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Homenaje a Nuestra madre Sosa

Amaneció turbio el día, destemplado y ceniciento, tal vez, vos puedas entender por qué a veces el alma está también destemplada como el tiempo.

Será que voy de  los grises a las sombras………….

O de Jorge a la negra Sosa

Porque los puentes, aunque estén hechos de estrellas, también sirven.

Hoy me desperté temprano en domingo, tal vez, demasiado Almodóvar antes de dormir, o la propuesta de “el sexo como asunto social”, que en algún momento de sus “abrazos rotos” sugiere, y yo, rápida, tomé nota., sumaron a esa llamada telefónica imprudente que alertó mi nebulosa  mente dormida conectándola con mi cuerpo entumecido de sueños y de vida.

Ahí consideré, que ese tema sería útil para un debate, es más, hasta he pensado llevarlo a Bogotá para el próximo Congreso Latinoamericano de Medicina Social (ALAMES), en el mes de noviembre próximo.

Y porque somos tiempo en espacio compartido por sueños dormidos y multiplicados,  en estas tierras del hemisferio sur, de praderas verdes y mares oscuros, tan diferentes a los celeste claros del Caribe y a las arenas blancas y finas hechas del polvo metafísico de filósofos inútiles.

Fue justo entonces que recordé.

Por eso, deseo compartir un momento que estaba dormido en mi memoria y despertó con el acto de su muerte física.

Hace ya mucho tiempo, cuando el destino me llevó al Hospital Regional (hoy Illia) Alta Gracia, fue  Jorge Nahal quien me abrió las puertas del laboratorio, creando un espacio que, como patóloga, y sin voluntad del resto, no hubiera existido, (gesto raro hoy en día donde la mezquindad se hermana con la mediocridad de nuestros gobernantes y funcionarios públicos).

 Entre microscopios, paredes blancas y banquitos, surgió una amistad que, hoy perdura en mi corazón para con el resto de la gente de ese laboratorio de análisis clínicos.

Los diálogos fraternales de aquella época ya lejana, eran abundantes, a veces obvios, la guerra de Malvinas, el asma de mi hijo mayor, Rafaela Irene García, las alpargatas del secretario oreándose en la ventana, Alfonsín y sus pletóricos discursos, la Razón de mi vida de Evita, o Mercedes Sosa como cantante mágica del incipiente retorno a la democracia.

Si Lucy como siempre, también estaba allí, y alegraba la mañana, ayudando y sonriendo.

Jorge, con esa humildad y sencillez que lo caracterizaba, ubicó mi mente en el lugar justo, ante mi pretensión e imprudencia de exigir en los otros las conductas rígidas, pragmáticas, del blanco o el negro, yo era muy joven, esto tal vez justifique ahora esos dislates, cuando ya la vida me enseñó que hay  un abanico de grises y una delgada línea roja que no siempre es la misma pero que de una u otra forma, nos marca el limite entre el  abismo y la eternidad.

Es que me enojaba en La Negra Sosa, su compromiso social de cantante, pero luego algunas contradictorias formas de vida capitalista, que no eran tan claras como la utopía de su imagen que pretendía mi mente:

“lo importante es lo lindo que canta, lo bien que nos hermana, lo bello del pensamiento en sus versos esparcidos por todo el mundo”, dijo Nahal y ahí acabó la cosa.

Buena letanía para llevarla como consigna y no andar juzgando a los otros, aceptando la frontera de nuestras propias limitaciones.

Porque también aprendí que la vida, mientras más intensa, más sufrimiento y dolor, pero también, más placer y goce repartido, un cóctel explosivo, a veces electivo, otras, sólo el destino.

Entonces, dime tú, lector de mis sueños profanos, cuál es el gris que te permitís?

Yo te respondo, pues el que quepa en tus espacios, te lo mereces, no lo dudes, deja la soberbia de lado, deja la estructura que envejece, sólo ofrece el amor y compártelo, entonces, los grises, no pesarán tanto y serán muchísimo mas claroscuros  los que palpiten en tus entrañas y te permitan gritar.


Graciela Ghirardi

Desde Cordoba

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