Argentina colonia laboratorio de las Corporaciones Transnacionales
EDITORIAL DEL DOMINGO 31 DE MAYO DE 2009
Suele ocurrir que cuando termino mis conferencias y ocurre en general con un público instruido y de sectores medios, alguien a menudo, me reprocha que a lo largo de la presentación, no haya mostrado elementos suficientemente positivos, que no les haya dado una esperanza para llevarse, que después de todo lo que expuse sienten ganas de morirse. En realidad, no sé si es verdad que no mostré caminos de esperanza o propositivos, tal como gusta denominárselos… Creo que lo hago. Lo que ocurre es que una cosa es manifestar que lo pequeño es hermoso, como tantas veces hacemos, y otra muy diferente es saber tomar de alguien que describe un panorama adverso, las perspectivas esperanzadoras que se ocultan en los gestos, en las pequeñas acciones y en las luchas que nos han enseñado a desdeñar por insignificantes. Valorar lo pequeño es una disciplina que cuesta incorporar. De todos modos, el que dice, luego de una conferencia, que solamente mostré un panorama sombrío y que no mostré caminos de salida, en principio me sorprende porque lo que yo esperaba era un debate o una polémica, y no solo que eso no se produce, sino que, todo lo contrario: pareciera ocurrir que se han tomado por buenas todas mis razones, por válidos todos mis argumentos y, pareciera que se los comparte, aunque lamentablemente, tan sólo les sirve para querer morirse de pena por el panorama que se les ha develado. No, no era mi intención provocar esos sentimientos de desesperanza, aunque tampoco me siento obligado a endulzar los análisis políticos en razón de un público que necesita que se lo consuele. Que lo consuelen y le mientan como en el caso del mal médico que conciente de que la situación es terminal, busca engañar al enfermo diciéndole que todo está bien y que tiene salud para rato… No, el enfermo sabe que se va a morir, lo sabe aunque no se lo confiese a sí mismo, y aunque busque ser engañado. Uno no puede dejar de saber en su interior, cuando se acerca la hora, que está entrando en agonía, nadie muere sin tomar conciencia de ello, a menos que el sistema lo haya drogado o adormecido para robarle ese último instante de conciencia final. Ese momento de tránsito, que es la muerte, alguna vez en la historia fue el momento tal vez más importante y decisivo de la vida. Era el momento en que el individuo era escuchado con veneración, y que ahora se transformó gracias a la medicalización de la salud y la expropiación de la muerte por parte del negocio médico, en un momento anónimo y despersonalizado, que se transcurre en una sala ignorada de terapia intensiva, entubado a diversos aparatos y rodeado por seres ajenos y distantes.
No, no es de todas maneras algo que nos esté ocurriendo como argentinos, ese momento del final de algo. Lejos de ello, creo que podríamos estar a un paso de ese CLICK de la conciencia colectiva, que nos permita dar el salto de energías que necesitamos para retomar el camino extraviado… El problema es que si no soportamos un diagnóstico severo, jamás podremos proponernos ese salto de energía y de conciencia que, como sociedad nos debemos. Si no soportamos enfrentar la verdad de la situación en la que estamos, seremos como el que reclama mayores analgésicos para no sentir dolor y le exige al médico un falso diagnóstico para engañar sus miedos. Qué ha pasado con nosotros que necesitamos, de pura inmadurez, que se nos adultere la realidad, que se nos cuenten cuentos de hadas, que se nos de de comer, que se nos construyan las casas, que se nos indique a quién votar, que se nos engañe con falsas promesas, que como a un adicto se nos prometa un breve instante de felicidad, no importa lo que venga luego?
Durante años explicamos el modelo de los monocultivos, anunciamos y luego denunciamos sus terribles consecuencias y también, sus impactos sobre la salud de las poblaciones. El cáncer era una epidemia y las ciudades se vieron rodeadas de cinturones de indigencia, pero continuábamos sin querer enterarnos de las verdaderas causas, y además, comiendo milanesas de soja. Ahora al fin ese tema salió a la superficie, llegó a la tapa de los grandes diarios, alcanzó a la Corte Suprema y obligó a algunos altos funcionarios a pronunciarse. Entonces, se nos promete formar comisiones que investigarán la situación… yo me pregunto: qué es lo que van a investigar, si todo es tan pero tan evidente? Cuántas veces nos lo explicó el general, que las comisiones se forman para que no pase nada… Cuánto hace que en el Ministerio de Salud se formó una comisión para investigar el caso del Barrio Ituzaingó de la ciudad de Córdoba? Y qué pasó con la Comisión? No pasó nada… por supuesto, que no pasó nada…Ahora, el Ministro de Ciencia y Tecnología nos prometen que la Facultad de Agronomía de la UBA, va a evaluar con el respaldo del INTA, el empleo de agroquímicos y sus posibles efectos sobre el ambiente y la población urbana y rural… Nos están tomando el pelo?... si son justamente ellos, los que implementaron el modelo, si ellos lo trajeron, lo impusieron, si ellos colonizaron a los ingenieros agrónomos, les lavaron la cabeza a los jóvenes y a los productores, los convencieron de la bondad del Agronegocio, de la maravilla de las tecnologías de punta, de la conveniencia de usar semillas genéticamente modificadas, de la necesidad de los agrotóxicos… Si ellos son los que continúan repitiendo que no exportamos commodities sino conocimientos…
Pero hay más todavía en esta saga…el biólogo Andrés Carrasco hace público con mucho valor, sus experiencias de laboratorio sobre embriones de anfibios afectados por glifosato y el Ministro de Ciencia y Tecnología sin mayores elementos que lo respalden sale inmediatamente a desmentirlo y a objetar que las condiciones de un laboratorio puedan extrapolarse a la situación de la Argentina, y acto seguido diversos científicos e instituciones inician una polémica de academia sobre protocolos y embriones, a lo que se añade siempre la necesidad de investigar más sobre el tema… Nos están tomando el pelo. Si en algo tiene razón el tecnólogo Barañao es en subestimar los resultados producidos en un laboratorio. El verdadero laboratorio son nuestras dieciocho millones de hectáreas de cultivos transgénicos, con población incluida, como animalitos de experimentación, dieciocho millones de hectáreas con los mismos patrones agroquímicos en todo el territorio, con vuelos rasantes constantes que asperjan los cultivos con tóxicos, con ingesta de sojas transgénicas por parte de la población objeto, que se incorporan gracias a los alimentos industrializados y a las ayudas alimentarias a los desempleados. Dieciocho millones de hectáreas, si no le sumamos las que existen en Paraguay, en Bolivia, en Uruguay y en Brasil. No existe en el mundo un experimento de laboratorio de estas proporciones, con tantos millones de personas sometidas a un experimento de las Corporaciones transnacionales con organismos genéticamente modificados y agrotóxicos, sin haber sido consultadas y sin que lo sepan siquiera. Entonces, cuando hablamos de una situación gravísima, cuando hablamos de genocidio o de crímenes de lesa humanidad… ¿estamos exagerando?
Me pregunto, ¿cómo hacer para endulzar esta situación y que el público que durante años no se quiso enterar, ahora no se abrume? ¿Cómo hacemos para que esa izquierda que cada vez que hablábamos de los monocultivos y del modelo de la soja RR nos sacaba del tema, llevándonos a la situación de los campesinos de Santiago del Estero, como si ellos en la ciudad y sus hijos que estudiaban en la Facultad de Ciencias Exactas o en la de Agronomía, no tuviesen nada que ver con la instalación del modelo, como si no estuviésemos en el centro de irradiación del modelo, de un modelo que se constituye a partir de paradigmas del mundo, que responde a una visión de la ciencia empresarial, que depende de la creencia de que las tecnologías son neutras, y en el que la voracidad y la rapacidad del sojero son tan solo los últimos eslabones de una cadena de complicidades, que se basan en el concepto de que la agricultura es un negocio más, y en la búsqueda constante de la rentabilidad, y cuyo origen tiene una clara autoría intelectual. Y esa autoría intelectual se fundamenta en convicciones y en presupuestos ideológicos, que, son compartidas por el grueso de los sectores progresistas y los sojeros. Por eso es que uno de los inspiradores de este modelo de ciencia y tecnología, tal como es el biólogo Alberto Kornblitt de la Facultad de Ciencias Exactas, era justamente el candidato de la izquierda y de las organizaciones de derechos humanos al rectorado de la UBA. Allí tenemos el gran problema….
Qué le decimos a esos que nos critican porque no valoramos las luchas populares, cuando en realidad, ellos se refieren a esas luchas que lideraron a favor de planes asistenciales en las urbes congestionadas por el desempleo rural, luchas que no hicieron en general sino fortalecer e institucionalizar el modelo de Republiqueta sojera. Y ahora además, como si todo ello fuese poco, nos acusan de ser funcionales a la derecha y de que acentuamos el clima destituyente, mientras ven como enemigos a los groseros mellizos de Entre Ríos y al hombre de la Sociedad Rural, que de puro gorila, basta darle un micrófono para que se cave la fosa… mientras repiten como un mantra los conceptos de Grobocopatel sobre la nueva sociedad del conocimiento… Homenajean a un Raúl Scalabrini Ortiz supuestamente marxista según unos y leninista según otros, porque no lo leyeron o porque leyeron solamente la parte que les conviene a los propios intereses, que son los escritos del 58 de la revista Qué, cuando el héroe se extravió momentáneamente y cayó en la seducción intelectual del desarrollismo codovillista, igual que tantos ahora, cuando sus equipos de biotecnólogos fundamentalistas de la ciencia empresarial se han apropiados de todos los centros del poder, tanto en la Universidad, como en el CONICET, en el INTA, en los polos biotecnológicos como el INDEAR SA de Rosario, en la Secretaría de Agricultura y en la cabeza del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Esa es la situación actual de toma del poder por los tecnócratas de la Biotecnología y realmente la situación es grave. La salida que se nos ofrece por izquierda es formalizar y profundizar la sociedad del conocimiento hacia los biocombustibles certificados, la cría masiva de animales en encierro alimentados con desechos y mayores desarrollos de Biotecnología para exportar los transgénicos y los modelos de Monsanto al resto del continente. La derecha ni siquiera ofrece salidas, sino meramente más de lo mismo y mano dura, puro discurso visceral ante la misma sociedad desgarrada, arengas anacrónicas y demagogia frente a la inseguridad... Si continuamos metiendo la cabeza en el balde con agua sucia tal como lo estamos haciendo, comprobaremos que la situación es grave y que, fácilmente podremos ahogarnos. Pero nosotros justamente, no proponemos mantener la cabeza en el submarino sino sacarla y respirar aire puro. Este modelo no va más, a corto plazo nos quedaremos sin suelo, ya no hay con qué darle a las malezas que, seleccionadas bajo terrible presión darwiniana, desarrollaron resistencias al glifosato, las ciudades megalopolizadas y tugurizadas viven al borde del colapso y del estallido, nos quedaremos además, sin comida si el proceso de sojización continúa al ritmo actual de crecimiento. Que no salgamos de esta situación de ahogo es consecuencia asimismo de que sigamos aferrados al asistencialismo y de que nos matemos entre nosotros tal como acaba de ocurrir en una zona suburbana, donde la irritabilidad creciente y alimentada, la exasperación extendida y fomentada desde el poder, le han cobrado precio a la inocencia y a la necesidad de tener un cobijo. Nada que podamos manifestar sobre la dura realidad y las amenazas que pesan sobre un país que siempre mostró el rumbo en América Latina, y que ahora también lo hace pero al servicio de las políticas corporativas, nada puede ser peor que acostumbrarnos a esos gritos de odio entre vecinos, esos deseos y promesas de muerte en el país de los desaparecidos, esa manera de condenarse e injuriarse los unos a los otros, por su color y por su origen. No podremos salir del atolladero sino en la medida en que asumamos este legado terrible con madurez y nos empeñemos cada día y en cada instante, para reconstruir desde lo pequeño y desde las relaciones personales esta comunidad de los argentinos y un proyecto de nación que nos guíe.
Jorge Eduardo Rulli
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