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INFORME MONSANTO  Ia PARTE.

ARTICULOS EXTRAIDOS DE COMBAT MONSANTO.

INDICE

 
Estudios cientificos falsificados Pag    3
   
disimulando el carácter toxico de la dioxina  
   
La ética científica corrupta: el asunto Richard Doll y la dioxina. Pag      5
   
Monsanto busco manchar la reputacion de cientîficos que le son molestos: el asunto de Ignacio Chapela y la contaminaciôn del maîz mexicano Pag       5
   
Los peligros de los PCB: Monsanto sabía y escondió  la verdad. Pag        6
   
Roundup, una publicidad falsa sobre la biodegradabilidad y la inocuidad del producto Pag         8
   
Monsanto sigue su política de propaganda duradera.

Pag        9

   
El compromiso Monsanto  
   
Un punto de vista sobre…       Monsanto se compromete a aumentar sus beneficios Pag        12
Todo cada vez más concentrado en menos manos Pag           13
   
La propaganda de Monsanto descifrada.

Pag        14

   
La propaganda de Monsanto, la época de Robert Shapiro el gurú  de los OMG Pag       16
   
Monsanto y las grandes empresas semilleras patentan los genes de adaptación al cambio climático. Pag        17
   
La infiltración de la administración pública Pag       18
   
Infiltración de las administraciones en Argentina.

EL ESCANDALOSO EXPEDIENTE DE LA SOJA TRANSGENICA Verano del ’96

 
   
   
   
   
   
   
   
   

Estudios científicos falsificados

La disimulación del carácter toxico de la dioxina

 

En 1984, se iniciaba el juicio denominado “Kemner vs. Monsanto”, el cual estâ considerado como uno de los mas largos en los anales judiciales norteamericanos. Este juicio era la consecuencia de un accidente ocurrido el 10 de enero de 1979, en el cual un tren de mercancías que transportaba 70 000 litros de clorofenol se descarrila en Sturgeon, Missouri provocando el derrame de toda la carga. Este producto proviene de la fábrica de Monsanto situada en Sauget, que hasta ahora producía PCB. Exacciones de la EPA revelan la presencia de dioxina en el producto químico derramado, lo que llevô a 65 habitantes de Surgeon a demandar a la firma de Saint Louis…

Una de las revelaciones destacadas del juicio “Kemner vs. Monsanto” ha sido sin duda la demostración de la falsificación de los estudios científicos realizados por el Doctor Suskind entre 1980 y 1984 por cuenta de Monsanto. Estos estudios habían sido utilizados como pruebas científicas contra la demanda de los veteranos, en la demanda llevada en contra de los productores del Agente Naranja. Este fraude científico será confirmado por el National Research Council, el cual constatarâ que los estudios de Monsanto “sufrían de errores de clasificación entre las personas expuestas y no expuestas a la dioxina, y que habían sido falsificadas con el objetivo de obtener el efecto buscado” [1] a saber, la demostración engañosa de la ausencia de liga entre la exposición a la dioxina y el desarrollo de cânceres.

El asunto será retomado en 1990 por Greenpeace y el investigador Joe Thornton los cuales co-publicaron el libro Science for sale. En este expediente se descubre que el estudio publicado en 1980 por Raymond Suskind y su colega de Monsanto, Judith Zack, peco por su falta de rigor en la definición de las personas consideradas como “expuestas” o “no expuestas” (grupo controlado). Según las explicaciones entregadas por Raymond Suskind a la justicia, los dos investigadores habían retenido como hipótesis de salida que “los obreros que habían sido expuestos durante el accidente de Nitro [de 1949] y que habían desarrollado la chloracné constituyan seguramente el grupo mâs expuesto entre la población trabajadora en la fabrica de Nitro” [2].

De hecho del grupo de los “expuestos”, habían sido retenidos solamente los obreros presentes el día del accidente y que habían contraîdo la chloracne: los que habían estado presentes pero no habían sido victimas de la enfermedad fueron entonces excluidos del grupo, sin embargo el doctor Suskind sabîa que la ausencia de chloracne no implica necesariamente una ausencia de exposición.

Al inverso, todas las personas que habîan presentado problemas de piel (soriasis, acne, etc.) ha sido incluida en el grupo de estudio de los “expuestos”, mientras que los obreros trabajando en la línea de fabricación y ausentes el día del accidente han sido ubicados sistemáticamente en el grupo controlado de los “no expuestos”, aûn incluso si ellos sufrían de chloracne puesto que la dioxina quedô presente entre las paredes de la fabrica durante varios meses.

En una carta enviada a Nature [3] en 1986, los toxicólogos Alastair Hay y Ellen Silberberg anotan que “todos estos obreros tenían que ser parte del mismo grupo de estudio, sin hacer distinciones entre los expuestos durante el accidente y los que trabajaban en la línea de fabricación del 2,4,5,-T”; sobre todo teniendo en cuenta que los datos recolectados por el doctor Suskind en su estudio de 1953 mostraban que “el indicio de la chloracne era similar en los dos grupos” y que “las enfermedades serias que presentaban un tiempo de latencia largo como el cáncer pueden ser el resultado de una exposición larga y crónica”.

En cuanto al estudio publicado en 1983 por Judith Zack y William Gaffey [4], dos empleados de Monsanto, mismo que tenia como objetivo comparar el estado de salud de 884 asalariados de la fabrica, los cuales trabajaban en la línea de producción de 2,4,5,-T (grupo de los “expuestos”) y “todos los otros” (grupo “controlado” ), comprendiendo “los empleados que tenîan una responsabilidad en la unidad de producción con una exposición potencial, que no fueron considerados como expuestos para las necesidades del estudio” reconociêndiolo asî los dos autores. Resultado: el numero de cánceres estaba menos elevado en el grupo de los expuestos que en el de los no-expuestos…

La astucia consistió en incluir en el estudio solamente a los obreros trabajando en la fabrica y/o fallecidos entre el 1° de enero de 1955 y el 31 de diciembre de 1977. En otros terminos: los que habian trabajado en Nitro entre 1948 y 1955 fueron excluidos, como los que han fallecido despues de 1977. Este protocolo arbitrario ha permitido excluir del estudio a veinte obreros que Monsanto sabîa expuestos (en particular durante el accidente de 1949), de los cuales nueve habian fallecido de cancer y once de enfermedades cardiacas. Ademas, cuatro obreros murieron de câncer y fueron clasificados como “expuestos” en el estudio publicado en 1980 se encontraron en el grupo de control de 1983… [5].

Pero este ûltimo estudio, publicado en 1984 por Raymond Suskind y Vicki Hertzberg, una colega del Instituto Kettering, en la prestigiosa revista The Journal of the American Medical Association, misma que llega a los mâs altos cîrculos del âmbito. Durante una audición en el asunto Kemner vs Monsanto, el doctor Roush, director medico de la empresa, reconocerá que en lugar de cuatro canceres contabilizados en el grupo de los expuestos, había 28 (veinticuatro casos fueron entonces deliberadamente olvidados) [6]. presente en ese momento, el doctor Suskind fue tan confuso ante la evidencia de su “fraude que rechazô regresar al Estado de Illinois para acabar su contra-interrogatorio”. [7]

Este ejemplo es particularmente revelador del resbalon de la investigación privada y de la perdida de ética que lleva a la mercantilización de la ciencia.

[1] Anthony B. MILLER, « Public health and hazardous wastes », Environmental Epidemiology, vol. 1, National Academy Press, Washington, 1991, p. 207

[2] Raymond R. SUSKIND, Testimony and cross examination, in Boggess et alii v. Monsanto, Civil N°’s 81-2098-265, et seq (USDC S.D. W.VA), 1986

[3] Alastair HAY et Ellen SILBERBERG, « Dioxin exposure at Monsanto », Nature, vol. 320, 17 avril 1986, p. 569

[4] Judith A. ZACK et William R. GAFFEY, « A mortality study of workers employed at the Monsanto company plant in Nitro, West Virginia », loc. cit

[5] Alastair HAY et Ellen SILBERBERG, « Assessing the risk of dioxin exposure », Nature, vol. 315, 9 mai 1985, p. 102-103

[6] Report of Proceedings. Testimony of Dr. George Roush, Kemner v. Monsanto Company, Civil n° 80-L-970, Curcuit Crt., St. Clair County, Illinois, 8 juillet 1985, p. 1-147 ; 9 juillet 1985, p. 1-137

[7] Kemner v. Monsanto, Plaintiffs Brief, 3 octobre 1989 
 
 
 
 
 
 

II. La ética científica corrupta: el asunto Richard Doll y la dioxina.

El asunto de las pruebas del carácter cancerigeno de la dioxina no se queda allí porque un nuevo escándalo implicando a Monsanto será revelado con el asunto Richard Doll.

Este empieza por un estudio científico llevado por el investigador sueco Lennart Hardell en 1973 el cual demuestra la relación entre la exposición a los pesticidas 2,4-D y de 2,4,5-T y el desarrollo de los cânceres raros como los sarcomas de los tejidos esponjosos. Su teoría será menospreciada por uno de los más grandes cancerólogos mundiales, el profesor Richard Doll, el cual declararâ a una comisión nacional australiana que “las conclusiones del Dr. Hardell no pueden ser defendidas y según mi opinión su trabajo no debería ser citado como una prueba científica. Es claro […] que no hay ninguna razón de pensar que los 2,4-D y el 2,4,5-T son cancerigenos para los animales de laboratorio y que la TCDD (dioxina) que ha sido presentada como un contaminante peligroso contenido en las herbicidas es, a lo mâs, débilmente cancerigeno para los animales” [1]

Ahora bien, el profesor Doll goza de una reputación incorruptible por haber demostrado las relaciones entre el tabaquismo y la génesis del cáncer del pulmón. Desgraciadamente, la leyenda ha estallado en 2006, cuando The Guardian revelô que el honorable Sir Doll trabajaba secretamente para Monsanto durante veinte años, como lo prueba una carta de 1986 de Monsanto que le era destinada y que confirmaba la renovación de su contrato a la altura de 1 500 dólares por día [2]… eso arroja el descrédito sobre la independencia de la investigación frente a los industriales, a menudo financiadores de sus estudios.

[1] Citado en Lennart HARDELL, Mikael ERIKSSON et Olav AXELSON, « On the misinterpretation of epidemiological evidence, relating to dioxin-containing phenoxyacetic acids, chlorophenols and cancer effects », New Solutions, printemps 1994

[2] « Renowned cancer scientist was paid by chemical firm for 20 years », The Guardian, 8 décembre 2006 

Monsanto busco manchar la reputacion de cientîficos que le son molestos: el asunto de Ignacio Chapela y la contaminaciôn del maîz mexicano

La historia empezo el 29 de noviembre 2001, cuando la revista Nature publica un estudio de D. Quiste e I. Chapela, dos biologos de la univesidad de Berkeley, California. Este estudio revela que el maîz criollo –o sea el tradicional- del Estado de Oaxaca estâ contaminado por genes Roundup Ready y Bt [1]. Esta noticia sorprende porque Mêxico habia declarado una Moratoria en 1998 sobre el cultivo de maîz transgênico, una planta que estâ en la base del sistema alimenticio nacional. Los dos biôlogos trabajan en colaboraciôn con comunidades campesinas mexicanas cuando descubren la contaminaciôn de las especias criollas por genes transgenicos. El 18 de septiembre del 2001, El Secretario del Medio Ambiente Mexicano confirma la contaminacion luego de una contra-peritaje realizado por sus servicios e indica que el nivel de contaminaciôn serîa entre 3% y 10% [2]. Despuês de la confirmacion, y aceptaciôn por sus pares, los dos biôlogos de Norteamêrica publican su descubrimiento en la revista Nature.

Este estudio atraerá la ira de Monsanto y de los gigantes de la biotecnología particularmente disgustados por las puestas en cuestionamiento hechas sobre su dogma de la no contaminaciôn de las especies salvajes.

La contrataque serâ llevado desde un sito cientifico pro-OGM AgBioWorld, en el cual otros cientificos y biôlogos vendrân a atacar personalemente a Ignacio Chapela.

El mismo día de la publicación del artîculo en Nature, se puede leer en el sitio un correo electrónico mandado por Mary Murphy: “se puede notar que el autor del articulo de Nature, I. Chapela, es parte del directorio de Pesticide Action Network North America, un grupo de activistas […] no es lo que verdaderamente se puede llamar un autor imparcial”. El mismo día, una tal Andura Smetacek, manda al sitio un correo intitulado “Ignacio Chapela: un activista antes de ser un científico” donde se puede leer que M Chapela pudiera haber “sido manipulado por activistas anti-tecnología (como Greenpeace, los amigos de la Tierra, o la Asociaciôn de Consumidores Orgânicos)”. Una verdadera campaña de difamación se pone entonces en marcha, la cual afectarâ la carrera de M. Chapela porque los correos serán mandados a los 3400 científicos de la red AgBioWorld.

Oficialmente AgBioWorld es una fundación con un propósito no lucrativo, que “afirma proporcionar información científica sobre agricultura biológica a los que deciden en el mundo.”Como lo declara su sitio Internet. Pero este sitio estâ albergado por el Grupo Bivings, situado en Washington, el cual es una empresa de comunicación que cuenta entre sus clientes a Monsanto mismo que estâ especializado en el cabildeo en Internet. En un documento destinado a sus clientes intitulado “Marketing viral: como infectar el mundo” el grupo Bivings indica que “para algunas campañas, no es deseable, y puede ser desastroso que el pûblico sepa que su empresa esta directamente implicada.” Más adelante, recomienda a las empresas de “presentar su opinión haciendo creer que viene de un tercero…”. La estrategia quedara vana: en efecto, cuando se regresa a la dirección IP de Mary Murphy y Andura Smetacek, se encuentra uno con la dirección gatekeeper2.monsanto.com, propiedad de la compaña de Monsanto de Saint Louis. [3]

El contrataque habrá aun dado frutos puesto que el 4 de abril 2002, la revista Nature publica una nota editorial inusual que constituye una “desaprobación sin precedente” [4]: con eso fue la primera vez que la revista rechazaba un artículo publicado en su columna. En octubre de 2002, Nature rechaza un artículo del Profesor Ezequiel Ezcuarra, presidente del Instituto Mexicano de Ecología, el cual confirmaba los resultados de Chapela. En 2003, M Chapela pierde su puesto de investigador en biología en la universidad de Berkeley, pero será reintegrado después de una decisión de la justicia por despido abusivo. Despuês dirîa “llevo mi estigma de lanzador de alerta. No tengo presupuesto para llevar las investigaciones que me interesan, porque ahora en Estados Unidos, no se puede trabajar en biología si uno rechaza las firmas de la biotecnología…”

[1] Quist e Ignacio Chapela “Transgenic DNA into traditional maize landraces in Oaxaca, Mexico” Nature n°414, 2001

[2] The New York Times, 2 de octubre de 2001

[3] Le Monde selon Monsanto, M.M. Robin, coédition La Découverte/Arte ed., 2008, p 298

[4] Fred Pearce « Special investigation : the great mexican maize scandal » ; New scientist, Op Cit.

Los peligros de los PCB: Monsanto sabía y escondió la verdad.

El descubrimiento de los peligros de los PCB es el fruto de las tragedias humanas que han costado la vida a numerosas personas en el curso de su historia.

Se averiguô que Monsanto sabía que desde 1937 los PCB representaban un riesgo grave para la salud. En efecto, en 1937, el doctor Emett Kelly, quien ahora dirige el servicio medico de Monsanto, es invitado a una junta en la Universidad de Harvard, en la cual participan varios productores de PCB. Esta reunión fue organizada con el fin de presentar los resultados de un estudio científico sobre los PCB llevada por Cecil K. Drinker [1] y con motivo de la demanda de Halowax.

Este estudio se produjo luego de un accidente que había costado la vida a 3 obreros despuês de haber estado expuestos a los vapores de PCB y que había provocado en otros obreros una enfermedad de la piel de un tipo nuevo y extremadamente desfigurante llamada luego la “chloracne”. Los resultados del estudio fueron publicados en el “Journal of Industrial Hygiene and Toxicology”, y demostraba que todas las cobayasconejillos de india expuestos al PCB habían desarrollado lesiones muy severas en el hígado.

En una nota interna en 1955 de Monsanto, puede leerse “sabemos que los PCB son tóxicos pero no hasta que limites”, « La carta concluye por las preocupaciones del autor, en têrminos de imâgen del producto si se sabîa lo que pasaba silos obreros habîan sido expuestos” En 1970, otra nota alarmante se preocupa de una toxicidad de los PCB mâs importante que lo que se había anticipado.

Para comprender que “las implicaciones sanitarias de la exposición al PCB” son gravísimas, basta leer el documento transmitido al Congreso Norteamericano, en 1996, por el Ministerio de la Salud y la EPA, que presenta un estudio de 159 estudios científicos internacionales sobre los peligros ligados a los PCB.

Después de êstas explicaciones ligadas a los peligros de los PCB, hay que regresar algunos años atrás para entender cuâl fue la actitud dolosa de Monsanto frente a la toxicidad de sus productos. En efecto, a fines de los años sesenta, los informes científicos alarmantes sobre los peligros de los PCB se multiplican y empiezan a llamar la atención de los medios de comunicación.

En 1969, la Compañîa, que tomô  la medida del fenómeno, decidió crear un comité ad hoc en el cual uno de los objetivos es de “proteger las ventas y las ganancias d’Aroclor así como la imagen de la compaña…” Hasta la prohibición de los PCB, Monsanto se afanô en esconder la toxicidad de sus PCB a través de campañas de desinformación hacia sus clientes y el pûblico, como lo demuestra una nota interna confidencial de N.Y Jonhson, fechada el 16 de febrero de 1970: “encontraran adjunto una lista de preguntas y de respuestas que pueden ser formuladas por nuestros clientes sobre Aroclor y los PCB. Pueden contestar oralmente, pero nunca den respuestas escritas […] No podemos permitirnos perder ningûn dólar”. Nosotros podemos comprender aquî toda la medida de la lógica mercantil de la empresa que priva sobre la seguridad y la verdad frente al publico.

Además en otro documento de 1976, Monsanto pide a sus agentes comerciales desmentir todas las preguntas sobre el carácter cancerigeno de los PCB citando un estudio científico realizado por el Dr. Roush, responsable mêdico de la firma. La cita es la siguiente: “No hemos observado nada en nuestros estudios de salud preeliminares hechos a los trabajadores que están en contacto con los PCB, o sobre nuestras experiencias a largo plazo en animales, que pueden indicar que los PCB sean cancerîgenos.”

Se ha demostrado años mas tarde que êstos estudios habían sido manipulados con el fin de esconder la verdad sobre el carácter cancerîgeno de los PCB. Cuando se estableció que los PCB eran cancerigenos y que tenían un aspecto altamente contaminante hacia el ambiente, eso llevô a la prohibición de los PCB en el mundo, empezando por los Estados Unidos en 1970.

Este caso es uno de los mâs reveladores sobre las manipulaciones de las cuales es capaz la firma con el fin de mantener en el mercado un producto del cual conoce su peligrosidad; y eso nos puede servir de lección en el actual debate sobre los OGM.

Por mas información, consultar la ficha PCB. 

Roundup, una publicidad falsa sobre la biodegradabilidad y la inocuidad del producto

El Roundup conociô un éxito muy rapido y no solamente en el mundo de los campesinos que saludaba su eficacia sino tambiên con los jardineros aficionados, seducidos por la reputaciôn de biodegradabilidad y la inocuidad del producto.

En efecto, se puede leer en los envases de Roundup ditruibidos en supermercados que “al utilizar según el metodo de empleo, el Roundup no presenta riesgos por el hombre, los animales y el ambiente”. Ademas muchos deben recordar el famoso anuncio publicitario donde un perro cubria una planta de Roundup con el fin de desenterrar un hueso para comêrselo con toda seguridad, sin preocuparse de los eventuales residuos tôxicos en su comida.

Este comercial induce la inocuidad del herbicida. La firma ha sido ya condenada en 1996 por la Oficina de la Represión de los Fraudes del Estado de Nueva York por publicidad falsa. Una decisiôn que debîa de alertar a las autoridades europeas al momento del lanzamiento de la campaña de Monsanto en 2000, pero sus comerciales falsos han sido difundidos en toda la Union Europea.

Por los mismos motivos de engaño, Monsanto ha sido condenado por un tribunal francês en un juicio dado el 26 de enero de 2007. Este juicio nos revela la verdadera naturaleza del roundup y el fraude cometido por Monsanto sobre la biodegradabilidad de su producto. En efecto, el tribunal juzgô que : “el uso combinado (en las etiquetas y embalajes de los productos herbicidas para jardines de aficionados de marca “Roundup” usados como prevenciôn), de los terminos y expresiones “biodegradables”, “deja el suelo limpio”, “respeta el ambiente”, “eficiencia y seguridad por el ambiente”, […], puede falsamente hacer creer al consumidor de la inocuidad total e imediata de dichos productos, luego de una degradaciôn biolôgica râpida despues de su uso, cuando el glifosato constituye la sustancia quimica activa, a la cual se agregô un surfactante, el amino polioxietileno. Este ûltimo presenta una ecotoxicidad manifesta y no se degrada râpidamente en la naturaleza, según estudios efectuados por el propio grupo Monsanto; ya que un nivel de degradaciôn biolôgica de 2% solamente puede ser obtenido despuês de 28 dias.”

Es asî como se clarifica la verdadera naturaleza del producto, un herbicida potente y tôxico que se degrada lentamente en el suelo. 

Monsanto sigue su política de propaganda duradera.

Monsanto, el líder de las biotecnologías, invirtió nada menos de 700 millones de dólares por año en la investigación y el desarrollo, o sea el equivalente de 10% de sus ganancias. La multinacional firmó en 2007 con la alemana BASF un acuerdo con el fin de compartir durante 5 años un programa de 1.5 mil millones de dólares sobre las tecnologías anti-estrés, pero siguiendo la capitalización de su producto estrella: el herbicida integral Round Up. Tengamos en cuenta que con el fin de evitar la dispersión de sus esfuerzos de investigación, el semillero privilegie cuatro cultivos principales: el maíz, las oleaginosas, la soya y las verduras. Monsanto trabaja en primer lugar sobre la transgénesis, tecnología que controla mejor que nadie.

Tratandose de genómica, el gigante americano es tan poderoso que sus concurrentes están muy seguido obligados a comprarle los datos de sus marcadores genéticos. Que Monsanto juegue sobre la fibra rastreadora del desarrollo duradero es bastante extraño, cuando se conoce el pasado bastante pesado de este “pulpo genético”. Monsanto desarrolla así su estrategia agresiva en un diluvio de alegatos éticos focalizándose en los “agrocombustibles”. Así apuesta sobre plantas de maíz que produzca más etanol y lo aprovecha para defender sus virtudes tecnológicas. Su último hallazgo? El calentamiento global, que le ha permitido efectuar investigaciones sobre una variedad de maíz resistentes a la sequia. Una lección? Si los fundamentalistas del mercado libre han podido vanagloriarse respecto a la competencia “pura y perfecta”, ello es gracias a su posición monopolizadora en que Monsanto llega –Shumpeter no hubiera desmentido- a sacar los fondos necesarios para innovar. Si es bueno o malo, eso es otra pregunta que dejaremos a los moralistas.

Fuente: Les Echos del 3 de julio de 2007: Gresea, 6 de julio de 2007 

El Compromiso Monsanto

 

"Con el avance de las semillas modificadas genéticamente se talaron bosques, se expulsó a campesinos de sus tierras, se descuidó la soberanía alimentaria, se abandonaron variedades tradicionales, etc. El agricultor, poco a poco, se fue enganchando a un paquete tecnológico. También a un modelo agrícola basado en la exportación, sustentado en el libre mercado y gobernado por intermediarios, latifundistas y transnacionales de diferente pelaje."

Gruñidos en el desierto.

“Hemos conseguido mejores semillas y mejores opciones para los agricultores en países desarrollados y en vías de desarrollo -para ayudarles a cosechar más alimentos, a utilizar menos pesticidas y a mejorar sus oportunidades económicas.”

Hugh Grant, presidente de Monsanto

 

“ Contribuir a la mejora del nivel de vida de los agricultores. La compañía ayudará a mejorar el nivel de vida de los agricultores, incluyendo cinco millones de personas de familias de agricultores con pocos recursos en 2020.”

“El tercer elemento del compromiso de Monsanto es mejorar la vida de los agricultores, incluyendo tanto a los pequeños agricultores como a los agricultores con pocos recursos. Parte de este compromiso es ofrecer productos que incrementan la productividad y reducen los gastos necesarios para combatir los insectos, malas hierbas y otros problemas que afectan a los cultivos.”

Extracto del Compromiso de Monsanto para aumentar la productividad. Junio de 2008.

Se abre el telón.

Al parecer, Monsanto, la transnacional química y biotecnológica, está comprometida con el bienestar del agricultor, su economía y su estilo de vida. Desde hace años, la industria y su comparsa ha venido argumentando y defendiendo que con la transgenia la situación económica del agricultor iba a mejorar notablemente, con todo lo que ello conlleva: mejora en la alimentación, acceso a educación, reducción de la pobreza, etc.

La propaganda inicial fue más allá, cuando advertía sin tapujo alguno, que los transgénicos eran un instrumento necesario para reducir el hambre en el mundo. Por momentos, los principios y los valores de ciertas multinacionales químicas, se parecían más a los de una ONG que a los de aquellas que fabricaron el DBCP, los PCB’s o el agente naranja.

No hace mucho, sacaban pecho ante las supuestas bondades económicas de los transgénicos. Claro, sin tener en cuenta que el negocio lo hacían unos pocos y que dicha tecnología favorecía la desestructuración del tejido productivo y social. Bajo este prisma reduccionista y cortoplacista, se cometieron autenticas aberraciones. Por ejemplo, Argentina sembró de soja (mayoritariamente transgénica) más de la mitad de su superficie cultivable. Con el avance de las semillas modificadas genéticamente se talaron bosques, se incrementó el uso de químicos, se expulsó a campesinos de sus tierras, se descuidó la soberanía alimentaria en favor de la agroexportación, se abandonaron variedades tradicionales, etc. El agricultor, poco a poco, se fue enganchando a un paquete tecnológico. También a un modelo agrícola basado en la exportación, sustentado en el libre mercado y gobernado por intermediarios, latifundistas y transnacionales de diferente pelaje.

En 2008 estalló la crisis económica global, pero el campo ya estaba en regresión mucho antes. A pesar de la crisis y la fuerte recesión en la venta de insumos químicos, el año 2008 se caracterizó por una espectacular subida en el precio de éstos. Se atribuyó a diversidad de factores: el incremento del valor del petróleo, la movilidad del dólar, la crisis en USA, etc. No obstante, algunos datos sugieren otro tipo de causas mucho más terrenales y empresariales.

En febrero de 2008, Monsanto pronosticaba para dicho año un incremento en el beneficio bruto por la venta de Roundup que oscilaría los 1300 y 1400 millones de dólares, “…respaldado por el aumento de los volúmenes y los precios a nivel mundial.”

Claramente la transnacional preveía, que por lo menos una parte del aumento en sus ganancias, derivaría de la subida en los precios de venta del producto. Este dato se consolida al analizar un informe financiero editado el 2 de abril de este año, sobre las ventas, precios y beneficios brutos del Roundup y otros herbicidas a base de glifosato.

Si ya desde mediados de 2008 el precio del petróleo empezó a disminuir ¿Por qué siguió  aumentando el precio de glifosato durante este año, incluso con una reducción en la venta del volumen? En sus negocios a nivel más general, la misma transnacional manifiesta que tiene previsto duplicar su beneficio bruto, de 4.200 millones de dólares en 2007 a 9.750 en 2012. Toda una exhibición de equilibrismo comercial, durante unos años, en los que se vivió una crisis en los precios de los alimentos, una crisis energética y una crisis económica global. Todo ello, adobado con una crisis estructural de la agricultura a pequeña escala, marcada por una clara reducción -en algunos casos claudicante- de los márgenes de ganancia ¿Queda más o menos ilustrado quién sale ganando con la amplificación del precio de los agroquímicos?

Las crisis a fin de cuentas, no las acaban sufriendo todos. Lo que para unos es una bacanal financiera, para otros es una vuelta de tuerca más. Los agroquímicos podrían suponer aproximadamente el 25% de los costes totales del agricultor (dependiendo claro está del tipo de cultivo). Por eso un incremento abultado repercute negativamente en la maltrecha economía agrícola. En España y según datos de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG), la Unión de Consumidores de España (UCE) y la Confederación Española de organizaciones de amas de casa consumidores y usuarios (CEACCU), el incremento en los precios de fertilizantes supuso un sobre coste de más de 700 millones de euros en 2008 ( “Alimentación, una cuestión de estado”) En el país del “milagro agrícola”, Argentina, este año los márgenes de ganancia de algunos cultivos se podrían reducir drásticamente, en parte por este aumento del precio de los insumos.

Como se decía, en el campo se junta el hambre con las ganas de comer. Los costes suben por una parte y los ingresos se comprimen por la otra. Según datos de la Unió de Llauradors i Ramaders, la mandarina en el País Valenciano se pagó esta temporada a 0,14 euros/kilo, cuando el mínimo aconsejable para sufragar costes era de 0,24 (MESTRE, J: “Los cítricos siguen en números rojos”, en Levante, 9 de febrero de 2009) . Según el Índice de Precios en Origen y Destino de los Alimentos, que confecciona la COAG, la UCE y la CEACCU, los agricultores en España percibieron aproximadamente el 20% de lo que el consumidor paga por un determinado producto. Esto supone un auténtico abuso que sitúa a la agricultura en el corredor de la muerte.

Al igual que sucede con la distribución de los alimentos, que cada vez está más concentrada, el monopolio de ciertas empresas que fabrican y venden agroquímicos les confiere una posición privilegiada para establecer los precios. En países como México, la desnacionalización de la industria petrolera supuso el fin en la elaboración de fertilizantes baratos. Ahora, miles de agricultores los tienen que comprar más caros a empresas multinacionales. Los transgénicos en este contexto, generan más dependencia a estos productos químicos y por lo tanto más beneficios para Monsanto y compañía.

A groso modo, se están haciendo realidad los presagios maquiavélicos que la izquierda social viene denunciando desde hace años. La globalización neoliberal, con la ayuda de ciertas tecnologías, ha concentrando la tierra, los insumos, las semillas, el comercio, la distribución y la venta de alimentos, cada vez en menos manos. Eso, para algunos, significa competitividad. Para la inmensa mayoría, el final.

En España, el gobierno seudo izquierdista de Rodríguez Zapatero, está siendo partícipe en la defenestración de la agricultura tradicional y en la proliferación del negocio transgénico y químico. Para apreciar la ceguera -por no decir ebriedad o complicidad- del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARN), revisen con atención estás dos notas recientes:

1- El 3 de abril, el MARN hizo público un informe en el que NO creía necesarias reformas urgentes para mejorar el margen de ganancia de los citricultores españoles. Es decir, el hecho de que éstos vendan su producción más barata que hace dos décadas, y en muchos casos, por debajo de los precios de coste, no es alarmante para la administraciónhttp://www.agroinformacion.com/noticias/5/citricos/16263/se-critica-al-gobierno-por-concluir-que-no-urge-mejorar-la-renta-del-citricultor.aspx]. Como ya quedó claro, los “planes de salvamento” con sus estratosféricas sumas de dinero público, se los llevan los de siempre.

2- El 8 de abril, el ministerio que debería velar por el medio ambiente y la agricultura, editó un manual de buenas prácticas agrícolas en la aplicación de fitosanitarios, en el que se reconoce que “…los productos fitosanitarios son imprescindibles, ya que constituyen la base de la defensa de las cosechas frente a las plagas y hacen rentable la producción de alimentos de calidad. De esta forma, la guía explica que prescindir del empleo de los herbicidas daría lugar a unas pérdidas de producción entre el 20 y 30% como valor medios, pudiendo llegarse a valores de hasta el 75%. Otro tanto puede decirse de los insecticidas y de los fungicidas, gracias a los cuales se asegura que al consumidor llegan unos alimentos de calidad, exentos de microorganismo que puedan ser peligrosos para su salud.”

Para el MARN, lo rentable en la producción de alimentos es alienarse a unos insumos que en pocos meses se encarecieron brutalmente, ahogando todavía más al pobre campesino. Lo que para las organizaciones agrarias y de consumidores es un lastre, para “nuestros representantes” es una oportunidad de negocio. Lo que para “nuestros representantes” no es problema alguno (abuso en el precio de compra), para las organizaciones sociales es el auténtico lastre ¿Quién comanda el MARN? ¿Hugh Grant? ¿O tal vez la Duquesa de Alba?

El asunto de la mejora productiva por unidad de superficie no va relacionado directamente a la rentabilidad, ya que simplemente no soluciona el problema troncal: el esquelético precio que recibe el agricultor en el campo. Es más, una mayor producción de un cultivo x en una determinada región, puede acabar derrumbando los precios. De hecho, los citricultores valencianos, desde hace años vienen exigiendo medidas a las diferentes administraciones para que detengan el cultivo de nuevos plantíos que saturan el mercado y micronizan los precios.

Sin duda alguna, la agricultura ecológica es en si, el mejor argumento para contrarrestar los panfletos de los burócratas del MARN, en cuanto a rentabilidad y calidad. Porque también para combatir a los microorganismos existen otros métodos diferentes a unos productos químicos, que pueden resultar muy peligrosos.

Por este apoyo silencioso y encubierto al mayor genocidio laboral, social y cultural que se está produciendo en España, por el vergonzoso honor de ser el único país de Europa que cultiva a gran escala transgénicos y por defender los intereses de terratenientes y transnacionales, decenas de organizaciones sociales se manifestarán el próximo 18 de abril en Zaragoza, exigiendo el cambio en una política agraria que convierte el país en el cortijo de unos pocos. (Más información: http://noquierotransgenicos.wordpress.com/)

Por último pardiez y antes de que se olvide, dejar claro que los compromisos sociales de Monsanto y los de otras corporaciones, sólo son polvo cósmico. Como se ha visto, entre sus objetivosno está precisamente “ayudar a mejorar el nivel de vida de los agricultores…” ni “…ayudar a cosechar más alimentos, a utilizar menos pesticidas y a mejorar sus oportunidades económicas.”. Estos dicharachos no son más que marketing comercial, que hoy en día, a casi nadie engañan.

Fuente: El Parque de las Hamacas 
 

Un punto de vista sobre… Monsanto se compromete a aumentar sus beneficios

 

En la actual crisis mundial, están por supuesto también sufriendo los productores de uno de los elementos esenciales -junto al aire respirable y el agua potable- para la sobrevivencia de la humanidad: los alimentos. Vicent Boix nos propone un análisis de una de las formas en que se está sofocando cada vez más la producción, y los productores de alimentos, forma explícitamente prevista por el fabricante de agroquímicos Monsanto.

En 2008 estalló la crisis económica global. Sin embargo, la agricultura ya estaba en regresión mucho antes. A pesar de la crisis y la fuerte recesión en la venta de insumos químicos, el año 2008 se caracterizó por una espectacular subida en el precio de éstos. Se atribuyó a diversidad de factores: el incremento del valor del petróleo, la movilidad del dólar, la crisis en USA, etc. No obstante, algunos datos sugieren otro tipo de causas mucho más terrenales y empresariales.

En plena crisis, Monsanto se compromete a producir mayores beneficios En febrero de 2008, Monsanto pronosticaba para dicho año un incremento en el beneficio bruto por la venta de Roundup que oscilaría los 1300 y 1400 millones de dólares, “…respaldado por el aumento de los volúmenes y los precios a nivel mundial.”

Claramente la transnacional preveía, que por lo menos una parte del aumento en sus ganancias, derivaría de la subida en los precios de venta del producto. Este dato se consolida al analizar un informe financiero editado el 2 de abril de este año, sobre las ventas, precios y beneficios brutos del Roundup y otros herbicidas a base de glifosato:

Si ya desde mediados de 2008 el precio del petróleo empezó a disminuir ¿Por qué siguió aumentando el precio de glifosato durante este año, incluso con una reducción en la venta del volumen? En sus negocios a nivel más general, la misma transnacional manifiesta que tiene previsto duplicar su beneficio bruto, de 4.200 millones de dólares en 2007 a 9.750 en 2012. [1] Toda una exhibición de equilibrismo comercial, durante unos años, en los que se vivió una crisis en los precios de los alimentos, una crisis energética y una crisis económica global. Todo ello, adobado con una crisis estructural de la agricultura a pequeña escala, marcada por una clara reducción -en algunos casos claudicante- de los márgenes de ganancia ¿Queda más o menos ilustrado quién sale ganando con la amplificación del precio de los agroquímicos?

En el campo se junta el hambre con las ganas de comer Las crisis a fin de cuentas, no las acaban sufriendo todos. Lo que para unos es una bacanal financiera, para otros es una vuelta de tuerca más. Los agroquímicos podrían suponer aproximadamente el 25% de los costes totales del agricultor (dependiendo claro está del tipo de http://www.alliance21.org/2003/article3399.htmlcultivo). Por eso un incremento abultado repercute negativamente en la maltrecha economía agrícola. En España y según datos de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG), la Unión de Consumidores de España (UCE) y la Confederación Española de organizaciones de amas de casa consumidores y usuarios (CEACCU), el incremento en los precios de fertilizantes supuso un sobre coste de más de 700 millones de euros en 2008. En el país del “milagro agrícola”, Argentina, este año los márgenes de ganancia de algunos cultivos se podrían reducir drásticamente, en parte por este aumento del precio de los insumos. Como se decía, en el campo se junta el hambre con las ganas de comer. Los costes suben por una parte y los ingresos se comprimen por la otra. Según datos de la Unió de Llauradors i Ramaders, la mandarina en el País Valenciano se pagó esta temporada a 0,14 euros/kilo, cuando el mínimo aconsejable para sufragar costes era de 0,24. Según el Índice de Precios en Origen y Destino de los Alimentos, que confecciona la COAG, la UCE y la CEACCU, los agricultores en España percibieron aproximadamente el 20% de lo que el consumidor paga por un determinado producto. Esto supone un auténtico abuso que sitúa a la agricultura en el corredor de la muerte.

Todo cada vez más concentrado en menos manos

 

Al igual que sucede con la distribución de los alimentos, que cada vez está más concentrada, el monopolio de ciertas empresas que fabrican y venden agroquímicos les confiere una posición privilegiada para establecer los precios. En países como México, la desnacionalización de la industria petrolera supuso el fin en la elaboración de fertilizantes baratos. Ahora, miles de agricultores los tienen que comprar más caros a empresas multinacionales. Los transgénicos en este contexto, generan más dependencia a estos productos químicos y por lo tanto más beneficios para Monsanto y compaña.

A groso modo, se están haciendo realidad los presagios maquiavélicos que la izquierda social viene denunciando desde hace años. La globalización neoliberal, con la ayuda de ciertas tecnologías, ha concentrado la tierra, los insumos, las semillas, el comercio, la distribución y la venta de alimentos, cada vez en menos manos. Eso, para algunos, significa competitividad. Para la inmensa mayoría, el final.

Fuente : Alliance 21, Septiembre de 2009 

[1] Cecil K. drinker and others, “The Problem of Posible Systemic Effects From Certain Chlorinated Hydrocarbons, ” THE JOURNAL OF INDUSTRILA HIGIENE AND TOXIOLOGY Vol. 19 (September, 1937)

La propaganda de Monsanto descifrada.

La historia de Monsanto esta manchada de numerosos escándalos que remontan a la época en la cual era solamente una empresa de productos químicos. La disimulación de la toxicidad de los PCB y de la dioxina o también del Agente Naranja a finales de los años 70 son los ejemplos. Mas recientemente, la firma fue condenada dos veces en los Estados Unidos y en Francia por publicidad engañosa sobre su producto estrella el Roundup, lo que marca una continuidad de las técnicas de desinformación que han demostrado en el pasado su eficiencia.

Al empezar a desarrollar sus actividades con las biotecnologías y el agro alimenticio, Monsanto entendió rápidamente que le era primordial quitarse la imagen perjudicial de “contaminador”, esto con el fin de ganar de nuevo la confianza de los consumidores. En abril 1995, Monsanto contrata a Robert Shapiro a la cabeza del grupo (donde se quedara hasta 2001), con la misión de operar la transición que permitiría a la empresa volverse líder en el mercado de las semillas. Por eso, un extenso proceso de fusión-adquisición es puesto en marcha, contemplando readquirir los principales proveedores de semillas del mundo, colocando así hoy en día a Monsanto como el segundo mundial después de Pionneer.

Robert Shapiro, reputado por su carisma y su fuerza de convicción, será rápidamente nombrado el “evangelista en jefe de la biotecnología”, el “hacedor de imagen” o también “el guru de Monsanto” por la prensa americana. Más allá de sus objetivos comerciales, su misión era clara: Que se acepten las biotecnologías por la opinión publica y revolucionar la imagen de Monsanto... El desea un “nuevo Monsanto” para “salvar el mundo” con un nuevo slogan comercial: “comida, salud y esperanza”.

Así, Robert Shapiro galvaniza a sus tropas y a los consumidores prometiéndoles plantas, fabricando plásticos biodegradables, maíces que produzcan anticuerpos contra el cáncer, aceites de colza o de soya que protejan contra las enfermedades cardiovasculares, categorías de OGM conocidas bajo el nombre de “alicamentes”. Sin embargo, hoy en día todavía, estos “alicamentes” están en el estadio experimental y los que han sido probados no convencen.Nombramos por ejemplo el “arroz dorado”, genéticamente modificado para producir beta-caroteno (vitamina A), cuyas cualidades nutricionales dejan dubitativos a los expertos. En efecto, para ingerir una dosis cotidiana suficiente de vitamina A, un niño tendría que cumplir la hazaña gigantesca de ingerir 3,7kg de arroz dorado por día, cuando dos zanahorias, un mango y un plato de arroz normal bastan. Estos “alicamentos” son solamente la “zanahoria” movida por los productores de OGM para imponer sus semillas transgénicas, cubriendo sus veleidades mercantiles de un púdico velo para que se vean como benefactores de la humanidad.

Más allá de esta propaganda humanista y ecolôgica, existe toda una estrategia comercial y de marketing que se esta lanzando por Monsanto, llamado al interno “biotech acceptance”. Se trata de una conquista comercial, mezclando aceptación y sumisión de los consumidores de los OGM por una inundación de los mercados. Los casos de Brasil o de Paraguay son buenos ejemplos porque los OGM estaban ya en el mercado antes de su aceptación legal (liga con el artîculo Brasil). Nombramos otra vez el caso de los Estados Unidos donde no es legalmente necesario etiquetar los productos que contienen los OGM, impidiendo así a los consumidores de escoger libremente su alimentación.

Esta estrategia de aceptación pasa también por la propaganda televisiva. Un artículo de “Le Monde Diplomatique” de 2001 explica que en los Estados Unidos, los spots televisivos son directamente comprados por el órgano de propaganda de las empresas del sector. le Council for Biotechnology Informacion. Monsanto es confundatora de este organismo que centraliza las informaciones relativas a los “beneficios de las Biotecnologîas”. Mr Tom Helscher, director de los programas de Biotechnology Acceptance ejemplifica bien a Monsanto, en Creve-Coeur (Missouri) [1]: “la televisión es una herramienta poderosa para hacer aceptar las Biotecnologîas. Entonces chequen los spots publicitarios, háganles ver a su familia y sus amigos”.

Queda que en la Unión Europea, gracias a sus consumidores más atentos, la comercialización agresiva de Monsanto y la imposición de los OGM no son aceptadas. Esta vigilancia ciudadana empuja a Monsanto a utilizar todas las palancas que dispone vía su red de personalidades públicas. Desde numerosos años, la firma supo establecer una red internacional constituida de responsables políticos y de científicos influyentes para sostener sus acciones. Estas personalidades públicas sostienen abiertamente las nuevas biotecnologías y buscan convencer su público a los beneficios de los OGM.

Además, en su estrategia global, Monsanto también intenta convencer a los jóvenes, “los consumidores y los responsables del mañana”, organizando por ejemplo, concursos en las escuelas de Irlanda como Biotechnology Challenge 2000, los trofeos de este concurso serán distribuidos por Mr. Byrne, el comisario Europeo encargado de la protección de la salud de los consumidores.

Por fin, la propaganda de Monsanto intenta muchas veces a satanizar a sus opositores mâs feroces, como los grupos ecologistas, presentándolos como “ludistas” y reaccionarios herméticos al progreso. Para concluir, no olvidemos que la vigilancia ciudadana y la libertad de expresión permanecen como dos valores seguros para dejar el debate abierto y democrático. 
 
 
 
 
 
 

La propaganda de Monsanto, la época de Robert Shapiro el «gourou de los OMG

 

Robert Shapiro ha llegado a la cabeza de Monsanto en abril de 1995 y se quedarâ hasta enero de 2001. Llamado “el evangelista en jefe de la biotecnología”, el “Fabricante de Imagen” o también el “Gurû de Monsanto”, por la prensa de América del norte, este antiguo abogado nacido en Nueva York presenta una característica que lo diferencia de sus predecesores: es demócrata y reputado cercano a la administración de Bill Clinton. En 1996, la empresa de Saint Louis contribuye generosamente a la campaña por la reelección del presidente Clinton, el cual diera un homenaje a Monsanto en su discurso sobre el Estado de la Unión, el 4 de febrero de 1997. Aunque los partidos políticos se alternan en la Casa Blanca, los métodos de Monsanto siguen siendo los mismos.

Robert Shapiro es reputado por ser un personaje carismático con una fuerza de convicción plena capaz de hacer dudar a sus adversarios mas encarnizados.

Robert Shapiro ha sido primero reclutado en 1979 como director jurídico por la empresa farmacéutica Searle dirigida por Donald Rumsfeld, el mismo que servirá durante la administración de Bush. En 1985, Monsanto compra Searle, que se vuelve la división farmacéutica de la empresa y Shapiro entra en el grupo. En 1990, es nombrado director de la división agrícola encargada del asunto Posilac, la hormona de crecimiento bovina que Monsanto estâ a punto de lanzar al mercado.

Cuando toma la cabeza de Monsanto en 1995, emprende una campaña de relaciones públicas, o mas bien “una revolución cultural” como la llama, con el fin de levantar la fama de la empresa, que sale de varios escándalos y trae los asuntos turbios del Agente Naranja y de la dioxina.

Durante seis años, M. Shapiro darâ  a los medios de comunicaciôn su gran letanîa sobre el futuro radiante de un planeta salvado por los OMG los cuales podrían parar el hambre en el mundo y disminuir la contaminación. Quiere un “nuevo Monsanto” que va “salvar el mundo” y cuyo nuevo eslogan comercial es “comida, salud y esperanza”. Así Robert Shapiro galvaniza a sus tropas y los consumidores prometiêndoles plantas fabricadoras de plásticos biodegradables, maíces dando anticuerpos contra el cáncer, aceites de colza o de soya protegiendo de las enfermedades cardiovasculares…etc., una categoría de OMG bautizada como “alicamentos”. Sin embargo estos “alicamentos” quedan en fase experimental y los que han sido probados dejan escepticismo, como el “arroz dorado”.

Robert Shapiro quedara en los anales del Business (comercio) internacional como el que habrá conseguido en los años 90, llevar a Monsanto del estatuto del gigante de la química al de operador dominante en el mercado de las semillas, comprando a precio de oro a la mayorîa de su competencia.

Cometerâ luego un paso en falso en 1998 cuando quiso comprar la firma Delta and Pine, cuando esta ûltima acababa de registrar un gene capaz de producir una toxina esterilizante para las plantas de los cuales sus semillas no podrían ser resembradas.

Esta técnica de esterilización conocida bajo en nombre de “gene terminador” ha sido una verdadera bomba en la industria de los OMG porque amenazaba directamente la seguridad alimenticia del planeta rompiendo la cadena de reproducción de las plantas.

En caso de diseminación y de cruce del gene terminador con plantas naturales, eso significaba el fin de la especie tocada. El gene fue prohibido para ensayos y de su cultivo por un moratorio de la ONU en 1998. Esta operación desacredita a Shapiro y sus discursos mesiánicos sobre el rescate del planeta.

[1] “Investigación sobre una estrategia de comunicación, Como Monsanto vende los OGM”, Articulo de Agnes Sinai, Le Monde Diplomatique, julio 2001.

Monsanto y las grandes empresas semilleras patentan los genes de adaptación al cambio climático.

Monsanto, primer productor mundial de semillas transgénicas, publicó el 4 de junio de 2008, en Saint-Louis (Estados Unidos), “un compromiso en tres puntos”: la empresa se compromete a “duplicar la productividad del maíz, de la soja y del algodón en 2030 en comparación con el 2000”, y “a desarrollar semillas que reducirán en un tercio los recursos requeridos “en agua y abono, y ayudar a “mejorar la vida de los campesinos, de los cuales 5 millones son los más pobres, en 2020”. Interviniendo mientras se llevaba en Roma la conferencia de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) sobre la crisis alimentaria, el planteamiento contempla convencer que los OGM son la solución para afrontar este problema y el cambio climático.

Pero para los investigadores independientes de ETC Group (Action Group on Erosion, Technology and Concentration), con base en Ottawa (Canadá), el planteamiento de estas grandes empresas semilleros pretende primero asegurarse de posiciones comerciales ventajosas. En un informe publicado en mayo (www.etcgroup.org), ETC Group revela que Monsanto, Bayer, BASF, Syngenta y otras empresas han depositados 532 patentes sobre secuencias genéticas favoreciendo la adaptación al cambio climático. Monsanto y BASF, detentan entre ellas dos, 49% de los grupos de patentes referidas. Estas dos empresas habían anunciado, en marzo de 2007, una asociación de 1.5 mil millones de dólares para desarrollar plantas resistentes a condiciones climáticas nefastas- “probablemente el más grande acuerdo privado de investigación nunca antes registrado” según ETC Group.

Este último da detalles de los proyectos de las principales empresas que propusieron a partir de 2010 plantas supuestamente adaptadas a la sequía. Las compañas buscan implicar a los grandes organismos de investigación pública en su planeamiento, como Cimmyt (Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y del Trigo) o el CGIAR (Grupo Consultativo Internacional de Investigación Agrícola). Un programa para desarrollar OGM en África ha sido así lanzado por el Cimmyt con un apoyo de 47 millones de dólares de la Fundación de Bill y Melinda Gates. Porqué éstas solicitudes de patentes por las multinacionales de los semilleros son criticados por el ETC Group? Por una parte porque corren el riesgo de distraer los recursos necesarios a una investigación agronómica más cercana a las necesidades de los pequeños campesinos. Según ETC Group, la investigación biotecnológica prolonga el modelo agro-industrial cuando la comunidad agrónoma afirma que la prioridad para afrontar a las crisis es el apoyo a la agricultura alimentaria y a los pequeños campesinos. Eso ha sido claramente expresado en un informe de la ONU elaborado por la comunidad científica y publicado en abril. ETC Group citó también varios ejemplos donde la investigación agronómica clásica llega a elaborar arroces adaptados a condiciones de sequia severa.

Por otra parte, el depósito de patentes sobre los genes de familias de plantas, podría tornar difícil el acceso a los bancos de semillas a los organismos públicos de investigación así como a los grupos de pequeños campesinos: “Si la compañías multinacionales controlan los genes-llaves de la resistencia a la sequia en los cultivos transgénicos (…), los investigadores públicos podrían ser acusados de violar las reglas de propiedad de genes patentados’, se preocupa el informe. En fin, los expertos destacan que la creación de plantas OGM resistentes a la sequía levanta numerosos problemas científicos que están lejos de haber sido resueltos. Así, según un fenómeno biológico llamado pleiotropia, el gene introducido podría incluir otras características de la planta además de su única capacidad a resistir a la falta de agua.

La presión para imponer soluciones transgénicas ha sido observada en otro frente, durante la Conferencia sobre la biodiversidad que se llevó a cabo a Bonn el 30 de mayo. Frente a la oposición de Estados Unidos y de Brasil, los países africanos no han podido obtener la moratoria temporal que deseaban respecto a la difusión de árboles transgénicos, el tiempo de analizar el efecto que podría tener sobre los ecosistemas. Los arboles OGM podrían producir …unos agro carburantes a base de celulosa.

Fuente: Le monde del 09.06.08, Hervé  Kempf

La infiltración de la administración

 

Su red en las administraciones es una de las mejores armas utilizadas por Monsanto, no solamente en sus estrategias de control de la información, sino también en la gestión de las situaciones de crisis. Monsanto se beneficia de numerosos apoyos en los senos de diversas agencias oficiales de Washington, gracias al sistema del “pantouflaje”, igualmente conocido como “sillas musicales” o “revolving doors”. Este termino de “pantouflaje” es usado para describir la carrera de algunas personas que intercambian un puesto de regulador publico (funcionarios o expertos) para alcanzar un puesto en el seno del sector privado, en el âmbito que se encargaban en la esfera publica y viceversa.

Este fenómeno coloca innegablemente un problema de conflicto de intereses y de parcialidad en el ejercicio de las funciones del regulador, sobre todo si êste obtiene el seguro tácito de un futuro puesto generosamente remunerado en intercambio de su cooperación con el sector privado.

Monsanto posee aliados altamente ubicados en el seno de la “Agencia de Protecciôn del Medio Ambiente (EPA), de la Food and Drug Administration (FDA) o del Ministerio de la Agricultura (USDA). El fenómeno de las sillas musicales entre las empresas y las oficinas de Washington es particularmente preocupante y no es un fenómeno nuevo. Parece ser una estrategia muy bien planificada por Monsanto. En efecto, Monsanto ha desarrollado estas prácticas a partir de los años 80, durante las administraciones republicanas de Ronald Reagan y de George Bush, sin dejar de lado a los demócratas. Así, Michael Kantor, jefe de campaña de Bill Clinton, fue un personaje influyente en el medio de las biotecnologías cuando era Secretario de Estado de Comercio por el campo demócrata. Después del mandato de Clinton, se volverá miembro del Consejo de Administración de Monsanto.

Hoy en DIA, George W. Bush perpetúa esta tradición de lazos cercanos entre agrobusiness y administración. Richard Crower ha sido nombrado en diciembre de 2005 como Jefe de las Negociaciones por el Comercio Agrîcola (Trade Representative Chief Agricultural Negociator). Pero, durante los tres años precedentes a su nominación, tenia el puesto de dirección de un grupo de lobbying agrícola llamado The American Seed Trade Association, representando los grandes grupos agro-industriales de América del norte. De 1994 a 1999, era vice-presidente de DEKALB Genetics Corporation, una corporación agrícola especializada en la agricultura transgênica, comprada despuês por el grupo Monsanto. Tambiên, de 1989 a 1992, era subsecretario en el Ministerio de la Agricultura USDA. Otro caso elocuente es el de Donald Rumsfeld, ex miembro del comité director de Searle Pharmacy, empresa que ha sido comprada por Monsanto para volverse su fílial farmacéutica.

Estos últimos veinte años, los casos de sillas giratorias entre la FDA y Monsanto son particularmente inquietantes, sobre todo cuando se trata de homologación de tecnologías radicalmente nuevas como las hormonas transgénicas o los organismos genéticamente modificados. 

Infiltración de las administraciones en Argentina.

EL PAIS › EL ESCANDALOSO EXPEDIENTE DE LA SOJA TRANSGENICA

Verano del ’96

La soja transgénica se autorizó  en sólo 81 días del verano de 1996. De 136 folios del expediente, 108 son de Monsanto, en inglés y sin traducción. Solá  invocó un dictamen jurídico que aún no se había firmado. Amenazas al investigador de los efectos del glifosato sobre los embriones. Otro estudio sostiene que su fumigación exterminó a los predadores naturales del mosquito vector del dengue. Según D’Elía, en presencia de Buzzi intentaron sobornarlo para bajar las retenciones.

Por Horacio Verbitsky

El expediente administrativo que fundamentó  la autorización firmada en 1996 por Felipe Solá para introducir en la Argentina la soja transgénica de Monsanto resistente al herbicida glifosato tiene apenas 136 folios, de los cuales 108 pertenecen a informes presentados por la misma multinacional estadounidense. Ese trabajo está en inglés y en el apuro por llegar a una decisión predeterminada, la Secretaría de Agricultura ni siquiera dispuso su traducción al castellano. Se titula “Safety, Compositional, and Nutricional Aspects of Glyphosayte-tolerant Soybeans” y ocupa del folio 2 al 110 del expediente. Solá se apresuró a firmar la autorización apenas 81 días después de iniciado el expediente, el 25 de marzo de 1996, el mismo día en que los organismos técnicos plantearon serias dudas acerca de sus efectos sobre la salud y solicitaron informes sobre el estado de las autorizaciones en Europa. La resolución de Solá dice que intervino la Dirección General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía. Pero ese dictamen jurídico recién se firmó tres días después, el 28 de marzo. ¿Quién dijo que en verano decae la laboriosidad oficial?

Tiempo record

 

El subsecretario de Alimentos Félix Manuel Cirio informa el 3 de enero de 1996 al presidente del Instituto Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal (Iascav), Carlos Lehmacher, que le envía los documentos que Monsanto presentó a la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) en Estados Unidos, “para que inicie las tareas de análisis y evaluación de dicho material en lo concerniente a Bioseguridad para consumo humano y/o animal”. No hay en el expediente tal análisis ni evaluación, sólo requerimientos de información, que Monsanto no respondió. Sin embargo el 12 de enero el Iascav comunicó a Monsanto que consideraba la posible introducción en el mercado de la soja resistente al glifosato (folio 111). El 26 de enero, el Director de Calidad Vegetal del Iascav, ingeniero agrónomo Juan Carlos Batista agregó en otra nota a Monsanto que sería importante conocer la contestación de la empresa a las observaciones de la agencia estadounidense de drogas y alimentos, FDA (folio 113). Ante la falta de respuesta, Batista insistió el 9 de febrero: “De persistir interés por la prosecución del trámite, agradeceré nos remita lo solicitado” (folio 115). No era falta de interés sino de preocupación por el procedimiento administrativo que estaba asegurado en la más alta instancia. De allí el expediente salta al 25 de marzo con la firma de la resolución 167 de Solá, quien no necesitó ni tres meses para llegar a una decisión trascendente para la economía y la salud pública.

“Efectos no deseados”

 

El apuro se intensificó en los últimos días: se violaron los procedimientos administrativos vigentes, se dejaron sin respuesta serios cuestionamientos de instancias técnicas y no se realizaron los análisis solicitados. El 25 de marzo, el Coordinador del Area de Productos Agroindustriales del Iascav, Ingeniero Agrónomo Julio Pedro Eliseix, dirigió la nota PRAI 113/96 a su colega director de Calidad Vegetal del Iascav, Juan Carlos Batista. Le comunicó que antes de seguir con la evaluación del producto presentado por Monsanto era necesario establecer ciertos criterios de evaluación para organismos modificados genéticamente (OMG), en términos de Identidad y Nutrición y acerca de la “aparición de efectos no deseados”, como “alergenicidad, cancerogénesis y otras toxicidades”. También recomendó que la empresa garantizara “un correcto rastreo y recupero de la mercadería”, para poder rastrearla y recuperarla en caso de problemas. El mismo día, Batista pidió informes sobre la posibilidad de que Europa declarara la inocuidad de la soja transgénica como alimento y autorizara su importación. Estos pasos quedaron sin respuesta ya que ese mismo día Solá autorizó en apenas 24 líneas que constan en el folio 135 del expediente, “la producción y comercialización de la semilla y de los productos y subproductos derivados de ésta, provenientes de la soja tolerante al herbicida glifosato”. Pero la Dirección de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía recién dictaminó que Solá tenía facultades para suscribir ese acto administrativo el 28 de marzo, pese a lo cual el expediente le asignó dolosamente el folio 134. Es decir que el entonces secretario de Agricultura, Pesca y Alimentación concedió la autorización tres días antes de contar con el visto bueno de su asesor jurídico y sin esperar respuesta a las observaciones de peligro de sus técnicos. También después de la firma de Solá, el mismo 28 de marzo, la presidente del Instituto Nacional de Semillas, Adelaida Harries, informa que la soja resistente al glifosato cumple con los requisitos de inscripción en el Registro Nacional de la Propiedad de Cultivares. En el folio 140 del expediente consta un documento que debería haberlo iniciado. Una semana después de concedida la autorización, el ingeniero Batista envía al presidente del Iascav un escrito sin membrete, firma ni identificación del autor titulado “Organismos modificados genéticamente. Consideraciones para su Evaluación”. Dice que influirán en la calidad de vida de las próximas generaciones y que “este avance en caminos aún desconocidos, obliga a que sean desandados con prudencia”. Sus productos “deberían ser pasibles de estudios que garanticen no sólo los aspectos de impacto medioambientales y nutricionales sino, fundamentalmente, los referentes a seguridad e inocuidad”. Entre esos estudios menciona “absorción, distribución y biotransformación de sustancias químicas ‘in vivo’ o ‘in vitro’, ensayos experimentales de toxicidad en animales, de corto, mediano y/o largo plazo”, nada de lo cual se hizo aquí. Estas gravísimas irregularidades deberían acarrear la nulidad de la resolución como acto lícito, arrojan tardía luz acerca del vicio de origen de la mayor transformación económico-social y política producida en el país en las últimas décadas y explican que Solá sea uno de los portavoces del bloque agrario que ahora intenta subordinar a sus intereses al conjunto de la sociedad argentina.

Solá invocó el 25 de marzo un dictamen jurídico que por entonces no existía. Recién se firmó tres días después. 
 

Amenazas a un científico

 

Algunos de esos estudios recién se están haciendo ahora. Según el que realizó el investigador Andrés Carrasco, reproducido aquí hace dos semanas por el periodista Darío Aranda, el glifosato en dosis muy inferiores a las que se emplean en la agricultura produce gravísimas alteraciones embrionarias. El doctor en medicina Carrasco, de 63 años, trabaja desde hace casi treinta en desarrollo embrionario, fue presidente del Conicet y es Subsecretario De Innovación Científica y Tecnológica del Ministerio de Defensa. Realizó el experimento en su laboratorio de embriología molecular, con sede en el Instituto de Biología Celular y Neurociencias de la Facultad de Medicina, en la Universidad Nacional de Buenos Aires. La difusión de su estudio dio lugar a virulentas reacciones del lobby agromediático. Comenzó con una nota en Clarín de Matías Longoni, uno de los principales colaboradores del ex director del INTA y lobbysta sojero Héctor Huergo en el suplemento Clarín Rural, quien lo descalificó como “un supuesto estudio científico”. Siguió con una nota en La Nación, sobre un “estudio de supuesta validez científica”. Clarín está asociado con La Nación en la feria anual Expoagro, en torno de la cual se realizan cada año negocios por no menos de 300 millones de dólares vinculados con los productos transgénicos y sus encadenamientos económicos. A mediados de esta semana Carrasco fue víctima de un acto intimidatorio en la propia Facultad de Medicina, donde cuatro hombres llegaron hasta su laboratorio e increparon a una colaboradora de Carrasco. Dos de ellos, que parecían “muy nerviosos y exaltados”, se presentaron como miembros de la Cámara de la Industria de Fertilizantes y Agroquímicos y se negaron a dar sus nombres. Los otros dos dijeron ser abogado y escribano. En ausencia de Carrasco interrogaron a la investigadora y exigieron ver “los informes, los experimentos”, para lo que carecían de cualquier título. Dejaron una tarjeta del estudio Basílico, Santurio & Andrada a nombre del abogado Alejandro Felipe Noël. El decano de la Facultad de Medicina se solidarizó con Carrasco y le ofreció el asesoramiento del área jurídica de la facultad. Cuando desde la facultad llamaron al estudio para verificar la existencia del abogado recibieron la respuesta de que no estaba. Carrasco no oculta su indignación por la presencia amenazante de estas personas, que “no tienen derecho a hacer interrogatorios en un ámbito académico. Trataron de convertir en delito la difusión de mi trabajo, con una virulencia y agresividad enormes”. Por la noche encontró en el contestador de su teléfono insultos a “este señor que no quiere mostrar el informe”. Carrasco explica: “Si yo sé algo no me voy a callar la boca. En todo caso pongo en juego mi prestigio entre mis pares. Si lo que digo es falso, yo resultaré perjudicado, si es verdad, compartamos los beneficios de saber”. El 16 de abril esa cámara (Ciafa) y la de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) dijeron en una declaración conjunta que para el Senasa el principio activo glifosato en su uso normal está dentro del grupo de activos de menor riesgo toxicológico y se lo utiliza con éxito en todo el mundo. Aprobado por los organismos de protección ambiental de Estados Unidos y Europa, se comercializa en más de 140 países. Agregan que no presenta efectos nocivos sobre la fauna, la microfauna ni la salud humana, ni tiene efectos inaceptables para el ambiente.

Todos nos beneficiamos

 

El dirigente de la Federación de Tierra y Vivienda Luis D’Elía dijo a este diario que durante una reunión propiciada por el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, Huergo le sugirió que recibiría beneficios económicos si colaboraba con la reducción de las retenciones a la exportación de la soja de laboratorio. El diálogo ocurrió en noviembre de 2007, cuando el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner elevó la alícuota del 27 al 35 por ciento, es decir varios meses antes de que la presidente CFK y el ministro de Economía Martín Loustau implantaran las retenciones móviles. D’Elía dice que el encuentro se produjo cuando él había renunciado a la Comisión Nacional de Tierras y su relación con el gobierno nacional parecía quebrada, a raíz de sus declaraciones sobre el conflicto en Medio Oriente. Buzzi, con quien en 2001 había formado parte del Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo), le pidió que lo acompañara a una entrevista en los estudios de Canal Rural, con el ingeniero Huergo, y luego los tres fueron a desayunar. Buzzi le dijo que Huergo era “un fenómeno” y que podía ayudarlos a financiar toda la actividad a favor de las reivindicaciones de la Federación. Esos reclamos que D’Elía apoyaba, contra la concentración y la extranjerización de la tierra y a favor de una nueva ley de arrendamientos, no aparecieron en la conversación. “Me fui dando cuenta de que el punto principal que planteaban era la rebaja de las retenciones a la soja. Querían el apoyo de los movimientos sociales para eso”, dice D’Elía. Agrega que Huergo le guiñó un ojo mientras le decía: “Hay que defender la soja y con la soja tenemos que ganar todos, ¿me entiende?”. D’Elía concluye: “creyeron que como estaba mal con el gobierno me sumaría. Pero conmigo se equivocaron”.

La soja y el dengue

 

Un trabajo reciente del ingeniero agrónomo Alberto Lapolla vincula la epidemia de dengue con la sojización. Desde hace años se advierte una invasión de mosquitos de las especies Aedes y Culex en lugares del país y épocas del año inhabituales, como la pampa húmeda mucho más allá del verano. En 2008, la invasión se extendió hasta mayo, pese al descenso de la temperatura. Ya en 2007 y 2008 hubo casos de fiebre amarilla en Bolivia, Paraguay, Brasil y el Norte argentino, que entonces se adjudicaron a viajeros, porque es confortable pensar que el mal siempre viene de afuera. Con la epidemia de dengue de este año se hizo evidente que la invasión incluía al temible Aedes aegypti, vector de la fiebre amarilla y el dengue. El estudio de Lapolla señala la equivalencia del mapa de la invasión mosquitera con el de la República Unida de la Soja, según la definición de la multinacional Syngenta: Bolivia, Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay, donde el poroto transgénico de Monsanto se fumiga con el herbicida glifosato, y sus compañeros de ruta, 2-4-D, Atrazina, Endosulfán, Paraquat, Diquat y Clorpirifós. Todos los venenos mencionados “matan peces y anfibios, sapos, ranas, escuerzos, etc., es decir los predadores naturales de los mosquitos, de los que se alimentan tanto en su estado larval como de adultos”. Esto se comprueba en “la casi desaparición de la población de anfibios en la pradera pampeana y en sus cursos de agua principales, ríos, arroyos, lagunas y bosques en galería, así como el elevado número de peces que aparecen muertos o con deformaciones físicas y graves afectaciones en su capacidad reproductiva”, como han informado reiterados estudios e investigaciones. A esto debe sumarse la deforestación en las áreas boscosas y de monte del Noreste y el Noroeste, que destruyó su equilibrio ambiental, “liquidando el refugio y hábitat natural de otros predadores de los mosquitos, lo cual permite el aumento descontrolado de su población”. Hace dos semanas visitó la Argentina la periodista francesa Marie-Monique Robin para la presentación de su libro El mundo según Monsanto, recién traducido al castellano. La ministra de Salud Graciela Ocaña la invitó a conversar, pero no pudo asistir a la cita porque fue llamada desde la presidencia por la irrupción de la epidemia de dengue. En su lugar, la audiencia se realizó con el secretario de Determinantes de la Salud y Relaciones Sanitarias, Licenciado Alberto Hernández. “Fue muy simpático y amable, pero no tenía la menor idea del tema. Al punto que me preguntó por qué había tantas fumigaciones”, fue el azorado comentario de la investigadora.

El ingeniero agrónomo Felipe Solá  hizo el estudio de campo para la investigación de mercado del Roundup, el denominado herbicida total de Monsanto. En 1996, como secretario de Agricultura de Menem y Cavallo, autorizó la introducción de la soja transgénica resistente a ese poderoso veneno. En esta entrevista, el ex funcionario defiende su actuación y critica la política posterior a su renuncia

El ex secretario de agricultura Felipe Solá, quien en 1996 autorizó la introducción de la soja transgénica resistente al glifosato, había realizado antes el estudio de campo para Monsanto en una investigación de mercado sobre el Roundup, la marca de la transnacional estadounidense para el glifosato. Así lo explicó el propio Solá, en la entrevista que se publica aquí. También confirmó el rol decisivo del ingeniero Héctor Huergo en la introducción de los cultivos industriales, el pesticida de Monsanto y los biocombustibles, que Solá engloba con algún pudor como “incorporación masiva de tecnología”.

El nombre de Solá no figura en el estudio, que comprendió viajes suyos a varias provincias, porque, según dijo, fue un colaborador part-time del ingeniero agrónomo Marcelo Regúnaga, quien sí puso su firma en el trabajo. También dijo que no tuvo contactos posteriores con Monsanto y que no le ofrecieron sobornos para su autorización. La lectura del expediente administrativo, consumado en apenas 81 días y antes de que se firmara el dictamen jurídico, con 136 desordenados folios, de los cuales 108 corresponden a un trabajo de Monsanto sobre su producto, que ni siquiera fue traducido al castellano, justifican la pregunta al responsable. Consultado para esta nota, Regúnaga confirmó la participación de Solá en el estudio, cuyo propósito era estimar cuánto podía crecer la demanda de herbicidas, entre ellos el Roundup, que no era el único que comercializaba Monsanto. Solá, que era ayudante en la cátedra de Administración Rural de Regúnaga, colaboró en la consultoría y viajó a Tucumán para entrevistar a productores de caña de azúcar. En la región pampeana el cuestionario se presentaba a productores de maíz y soja, que aún no era el cultivo principal. Según Regúnaga fue un pequeño estudio técnico exploratorio que se realizó en pocas semanas, cuando Monsanto era una empresa más orientada a los químicos en general que al agro y no existían los transgénicos. Los herbicidas se usaban para combatir ciertas malezas permanentes, muy difíciles de controlar, como el sorgo de alepo y el gramón. El impacto del glifosato era bajísimo y no se podía estimar todavía la magnitud de uso que tendría en los noventa, agregó. En 1989, cuando el presidente Carlos Menem le encomendó la Secretaría de Agricultura y Pesca, Solá designó a Regúnaga como su principal colaborador. Regúnaga es un entusiasta defensor del producto de Monsanto, de lo que se informará en otra nota.

Solá dice que no se arrepiente de nada de lo actuado y cuestiona la política seguida por el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner y de CFK, o su ausencia, y plantea un debate sobre la introducción de los cultivos transgénicos y la forma en que se manejaron, cuando él ya había dejado su cargo.

El discurso moderno

 

–¿Por qué el ingeniero Héctor Huergo (creador y columnista de Clarín Rural) estuvo sólo unos meses al frente del INTA?

Felipe Solá: –Huergo estuvo en el INTA entre febrero y noviembre de 1994. Era conocida su vocación por la incorporación masiva de tecnología. El venía sosteniendo que el modelo sostenido durante el gobierno de Alfonsín, con retenciones y tipos de cambios diferenciales, había condenado al campo al atraso tecnológico, y que el INTA y otros organismos técnicos sólo desarrollaban técnicas de aguante. La Argentina no fertilizaba, el uso de herbicidas e insecticidas se limitaba al de algunos productos clásicos, y los modernos (menos agresivos) eran carísimos porque se pagaban con un dólar que costaba el doble que el dólar al cual el campo vendía. Huergo pensaba que la convertibilidad, a pesar de los graves problemas de adaptación que generaba para los pequeños y medianos productores, sobre todo para los pequeños, era una clara oportunidad para acortar la brecha tecnológica con el mundo agrícola desarrollado. Y acusaba al INTA de atraso en adaptarse a esa circunstancia. Estuvo en el INTA hasta que, según dijo, fracasaron sus esfuerzos por introducir un discurso moderno, privilegiando el sendero de la intensificación por sobre todas las cosas, dado el atraso y la falta de productividad que se advertían. Se peleó siempre con el Consejo Directivo integrado por las entidades del campo y otros y no tuvo mucha cintura (sostenía que su tiempo era veloz y el del Consejo Directivo de una cadencia diferente). Quiso al final incorporar una planta de biodiesel donada por un organismo francés y no consiguió la aprobación del directorio y se fue comunicándome su disgusto por esta situación. Lo dejé ir porque me daba cuenta de que más allá de los ímpetus tecnológicos que yo aprobaba, su manejo era imposible en una institución que es prácticamente mixta en su conducción aunque sea del Estado.

–¿Por qué en el expediente de autorización de la soja transgénica resistente al glifosato no figura ninguno de los estudios que pidieron los técnicos?

Felipe Solá: –En el expediente figuran los estudios que correspondían según la normativa vigente para la aprobación de temas transgénicos en la Secretaría de Agricultura en dicha época. El principal elemento de sostén técnico para esa aprobación fue, por supuesto, el trabajo de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia), prestigiada hoy y siempre, desde que se formó, en el año 1991, que fue impecable. Además, la empresa Nidera, que es la que había pedido que se estudiara la posibilidad de liberar la soja RR o transgénica resistente al herbicida total (no la empresa Monsanto, que fue la que la creó), presentaba trabajos de campo desde 1991 en la Secretaría de Agricultura y durante esos cinco años había estado siendo controlada por los técnicos del INTA. Es decir que hubo un largo tiempo de estudio del impacto que tenía en el medioambiente vegetal y animal, y sobre las posibilidades de problemas con la salud humana, antes de mi aprobación. No conozco otros técnicos que figuren en el expediente y, de ser así, yo me ajusté a la normativa vigente, que es la que me dictaba acudir a la Conabia.

Los estudios no realizados

 

–¿Por qué firmó la autorización el mismo día en que los técnicos pedían estudios de corto, mediano y largo plazo?

Felipe Solá: –La respuesta es parecida a la de la pregunta anterior. Yo no sé si el mismo día alguien pidió otra cosa, y no sé qué técnicos. Yo cumplí con mi obligación, no falté a ninguna de las obligaciones que tenía en cuanto a tomar recaudos para la aprobación de la soja transgénica. Si había algún técnico que estaba en desacuerdo, supongo que no aparece en el expediente y, si apareciera, eso no le quita absoluta legalidad y legitimidad a mi medida. Por otra parte, el tiempo transcurrido desde el momento en que se liberó esa soja hasta ahora, indica claramente que el uso racional del herbicida glifosato dentro de los límites que marcan las leyes no ha generado problemas con los humanos, salvo en aquellos casos en que operando sobre campos de soja pegados a algún lugar poblado se incumplió con la normativa sobre fumigaciones que dice que tiene que haber por lo menos dos kilómetros de distancia. Han afectado a alguna población de la misma manera en que nos puede afectar el insecticida Off si lo tomamos en una taza de té o si nos lo echamos en los ojos, porque tienen normativas de uso. La agricultura usaba antes fosforados y clorados como insecticidas y se prohibieron. El glifosato es de muy baja toxicidad y mucho más en relación a éstos.

–¿Por qué, de 136 folios del expediente, 108 son de Monsanto?

Felipe Solá: –Monsanto tenía gran cantidad de investigaciones en el mundo hechas por la creación del gen RR, con ingeniería genética, y muchísimos estudios publicados con veracidad científica, abiertos al mundo de la ciencia y la tecnología para ser consultados y/o discutidos. Por eso, el aporte requerido por la Conabia es básicamente el aporte hecho por Monsanto, aunque no el único. Todos esos estudios fueron analizados por la Conabia y es lógico que quien creó el gen tuviera más elementos para aportar. Por eso, hay más páginas de Monsanto, supongo, porque no he tenido el expediente a la vista desde hace trece años. No lo he pedido, no lo he mirado, pero sí recuerdo y he reconstruido con algunos cómo fue este tema.

–¿Por qué esas páginas no fueron traducidas al español?

Felipe Solá: –Porque el inglés es el idioma científico y técnico, y porque nadie que pueda estar en condiciones de analizar algo como por ejemplo los efectos positivos o negativos de la soja transgénica, no domina el inglés. Ese expediente podía ser mirado el día de mañana por científicos o técnicos y ése era el idioma aceptado mundialmente. Aun los estudios científicos escritos en otro idioma de origen siempre son traducidos al inglés y entonces no había ninguna legislación argentina que nos obligara a traducirlos al español y tampoco creo yo que sea un problema en ninguna investigación a esta altura encontrarse con un texto en inglés

. –¿Por qué el dictamen jurídico tiene fecha posterior en tres días a la autorización, pero en el expediente figura en una foja anterior?

Felipe Solá: –No lo sé, no lo recuerdo, yo estaba absolutamente habilitado, con entidad, y era absolutamente apto para tomar la medida. Por lo tanto, la cuestión del dictamen jurídico que debe preceder obviamente en la fecha, como corresponde, a mi resolución, no es para mí el problema a dilucidar en este momento. Eso está claro.

La relación con Monsanto

 

–¿Cuáles fueron sus relaciones previas y posteriores con Monsanto?

Felipe Solá: –Como secretario de Agricultura, no he tenido con Monsanto relaciones especiales o que yo recuerde. No recuerdo ni el nombre de su presidente, ni la cara de Monsanto. Solamente pueden haber estado en reuniones de cámaras de las empresas, entre las cuales estaba Monsanto, pero durante mis largos años como secretario no tuve relación directa con Monsanto, ni a través de alguien, nunca. En el año 1981 hice un trabajo con el ingeniero Regúnaga en el que a mí me tocó la parte de campo. Era el estudio de mercado para el Roundup, lo que me llevó a viajar a algunas provincias, pero no firmé porque siempre fui un colaborador part-time para un trabajo que sí firmó Regúnaga. Era para Monsanto. Nunca más los vi después a los de Monsanto. Al decir después digo que alguien, en un momento dado, se reunió conmigo y con Regúnaga en 1981 a los efectos de requerir alguna pregunta sobre el trabajo, pero era un técnico del nivel más bajo. Después de la salida de la Secretaría de Agricultura tampoco he tenido la más mínima relación con Monsanto.

–¿Conoce casos nacionales o internacionales donde Monsanto ofreció sobornos?

–La gente que tiene un pensamiento globalifóbico, y dentro de ese pensamiento introduce la cuestión ecológica, le atribuye a la ingeniería genética una responsabilidad importante en algunas cuestiones, cosa que para mí en el caso de la soja no está para nada probado. Creo que no hay estudios sobre el tema de la posibilidad de que el Roundup sea un problema en sí mismo. Lo que está en discusión son los efectos sociales que pudo haber tenido la enorme difusión de la soja transgénica y de la agricultura sojera desde 1997 en adelante, que explica prácticamente todo el crecimiento de la agricultura argentina, que pasa de seis millones de toneladas en el año 1998, cuando yo me fui, a 97 millones de toneladas en el año 2008. Ante la pregunta concreta de los sobornos, no puedo saberlo, no lo sé. Es evidente que la cuestión ha tenido un impacto tal que, en términos conspirativos, se pueda pensar ahora que ha sido todo la culminación de un gran negocio. Yo creo que no fue así en el caso de la Argentina.

–¿Le ofrecieron pagarle por la autorización? En tal caso, ¿cuánto y qué contestó?

Felipe Solá: –Por supuesto que no. Es más, como secretario de Agricultura no firmé ninguna resolución, de ningún tema, por la cual me ofrecieran pagarme plata, o sobornos o lo que fuera. Salvo en el caso de temas vinculados con el Senasa, cuando este organismo tenía una función doble, porque además de hacerse cargo de la responsabilidad del estado sanitario de las industrias frigoríficas, también debía verificar si los matarifes estaban al día con los impuestos, con el IVA concretamente. En ese caso, hubo alguna sugerencia indirecta, que dio lugar a problemas, líos, que yo transmití por la prensa y que terminaron en varios casos con denuncias penales. Y yo recibí algunos “aprietes” bastante lamentables, pero que no consiguieron torcer nuestra política.

Nada de qué  arrepentirse

 

–¿Algo más?

Felipe Solá: –Quisiera agregar algunas cosas. En primer lugar, no me arrepiento de lo conseguido, porque se trata en el fondo de investigar el impacto de la expansión del área sembrada con soja de 1997 a hoy. Creo que la soja transgénica permitió avanzar sobre estos cultivos, sobre otras actividades rurales y sobre regiones no pampeanas. Al permitir eso, ha producido seguramente cambios muy fuertes desde el punto de vista social y económico y en las formas de vida agraria, en algunos casos. Yo decidí que ingresara el gran cultivo en circunstancias muy especiales, el uno a uno hacía difícil ser un pequeño productor, el agricultor pudo aprovechar la innovación para subsistir, primero, y para crecer, después. La Argentina tuvo a mano una tecnología al mismo tiempo que Estados Unidos y la aplicó con enorme éxito porque ya venía siendo pionera en la siembra directa de sus cultivos. El avance no se hizo contra el suelo, sino respetando su estructura física y su actividad biológica por la misma siembra directa. Los resultados positivos fueron espectaculares y ocurrieron después de que me fuera de la Secretaría. Las distorsiones sociales y económicas también ocurrieron después, pero debo recalcar que en diez años no ha habido política agrícola ninguna, como no fuera dejar que cada uno sembrara lo que quisiera sin prever ni el monocultivo, que genera el problema sobre la fertilidad y no sobre la estructura física de los suelos, ni el reemplazo de actividades más intensivas en mano de obra rural y más tradicionales en cuanto al arraigo poblacional, en especial en las economías regionales. Me refiero a políticas de premios y castigos según el tipo de cultivo. Creció la oferta de mano de obra en las clases trabajadoras y medias de las ciudades rurales porque hubo mayor volumen producido, exportado consumido, pero bajó la oferta de mano de obra en el campo propiamente dicha. Resulta muy importante leer lo que el INTA, bajo la dirección del actual secretario de Agricultura, ha historiado mejor que nadie. Me refiero a “Diez años de organismos genéticamente modificados en la agricultura argentina”, de Eugenio Cap y Eduardo Trigo. También es muy importante leer lo que (el ministro) Lino Barañao opina del trabajo de la Conabia en estos temas. Finalmente, debo recordar también que el maíz RR, el maíz transgénico, fue aprobado por la Secretaría de Agricultura durante el gobierno del presidente Néstor Kirchner, de la misma manera que está aprobado en decenas de países junto con la soja, entre ellos Brasil. Por lo tanto, este descubrimiento de que la soja es la causante de todos los males ahora no parece haber sido algo consciente en la Secretaría de Agricultura en años anteriores, como tampoco en otra área de gobierno. Lo ocurrido es demasiado importante y transformador como para dejarlo como una conspiración antiargentina o como un simple hecho de corrupción como sugieren las preguntas. Las próximas elecciones no pueden servir de excusa para descubrir ahora quién es quién. Me refiero a mí. Con mis errores, yo soy el mismo de ayer y volvería a firmar como en 1996 la fenomenal ampliación de la economía del interior del país que se dio. Eso sí, si me hubiera quedado en la Secretaría de Agricultura, hubiera tenido una política agrícola, es decir, hubiera estudiado año tras año, junto con los productores, qué convenía sembrar, y para eso sirven las retenciones y hasta incluso algunos premios posibles a cada cultivo. Hubiera balanceado la agricultura argentina, de forma tal que no se sojizara. Con los errores recientes del año pasado, el gobierno ha sojizado aún más la agricultura. Eso es todo lo que tengo que decir, y agradezco ser consultado.

Entrevista con Regúnaga: Mercedes González.

Página 12, Internet, 10-5-09

 

Monsanto, el agente naranja y las guerras estadounidenses

Raoul Marc Jennar

Mondialisation.ca

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

 

Las tecnologías letales no son algo nuevo en Monsanto. Con otras seis firmas estadounidenses, esta empresa ha fabricado una de las más terribles armas químicas: el agente naranja.

Vidas destrozadas

 

Lien, Hong y Nga son tres vietnamitas que nunca pronunciarán sus nombres, tampoco sus hermanos Hung y Manh. Los cinco nacieron entre 1971 y 1985 y los cinco son sordomudos de nacimiento y tienen defienciencias mentales. Long, su madre, y But, su padre, fueron combatientes durante la guerra. Ella desactivaba minas y él formaba parte de una unidad regular. Los dos estuvieron expuestos a los herbicidas lanzados por la aviación estadounidense.

En el hospital Tu Du de la ciudad de Ho Chi Minh, desde 1980 el 30 % de los recién nacidos sufren malformaciones: brazos o piernas atrofiadas, paladares partidos, espina bífida, niños con síndrome de Down. Diecisiete años después de que acabaran los lanzamientos de herbicidas, las sustancias tóxicas se encuentran todavía en las frutas y verduras cultivadas en suelos atiborrados de la dioxina fabricada por Monsanto. Una segunda generación nacida después de la guerra es víctima de las armas químicas utilizadas por los estadounidenses. “Los que nacen no son bebés sino monstruos”, se indigna el Dr. Le Diem tras haber ayudado a nacer a un niño cuyos órganos genitales emergen del rostro.

El capitán Tom Nesbitt pilotaba uno de los helicópteros Bell Huey de la 114 compañía de asalto con base en Vihn Long, en el delta del Mekong. A principios de 1971, salió en misión para pulverizar de herbicidas la selva de U Minh. Cuando daba la vuelta, después de cada pasada, centenares de gotitas penetraban en el interior del aparato. Nesbitt, como sus compañeros, no llevaba ningún tipo de protección. Veinte años después, sufre problemas físicos y psicológicos. Su médico le ha desaconsejado firmemente que tenga hijos porque podrían tener graves discapacidades. Muchos soldados, expuestos como él, han sufrido graves trastornos desde entonces. Muchos han muerto tras el fin de la guerra.

El agente naranja

Durante la segunda guerra mundial, mientras que las fuerzas estadounidenses rechazaban con dificultad al ejército japonés, se barajó la idea de matar de hambre a Japón destruyendo sus cosechas de arroz por medio de un potente herbicida. El Gobierno financió las investigaciones que desembocaron en una combinación de dos herbicidas: el 2,4-D y el 2,4,5-T. Una combinación que pasará al historia con el nombre de agente naranja. A partir de la fabricación del segundo herbicida, que constituye el 48 por ciento de la composición de este defoliante, apareció un producto derivado: el TCDD, más conocido con el nombre de “dioxina”. Según los fabricantes, esta “impureza” no puede eliminarse. Cuanto mayor es la cantidad de herbicida 2,4,5-T en la composición del defoliante, mayor es la tasa de dioxina.

El agente naranja se probó en un atolón del Pacífico y su nocividad fue tal que el presidente Roosevelt decidió renunciar a él y prohibió al ejército estadounidense su utilización. Sus sucesores no tuvieron los mismos escrúpulos y el presidente Eisenhower autorizó en 1959 que se pusiese a punto la tecnología aérea que hiciese posible la fumigación del herbicida.

A principios de los años sesenta, Monsanto y otras seis empresas estadounidenses (Dow Chemicals, Diamond Shamrock Corporation, Hercules Inc, Uniroyal Inc., T-H Agricultural & Nutrition Company y Thomson Chemical Corporation) producen herbicidas que contienen TCDD mientras las investigaciones médicas establecen de forma incuestionable su triple efecto: provoca cáncer, causa malformaciones congénitas en el feto y origina modificaciones genéticas.

Durante la segunda guerra de Indochina

 

El 30 de noviembre de 1961, el presidente Kennedy dio luz verde para las operaciones aéreas encaminadas a la deforestación de la selva vietnamita. Meses después, firmó la orden de utilizar los mismos medios para destruir las cosechas agrícolas. La operación “Ranch Hand” se puso en marcha y el 12 de enero de 1962 un bimotor Hércules C-123 despegó para la primera misión de la mayor guerra química jamás llevada a cabo en la historia de la humanidad.

Por primera vez, la destrucción del medio ambiente se convirtió en objetivo de guerra: había que evitar que la selva y los matorrales ocultaran al adversario, sus escondites y sus desplazamientos. Había que destruir las cosechas de las que se alimentaba la población mal controlada y provocar la huida de los campesinos de los campos en los que se había infiltrado la guerrilla.

Durante diez años, la aviación estadounidense lanzó 72 millones de litros de herbicidas, de los que 41.635.000 eran de agente naranja, sobre una superficie que totalizaba en los tres países afectados cerca de 2 millones de hectáreas de bosques y arrozales, un 34 % de los cuales fue fumigado en más de una ocasión y al menos el 12 % lo fue tres veces. Los territorios marcados como objetivo se extendían a lo largo de los 1.600 km. de la carretera Ho Chi Minh en Laos y Camboya; en la zona que va desde el delta del Mekong hasta la península de Camau; en Vietnam del Sur; en la región que bordea Camboya y Laos, en la zona especial bautizada como Rung Sat que controla todos los ríos que van a Saigón y sobre la zona desmilitarizada al sur del paralelo 17 que marca la frontera entre los dos Vietnam.

Balance humano

 

Es imposible cuantificarlo de manera precisa. Decenas de millares de civiles quedaron expuestos a los herbicidas así como miles de combatientes vietnamitas y estadounidenses.

En Vietnam los índices de concentración de dioxina detectada en adultos, así como en los niños nacidos después de la guerra, es anormalmente elevada en las regiones donde se lanzó el agente naranja.

Mientras que en el resto del sur de Asia la frecuencia del choriocarcinoma- una variante del cáncer de útero-es de 1-2 por mil, en Vietnam del Sur es del 6 por ciento.

Tras la guerra, miles de soldados estadounidenses, australianos, coreanos, neozelandeses que habían prestado servicio en Vietnam han tenido y todavía sufren enfermedades de la piel, tumores, diferentes formas de la enfermedad de Hodgkins, cáncer de pulmón, de tráquea y de próstata. El índice de niños con malformaciones físicas o mentales cuyos padres habían estado en Vietnam es anormalmente alto. La muerte súbita entre bebés de soldados expuestos al agente naranja es cuatro veces más frecuente que entre los otros lactantes. La tasa de mortalidad prematura es mucho más elevada entre los veteranos de Vietnam que estuvieron expuestos a los herbicidas que entre otros ex combatientes.

No existe razón alguna para pensar que estos problemas detectados con facilidad en los países ricos no se hayan producido de la misma manera en los tres países indochinos víctimas del agente naranja.

El balance ecológico provocado sólo por los herbicidas (a los que habrían de añadirse los daños provocados por los bombardeos, y en particular los producidos por el NAPALM) es el siguiente:

· 43 % de los suelos cultivados envenenados

· 60 % de las plantaciones de caucho destruidas.

· 44 % de los bosques arrasados

· 36 % de los manglares destruidos y se necesitará más de cien años para recuperarlos.

· En Vietnam del Sur,30 años después, 6.250 km2 son incultivables.

· En Camboya, 150.000 has. de bosques y plantaciones de caucho quedaron destruidos.

· En Laos, se destruyeron 160.000 has. de bosque.

· Contaminación masiva de las aguas (en 1995, un río del centro de Vietnam contenía una tasa de dioxina mil veces más elevada que un río canadiense de una zona industrial) y de los suelos agrícolas que han provocado el envenenamiento durante decenios del conjunto de la cadena alimentaria.

Durante esos mismos años sesenta, asimismo se lanzaron 75.700 litros de agente naranja sobre la zona desmilitarizada que bordea la frontera entre las dos Coreas.

Uno de los mayores crímenes contra la humanidad
 

En el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, se emplearon una treintena de agentes químicos, entre ellos los gases utilizados por las tropas alemanas en abril de 1915 en la región de Ypres (Bélgica). Los riesgos que corrían los soldados de los dos bandos y de sus poblaciones civiles por el uso de armas semejantes incitaron a los gobiernos a adoptar lo que se plasmó en el “Protocolo de Ginebra de 1925”.

Éste prohibía el uso de sustancias sólidas, líquidas o gaseosas susceptibles de provocar un efecto tóxico sobre las plantas, los animales y los seres humanos. El Protocolo prohíbe además la utilización como arma de guerra de cualquier sustancias cuyos efectos sean desconocidos. El herbicida empleado con fines militares entra en la categoría de armas químicas.

El Protocolo de 1925 formaba parte del derecho internacional en vigor relativo a las armas químicas cuando se inició la intervención estadounidense en Vietnam. Al autorizar la utilización del agente naranja para destruir bosques y arrozales. El presidente de Estados Unidos lo violó de forma deliberada.

El agente naranja como los demás herbicidas que contienen TCDD provoca malformaciones psíquicas y /o mentales en el recién nacido, y en los adultos disfunciones físicas y / o mentales que pueden llevar a la muerte. Se trata de un arma química de una nocividad extrema.

Por haber fabricado un herbicida con un fuerte contenido en dioxina, y por haberlo utilizado de forma masiva como arma química, siete firmas estadounidenses-entre ellas Monsanto- y el Gobierno de Estados Unidos comparten la responsabilidad de uno de los más graves crímenes contra la humanidad. Un crimen que todavía hoy tiene consecuencias. Un crimen que hoy todavía permanece impune.

Fuentes:

· Cecil B. Curie, Residual Dioxin in Vietnam, Charlottesville, University of Virginia, The Sixties Project, 1992.

· Croix Rouge du Vietnam- Fonds des victimes de l’agent orange, Hanoi, 1999.

· Hutchinson Encyclopedia, Chemical Warfare, Washington DC, Helicon Publishing, 1999 .

· Institute of Medecine, Veterans and Agent Orange, Washington DC, National Academy Press, 1999.

· Pepall Jennifer, Comment reboiser le Vietnam?, Québec, CRDI Explore, Centre de Recherches pour le Développement International, 1995.

· Solomon Kane & Franck Altobelli, Les nouvelles générations sacrifiées de la guerre américaine au Vietnam, Bruxelles, De Morgen, 27 novembre 1998.

US Department of Veterans Affairs, Agent Orange and related issues, Washington DC, 1997.

William A. Buckingham Jr, Ph.D., Operation Ranch Hand. Herbicides in Southeast Asia, 1961-1971. Washington DC, US Government

Raoul Marc Jennar es investigador del URFIG/ Fundación Copernic. 
Enlace original: 
http://mondialisation.ca/index.php?context=viewArticle&code=MAR20051201&articleId=1379

 

 

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