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Argentina: paisito laboratorio de las Corporaciones: el modelo sojero

Y nuevamente parece que si nos quedamos en la discusión de las retenciones pronto vamos a estar mucho peor que en los '90s. Pronto y mucho peor. La localización de Argentina en el mundo es (y por ahora no hay nada serio que indique otra cosa) es la exportación de commodities, básicamente soja (si no se cambia la política sobre petróleo, y si se sigue manejando su exportación sobre la base de declaraciones juradas de las petroleras, que juran cruzando los dedos que solo exportaron lo que dicen que exportaron). Las oportunidades para cambiar radicalmente (en el buen sentido de la palabra) las cosas siguen en el horizonte, no se sabe por cuanto tiempo más. Por ahora la discusión del modelo está absolutamente fuera de agenda. Algún discurso en el que se habla "mal" de lo que ocurre con la soja no parece (por ahora) destinado a otra cosa que a ser conversado en la mesa de negociación, algo así como los riesgos de los trabajadores que son negociados por plus de salarios que son devorados al poco tiempo, cambiando seguridad (incluso el riesgo de la vida misma) por dinero, mientras se lo plantea como triunfo de la lucha sindical. Alguien dijo que la salud es lo último que se demanda y lo primero que se negocia. En la presentación del libro sobre la vida de Ramón Carrillo, en la Feria del Libro, hubo excelentes exposiciones de l@s tres panelistas, pero debería decir que el único que comentó -además- sobre el prologuista del libro (Floreal Ferrara) y sobre el autor, fue José Carlos Escudero. Allí comentó, además, algo que hablamos brevemente antes de la presentación, sobre este artículo de La Jornada que ambos habíamos recibido con la preocupación de quien la aumenta cuando ocurre (y confirma) lo que sabe que se está viniendo. Lo que sigue, claro, es solo opinión de quien escribe.

Argentina aun tiene posibilidades de incidir de otro modo en esta crisis alimentaria que se está consolidando en el mundo. Incidir en ella en el mundo y al interior del país. Pero para ello debe hacer algo muy distinto de lo que hasta hoy mantiene: terminar con la reprimarización de la economía, atender a sus necesidades por encima de las del "mercado internacional", generar un proyecto de país articulado con las necesidades de los pueblos de América Latina y el mundo y no con la ganancia "segura" con soja y otros productos primarios. Aquí se mezcla la "epidemiología" y la economía política (como debe ser, por otra parte). Y se mezcla porque las definiciones de las necesidades pasan por una lectura cruda de ella que deje de estar sesgada por las necesidades mediáticas y de "tranquilización" de la opinión pública por vía de la sobreactuación, sobre la base de atender clientelísticamente a los fieles, y de la acumulación de recursos "por si las moscas" manteniendo la inequidad, o aun aumentándola; efecto inevitable de evitar el desarrollo de la ciudadanía y la participación. Un modo muy extraño de recordar a Evita, si se me permite la humorada. Envío el artículo de La Jornada, el link (http://publications.ssrc.org/items/Items_6.2-2a_v2.pdf) del interesante análisis de Dani Rodrik que aquí se menciona (donde cuenta, entre otras cosas, que todo lo que mejoró la situación de la gente en extrema pobreza en el mundo, 400 millones de personas que pasaron de contar con menos de un dólar a contar con menos de dos dólares, todo un triunfo de la justicia social, todas esas personas son chinas; básicamente el resto del mundo o está igual o está peor), un artículo de una agencia de noticias de Brasil sobre el mismo tema, y un último artículo del excelente boletín electrónico periódico, Sin Permiso. Valga la palabra, me permití subrayar algunas cuestiones (nombres de empresas conocidas, incluyendo una que financia investigaciones y políticas en países subdesarrollados, inclusive Argentina; algunas situaciones puntuales mencionadas en el segundo, incluyendo la represión en Haití -por rebeliones de hambrientos- en la que participan tropas argentinas; y algunos conceptos remarcables en el tercero, que me parece que muestran que hay una visibilidad escandalosamente nueva -escandalosa por más de una razón, una de ellas es que es una visibilidad nueva de algo escandalosamente oculto- del hambre en el mundo, cuya solución ahora parece ser preocupación del Banco Mundial, lo que a su vez no puede sino preocuparnos a nosotros). Es de destacar que el artículo de Rodrik está basado en parte en la obra de Hirschman que también cita Elmar Alvater. Uno puede opinar lo que quiera sobre Hirschman, pero es interesante que se lo cite como un teórico del "traspaso" de fronteras y de la subversión. Además, el clásico "tríptico" de Hirschman proponía un análisis de tres alternativas (es algo más complejo, pero es lo que viene a cuento y lo que se cita parcialmente más abajo) son la salida, la voz y la lealtad. En Argentina se tienen previsiones y ejercitaciones (entre las primeras está la ley antiterrorista, antisubversiva?; y entre las segundas la represión en MAFISSA y las tropas en Haití) para encaminar a lo primero a los que no se encuadren en lo tercero. Poco espacio hay en este bendito país para lo segundo, y parece que cada vez menos. Y la discusión sigue siendo si la pelea superficial entre Clarín y el gobierno se definirá con ganancia para quien. Sigue claro quienes son -en cualquiera de los dos casos- quienes perdemos. Al fin y al cabo fuimos, somos y seremos actores pasivos de esa disputa, que es por quién se quedará con el control de la mentira. Lo que seguirá pasando es que nos van a seguir mintiendo. Seguimos discutiendo lo que imponen los que imponen la agenda mientras se encamina un futuro de desastre ecológico, energético y alimentario.

Un saludo.

Gonzalo


Bajo la Lupa

http://www.jornada.unam.mx/2008/04/23/index.php?section=opinion&article=016o1pol

Alfredo Jalife-Rahme

■ El cártel anglosajón de la guerra alimentaria

■ Seis trasnacionales controlan granos y cereales

Las alzas descomunales en los precios de los alimentos ocurrieron en paralelo a las apuestas sin precedente con los contratos de futuros, mediante los ominosos hedge-funds (fondos de cobertura de riesgos) en las bolsas de materias primas agrícolas del Chicago Board of Trade y en el eje agromercantilista Kansas-Minneapolis-Londres. El precio del arroz se duplicó dramáticamente en los primeros tres meses del año al pasar de 360 dólares a 760 dólares por tonelada métrica.

William Pfaff (WP) coloca el dedo en la llaga después de repasar todas las causales enunciadas de la crisis alimentaria global: “En forma extraña, poco se ha dicho sobre el papel de la especulación en los precios de las materias primas en general y específicamente de los alimentos” (Tribune Media Services Internacional, 16/4/08) y explica que el “volumen de contratos se ha incrementado 20 por ciento desde el inicio del año” en el mercado de Chicago CME Group (fusión del Chicago Mercantile Exchange y Chicago Board of Trade) que “cotiza 25 materias primas agrícolas”. Más aún: “los hedge funds se encuentran muy activos” en un negocio circular y “están comprando también las empresas que almacenan los granos”.

No dice que tal permisividad en los “mercados” solamente se explica mediante la “guerra alimentaria” que no se atreve a pronunciar su nombre y que, a nuestro juicio, ha sido desatada subrepticiamente por la dupla anglosajona, hoy en caída libre financiera, con el fin de dañar a sus triunfantes competidores geoeconómicos.

Antes de la “ronda Uruguay” de 1984, países como México e India, que eran autosuficentes, hoy se han vuelto deficientes: a partir del ingreso de las trasnacionales alimentarias anglosajonas al “mercado”, gracias al picaporte de la disfuncional OMC.

En un deslumbrante estudio, Dani Rodrik, de la Escuela Kennedy de Harvard, desmenuza el cataclismo en Latinoamérica que produjo el decálogo neoliberal del Consenso (sic) de Washington, formulado por el FMI y el Banco Mundial (Items & Issues; The Social Science Research Council; Nueva York; invierno-primavera 07-08).

El parteaguas del control alimentario de la humanidad se gestó en la aciaga década thatcheriana de los 80 mediante la desregulación y la privatización agrícola. Con el auge de la globalización en 1995, la OMC combatió la “reserva” de los alimentos como una “distorsión mercantil”, lo que dio vuelo a las trasnacionales agro-farmacéuticas anglosajonas para dominar el “mercado”, como Monsanto, Cargill, Dupont y Novartis, que gozan con derechos de patentes (¿de corso?) para controlar los métodos de siembra, así como la bioingeniería de las semillas.

Una de las consecuencias de la “apertura” alocada del sector agrícola de la OMC le concedió el dominio financiero a las trasnacionales agroalimentarias, las principales enemigas públicas del género humano, como Cargill, Bunge, ADM y el dizque “filántropo” George Soros, convertido en el dueño de la pampa argentina, donde 50 por ciento de las tierras arables son prácticamente de monocultivo de la soya a expensas de otros granos.

La empresa Generation Investment Management, con sede en Londres, es propiedad del “ambientalista” Al-Gore, quien está asociado con David Blood (que le hace honor a la traducción de su apellido del inglés), anterior directivo del banco de inversiones estadunidense Goldman Sachs con fuertes inversiones en la empresa danesa Novo Nordisk, cuya filial Novozyms participa en 40 por ciento del proceso de destilación del bioetanol con enzimas.

En la prospectiva del Apocalipsis bíblico faltó agregar otro jinete: el bioetanol, cuyo principal efecto deletéreo ha provocado hambruna en casi 900 millones de seres humanos –al menos que tal sea el efecto buscado por el cártel alimentario anglosajón. En este año 12 por ciento de la cosecha de maíz mundial será utilizado para bioetanol.

Una docena de compañías claves, aliadas a unas 40 empresas medianas, dominan la cadena alimenticia en cuya cúpula se encuentra el cártel de las seis trasnacionales de granos: Cargill, Continental CGC, Archer Danields Midland (ADM), Louis Dreyfus, André y Bunge and Born. Su dominio es prácticamente absoluto en el mundo de los cereales y los granos desde el trigo, maíz y avena, pasando por el sorgo, cebada y centeno, hasta las carnes, lácteos, aceites y grasas comestibles, frutas, vegetales, azúcar y especias. Un organigrama del cártel alimentario tendría a la cabeza a Archer Danields Midland, Unilever, Grand Metropolitan (Pillsbury), Cargill y Cadbury, que se subdividiría en siete rubros:

1. Granos (Continental, Cargill, Bunge & Born, Louis Dreyfus, ADM-Topfer, André, Quaker Oats); 2. Carnes (BP, Conagra, Cargill, Sara Lee, Hormel); 3. Lácteos (Nestlé, Borden, Kraft, M.E. Frank, Hoogwegt, Unilever); 4. Aceites y grasas comestibles (Unilever, ADM, Procter & Gamble); 5. Azúcar/cacao (Nestlé, Tate & Lyle, Cadbury); 6. Bebidas (Guiness, Bass, Seagram, Coca-Cola, Pepsi-Cola, Anheuser Busch); y 7. Distribución (Nestlé, Grand Metropolitan-Pillsbury, RJR Nabisco, Phillip Morris, Kellogg, General Mills, United Biscuit, BSN, Hillsdown Holdings, Ralston Purina, Safeway, Chiquita International).

Cargill exporta 25 por ciento de granos de EU y es de las principales empresas de ese país con ingresos por 88 mil 300 millones de dólares el año pasado; opera con una importante rama financiera para riesgos en los mercados de futuros y cuenta con un hedge fund: Black River Asset Management.

Continental CGC se ha especializado en cereales, aves, porcicultura, carne de res, inversiones en seguros, bienes raíces y compra de activos empresariales. Archer Daniels Midland (ADM) se ha consagrado al negocio de los biocombustibles y 43 por ciento de sus ganancias provienen de productos subsidiados por el gobierno estadunidense.

La madeja de integración vertical y horizontal del cártel alimentario es impactante, pero más asombroso resulta el paraguas financiero de sus otrora grandes bancos (antes de su insolvencia global), primordialmente anglosajones y suizos, vinculados con su estructura operativa de control del aparato gastrointestinal del impotente género humano totalmente avasallado. ¿Cómo vamos a responder los ciudadanos del mundo a este desafío mayúsculo?

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