos se los coopta con diferentes beneficios. En medio de este contexto se han avizorado las primeras voces críticas de los gobernadores de Córdoba y Chubut y la locuacidad sorprendente del casi mudo e irresoluto Carlos Reutemann.
Esto lleva a la paradoja que el kirchnerismo, en sus variantes masculina y femenina, despierta por sus virtudes, los mismos odios que Perón y Evita en la clase media beneficiada y en sectores de poder mucho de ellos engordados económicamente pero distanciados ideológicamente. Pero están lejos de despertar pasiones en los sectores populares que los apoyan. Esto se pudo visualizar en el acto en la Plaza de Mayo donde confluyeron los sectores sindicales, los movimientos sociales y sectores de clase media, estos últimos en su mayoría autoconvocados. Parece la relación gobierno- base de sustentación, la de esos matrimonios que conviven desde hace muchos años que siguen sintiendo cariño, pero que la pasión se ha desvanecido.
Los protagonistas del lockout están agrandados. Encontraron, los grandes, en la Asamblea de Gualeguaychú una base de sustentación y un calor “popular” que nunca habían soñado. Los chicos y medianos tienen la pasión de los recién llegados a la política y la sorpresa que da el poderío de las acciones colectivas. Pero más allá de la solidificación que dan los triunfos parciales, hay intereses contradictorios que posiblemente no tardarán en expresarse. Eduardo Buzzi de Federación Agraria afirmó que con la Sociedad Rural no los une el amor sino el espanto (debió sincerarse y decir el porcentaje de la torta) lo que no lo exime de lo desdoroso de semejante alianza, mientras se siente desbordado por izquierda por la estrella ascendente y tal vez fugaz del vista de aduana trucho, Alfredo De Angeli.
En esos vertiginosos cambios de discurso, la Sociedad Rural que apoyó el terrorismo de Estado, que fue solidaria con todos los planes de ajuste, que siempre estuvo conspirando contra los gobiernos populares ( el único “peronista” que concurrió a su fiesta anual fue Menem), que pidió represión contra los piqueteros y que fue aliada de la devastación, ahora suscribe un comunicado en que llama junto a las otras tres entidades a “ contribuir a elaborar el plan estratégico para el sector agropecuario y a consolidar una sociedad sin exclusiones con igualdad de oportunidades y con equidad social”.
Enrique Santos Discépolo y su tango bíblico, Cambalache, ha sido superado.
Y……..
Todo indica, más allá de la incierta resolución del conflicto, que se entra en un panorama de creciente conflictividad. Los dirigentes que encabezaron el lockout están ensoberbecidos. Y el gobierno sigue aplicando la táctica que en términos futbolísticos se conoce con jugar al off-side. Durante un tiempo desalienta a los delanteros rivales que caen permanente en una situación de fuera de juego, pero llega un momento que los adversarios se dan cuenta que proyectando los volantes se rompe la táctica. Los protagonistas de los cortes y las aduanas interiores, han dejado atrás las retenciones y van por la modificación de la coparticipación como se traduce de algunas expresiones que quedan al desnudo en declaraciones como la de Oscar Moncho, un productor de Carmen de Areco en Crítica del 31 de marzo: “Nosotros ya no peleamos por las retenciones. Nuestra lucha es por el modelo del país”
Y ahí la batalla adquiere un matiz que tiene posiblemente in mente un retorno al siglo XIX, con un país desindustrializado y la necesidad de ubicarlo exclusivamente como un proveedor de forraje de la Unión Europea y de China e India, como hace 128 años nos constituimos en la granja de Inglaterra. Quieren un nuevo Pavón.
Como bien dice el economista Carlos Leyba en Debate del 5 de abril del 2008: “La política de un tipo de cambio para la exportación de productos básicamente naturales o primarios y de otro tipo de cambio para la exportación de valor agregado es el mecanismo para desarrollar las ventajas competitivas no naturales. El origen y destino de los fondos son fundamentales. Los dos tipos de cambio son necesarios para el desarrollo de la industria: pero sólo se justifica en función del crecimiento de la productividad del sector retrasado. Es decir, solo se justifica con un programa de Desarrollo Industrial. En definitiva, estamos diciendo que no hay consistencia ni sustentabilidad sin un Programa Global ( Agro, Industria, Finanzas, Energía)” Agregaría a lo afirmado cambios en salud, educación y en infraestructura
¿Está dispuesto el gobierno en avanzar más allá de lo hecho en los dos primeros años del gobierno de Néstor Kirchner? La respuesta es decisiva en función de los días que se avecinan. Cierto desvanecimiento de los perfiles de un poder ejecutivo presente y una ausencia pública de la casi totalidad de los ministros, son señales preocupantes.
Es cierto que la estructuración política del gobierno con el partido justicialista reunificado, para decirlo benevolentemente, es débil. Es una estructura rellena de vacío. Sirve como maquinaria electoral y como alineamiento. Y que como dice el periodista peronista Gabriel Fernández: “Y que aquellos pasos que para nosotros son insuficientes, para ellos resultan inadmisibles”
Tal vez se ha llegado al punto que el cruce del Rubicón no es una alternativa sino una necesidad imprescindible
O se avanza, o posiblemente la realidad sea la oposición más difícil de doblegar.
8-04-2008
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