Mitos colonialistas en Medicina
Los mitos colonialistas de la medicina industrial
"A los que sobrevivirán
Y a los que sobreviven a su muerte.
A los innumerables revolucionarios anónimos, poetas delirantes y locos poéticos del mundo que jamás se rendirán"
La gramática de la vida, 1974
De David Cooper
La tecnomedicina es un dispositivo (la y de las palabras y las cosas de Michel Foucault) colonialista que adapta los cuerpos a las sociedades injustas y desiguales.
Criminaliza los cuerpos, los controla y vigila y distribuye los productos que las Corporaciones tecnológico industriales producen, circulan y venden.
El discurso dominante es el del mercado de valores y bienes de cambio introducidos en los cuerpos adictos, intoxicados de los pasivos, adaptados y domesticados consumidores de ilusiones de belleza e inmortalidad.
La medicina que el Primer Mundo fabrica es una industria de la salud como objeto y cosa, como tenencia y propiedad.
Una filosofía del tener para ser en el mundo.
La humanidad consume basura industrial, remedios que producen enormes beneficios en sus dueños y creadores y alienan a sus consumidores en la cultura de la cosificación.
Vacían los cuerpos de sentido y rellenan con el mercadeo del estilo de vida del Norte.
No hay discurso neutro. Sí, una enorme complicidad y fábrica de canallas.
El médico es sujeto de la industria, de sus instituciones cómplices y de la cultura de la medicalización interminable.
Los seres vacíos de humanidad necesitan cosas para existir, para pertenecer a las sociedades alienadas por el capitalismo evangelizador de almas y cuerpos miedosos y solitarios.
Cada acción médica es un fragmento de la maquinaria de beneficios y ganancias de las grandes empresas con aparatos de estado socios y sometidos a sus dictados.
La moda de la medicina basada en la evidencia es un texto progresista que oculta la realidad criminal.
Las cifras y las imágenes manejadas por videntes que no cuestionan las relaciones y condiciones de producción e intercambio mundial.
La industria maneja las evidencias y a los evidentes, por más buenas intenciones que tengan.
El racionalismo es cómplice de las matanzas, de las guerras y de los asesinatos y destrucción de la naturaleza.
La razón crea monstruos: pintó- inmortalizó Francisco Goya.
El estilo de vida del Norte es la cultura de la medicina industrial.
Es búsqueda desesperada del éxito, la ganancia y la competencia.
Las condiciones de posibilidad son parte de un juego con pocos jugadores y con cartas marcadas o dados cargados.
La tecnomedicina es la ciencia del gran capital, responsable de tanta inmundicia mundial.
La ilusión del progreso ilimitado es una falacia.
El INTA y el CONICET están atados a la industria, a las empresas, a las corporaciones.
Son parte de su capital intelectual.
Los científicos colaboran con las corporaciones militares industriales.
El dinero pone precio a cada cuerpo.
La tecnomedicina es una política del saqueo, la máscara blanca del capitalismo criminal.
Los pueblos del Sur debemos crear otra manera de cuidar nuestros cuerpos y relaciones.
Aprender de Franz Fannon, de Albert Memmi, de Jean Paul Sastre y sucesores en sus textos sobre colonialismo.
El colonialismo crea colonizados y colonialistas.
Los discursos son meras ficciones, espejos y máscaras de esas relaciones de opresión.
Muerte a la clínica y producción en serie de técnicos sumisos, miedosos y obedientes.
El discurso del Norte es el del Amo del Universo. Sus instituciones son mediadoras de sus redes de colonización de las almas y los cuerpos preparados por las culturas.
Prescribir es cosificar un cuerpo, introducir la cultura del mercado y mover el negocio de la salud/ mercancía.
Ejercer el poder del autoritarismo del supuesto saber hegemónico.
Cada ser debe consumir basura tecnológica para ingresar a la comunidad de almas en pena, aceptar introducir algo de valor en su cuerpo, transformarlo en fetiche.
Tatuarlo con objetos y procedimientos médicos interminables.
La tecnomedicina guía a la sociedad en el negocio con la complicidad de sus aparatos y maquinarias educativas autoritarias.
Los sabios (instituciones: prostituciones) son sacerdotes de la ilusión de la razón criminal y responsable de tanta miseria y maltratos planetarios.
La aspirina que consumen 216 millones de seres por día es el negocio que la alemana Bayer armó.
La misma empresa que apoyó a Hitler y contribuyó con sus atrocidades y crímenes.
Cada pastilla ingerida es la memoria ofendida de tantas víctimas de este orden caníbal imperante.
El malestar en la cultura está empastillado por la belleza y eficacia tecnoindustrial.
- Ratas de este mundo-laboratorio globalizado: ¡A consumir para existir!
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