Blogia
criticamedicina

El clima

El Clima Después de Copenhague

28 de diciembre 2009 - Moscow Times
Por Boris Kagarlitsky (director del Instituto de Estudios de la Globalización)

Incluso antes de que los participantes de la Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático comenzasen a llegar en Copenhague a principios de diciembre, todo el mundo sabía que las conversaciones terminarían en el fracaso. No es realista esperar resultados de una cumbre si el documento que va a ser firmado no ha sido elaborado y pesto a aprobación al menos con varias semanas o meses de anticipación. Lo más que se puede esperar alcanzar en el transcurso de esa cumbre es aclarar desacuerdos menores, no armar de cero y en unos pocos días una declaración de política, sobre todo si las partes han intentado sin éxito llegar a un acuerdo durante años.

Los rusos siguen debatiendo si el calentamiento global realemente existe. El jueves 24, cuando los directores de las tres cadenas principales de televisión del país le preguntaron en su entrevista de fin de año sobre el cambio climático, el presidente Dmitry Medvedev dijo: "Hay muchos puntos de vista diferentes sobre este tema. Pero más importante que preguntar si el clima se está enfriando o calentando es cómo reaccionamos a ello".

Lo más tentador es tratar de consolarnos a nosotros mismos pensando que no hay ningún problema, aunque las emisiones de gases industriales sean un grave motivo de preocupación, independientemente de su efecto sobre el clima. Y aunque sean evidentes el aumento del nivel de los océanos del mundo y otras consecuencias negativas del cambio climático que deberán ser resueltas por la acción, ya sea por la construcción de represas, la adopción de nuevas tecnologías agrícolas o la reubicación de millones de personas.

La verdadera pregunta del billón de dólares es ¿quién va a pagar todo esto?

Después de Copenhague está claro que no habrá medidas internacionales coordinadas, no importa cuán elocuentemente hablaron los líderes para disipar las preocupaciones del público. La razón del fracaso es evidente. En lugar de hablar de los esfuerzos coordinados, los países presionaron por sus intereses particulares. Algunos países incluso trataron de aprovecharse de la crisis climática a expensas de los demás.

Los Estados Unidos no pudieron llegar a un acuerdo con Europa. Europa del Este no encontró acuerdo con Europa occidental. China defendió su territorio al mismo tiempo contra la Occidente y otros Estados del Tercer Mundo, y las potencias industriales tanto de nuevas como tradicionales discutían sobre quién debería pagar más para aplicar los cambios.

Al mismo tiempo, los métodos para hacer frente al problema señalado por el Protocolo de Kyoto de 1997 eran inviables desde el principio. En lugar de asegurar medidas concretas a adoptar para limitar las emisiones nocivas, el acuerdo crea un mecanismo de comercio para las cuotas de emisión que ha tenido el mismo efecto sobre la ecología como la venta de acciones en la economía.

Aunque es obvio que el Protocolo de Kioto no está funcionando, no está claro lo que deba reemplazarlo. Los estados que son responsables por el fracaso de la política económica mundial no tienen intención de admitir sus errores o de rechazar los principios que han demostrado ser ineficaces. Lo mismo que ocurrió con la crisis económica está ocurriendo con la crisis climática. Ya está claro que la adopción de un mero enfoque de mercado no producirá los resultados deseados.

Se necesita una estrategia diferente, así como medidas dirigidas a lograr resultados concretos y no a generar ganancias. Los gobiernos tal vez deban intervenir para convencer a las industrias a reconvertirse en la utilización de procesos y tecnologías más limpias. También es necesaria la inversión a largo plazo también en nuevas tecnologías sin pretender beneficios en el corto plazo, plantas de tratamiento de residuos, instalaciones de control de la contaminación, reforestación, programas de riego e investigación científica. No se puede sostener todo eso mantieniendo un enfoque restringido a los mercados y las ganancias.

Tras el fracaso en Copenhague, ahora todo depende ahora de los estados individuales y sus respectivos bloques. Sea lo que sea lo que digan los líderes de los gobierno, la única opción que queda para la Unión Europea es instituir medidas de proteccionismo ecológico, recargos de aduana adicionales sobre las importaciones de bienes manufacturados de los países que no comparten la responsabilidad financiera en la solución de los problemas del clima. Los ingresos por concepto de estos recargos podría ayudar a financiar programas ecológicos, y una política así obligaría a los países recientemente industrializados a tomar en serio el medio ambiente. Lo que es más, este enfoque podría producir resultados más rápidamente de lo que muchos podrían imaginar. El problema es que, como siempre, que los pobres que viven en los países más pobres se verán obligados a pagar la factura.

(Traducción: FM)

0 comentarios