A diez días de las elecciones presidenciales, la campaña permite advertir la construcción de discursos en los cuales priman las omisiones y las mentiras, cuando no medias verdades. Cada partido o alianza electoral busca seducir al electorado con estrategias de marketing y asesores de imagen, pero se siguen olvidando de los ciudadanos y de las ciudadanas que buscan un horizonte claro con respecto a sus expectativas vitales.
Cada cual juega su propio juego en función de los intereses que representa. Hoy día se advierte claramente una atomización de ambos lados del amplio arco ideológico. Por un lado, la derecha compite entre sí con Cristina Fernández de Kirchner, Roberto Lavagna, Elisa Carrió, Macri, López Murphy y Alberto Rodríguez Saá y por otro, la izquierda deshoja la margarita entre Vilma Ripoll, José Montes, Néstor Pítrola, Pino Solanas y el enésimo llamado del voto en blanco de algunos sectores que han decidido este método como forma de oponerse a esta democracia frágil que estamos viviendo.
Estamos ante una derecha que, con sus propios matices, propone la continuidad del modelo actual sin mayores variantes, omitiendo las herramientas con las cuales han de trabajar durante su próximo mandato y mintiendo solapadamente acerca de las perspectivas futuras. Y no estamos hablando del precio del tomate precisamente, sino de las tarifas de los servicios públicos y de la carga impositiva en el futuro cercano. Pero también se omite, a pesar de un parcial reconocimiento en los slogans de campaña, la crudeza de realidades sociales candentes. La situación de las personas con discapacidad y de los pueblos originarios es soslayada, provocando una nueva desaparición que también incluye al plano discursivo, al igual que la triste tragedia del hambre en el interior de la Argentina pese a la manipulación de la estadística. Y también se miente, mediante la sobre y subinformación, cuando no se llega a la deformación de las problemáticas actuales, con el objeto de seducir a esa clase alta o media alta que pretende seguir perpetuando sus privilegios de la mano de una clase política que apoya sus pretensiones con mayor represión.
La fragmentación de la izquierda, aún con el aliciente de la postulación de Pino Solanas como nuevo actor político, es un clásico desde hace tiempo y nuevamente vemos naufragar la posibilidad de comenzar a poblar las Cámaras y las Legislaturas como forma de controlar a un poder que, cada día más, se somete a los designios imperiales y los de sus cómplices locales. Su discurso no seduce a las clases medias y bajas, las cuales están adormecidas bajo la parafernalia propagandística del Frente de la Victoria, como también lo saben hacer con sus golpes de efecto en lo mediático con sus anuncios grandilocuentes, mientras los candidatos siguen caminando entre sus viejos adherentes y sin lograr una captación de electores que les permita alcanzar una banca.
Dos discursos. Con omisiones y con mentiras, desde una derecha que, aún dispersa, intenta profundizar el modelo y la represión imperante, al igual que perpetuar el hambre y la pobreza de millones de argentinas y de argentinos. Con debilidades discursivas, con monotonías que llevan temor a muchas y a muchos que no conocen otra cosa salvo lo que viven actualmente, la izquierda no alcanza a hacer pié y su voz se va diluyendo con el correr de los días, gracias a ese egoísmo que supieron construir y que les impide transformarse en una clara opción con vocación de poder.
Los niños y niñas con hambre, los ancianos sin atención médica, las personas con discapacidad, los pueblos originarios y el resto de los excluidos sociales esperan respuestas que, seguramente, no encontrarán en un injusticialismo victorioso para la impunidad y el olvido, ni en una unión de mentirosos asociados, que ahora habla de construir cosas que pudieron realizarse mientras se encontraba el candidato en el poder y menos aún en un promisorio represor de ocasión, que sigue vendiendo espejos de colores junto al mismo personaje que intentó reducir el presupuesto educativo. Tampoco podemos olvidar el misticismo católico de una coalición que se ha corrido hacia esta parte del arco ideológico en la esperanza de un ballotage y con promesas vanas que no han de cumplirse. Duhalde prometió retirarse y ha regresado en el acto de homenaje a Frondizi, designado Ciudadano Ilustre por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
La única esperanza se encuentra en los trabajadores de las fábricas recuperadas, como Zanón y de las empresas, como el Bauen; en los docentes, con sus luchas en Neuquén y en Santa Cruz, para intentar derrotar a una burocracia sindical encabezada por Yasky y Baradel; en los trabajadores del Garraham y del Hospital Posadas, que supieron plantarse ante la renovación del neoliberalismo sanitario y frente al calificativo de 'terroristas' y en todos aquellos que aún tienen utopías, esperanzas de seguir luchando por una Argentina distinta mientras impera el saqueo de los recursos naturales y el genocidio permanente, de la mano del hambre y de la explotación por el hombre mismo.
Es esa base, sin dudas, la que proporcionará los dirigentes para una renovación necesaria de los cuadros políticos y para una progresiva articulación de las luchas de trabajadores y de desocupados, como también de aquellas clases medias en camino de alcanzar la pendiente que lleva a la pobreza.
Entre mentiras y omisiones, llegaremos al 28 de octubre. Sepa el pueblo votar, salvo los muertos (que también votan), las volcadas de urnas y los dibujos numéricos que seguramente tendrán su día de gloria... |
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