La venta de enfermedades
La venta de la enfermedad
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Traducción de Boletin de Fármacos:
Selling sickness: How the world's biggest pharmaceutical companies are turning us all into patients (La venta de la enfermedad: Las compañías farmacéuticas más grandes del mundo nos están
convirtiendo a todos en enfermos) Año: julio de 2005, Idioma: Inglés, Páginas: 254, ISBN: 1560256974, Edición: Nations Book
Revisión de Phil Shannon, traducción de Antonio Ugalde
Hace 30 años, antes de jubilarse, el director ejecutivo de Merck
comentó a la revista Fortune que le daba mucha pena que los únicos clientes de los productos de su compañía eran los enfermos. Si él pudiera conseguir producir medicamentos para los sanos, entonces podría vender a todo el mundo. Su sueño se ha convertido en una realidad.
Una de las razones por las que la industria farmacéutica transnacional ha conseguido sus ganancias multimillonarias, según los autores de este libro ha sido su estrategia de vender a los sanos nuevas percepciones sobre lo que es una enfermedad. La industria ha hecho un marketing para transformas molestias comunes en todo tipo de enfermedades que las presentan como peligrosas y para las cuales ellas tienen la solución.
Las estatinas son los medicamentos que más se venden dentro de esta nueva categoría de enfermedades. Aunque un nivel alto de colesterol es un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, los laboratorios farmacéuticos han reducido con éxito la atención a la salud del corazón al colesterol de la sangre, a pesar de que éste es solamente uno de varios de factores (entre otros tales como el tabaquismo, falta de actividad física, dieta y diabetes), todos los cuales pudieran ser tratados más eficazmente y sin los riesgos que producen los serios efectos secundarios de las estatinas.
El incremento de la venta las estatinas se debe en parte a que los laboratorios han conseguido exagerar enormemente los beneficios que casi no existen de las estatinas para aquellos que no tienen ningún problema de corazón, así como bajar los parámetros del colesterol que hasta hace poco se consideraban normales; con ello han podido captar miles de clientes nuevos. El cambio de los parámetros lo consiguieron financiando a los expertos médicos que hicieron los cambios. Ocho de las nueve personas que participaron en EE.UU. en el panel que en 2004 revisaron y bajaron los parámetros estaban en las nóminas de la industria farmacéutica en EE.UU. El cambio triplicó el número de adultos en EE.UU. (a 40 millones) que deberían tomar estatinas de acuerdo a los nuevos parámetros.
Lo mismo ha pasado con la hipertensión. Ha cambiado de ser un factor de riesgo y convertirse en enfermedad que se trata con medicamentos.
Nueve de los once expertos que bajaron el parámetro oficial de EE.UU., y de la noche a la mañana convirtieron millones de personas en enfermos a los que se debe prescribir medicamentos, tenían vínculos financieros con la industria. Los modestos beneficios de los antihipertensivos se han inflado como globos por la máquina promocional de la industria farmacéutica.
La salud mental ofrece posibilidades ilimitadas para el marketing de medicamentos. La depresión, que se exagera para incluir personas que con frecuencia están atravesando etapas normales de la vida como la crisis de la adolescencia, ha conseguido un gran éxito al vender un desequilibrio químico (serotonina) en el cerebro que se trata con antidepresivos tales como Prozac, a pesar del debate científico sobre las causas, y por tanto sobre los tratamientos, de la depresión. Los
antidepresivos han demostrado solo una modesta ventaja sobre el placebo pero tienen efectos secundarios muy serios, incluyendo, irónicamente un aumento de riesgo de considerar el suicidio y producir comportamientos de suicidio entre los jóvenes.
El desorden de "ansiedad social" es una construcción básicamente de marketing que ha tenido tanto éxito en EE.UU. para considerar enfermos aquellas personas que son tímidas o no se encuentran cómodas en algunas situaciones sociales. El antidepresivo de Paxil producido por GSK ha sido aprobado para tratar la enfermedad, y sobrepasó las ventas de Prozac en 2002.
El desorden de falta de atención/hiperactividad ha sido otro éxito espectacular en transformar la percepción del público sobre un desorden de salud mental. Psiquiatras en las nóminas de los laboratorios han dado una explicación neurobiológica de esta condición y se han vendido medicamentos basados en anfetaminas, como por ejemplo Ritalin en grandes cantidades. Sin embargo, se diagnosticó con esta condición no solamente a niños con síntoma severos de hiperactividad o falta de atención sino a un número muchísimo mayor de niños inquietos o que se distraen en clase. También se prescribe a adultos por el simple hecho de que golpean nerviosamente con los dedos de la mano la mesa, un cuento más, lo que en opinión de los autores de este libro no deja de ser una gran obscenidad más cuando hay tantos
millones de niños y adultos que mueren antes de tiempo de enfermedades prevenibles.
Las enfermedades de las mujeres son otro campo de gran interés
económico explotable por la industria. La menopausia, un estado
psicológico normal, se ha convertido en una enfermedad que requiere un tratamiento prolongado con hormonoterapia sustitutiva. Esta terapia puede ser útil para tratamientos cortos de sofocos o insomnio, pero su uso prolongado aumenta el riesgo de muchos problemas que se supone debe prevenir, como por ejemplo cáncer de mama, demencia, coágulos de sangre, infartos de miocardio, y accidentes cerebrovasculares.
Igualmente, el laboratorio Lilly, para mantener los beneficios de Prozac cuya patente está a punto de expirar y por lo tanto tendrá que bajar el precio del mismo, ha convertido los síntomas premenstruales que pueden afectar severamente a algunas mujeres en una enfermedad mental que se la ha inventado completamente y que se ha dado por llamar desorden disfórico premenstrual, que Lilly asegura que afecta a un 7% de las mujeres y se puede tratar con Prozac, pero que ahora tiene un nombre nuevo Serafem, y que se vende con un precio mucho alto debido a la nueva patente que ha recibido.
Otra nueva enfermedad inventada es la disfunción sexual de la mujer, una "enfermedad" hecha a medida para la testosterona de Proctor y Gamble. La testosterona es útil para un pequeño número de personas con problemas sexuales básicos biológicos y crónicos, pero no sirve para nada y es potencialmente peligrosa para el 43% de las mujeres sanas que reportan una falta ocasional de deseo sexual y de ansiedad por falta de la realización sexual.
La osteoporosis ha sido también objeto de propaganda comercial,
explotando la tendencia natural de reducción de la densidad de los huesos con la edad y el riesgo que conlleva para fracturas,
especialmente entre mujeres mayores. Ha habido dinero de los
laboratorios para los expertos que determinaron, para la OMS, la definición de densidad normal de los huesos y que según ella, el 50% de las mujeres de más de 50 años sufren de osteoporosis y osteopenia (pre-osteoporosis). Las ventas de medicamentos para reducir la pérdida de densidad se han beneficiado de ello, a pesar de su modesto impacto y los efectos secundarios serios que conlleva. Al mismo tiempo ha reducido la prevención que se puede hacer a través de la dieta, de cambios en el estilo de vida y la reducción de los peligros para que se eviten las caídas.
En todos estos casos, los laboratorios han vendido la percepción de una enfermedad como algo muy corriente, severo y sobretodo tratable con medicamentos. Las máquinas innovadoras detrás de esta estrategia son los genios del marketing que trabajan en elegantes oficinas en Manhattan, Londres Toronto o Sydney, pagados por la industria farmacéutica con el mandato específico de cambiar nuestra forma de entender lo que es una enfermedad. Los documentos internos del mundo de las relaciones públicas lo descubren con un candor refrescante.
Escriben sobre la manera de crear un mercado para los medicamentos, aumentado el número potencial de enfermos al cambiar las percepciones del público de lo que es normal y lo que es enfermedad, y explotando las oportunidades del mercado a través de la creación de la enfermedad con el apoyo de los laboratorios.
El bombardeo de la relaciones públicas es multifacético y
sofisticado. Los anuncios masivos para vender medicamentos inducen el miedo para que se vaya a consultar al médico. Un auténtico ejército de visitadores médicos que llevan dulces a sus clientes, invitaciones a banquetes lujosos y a conferencias en hoteles de cinco estrellas, y apoyo económico a los cursos de educación continuada de los médicos, preparan a los médicos para prescribir los medicamentos de sus laboratorios.
Aunque los médicos niegan que la propaganda de los laboratorios, o los visitadores y los regalos influye en su práctica médica, los investigadores han demostrado que los médicos que los reciben tienden a diagnosticar una dudosa enfermedad, y a prescribir medicamentos en vez de terapias no medicamentosas, y a prescribir medicamentos más caros en vez de otros menos costosos.
Los laboratorios son también muy habilidosos en sus campañas de
publicidad de medicamentos, haciéndolas pasar por actividades
educativas para hacer consciente al público de los problemas de salud.
Ayudan con donaciones a asociaciones de pacientes que proclaman las mismas cosas que los laboratorios sobre la enfermedad y el tratamiento medicamentoso de una enfermedad. Dos tercios de las asociaciones sin ánimo de lucro y grupos de defensa de pacientes reciben fondos de los laboratorios.
Las agencias también influyen en las políticas ayudadas por los pagos que hacen a las agencias reguladoras (50% de los gastos de la FDA en EE.UU. y 100% en Australia). Las agencias reciben el dinero de los laboratorios y al mismo tiempo tienen que aprobar y monitorear sus medicamentos lo que puede conducir a que sean menos exigentes. Las agencias tienen relaciones amistosas con los laboratorios, están repletas de personas que han encontrado una posición por favoritismos políticos y no tienen problemas en eliminar a los científicos que establecen sus criterios en base a argumentos basados en la evidencia y que no están dispuestos a satisfacer las demandas de la industria.
Han pasado 30 años desde que los jefes de los laboratorios
considerasen a la salud como un estado que no requiere venta de
medicamentos. Han trabajado mucho con los magos publicistas para cambiar esta situación que crea una barrera para sus ganancias. El excelente libro de Moynihan, sin decirlo directamente, enseña que una de las enfermedades que atenta más contra la salud de la gente y su bienestar económico es el gran poder corporativo de las empresas farmacéuticas.
Otra revisión del mismo libro se puede leer en JAMA en:
jama.ama-assn.org/cgi/content/extract/294/9/1114
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La UBA
Hola Miguel:
Por primera vez en mucho tiempo los estudiantes y buena parte de los docentes comienzan a cuestionar el carácter prebendario y clientelista que adoptó el gobierno universitario en la década pasada y que los tuvo amordazados inhibiendo su pensamiento crítico. Hay intereses y voluntad de poder que medraron por ese vacío y que hoy se sienten amenazados y responden de la única manera que pueden los que no tienen argumentos, con la violencia. También quedan en evidencia los medios como tan bien notás al mentir ostensiblemente en la transmisión de los hechos porque cuántos "enfrentamientos" fueron meros fusilamientos. Esos matones se supone que están al servicio de los alumnos para que puedan estudiar en mejores condiciones y le pegan a la que era la razón de su existir porque fué reemplazada por la caja de la obra social y del sindicato y de ubicar a sus parientes como ñoquis. Eso es lo que defienden, seguir currando a expensas del mismo presupuesto y que es lo que los alumnos empiezan a exigir que se revea y vuelva a ser patrimonio universitario y no presa de una patota.
Saludos.
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