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Sacerdotes

Supongamos que en un hipotético documental nos muestra a un talentoso científico que afirma lo siguiente: “según dictámenes de la física cuántica, mientras nuestro frigorífico está cerrado, las manzanas de su interior pueden tomar la forma de cualquier fruta; sólo cuando abrimos la puerta, toman forma de manzana”. ¿Parece una locura, no? Y sin embargo, ¿por qué no íbamos a creerle, si antes ya hemos creído afirmaciones tan extrañas como ésta? Lo cierto es que la gran mayoría de personas no tenemos un criterio válido para cuestionar al científico.

Por eso resulta esencial que conozcamos las herramientas de que disponemos para evitar fraudes de este tipo. En primer lugar, tenemos la obligación de preservar nuestro espíritu crítico y vivir con el escepticismo. Y en segundo lugar, podemos exigir a la comunidad científica que someta los productos de divulgación a un control de calidad intelectual. Si existen organismos que garantizan las buenas prácticas en publicidad, ¿por qué no debe haberlos que nos aseguren una divulgación científica rigurosa y responsable?

En su obra La ética protestante y el espíritu de capitalismo, Max Weber ponía una religión en los cimientos del sistema capitalista. Hoy vemos que las leyes del mercado pueden llegar a convertir la misma ciencia en una cuestión de fe. Y si no fuera porque los sociólogos se llevarían las manos a la cabeza, eso nos llevaría a pensar que el capitalismo casi está devolviendo el favor a la religión. Por favor, no hagamos de nuestros científicos sacerdotes.
Ernesto Guidos

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