Blogia
criticamedicina

Bien de mercado

Tanto la ciencia como la tecnología son susceptibles de convertirse en un bien de mercado; la diferencia entre ambas es que, al hacerlo, una corre el riesgo de contradecir su esencia y la otra no. Así, si bien la física cuántica sólo puede divulgarse en un formato adulterado, no se requieren conocimientos sobre ondas hertzianas para encender una radio.

En algunos casos pues, convertir la ciencia en un bien de consumo puede suponer una contradicción fundamental: lo que se consiguió mediante el espíritu científico, se transmite a la sociedad como si fuera un dogma de fe. Al margen de la calidad del producto, un exceso de ligereza en la divulgación podría provocar una atrofia en los valores del espíritu científico entre el gran público.

Insistamos una vez más, esto no significa que debamos renunciar a la divulgación de teorías como la cuántica o la relatividad. De ninguna manera. Sólo quiere decir que tanto los escritores como los guionistas y, sobretodo, el gran público, han de ser concientes de la diferencia entre comprender algo o simplemente creerlo. Porque no todos los productos que salen al mercado tienen el debido rigor científico; al contrario, algunos hacen interpretaciones erróneas e incluso pseudocientíficas, en su ansia por maravillar al público.

La sociedad de consumo convierte la ciencia en un bien que, como cualquier otro, se produce, se distribuye y se vende. Este proceso puede elevar los conocimientos más avanzados al nivel de dogma, casi de experiencia religiosa –una praxis que puede resulta fatal, en caso de una mala interpretación o una exageración de las tesis científicas–. Por supuesto que el mercado puede disfrazarse de Prometeo, y llevar el fuego a los hombres, pero debemos ir con cuidado para que en un momento de ceguera no termine quemando a alguien.

0 comentarios